Los Cuentos de Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino
1) EL PRIMER QUESO DE CARLOS DELFINO
Una vez más la profesora Esther Ramírez desaprobó al joven Carlos Delfino del examen de Historia Antigua y Medieval. Ya era la tercera vez que ocurría lo mismo. Era obvio que a Carlitos no le importaba demasiado saber quien fue Aristóteles o Julio César, o como eran las culturas egipcias o griegas. Lo suyo era el básquet, donde se destacaba como el mejor jugador de la Universidad de la Unión Tatengue. No era para menos: medía dos metros y calzaba cincuenta. Condiciones para el Básquet le sobraban, tanto que su nivel ya era demasiado superior para las competencias estudiantiles. Su destino debían ser las ligas profesionales.
Pero aunque la historia de los tiempos antiguos y medievales no es algo fundamental ni importante para jugar al básquet, sí era requisito de la Universidad de la Unión Tatengue que para promover a un jugador a las ligas profesionales, debía tener todos los examenes aprobados. Carlos Delfino no tenía el suyo, y esto era un inconveniente. Podría pedir una mesa de examen en una semana y se la otorgarían. Pero la misma la iba a presidir la señora Esther Ramírez, que parecía empeñada en no aprobar a Carlitos. Siempre haciendo las mismas preguntas, una y otra vez.
· Por favor, señor Delfino, hágame una descripción de las clases sociales y del sistema de gobierno de Esparta.
· A ver, señor Delfino, digame un breve resumen de las crisis que padeció la República Romana antes de la llegada de Augusto.
· Ya veo, señor Delfino, que de Esparta y de Roma, no sabe gran cosa. Probemos ahora con algo de la edad media. Hablame de la dinastía Carolingia. Usted lo debería saber muy bien, pues se llama Carlos, como el fundador de esa estirpe.
Carlitos se acordaba de las preguntas una y otra vez. La última vez su examen no había sido brillante, pero sí bastante aceptable, dos de los tres integrantes de la mesa, el profesor Pablo Prigioni y la profesora Juana Espil lo hubieran aprobado. Pero la señora Esther Ramírez se negó rotundamente. Y un nuevo examen no tenía sentido, pues Ramírez iba a estar otra vez al frente de la mesa.
Carlitos empezó a mirarse al espejo, un espejo bien grande, puesto bien arriba, pues como dijimos anteriormente, Carlitos mide dos metros, y comenzó a pensar.
- Hay una manera. Es drástica y lamentable, pero hay una forma de terminar con todo esto. A mí la chance de jugar en las ligas profesionales del baloncesto no me la va a quitar nadie, ni Ramírez ni nadie. Debo hacerlo, al fin y al cabo, es solo un Queso. Será difícil porque lo voy a hacer por primera vez, pero debo actuar con frialdad, es solo un Queso. Debo aceptar mi destino, por algo me llamo Carlos. Me convertiré en Queson, como Carlos Bossio o Carlos Ignacio Fernández Lobbe, no tengo opción. Ellos no me dieron la opción.
Carlos se vistió de negro, con un disfraz similar al de la película Scream, se puso guantes negros en las manos y tomó un enorme cuchillo de cocina, el más grande que podamos imaginar. Pasó por la Quesería, se metió por detrás, y sin que nadie lo viera, robó una enorme horma de Queso Gruyere.
Rato después entró al departamento de la profesora, ubicado en una de esas casas nuevas que la gobernación construyó cerca de la Laguna. Sabía que la profesora no tardaría en llegar, aunque estaba dispuesto a esperar todo lo que fuese necesario.
No pasó mucho tiempo, cuando la profesora Ramírez llegó a su casa. Entró en la misma, y mientras estaba acomodando su ropa en el living, sintió la sensación de que la estaban espiando, de que alguien la estaba mirando. Se dio vuelta, y se dirigió al pasillo, no vio a nadie. Volvió, y mientras agarraba un whisky, pensó:
- Ma sí, son imaginaciones mías, no hay nadie. Quizás deba dejar la bebida, pero hoy no, me voy a tomar un whisky.
En ese instante, como salido de la nada, Carlitos la atacó por detrás y le pusó el cuchillo sobre el pecho, a continuación y con una enorme frialdad y determinación, sin dudarlo siquiera, comenzó a apuñarla en forma salvaje, una y otra vez. Fueron decenas y decenas de cuchillazos. La mujer ya estaba muerta, totalmente ensangrentada, y Carlos seguía apuñalandola. Finalmente, Carlos Delfino tomó el Queso y lo tiró sobre el cadáver de su víctima, diciendo en voz alta:
Carlitos abandonó el lugar. Al día siguiente la noticia de la muerte causó una gran conmoción en toda la ciudad. A Carlitos mucho no le preocupó, aunque sintió cierta tensión cuando lo llamaron de la dirección de la Universidad. El doctor Malvicino, rector de la misma, lo recibió en persona y le dijo:
- Por supuesto que la muerte, trágica muerte, de la señora profesora Esther Ramírez es un hecho lamentable. Parece que fue víctima de un asesino serial que se dedica a tirarle Quesos a su víctima. En la Capital y en la Costa ya hubo varios casos. Pero, bueno señor Delfino, usted ahora no tendrá problemas en acceder a un nuevo examen. Le haremos un par de preguntas fáciles sobre los dioses de la antigua Grecia y Roma, con eso alcanzará. Estudié este papel – y le dio un papel – repaselo bien y entonces, el examen lo aprobará y podrá pasar a las Ligas Profesionales del Baloncesto. Por eso lo he llamado. ¿No le parece una buena ocasión para brindar?
2) CARLOS DELFINO LAS PARTE COMO UN QUESO
Era el año 2000 y 2001, cuando la calma habitual de la ciudad de Santa Fe y sus alrededores, solo interrumpida los días de clásicos entre Unión y Colón, se vio bruscamente alterada por una serie de crímenes. Una docena de mujeres habían sido asesinadas, a todas las habían degollado con un largo y filoso cuchillo. Pero lo que más había conmocionado a la opinión pública es que sobre los cadáveres de cada una de las víctimas siempre había un enorme Queso.
“Degollaron a una chica y le tiraron un Queso” era un titular habitual en los diarios de aquellos tiempos. Desde hacía varios años eran varias las decenas de mujeres que habían sido asesinadas y a las cuales les habían tirado un Queso. Parecía ser una siniestra y macabra forma de asesinar que se había puesto de moda. Los medios de comunicación habían bautizado a estos asesinos como “Quesones” y se había echado el rumor (o la leyenda urbana) de que se trataba de una logia criminal cuyos integrantes, o sea los asesinos, se llamaban todos Carlos.
Nada en concreto se sabía aunque los investigadores afirmaban que, dada las características de los asesinatos, el “Queson” que estaba aterrorizando la zona de Santa Fe era otro asesino serial. Todas las víctimas – una docena – estaban relacionadas de una forma u otra a la Educación. Dos eran rectoras de una escuela secundaria, otras cuatro profesoras, cinco eran estudiantes de quinto año y una era madre de una de las alumnas asesinadas. De las cinco estudiantes dos habían sido asesinadas en Bariloche, durante el viaje de egresados.
Ahora bien, en la Universidad de Santa Fe, una joven llamada Valeria Raffaelli, dirigente estudiantil, había abierto una suerte de investigación para identificar al “Queson” y parar con la horrible y sanguinaria seguidilla de asesinatos. Una noche alguien tocó el timbre de su departamento. La chica se sorprendió pues era una hora en la cual no solía recibir visitas.
- ¿Quién es? – preguntó Valeria.
- Carlos Delfino – fue la respuesta – Soy integrante del equipo de Básquet. Necesito hablar con vos ya mismo.
La chica abrió la puerta. No había duda alguna de que el muchacho era jugador de básquet. Carlos medía dos metros de altura y calzaba cincuenta. Con solo verlo era obvio su condición de basquetbolista. Carlos era muy lindo,
atractivo e irresistible para las chicas.
- Hola – dijo Valeria - ¿Cómo estas Carlos?
- Hola, ¿Me conoces’
- ¿Quién no te conoce en la ciudad, Carlos? Sos la estrella del equipo de básquet. El otro día jugaste un partidazo.
- La verdad que sí – contestó Carlos – Metí varios triples.
- Escuché que van a convocarte de la selección nacional.
- Bueno, ya integré el seleccionado en varios partidos. Ahora viene una competencia panamericana juvenil, espero estar entre los citados.
- Pasa, Carlos, no vamos a estar hablando así parados.
Carlos ingresó al departamento con un gran paquete y una mochila. La chica le indicó que lo pusiera sobre la mesa. Carlos entonces dijo:
- Vengo por el caso de los asesinatos. Lo del asesino “Queson”. Encontré hoy esta carpeta quizás tenga información importante.
La chica se sentó y comenzó entonces a leer los papeles que había en la carpeta y le dio la espalda a Carlos, que permaneció parado detrás de ella. Sin que la chica se diera cuenta, Carlos – que tenía las manos enfundadas con guantes negros – sacó de una mochila un cuchillo, muy largo y filoso. Carlos se acercó a la chica en forma silenciosa y sin darle la más mínima chance de reacción, la tomó por detrás y puso el cuchillo sobre su cuello. Inmediatamente, Carlos la degolló, asestándole a la chica una herida muy profunda en el cuello.
La chica queda muerta, sentada en la silla, con la cabeza sobre la mesa. Un enorme reguero de sangre cubría tanto a la silla como al piso. Carlos, el asesino, sacó entonces un enorme Queso del paquete que había llevado. Era un Queso Gruyere, con grandes y voluminoso agujeros. Carlos tiró el Queso sobre el cadáver de la chica.
- Queso – dijo entonces Carlos en voz alta y abandonó el departamento.
Al día siguiente la noticia del crimen se expandió por toda la ciudad y alcanzó los medios nacionales que no salían de su sorpresa y estupor ante un nuevo asesinato del “Queson”. La noticia, sin embargo, se mezcló con otra muy importante para los medios provinciales: la convocatoria del basquetbolista Carlos Delfino a la selección nacional que iba a disputar el Campeonato Panamericano.
3) LA GRAN NOCHE DEL BASQUETBOLISTA ASESINO
El casco de la estancia “Las Tres Gracias” vio alterada su habitual monotonía por la llegada de seis modelos, que procedentes de la gran ciudad, pensaban filmar una propaganda para una prestigiosa marca. Se trataba de Ivonne Tigana, Joanna Ribery, Kate Schreider, Catalina Cabrini, Sofía Mendez y Paola Graziani.
Además de las seis modelos, estaban también la señora Julia Larrazabal, la dueña de casa, Isabel Urrazagui, la ama de llaves, y las dos mucamas, Josefa “Pepa” Juárez y Felisa Eslavia. La estancia se había convertido en un especie de hotel.
Aquel día, por la tarde, se produjo la llegada de un extraño envío a la Estancia, se trataba de doce Quesos. Sí, doce Quesos, esos Quesos de cascara amarilla, forma esférica, bien grandes, de tipo holandés, que se llaman Maasdam o algo parecido. Las mucamas no le dieron mayor importancia al asunto, pues pensaron que era parte de la filmación.
Cuando había finalizado la cena, por la noche, las dos mucamas estaban terminando de limpiar la cocina, finalmente “Pepa” dijo:
- Me voy a dormir, estoy muy cansada.
- Muy bien, “Pepa”, yo iré a tirar esta basura – le contestó Felisa.“Pepa” fue a dormir y Felisa salió afuera. Al salir le pareció la sombra de un hombre alto y patón, con aspecto de basquetbolista. Se fijó de vuelta y no vio nada. Tiró la basura y empezó a dirigirse hacia la entrada. Pero antes de llegar, oculto por la oscuridad, estaba Carlos Delfino, el basquetbolista, vestido de negro, sosteniendo un enorme y filoso cuchillo con sus manos, envueltas en dos gruesos guantes negros de cuero. La mucama no pudo llegar a la puerta, Carlos la interceptó de atrás, la tomó por el cuello, y con el cuchillo, le cortó la garganta. Carlos entró entonces a la casa, tomó unos de los Quesos, y volvió a salir, para tirar un Queso sobre el cadáver de Felisa, diciendo en voz alta:
- Queso.
La otra mucama, “Pepa”, advirtió que algo extraño había pasado afuera, se levantó de la cama, y se dirigió a la cocina. Pero antes de que llegara, Carlos la atacó por detrás, y con el cuchillo, la degolló. El basquetbolista agarro otra vez un Queso y lo tiró sobre la mucama, y en voz alta, dijo:
Carlos, cuchillo en mano, adentro de la casa, se dirigió hacia donde estaba la dueña de la casa, la señora Larrazabal, que tenía unos cuarenta y pico de años, y el ama de llaves, la señora Urrazagui, de unos cincuenta y pico. Ambas estaban en el comedor viendo televisión.
- ¿Escuchaste movimientos en la cocina? – le dijo la señora Larrazabal a la señora Urrazagui.
- Sí, voy a ver – Urrazagui se levantó y fue a la cocina.
Mientras pasaba por el pasillo, Carlos la degolló con el cuchillo, y tras asesinarla, le tiró un Queso.
- Queso – dijo en voz alta.Larrazabal nada había escuchado, seguía viendo la televisión, cómodamente sentada en un gran sillón. Carlos entró sigilosamente, y se puso atrás del sillón, con gran rapidez, tomó la cabeza de la mujer, y desde atrás, le cortó la garganta. Cuando terminó, otra vez tiró un Queso y en voz alta dijo:
- Queso.
Carlos entonces decidió asesinar a las modelos que estaban arriba, llevó los Quesos hacia el comedor, y cuchillo en mano, empezó a subir las escaleras. Una de las modelos, Joanna, iba caminando por el pasillo. Carlos se escondió detrás de la cortina, cuando Joanna iba caminando, la atacó por detrás y la degolló. Otra vez tiró un Queso, y en voz alta, dijo:
- Queso.
Carlos limpió el cuchillo, estaba ya bastante gastado después de haber asesinado a cinco mujeres. Cambió entonces el cuchillo, y se dirigió hacia uno de los cuartos, donde estaba la modelo de nombre Ivonne. El basquetbolista se tiró encima de la chica, le tapó la boca, tomó el cuchillo y le cortó el cuello. Una vez, más, por sexta vez, el asesino dijo en voz alta:
- Queso.Y tiró un Queso sobre el cadáver de su víctima, la número seis. Otra de las modelos, Sofía, salió al pasillo, Carlos la atacó desde atrás, y la degolló. Por séptima vez, tiró un Queso, diciendo en voz alta:
- Queso.
Carlos entró entonces a otra habitación, donde estaba otra modelo, Catalina. La chica se encontraba levantada mirando la ventana, Carlos se acercó en forma silenciosa, y tras ponerle la mano sobre la boca, puso el cuchillo sobre el cuello y la degolló. Por octava vez, Carlos tiró otro Queso sobre su víctima y dijo en voz alta:
- Queso.Aún faltaban dos chicas más por asesinar, las modelos Paola y Kate, cualquier persona estaría cansada ante el desgaste físico de Carlos. Pero este, acostumbrado a los partidos de básquet, y con una sed criminal insaciable, aún tenía el resto suficiente.
Paola se encontraba en el baño, y por eso nada había escuchado, Carlos la atacó en la ducha, pudo haberla apuñalado el mejor estilo Psicosis, pero el basquetbolista prefirió cortarle el cuello, como hizo con las demás. Una vez tiró el Queso, y en voz alta dijo:
- Queso.
Restaba una sola chica, Kate, Carlos, con el cuchillo en la mano, y pateando otro Queso como si fuera una pelota de básquet, se dirigió hacia la habitación. Todo había sido tan silencioso, que Kate nada había escuchado, la modelo dormía profundamente, Carlos entonces le cortó el cuello, y tiró el décimo Queso, en voz alta dijo:
El basquetbolista había finalizado su tarea. Carlos Delfino asesino a diez mujeres en menos de una hora, una a una, las fue degollando con su cuchillo y tirando un Queso, diez Quesos.
En la cocina había doce Quesos, o sea que Carlos había utilizado diez, al regresar abajo, el basquetbolista tomó un Queso, el número once, y se lo comió. Una horma entera, muy grande, Carlos la comió íntegra. El Queso que restaba, el número doce, Carlos lo agarró y se lo llevó. Al día siguiente, lo mando por correo a la estación de policía, con la leyenda...
“Carlos, el Queson, asesino a diez mujeres en la estancia Las Tres Gracias”.
El descubrimiento de los cadáveres genero una gran conmoción en la opinión pública, más cuando se determinó que todo lo ocurrido era exactamente a una sanguinaria película de terror donde un basquetbolista, una noche entre dos importantes partidos, sufría un ataque psicotico y asesinaba a diez mujeres.
Lo cierto es que Carlos Delfino jugó aquella noche y fue uno de sus mejores partidos, nada recordaba de lo acontecido la jornada anterior, y metió siete triples...
Por eso aquella noche se recordará como La noche que Carlos Delfino asesinó a diez mujeres, la noche del Basquetbolista Asesino.
Esta historia, ¿Es realidad o ficción?...4) CARLOS DELFINO, UNA NOCHE EN NUEVA YORK
Julieta salía de su departamento como cualquier otra noche. Era el último piso de un lujoso complejo ubicado al costado del Central Park. Para su sorpresa, mientras estaba cerrando la puerta, se detuvo el ascensor en el piso, y del mismo salió el basquetbolista Carlos Delfino, vestido totalmente de negro, llevando un gigantesco Queso en sus manos, cubiertas por guantes de cuero.
- ¡Carlos! – dijo sorprendida al chica, que al parecer conocía al basquetbolista - ¿Qué haces aca? ¿Y ese Queso?
- Tenemos que hablar Julieta – le dijo Carlos mientras se acercaba a la chica.
- ¿Pero ahora? En un rato me encuentro con las chicas en Dorsia.
- Ya lo sé. Pero insisto tenemos que hablar, por las buenas o por las malas.
Carlos Delfino no terminaba de pronunciar estas palabras cuando con gran rapidez, en un movimiento digno de Flash, tiró el Queso al piso y sacó una jeringa de entre sus pertenencias. Luego le inyectó la jeringa en el cuello a la chica, que quedó profundamente dormida.
Rato después, Julieta se despertó. Estaba atada a una silla en su departamento, no podía moverse, aunque sí gritar, pues Carlos no la amordazó.
- ¡Socorro! ¡Auxilio! ¡Saquenme de aquí!
- No grites nadie te va a escuchar – la chica escuchó la voz de Carlos Delfino – los demás departamentos están vacíos y la gente que vive acá habla inglés, no castellano.
- ¡Auxilio! ¡Ayúdenme! – la chica siguió insistiendo.
- No grités más – le dijo Carlos Delfino.
La chica observó entonces que sobre la mesa estaba el enorme Queso Gruyere que Carlos Delfino había llevado. El basquetbolista, que estaba descalzo, le dijo:
- Oleras mis enormes zapatos talle 52. Sí resistes el olor a Queso sobrevivirás sino te asesinaré.
- La primera prueba la superaste. Ahora viene la segunda, mis medias, o como dicen en España, mis calcetines.
Carlos Delfino acercó entonces sus calcetines llenos de olor a Queso. La chica creyó que se moría pero pudo resistir con un estoicismo propio de una heroína.
- Vaya, vaya – dijo el basquetbolista – aguantaste el olor a Queso de mis zapatos, el de mis medias, pero aún falta la tercera prueba, la de mis pies.
- ¡Basta Carlos! ¡Ya no aguantó tu olor a Queso!
- Entonces morirás – fue la fría respuesta de Carlos Delfino.
Carlos agarró el cuchillo que había llevado, un enorme, largo y gigantesco cuchillo de cocina, y le cortó el cuello a la chica. Luego de degollarla, agarró el Queso y lo tiró sobre el cadáver de la chica.
- Queso – dijo en voz alta.
Abandonó el lugar tan misteriosamente como había llegado, y salió caminando por la Quinta Avenida como si nada...
5) EL LEGADO DE UN PADRE QUESÓN
No hay dudas que Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino, es uno de los mejores Quesones, disputando el liderazgo de las sagas en cantidad de minas quesoneadas y popularidad con el gran Carlos “Chiquito” Bossio.
El historial criminal de Carlos Delfino incluye célebres asesinatos, como los de Brenda Gandini, Valeria Mazza, Julieta Prandi, Silvina Luna, Zaira Nara, Yanina Latorre, Connie Ansaldi, Calu Rivero, Tini Stoessel, etc, y la lista puede ser tan larga como aburrida. Carlitos ha quesoneado cientos de minas, muchos dicen que ya se acerca a las mil, cortándoles el cuello o la cabeza y siempre tirando Quesos. ¡Y qué Quesos!
Pero pocos saben que Carlos Delfino es hijo de un Quesón. Es cierto, un Quesón casi desconocido para todos, digamos de las terceras líneas del Mundo Quesón, alguien que desde su humildad y criminalidad ha preferido no opacar la brillante trayectoria de su hijo, y mantenerse siempre en un bajísimo perfil.
Estamos hablando de Carlos Gustavo Delfino, el padre del basquetbolista asesino, también basquetbolista. Muy alto (1,97 metros) y muy patón (49/50 su número de calzado), un gran Quesón que ha sabido cometer una buena cantidad de asesinatos siempre tirando Quesos.
La leyenda dice que siendo aún un niño de seis o siete años, Carlitos Delfino, cuando era Carlitos, vio desde detrás de una cortina como su padre quesoneaba a una mina. A partir de ahí, lejos de sentir rechazo por su padre, Carlitos sintió todo lo contrario… se identificó totalmente con su padre y si le preguntaban que quería ser cuando sea grande, decía “como mi papá”, o sea un Quesón.
Dicen que de niño Carlitos solía acompañar a Carlos a cometer asesinatos. En realidad, Carlitos se quedaba en el auto, no presenciaba los crímenes. Su padre ingresaba a las residencias de sus víctimas, generalmente mujeres de clases altas, las apuñalaba y les tiraba un Queso. Luego regresaba al auto donde se encontraba con Carlitos. El padre no le decía a su hijo que acababa de cometer un asesinato, pero el niño lo sospechaba. Y los silencios o metafóricas palabras lo confirmaban.
Lo cierto es que Carlos Delfino, el asesino de Valeria Mazza, el Quesón que todos conocemos, comenzó su raid criminal, en su Santa Fe natal a mediados de 2000, cuando aún era menor de edad (tenía diecisiete años y nueve meses cuando cometió su primer asesinato). Dicen que en una ocasión, Carlitos acababa de quesonear a un par de minas, en su propia habitación, estaba aún con el cuchillo ensangrentado y con los Quesos recién tirados. Carlos, el padre, comenzó a sospechar algo y entró a su habitación. Lo que vió no le llamó la atención.
- Siempre supe que serías un Quesón como yo.
- Es parte del destino, padre, ya lo dice el viejo y conocido refrán “de tal palo tal astilla”, en este caso “de tal Quesón, tal Quesón”. Seré un Quesón como vos.
- No. Serás un Quesón sí. Pero no como yo. Serás uno de los Quesones Estrella no tengo dudas. El mundo hablará de vos. Yo siempre fui uno más del montón, poco conocido.
- Pero has cometido crímenes muy buenos.
- Sí, es verdad, pero mi rol en el Mundo Quesón siempre será el de un Quesón segundón o tercerón, vos vas a ser un number one.
Y Carlos Gustavo Delfino no se equivocó al profetizar sobre el destino Quesón de su hijo, el gran Carlos Delfino, simplemente el Basquetbolista Asesino.
Una mujer de clase alta, Paula, dueña de una importante boutique, esperaba a Carlos, un famoso remisero, un hombre muy alto y patón, con el que iba a concurrir a una distinguida fiesta del jet set. Le decían “el Toro”. Paula habló brevemente con Julieta.
- Hola Julieta, sí en pocos minutos llega Carlos, sí el remisero que manda la empresa se llama Carlos, nos va a servir como chofer y guardaespaldas, es el mismo Carlos de la vez anterior, tiene unos pies enormes este Carlos, nunca ví pies tan grandes como los de Carlos, calculo que en quince minutos con Carlos estaremos por ahí, está sonando el timbre, debe ser Carlos.
La mujer fue abrir la puerta. Ante ella estaba Carlos…
- ¡Hola Carlos! ¿Pero que es eso? ¿Qué es ese cuchillo tan grande, Carlos? ¿Y ese Queso, Carlos? ¡Noo, Caarrloosss, noo! ¡Carlooos, nooo!
Carlos le clavó el cuchillo en el estomago, dándole un corte profundo de izquierda a derecha, y luego otro, de derecha a izquierda. A continuación le hizo otro profundo corte, en el cuello. Entonces, Carlos le dio numerosos cuchillazos a la mujer, asesinándola en forma salvaje. Y le tiró un Queso.
Unos veinte minutos después, se repitió la escena en forma exacta, pero esta vez la víctima se llamaba Julieta…
¿Qué más podemos agregar sobre el “otro” Carlos Delfino, el papá de Carlos Delfino?
LOS QUESOS DE CARLOS DELFINO
Distintas poses de los pies talle 51 de Carlos Delfino, por algo al basquetbolista asesino le dicen "Lancha"
Seis víctimas de Carlos Delfino sometidas a sus pies: Brenda Gandini, Calu Rivero, Bonelli, Lucia Celasco, Valeria Mazza y Zaira Nara
LAS QUESONEADAS DE CARLOS DELFINO
el Basquetbolista Asesino #QUESO
EL QUESÓN DE LA GENERACIÓN DORADA
EL ASESINO DE INES RIVERO #QUESO
EL ASESINO DE CALU RIVERO #QUESO
EL ASESINO DE JAZMÍN STUART #QUESO
EL ASESINO DE GIMENA ACCARDI #QUESO
EL ASESINO DE DOLORES FONZI #QUESO
EL ASESINO DE MALENA SANCHEZ #QUESO
EL ASESINO DE LUCÍA CELASCO #QUESO
EL ASESINO DE LUCÍA CELASCO #QUESO
Es Carlos Delfino el basquetbolista? En ese caso debería ser «Carlos Delfino las mata de un triplazo» en vez de partirlas como un Queso
ResponderBorrarMe gusta el titulo, felicitaciones
ResponderBorrarNo seria mas razonable también el olor a queso para enmascarar el olor de la sangre
ResponderBorrarQueso
ResponderBorrarMe encanta el queso :3
Me gustó esta Creepy, me imagino al asesino diciendo: Queso...
Esta Creepy me hace feliz
David Arturo Vazquez Chan Aromatizantes Ambientales Lácteos Delfino ®
ResponderBorrarDecapitaciones, degollamientos, dejan un olorsito verda? io necesito musho mas q ventilacion, tu oxigeno mas deleitoso y puro, de ademthro asia fuera, cámbiate a Aromatizantes Ambientales Lácteos Delfino ® y notaras la diferensia, Aromatizantes Ambientales Lácteos Delfino ®, asen musho mas q okhultar tu crimen
Yo lo conocia como el asesino de Kevin Durant ..... que mala leche sus lesiones loco, era un crack y estaba hiper consolidado en la nba
ResponderBorrarsi bueno carlos delfino me hace acordar aun amigo forrazo que tenia,que era parecido y jugaba al basquet tambien pero era terrible poser jaja,bueno en cuanto a carlos me parece un queson tradicional,de naturaleza olorosa un deportista reconocido que no dudara en tirar quesos a la mina que sea,no importa quien,es alguien con gran habilidad y toma provecho de ello supongo,es uno de los mas activos en la logia,tambien usa armas blancas altamente contundentes y milenarias de oriente
ResponderBorrarme gusto solo por el hecho de que me hiciste buscar en google "Carlos Delfino asesino".
ResponderBorrarUn Carlos tenía que ser
ResponderBorrar