Carlos Leonel Schattmann. el Quesón Ninja y Basquetbolista





UN QUESO PARA CARLOS LEONEL SCHATTMANN

Cuenta la leyenda que una chica, a la que llamaremos Carina, entrevistó la destacado basquetbolista Carlos Leonel Schattmann, del equipo de Gimnasia Indalo.
El basquetbolista había sido la gran estrella del equipo en la conquista de la “Copa Aldao” y como le habían realizado un extraño obsequio, un enorme y gigantesco Queso Gruyere.
- Dicen que es la horma de Queso más grande que se hizo en esta región y que te lo han dado a vos como obsequio por haber sido el mejor jugador en la Copa Aldao – le comentó la periodista.
- Extraño obsequio – reflexionó. Schattmann.
- Hay una leyenda alrededor de ese Queso. Dicen que hace muchos años también se lo obsequiaron a un basquetbolista, y este tras comer un pequeño trozo, se volvió loco y asesinó a su novia.
- Una leyenda urbana, je, je
- Obviamente.
Cuando la entrevista había terminado, Schattmann se acercó al Queso y probó un pequeño bocado. Era riquísimo, y se volvió a comer otro entonces. En ese momento un extraño impulso criminal invadió su cuerpo y pensó:
- Soy un asesino Queson, debo cumplir con mi destino.


Todavía vestido con la ropa de Gimnasia Indalo, pero con guantes negros que le cubrían sus manos, Carlos Leonel Schattmann tomó un machete y se dirigió hacia donde estaba la chica.
- ¿Estas ahí Leo? – dijo la chica.
- Aca estoy, Carina – fue la respuesta del basquetbolista.
Carina se dio vuelta y para su sorpresa, observó a Carlos Leonel Schattmann frente a ella con el machete en las manos.
- ¿Qué querés, Leo? ¿Es esto una broma?
- Sí a los asesinatos ahora les llaman broma, entonces esto es una broma.
La chica gritó desesperadamente e intentó huir, pero Schattmann la alcanzó, la chica quedó tirada en el piso, el basquetbolista entonces le dio una patada con el pie derecho, y luego otra con el pie izquierdo, para reducirla. La obligó entonces la oler los pies.
La chica entonces intentó oponer toda la resistencia que pudo, pero la furia criminal de Schattmann no se detuvo y sin piedad alguna, la asesinó salvajemente a machetazos. Cuando finalizó, el asesinó tomó el Queso que estaba sobre la mesa, y lo tiró sobre el cadáver de su víctima diciendo en voz alta:
- Queso.
Carlos Leonel Schattmann abandonó el lugar satisfecho con la misma impunidad con la que había llegado.

NO HAY SCHATTMANN SIN QUESO


En alguna ciudad del interior, cuenta la leyenda, que el basquetbolista Carlos Leonel Schattmann iba caminando por la calle, vestido con ropa de basquetbolista, con guantes negros en sus manos, y sosteniendo un Queso y un cuchillo. 
Nadie lo vio, por supuesto, pues si alguien lo veía, hubiera pensado que estaba totalmente loco…
Una chica pasaba por ahí, Schattmann entonces se escondió detrás de un árbol, algo que no era fácil, pues estamos hablando de un basquetbolista que mide 1,93 metros.
Cuando pasó la chica, Schattmann la sorprendió por detrás, la tomó del cuello, agarró el cuchillo y le cortó la garganta.
A continuación le tiró el Queso, diciendo en voz alta:
- Queso.
Al día siguiente todos los medios del lugar, repito una ciudad de provincia, hablaron de la “Tercera víctima del Asesino del Queso” y de “otra chica degollada por misterioso basquetbolista asesino”.
Schattmann al enterarse de la noticia dijo:
- Qué cosas que tiene la vida. ¡Qué cosas que tiene la vida! ¡Qué cosas tener que llorar! ¡Qué cosas que tiene el destino! Será mi camino sufrir y penar.
Y agregó:
- Solamente en este país un depravado puede andar suelto por la calle, vestido de basquetbolista, cortándole el cuello a una chica, tirándole un Queso y nadie lo ve. Y hacerlo no una, sino dos o tres veces… ¿Y porqué no cuatro? 



3) SANDES Y SCHATTMANN "SIMPLEMENTE QUESO"

Cinco chicas, a las que llamaremos Solange, Giselle, Tamara, Ludmila y Natasha, estaban celebrando el cumpleaños de la primera de ellas en un departamento ubicado en una zona lujosa de la ciudad, muy cerca del cruce de las coquetas avenidas de Las Cortes y el Prado.
Se estaban divirtiendo mucho entre las cinco, cuando de repente sonó el timbre.
-         ¿Hay alguna invitada más? – preguntó Solange.
-         No exactamente – fue la respuesta de Giselle – es una sorpresa que tengo preparada para todas ustedes.
Abrieron la puerta y ante las cinco chicas aparecieron dos hombres jóvenes, uno ya tendría cumplidos los treinta años, el otro le faltarían uno o dos años para hacerlo. Eran dos hombres muy altos, y patones, vestidos con indumentaria de basquetbolistas, aunque ambos tenían las manos cubiertas de guantes negros de cuero.
-         Buenas noches chicas – dijo el más alto de los dos que medía más de dos metros y calzaba cincuenta y dos – soy Carlos Matías Sandes.
-         Yo soy Carlos Leonel Schattmann – dijo el otro, cuya altura era de alrededor de 1,93 metros y debería calzar un cuarenta y siete.
-         Somos jugadores de básquet, los dos jugamos en Gimnasia Indalo – dijo Sandes.
-         Hemos venido a ofrecerles nuestro espectáculo de streap tease especial para damas como ustedes – manifestó Schattmann.
-         Pero antes le entregamos a la cumpleañera Giselle nuestro obsequio.


Entonces, los dos basquetbolistas agarraron con sus manos cinco gigantescas hormas de Queso y las fueron poniendo de a una sobre la mesa. Primero el Queso Gruyere, luego el Queso Parmesano, siguió el Queso Emmenthal, continuaron con un Queso Maasdam y cerraron con el Queso Pategras.
-         ¡Qué olor a Queso! – dijo Ludmila.
-         Obviamente son cinco Quesos, ja, ja – acotó Natasha.
-         Y esto no es nada, ya van a ver como huelan el olor a Queso que tenemos en nuestros pies – dijo en forma misteriosa Sandes.
-         Bueno chicas, espero que disfruten de los Quesos – dijo Schattmann – hemos venido a dar nuestro espectáculo exclusivo y esperamos que se diviertan.
-         Antes nos gustaría convidarlas con nuestro champagne – dijo Sandes.
Los dos basquetbolistas sacaron como surgidad de un acto de magia una enorme botella de champagne y las sirvieron en copas de cristal, repartiéndolas entre las cinco chicas.
-         Nunca bebí un champagne tan rico – dijo Solange.
-         Exquisito – manifestó Tamara.
-         Lo mismo digo – sostuvo Ludmila – pero que sueño tengo...
-         Es cierto – la que hablaba ahora era Natasha – el champagne esta muy bueno, pero no doy más de sueño...
-         Me duermo, me duermo – acotó entre bostezos Solange, que como por arte de magia, se desplomó dormida sobre un sillón.
Las otras cuatro chicas quedaron también dormidas profundamente. En ese momento, el basquetbolista Sandes le dijo a su compañero Schattmann:
-         El efecto del narcótico dura más o menos cuarenta minutos. En ese tiempo las tenemos que atar a las sillas. Cuando vuelvan en sí, las sometemos a nuestros pies, luego las asesinaremos.
-         Recorda Mati que este es mi bautismo como asesino Queson. Nunca asesiné a nadie, no tengo la experiencia que tenés vos.
-         Ya lo sé Leo – dijo Sandes – no será difícil. Soy un Queson con mucha experiencia. Con el machete, primero un corte sobre el cuello, luego dos o tres, con mucha furia. Hubo una película que era “Matar es difícil la primera vez, después es simplemente sangre”, dado que nosotros somos asesinos Quesones yo lo cambio a “Asesinar es difícil la primera vez, después es solamente Queso”.


Pasaron los cuarenta minutos, las chicas volvieron en sí, pero no podían moverse, atadas de pies y manos a sillones reclinables, no tenían mordaza y las cinco comenzaron a gritar desesperadamente entre gritos y sollozos de auxilio y socorro.
-         Griten lo que quieran – les dijo entonces Carlos Matías Sandes, con un machete en las manos – es inútil, nadie las escuchará.
-         Lo siento chicas – dijo ahora Carlos Leonel Schattmann, también con un machete en las manos – mi amigo es un asesino Queson y yo en pocos minutos también lo seré.
-         En breve ustedes mismas pedirán que las asesinemos – dijo Carlos Matías Sandes.
Carlos Matías Sandes se puso entonces delante de Solange, levantó su enorme pie derecho y lo puso sobre la cara de la chica.
-         Aca tenés mi Queso. Hace lo mismo con la otra chica, Leo.
La chica entonces comenzó a lamer, besar, chupar y oler los pies de Carlos Matías Sandes que tenían un sofocante, apestante intenso y profundo olor a Queso. Primero el pie derecho, luego el izquierdo.
Schattmann hizo exactamente lo mismo con Giselle, que estaba a la izquierda de Solange, mientras las otras tres chicas contemplaban con horror lo que estaba pasando.
-         ¡Basta, basta! – gritó desesperada Solange – no soporto más tu olor a Queso.
      -     Entonces morirás – dijo Sandes – mira bien Leo, de esta manera tendrás que asesinar en algunos momentos a Giselle.


En ese momento Carlos Matías Sandes levantó el machete, y le cortó el cuello a Solange, le aplicó un segundo corte, aún más profundo, un tercero todavía más profundo y con un cuarto, le cortó la cabeza.
Cuando finalizó, Sandes limpió el machete, lo dejó sobre la mesa, tomó uno de los Quesos, y lo tiró sobre el cadáver decapitado de su víctima.
-         Queso – dijo entonces en voz alta.
Sin miedo alguno, Carlos Leonel Schattmann hizo entonces lo mismo, levantó el machete, y tras cinco cortes hechos con toda la furia, decapitó a Giselle. Luego tomó otro de los Quesos, lo agarró y lo tiró sobre su víctima diciendo en voz alta:
-         Queso.
Las otras tres chicas observaron horrorizadas como sus dos amigas eran brutalmente decapitadas, sabiendo que ahora les llegaba el turno a ellas.
Sandes le preguntó a Schattmann:
-         ¿Y Leo, que te pareció la experiencia? Ya sos un Queson.
-         Excelente, Mati. Ya soy un asesino Queson, ahora quiero seguir asesinando. Tuve la fortuna de tenerte como maestro a vos, que sos un excelente Queson.
-         Gracias, soy un Queson, y con eso alcanza. Ahora, invertimos los roles. Yo someto con mis pies a Natasha, peor vos le cortás la cabeza, y yo le tiro el Queso. Vos, sometes con tus pies a Ludmila, yo le cortó la cabeza, y vos le tirás el Queso.
-         Dale Mati, hagamos eso.


Y efectivamente así fue. Carlos Matías Sandes obligó a Natasha a olerle, besarle, chuparle y lamerle los pies, mientras Carlos Leonel Schattmann hizo lo mismo con Ludmila. Luego, Carlos Leonel Schattmann decapitó a Natasha y Carlos Matías Sandes decapitó a Ludmila. Carlos Matías Sandes le tiró el Queso a Natasha y Carlos Leonel Schattmann le tiró el Queso a Ludmila.
-         Queso – dijo en voz alta Carlos Matías Sandes.
-         Queso – dijo en voz alta Carlos Leonel Schattmann.
 En un costado, la quinta de las chicas, Tamara, observó con espanto y terror todo lo que pasó. Schattmann le dijo a Sandes:
-         ¿Qué hacemos? ¿La asesinamos o la dejamos con vida? Recuerdo que en “Natural born killers” siempre dejaban alguna víctima con vida para que pudiera contar lo que había visto.
-         No – dijo Sandes – no es esa una regla de los Quesones. Un Queson no obra de esa manera. Yo soy un Queson, vos sos un Queson. Nosotros siempre asesinamos a todas, no dejamos ninguna sobreviviente.
Entonces los dos asesinos se acercaron a la chica, que presa del terror observaba a los gigantescos basquetbolistas. Primero Sandes le puso encima su pie derecho, luego Schattmann le puso encima su pie izquierdo. Cuando la chica terminó de oler, lamer, besar y chupar los pies de los basquetbolistas, Sandes levantó su machete y efectuó el primer corte, Schattmann hizo el segundo, Sandes otra vez efectuó el tercero, Schattmann el cuarto y finalmente, con el quinto corte, efectuado por Sandes, le cortaron la cabeza.
Los dos tomaron el último Queso que quedaba sobre la mesa y gritando al unísono “Queso” lo tiraron sobre el cadáver decapitado.


Los dos basquetbolistas, muy contentos y satisfechos con su tarea, se retiraron del lugar. Al día siguiente fueron las grandes estrellas de su equipo que al cabo de un brillante partido, se consagró campeón de la Liga.
En varias ocasiones en el relato, el relator decía “brillantes los Quesones, Carlos Matías el Queson Sandes y Carlos Leonel el Queson Schattmann artífices de la consagración de Gimnasia Indalo en la Liga Superior”.
Cuando Sandes y Schattmann recibieron la Copa y las medallas de oro dijeron en voz alta:
- ¡QUESO!






LOS QUESOS DE CARLOS LEONEL SCHATTMANN





Carlos Leonel Schattmann (un Quesón digno segun Futbolero Vélez), otro basquetbolista asesino, con sus pies talle 49, dicen que aprendió el arte de quesonear con Carlos Matías Sandes

LAS QUESONEADAS DE 
CARLOS LEONEL SCHATTMANN

Comentarios

  1. Ja, ja, es buenazo Schattmann, me causa gracia verlo en el papel de asesino

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  2. medio exagerado, demasiado boludo Schattmann para ser asesino serial

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