Tres Relatos Quesones de Carlos Sebastián Beneitez (@bernabe_velazquez)




1) ¿TE GUSTA EL QUESO?

Era un jueves por la tarde, y la habitual tranquilidad provinciana de aquel pueblo del oeste bonaerense no se veía alterada en lo más mínimo en aquel atardecer. El Padre Bonifacio se encontraba en la Iglesia, desarrollando su habitual tarea de confesión.
Un muchacho de unos treinta y pico de años, de cabellos negros, tez clara, alto, patón y con un fuerte e intenso olor a Queso en los pies, se acercó al confesionario, se inclinó y el sacerdote le dijo, con su acento español, dado que era nacido en algún lugar de España:
- Ave María Purísima.
- Conceptus, sine peccato.




El muchacho siguió hablando, como un monologo, ante el atento oído del sacerdote, sorprendido al escuchar la respuesta en latín:
- Mi nombre original es Carlos Sebastián Beneitez, aunque ahora todos me conocen como Bernabé Velazquez. Cinco mujeres me mandaron a la cárcel. Del motivo no habló más. Pero fue por un crimen que no cometí. Me condenaron a perpetua, aunque solo estuve preso unas pocas semanas. Si estoy libre, es porque me fugué y me dieron por muerto. Voy a cometer mi venganza.
- ¡Hijo! ¡La venganza es mala consejera! – exclamó el sacerdote – Eres fruto de la tentación del demonio. El perdón y la compasión debe ser más grande que la ira.
- La decisión ya está tomada, no hay vuelta atrás.
- Ego te absolvo, ignoscit cotidie, si nullum peccatum non, non fuerit conversus a via Domini. Reza cinco padrenuestros, diez avemarías y una Salve, eso te ayudará a entrar en reflexión y a no cometer ninguna barbaridad.
El Padre Bonifacio extendió la bendición. Carlos permaneció en la Iglesia para cumplir con el rezo, y cuando terminó abandonó la misma. Cuando salió, Carlos se cruzó con dos chicos que pasaban por la calle, uno le dijo al otro:
- ¿Vistes ese tipo que salió?
- ¿Qué pasa?
- Tenía olor a Queso. Era impresionante.
- Sabés que tenés razón.



Viernes por la madrugada, del Oeste a la Capital

Como todos los días, pasada la medianoche, el tren n° 62 de “Ferrocarriles Argentinos” conocido como “El Puelche” que había salido del Oeste rumbo a la Capital.
Aquella madrugada, Carlos Beneitez, un hombre de unos treinta y pico de años, de cabellos oscuros, tez clara, alto y patón, vestido totalmente de negro fue uno de los pasajeros que abordó el convoy, cuyo destino final era una estación de la Capital.
Carlos acomodó su equipaje, se sentó en su asiento, y no tardó en quedarse dormido. Muy cerca del lugar donde permanecía sentado, viajaban un chico con su madre. El niño le comentó en voz baja a su mamá:
- ¿Viste mamá? ¡Ese señor que se subió en la última estación tiene olor a Queso!
- Sh... habla bajito... que no te escuche – fue la respuesta de la señora – o tiene unos Quesos guardados en el equipaje, o hace mucho que no se lava los pies, o quizás las dos cosas.



Finalmente, y sin mediar nada digno de contarse, el tren arribó a la Terminal. Nuestro personaje en cuestión se levantó de su asiento, tomó su equipaje y descendió de la formación. En medio de la multitud, se escuchan voces y ni una palabra, se ven caras y ni una mirada, Carlos salió de la estación como uno más de los miles que pasan todos los días por allí.



Viernes, pasado el mediodía, en un supermercado de la zona norte

Un día más de trabajo en el Supermercado no representaba nada extraño en la rutinaria vida de Adrián, encargado de la venta de Quesos en aquel establecimiento. Aquel día, sin embargo, ocurriría algo que jamás olvidaría. Un hombre alto, patón y vestido totalmente de negro, incluyendo unos guantes negros que le cubrían las manos, y con un fuerte olor a Queso en los pies, se acercó al mostrador.
- Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarlo?
- Quiero cinco hormas enteras de Queso. Cinco Quesos. Un Queso Pategras, un Queso Emmenthal, un Queso Parmesano, un Queso Maasdam y un Queso Gruyere.
- Muy bien – contestó sorprendido el vendedor ante el pedido – ahora le voy alcanzando los Quesos.
El vendedor necesitó ayudó de sus compañeros para buscar y darle los Quesos al cliente, que no paraba de sonreír con un actitud de burla y soberbia. Finalmente, Carlos Beneitez, el nombre del cliente que compró los Quesos, abandonó el supermercado con los cinco Quesos.



Viernes, seis y media de la tarde, en un estudio jurídico, cerca del Palacio de Justicia

La abogada Paula Arce se quedó sola en su estudio jurídico, a la espera de un cliente que le indicó pasaría al finalizar la jornada. Su socio, el abogado Fabián Ventura, se había retirado del lugar hacía poco más de media hora.
Eran las seis y media de la tarde clavadas, cuando sonó el timbre del estudio jurídico. La abogada abrió la puerta y ante ella estaba su cliente, que se presentó diciendo:
- Buenas noches. ¿La doctora Paula Arce?
- Sí, soy yo. ¿Usted es Bernabé Velazquez, verdad?
- Digamos que me conocen de esa manera.
La abogada sintió que se le congelaba la sangre al escuchar esas palabras, creía reconocer a su cliente de algún lado. Pensativa, grande fue la sorpresa de la abogada, al ver a su cliente con una gran bandeja donde llevaba un Queso, era un Queso Pategras, esos Quesos de cáscara roja con agujeros. Beneitez estaba vestido de negro, incluyendo el par de guantes negros que le cubrían las manos, con las que sostenía la bandeja.
- Soy del Oeste, este Queso es un producto típico de mi pueblo, un obsequio para usted. Espero le guste.
- Muchas gracias. Me sorprende con el obsequio pero me gusta mucho. ¿No nos conocemos de algún lado?
- Seguramente, le dije que me conocían ahora como Bernabé Velazquez, pero antes respondía al nombre de Carlos Sebastián Beneitez.
A continuación, con la abogada frente a Carlos, este le preguntó:
- ¿Te gusta el Queso?



La abogada, aterrorizada, nada dijo ante esa pregunta, comenzó a a esbozar una sonrisa, cuando Carlos, en un movimiento muy rápido, puso el Queso sobre la mesa, sacó un revolver largo calibre 45 con silenciador, y sin contemplación ni piedad alguna, disparó sobre su víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el primer disparo, que impacto en el pecho de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el segundo disparo, que impacto en el estomago de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el tercer disparo, que impacto en el cuello de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el cuarto disparo, que impacto en la cabeza de la víctima.
- Queso – dijo en voz alta por quinta vez, al efectuar un nuevo disparo, que otra vez, impactó en el pecho de la mujer.
El asesino dio por finalizada su tarea, agarró el Queso Pategras que había sobre la bandeja, lo tiró sobre el cadáver de su víctima y dijo en voz alta por sexta vez:
- Queso.
Guardó el revolver con silenciador entre sus pertenencias, tomó la bandeja y se fue del lugar, sonriendo de tal manera, que hubiera hecho palidecer al Guasón de los comics de Batman.




Viernes, cerca de las ocho de la noche, en un teatro underground, de la zona del Centro

Carmen Covarrubias no había nacido en Sevilla ni jamás había estado en Andalucía, pero de todas formas integraba un espectáculo donde la promocionaban como “bailaora sevillana, la Flor de Andalucía”, haciendo mención a su nombre. En el espectáculo no tenía que hablar por lo tanto no debía forzar ningún acento andaluz.
Aquella noche se encontraba en su camerino, cuando Adrián, un muchacho que trabajaba en el teatro le dijo:
- Te buscan “Flor de Andalucía”.
- ¿Quién?
- Alguien que dice que quiere hacerte una propuesta de trabajo. Contratarte para una fiesta privada, o algo parecido.
- Dale, pibe, decile que entre.



Entró al camerino un hombre de unos treinta y pico de años, alto, patón, vestido de negro, incluyendo los guantes con los que se cubría las manos. El muchacho se presentó ante la bailaora:
- Me conocen como Bernabé Velazquez, deseó hablar con vos. Nada grave, es por una propuesta de trabajo en una fiesta privada. Ante todo quiero hacerte un regalo.
En ese momento, el muchacho sacó un Queso del portfolios que llevaba. Era un Queso Emmenthal, esos enormes Quesos suizos con grandes agujeros. La bailaora se sorprendió ante el “obsequio”, se detuvo ante el joven y le preguntó:
- Nosotros nos conocemos de antes...
- Por supuesto, me conocen como Bernabé Velazquez, pero mi nombre auténtico es Carlos Sebastián Beneitez.
Al escuchar ese nombre, la bailaora sintió que se le helaba l sangre. En ese momento, acercándose a muy corta distancia de ella, Carlos le preguntó a la chica:
- ¿Te gusta el Queso?



La bailaora, aterrorizada, intentó decir algo, cuando Carlos, muy despreocupado, sacó un gran cuchillo, con una hoja de más de treinta centímetros, y comenzó a apuñalar a la inocente mujer.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar la primera cuchillada, dándole un fuerte tejo en el pecho de la víctima, de izquierda a derecha.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el segundo cuchillazo, clavando el cuchillo hasta el mango en el estomago de la víctima.
- -Queso - dijo en voz alta al efectuar la tercera puñalada, un corte profundo en el cuello de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el cuarto cuchillazo otra vez en el estomago.
- Queso – dijo al efectuar la quinta puñalada, dejando esta vez el cuchillo clavado sobre el corazón de la mujer.
El asesino dio por finalizada su tarea, tomó el Queso Emmenthal y lo tiró sobre su víctima diciendo en voz alta por sexta voz:
- Queso.
Abandonó el lugar muy rapidamente, sin que nadie lo notara, mezclado entre quienes los trabajadores y el público del “tablao flamenco”.


Viernes, pasadas las nueve de la noche, en el Hospital Central

Giselle Amoros, enfermera, comenzaba a prepararse para una larga noche de guardia en el hospital, esperando ver con que cosas se encontraría aquella jornada. Hacía poco que trabajaba en ese hospital, y se trataba de la sexta noche de guardia que le tocaba.
Se dirigía sola a un lugar donde guardaban medicamentos y drogas. Mientras iba caminando sintió que alguien la seguía y la observaba. Se dio vuelta, miró para todos lados, no vio a nadie.
-         Bah, no pasa nada...
Continuó su camino y llegó al lugar. Ingresó al lugar, iba a empezar a buscar los medicamentos, cuando grande fue la sorpresa de la enfermera al ver un Queso sobre el escritorio donde estaba el teléfono. Era un Queso Parmesano, esos grandes Quesos italianos.



Quedó dura contemplado el Queso, y en ese momento sonó el teléfono de línea que había allí instalado. Se sorprendió todavía más ante este suceso, pero de todas formas, levantó el tubo:
-         ¿Quién es? – preguntó la chica.
-         Carlos Sebastián Beneitez, ¿Te gusta el Queso? – fue la respuesta, pero para sorpresa de la enfermera, escuchó la voz como si la pronunciará alguien que estaba en ese lugar.
Se encontraba aún estupefacta por escuchar esa voz tan cerca, y sintió terror al escuchar ese nombre, y por eso, no advirtió que un hombre alto, patón y con guantes negros, estaba detrás de ella, sosteniendo una soga. 



Fueron apenas segundos, fracciones de tiempo imperceptibles, cuando el muchacho colocó la soga alrededor del cuello de la chica, y dotado de una gran fuerza criminal, comenzó a estrangularla. Mientras lo hacía, el asesino decía en voz alta:
-         Queso – y apretó con más fuerza la soga sobre el cuello de la enfermera.
-         Queso – dijo por segunda vez, mientras la enfermera intentaba defenderse en vano.
-         Queso – dijo por tercera vez y seguía estrangulando a la chica.
-         Queso – dijo por cuarta vez y la enfermera ya daba signos de quedarse sin aire.
-         Queso – dijo por quinta vez cuando la chica quedó sin aire como consecuencia de la estrangulación, y el asesino dio por finalizada su tarea.
En ese momento, el asesino tomó el Queso Parmesano que había sobre el escritorio, lo tiró sobre su víctima, y dijo en voz alta por sexta vez:
-         Queso.

El estrangulador se retiró del Hospital, con la misma impunidad con la que había ingresado, sin ser advertido por nadie, pasando por una persona más de los muchos que estaban en el lugar.


Viernes, diez y media de la noche, en un departamento de la zona Norte

Solange D’Anvers llegó a su departamento tras una agotadora jornada de trabajo. Había tenido, sin embargo, una gratificación aquel día. En reconocimiento a su trayectoria, le habían regalado una figura tallada en marfil. La figura representaba a un chino.

-         Me dijeron que era el emperador Ming, je, je, seguro que es un chino del Chinatown.
Puso la estatua sobre la mesa de tocador, y fue a darse una ducha que necesitaba imperiosamente. Cuando salió, aún vestida con la ropa de baño, contempló el espejo. Lo primero que notó es que la estatua de marfil ya no estaba más ahí.
Pero su sorpresa fue mayor al ver, tras darse vuelta buscando la figura de marfil, al ver que sobre la cama había un enorme Queso, era un Queso Maasdam, esos Quesos esféricos holandeses.



-         ¿Y esto? – dijo en voz alta la chica, con una mezcla de asombro y terror - ¿Hay alguien aca? – dijo muy asustada.
-         Carlos Sebastián Beneitez – dijo una voz de hombre de alguien que indudablemente, tras las cortinas, estaba en la habitación. Escuchar ese nombre le heló la sangre a Solange, y ni siquiera pudo moverse, entre el terror y la sorpresa que sentía.
Como surgido de la nada, apareció frente a ella un hombre vestido de negro, con guantes negros sosteniendo la figura de marfil.


-         Queso – dijo Carlos, mientras con la estatua de marfil descargaba su primer golpe sobre la cabeza de la chica.
-         Queso – dijo por segunda vez Carlos, mientras la golpeaba nuevamente.
-         Queso – volvió a decir Carlos en voz alta mientras daba un tercer golpe, con la chica ya totalmente ensangrentada, tumbada sobre la cama.
-         Queso – dijo por cuarta vez, a la vez que descargaba un cuarto golpe.
-         Queso – dijo por quinta vez y descargó un nuevo golpe, con la chica ya muerta a mazazos.
Con la chica ya asesinada, el asesino dio por finalizada su tarea, tomó el Queso Maasdam que estaba sobre la cama y lo tiró sobre el cuerpo ensangrentado de su víctima diciendo en voz alta:
-         Queso.
Carlos se fue del lugar rodeado de la misma impunidad con la que había llegado.


Viernes, por la medianoche, o primeros minutos del sábado, en un estacionamiento del Norte

El reloj marcaba las once de la noche cuando Florencia Pereyra estacionó el auto y bajaba del mismo. Aquel estacionamiento estaba en un segundo piso, debía bajar para dejar las llaves y registrarse. Estaba cerrando el auto, cuando de repente, levantó la vista, y para su sorpresa, vio que un enorme y gigantesco Queso Gruyere, esos que tienen agujeros muy voluminosos, se encontraba sobre el capó del auto.
La chica no salía del asombro y terror al ver el Queso, cuando como surgido de la nada, vio frente a ella a un hombre alto, de unos treinta y pico de años, con unos guantes negros sosteniendo una katana, esas espadas largas que usan los samuráis o los ninjas.
Presa del pánico, la chica atinó a balbucear unas palabras, mientras intentaba retroceder, solo por instinto, pues no podía ir a ningún lado, encerrada entre los autos, al estar una pared detrás de ella.



-         ¿Quién sos?
-         Carlos Sebastián Beneitez – fue la respuesta que escuchó, y mientras el muchacho la pronunciaba, se acercaba, katana en mano, hacia la chica, que quedó literalmente entre la espada y la pared.
-         ¿Te gusta el Queso? – dijo entonces Carlos, mientras se acercaba a la chica, siempre sosteniendo la katana.
-         Queso – dijo nuevamente en voz alta Carlos y descargó la katana sobre la chica, provocandole un tajo de arriba hacia abajo.
-         Queso – dijo Carlos por segunda voz en voz alta, a la vez que con la katana cortaba a la chica de abajo hacia arriba.
-         Queso – volvió a decir Carlos, por tercera vez, mientras con la katana le cortaba el cuello, produciéndole a la chica una herida aún más profunda que la anterior.
-         Queso – dijo por cuarta vez en voz alta Carlos mientras efectuaba un nuevo corte, mucho más profundo, sobre el cuello de la chica.
-         Queso – dijo por quinta vez Carlos, mientras con un nuevo corte terminaba de arrancarle la cabeza a su víctima.
Una vez que la chica fue decapitada, el asesino dio por finalizada su tarea, tomó el Queso que tenía guardado entre sus pertenencia y lo tiró sobre el cuerpo mutilado de su víctima diciendo en voz alta:
-         Queso.
Carlos se fue del lugar rodeado de la misma impunidad con la que había llegado.


Sábado por la madrugada, en el Aeropuerto

Cometidos ya los cinco asesinatos que había planificado, Carlos Sebastián Beneitez, tomó nuevamente su equipaje, y se dirigió al Aeropuerto a abordar el vuelo de Air France, con destino París.
Sabemos que está allí, en París, hablando en correcto francés, vendiendo Quesos, perdón fromages en una fromagerie entre Les Invalides y la Tour Eiffell, respondiendo al muy francés nombre de “Charles Sebastian Bennoit”.


2) EL CRUEL FINAL DE RAVELIA ZAMAS


“La opinión pública esta conmocionada por una serie de asesinatos. Las víctimas eran bellas y jóvenes mujeres. Algunas fueron salvajemente acuchilladas, degolladas o decapitadas, otras brutalmente acribilladas a balazos, estranguladas o golpeadas con objetos. Pero lo que todos los crímenes tenían en común era que sobre el cadáver de todas las víctimas siempre aparecía un enorme y gigantesco Queso. Un asesino conocido como “Carlos, el Queson” se atribuía los asesinatos a través de mensajes dirigidos a los medios de comunicación”.
-         ¿Esta es la síntesis de tu nueva novela? – le preguntó Carlos a la afamada escritora Ravelia Zamas, que además era su prima. Estaba parado en la habitación mientras la chica, delgada y rubia, de unos cuarenta años, estaba sentada en un escritorio, tomando un té con masas.
-         Sí, te aseguro que va a combinar terror, suspenso y comicidad, va a ser algo bien bizarro. Doce hombres llamados Carlos son convocados a una cena muy extraña donde son contratados por un escritor loco para matar a estas mujeres. Los asesinos son todos conocidos deportistas y modelos, y deben tirar un Queso en cada asesinato que cometen. Te aseguro que será un éxito.
-         Hasta ahora es más de los mismo. Minas muertas, Quesos, asesinos que se llaman Carlos, y todas esas idioteces...
-         ¿Más de lo mismo? También escribí historias de asesinas que matan tipos...
-         Sí, para mí esas son las mejores. Sobre todo la de la asesina que estrangula basquetbolistas o la otra donde una asesina decapita rugbiers.
-         Bueno, Edgar Allan Poe escribía cosas así y hoy lo consideran un maestro de la literatura.
-         ¿Te vas a comparar con Edgar Allan Poe?
-         A mí me discriminan por ser mujer.
-         No hablés pavadas...
-         ¿Y Narciso Ibáñez Menta, Vincent Price, Peter Lorre, Boris Karloff, Alfred Hitchcock? Sus programas y películas eran también cualquier cosa y tenían un éxito impresionante...


-         Se agrandó Chacarita. Pero para sorprender al público, la historia tiene que tener algo diferente...
-         Te aseguro que lo tiene y ahí está la diferencia con las anteriores. Sí. Le agregué algunos elementos sobrenaturales. Por ejemplo, el escritor en realidad lleva a cabo su plan porque su  esposa, herida y desfigurada en un accidente, hace un pacto con el más allá, y necesita la sangre joven de las chicas asesinadas para recobrar su juventud y belleza, de esa manera con cada chica muerta y cada Queso tirado, la esposa del escritor recupera dos años de su vida. Leela, te va a sorprender.
-         ¿Ya la terminaste totalmente?
-         Está finalizada. El manuscrito entero lo tengo aca. La editorial ya compro los derechos, ahora va a ir a imprenta. El éxito va a ser fenomenal, la van a querer llevar al cine.



-         Lo que nunca entendí es porque los asesinos se llaman Carlos y tiran Quesos... lo consideré hasta como una referencia a mi persona, como me llamo Carlos...
-         No, nada que ver. Surgió, nada más. Alguna vez pensé en escribir historias paralelas, los “Huevones”, asesinos que se llamaban Jorge y tiraban huevos a sus víctimas, o los “Jamones” asesinos que se llamaban Juan y tiraban jamones... pero nunca tuve la inspiración necesaria.
-         Bueno, supongo que vas a tener éxito, con cada novela que escribistes te llenaste de plata, sos multimillonario escribiendo esas pavadas de los Quesones, la Mujer Queso y todo eso.
-         Ese dinero es tuyo. Sos mi único pariente, y por ahora, si no tengo esposo ni hijos, sos mi único heredero.
-         Siempre tuve en claro que soy tu único heredero – fue la respuesta de Carlos mientras los ojos parecían encendérsele.
Carlos vio el cuchillo de oro que estaba guardado en la vitrina. Tenía inscripto el nombre de su prima “Ravelia Zamas”. Recordo que había sido un obsequio de los “Fans del Terror y el Misterio Bizarro”, uno de los muchos premios que su prima había ganado. El joven esperó que su prima fuera al baño, para ponerse guantes negros en las manos. Tomó entonces el cuchillo y esperó que su prima regresará del baño.



-         ¿Esto te la regalaron en esos fans comics a los que soles asistir?
-         Sí, fue muy gracioso, todos esos premios son de esos eventos.
La chica se sentó otra vez en el escritorio y tomó un nuevo té, le dijo a Carlos, que con el cuchillo en mano, ahora estaba detrás de ella:
-         ¿Querés comer algo?
-         Quiero algo salado, con algún vino, no estoy para un té con masas o facturas.
-         En la heladera hay un Queso Gruyere, esos que a vos te gustan tanto, los compro por vos, ya sabes que yo no los como.
-         Voy a buscar ese Queso y me lo voy a devorar. Tengo mucho apetito.
Entonces, Carlos se acercó a la heladera y sacó de la misma, el Queso, con una bandeja lo llevó de vuelta al escritorio. Carlos le preguntó a Ravelia:
-         ¿No te molesta si corta el Queso con ese cuchillo que te regalaron?
-         Hace lo que quieras – fue la respuesta de Ravelia.
Carlos agarró el cuchillo que decía “Ravelia Zamas” y parecía que iba a cortar el Queso, pero en un movimiento tan rápido como preciso, el joven arrojó el cuchillo de oro sobre su prima y se lo clavó en el estomago, obviamente Ravelia nada pudo hacer y quedó muerta en la silla con el cuchillo clavado en el estomago.
Carlos se acercó al escritorio con el Queso, volvió al escritorio y lo tiró sobre el cadáver de su prima.
-     ¡QUESO! – gritó Carlos mientras tiraba el Queso – así mataban tus asesinos y asesinas imaginarios, tomaban el Queso, lo tiraban sobre sus víctimas y decían en voz alta la palabra "¡QUESO!". Pero esto es real.
Carlos tomó el cuchillo siempre con los guantes negros y lo puso sobre la mano de su prima clavándoselo otra vez en el mismo lugar y la escena indicaba que se había tratado de un suicidio, una especie de harakiri.



Si ustedes piensan que esto fue obra de una acción repentina, les aclaramos que  el asesino ya tenía todo planeado desde hacía mucho tiempo. Unos análisis truchos demostrarían que la escritora tenía una enfermedad terminal y por eso decidió ponerle final a su vida.
Lo que vino después es bastante previsible, Carlos preocupado por que su prima no lo atendía, la mucama descubriendo el cadáver, la policía realizando una investigación, un juez que caratulo “Muerte dudosa” para después caratular “Suicidio” y por supuesto, toda la herencia y los derechos de autor en manos de Carlos Sebastián Beneitez, que no tardó en publicar la novela póstuma de su prima.





“SE SUICIDO FAMOSA ESCRITORA”


"La escritora Ravelia Zamas (41) apareció muerta en su residencia de Los Gamos. Presentaba una herida de arma blanca en el pecho y todo indica que habría sido autoinfringida (...) La policía sospecha de un suicidio pues la escritora padecía una enfermedad incurable (...) Zamas era famosa por escribir relatos de terror y suspenso bizarro, entre sus obras más conocidas figuran “El Asesino, el Queso y la Dama”, “Carlos, el Queson, crónica de un asesino serial”, “El rugbier asesino”, “El basquetbolista asesino”, “La Matacarlos, la asesina de los Carlos”, “La Mujer Queso, historia de una asesina serial de hombres”, “La estranguladora de basquetbolistas”, “Wanda Nara y los doce basquetbolistas asesinos”, “¿Quién le corta la cabeza a los rugbiers” y las tres entregas de “Relatos Quesones” (...) Su único heredero, su primo, Carlos Sebastián Beneitez, presentará en las próximas semanas la novela póstuma de su prima, que promete ser un éxito de ventas, y una nueva edición de las obras completas a la que se agregarán algunos relatos inéditos. Además hay un interés de productoras mexicanas, españolas y americanas por llevar varias de estas historias al cine y a la televisión, emulando las antiguas producciones de Narciso Ibáñez Menta y Narciso Ibáñez Serrador, “Historias para no dormir””.


Extraído de “Diario de La Mañana” 21 de mayo de 2015


La tumba de Ravelia Zamas decía "Ravelia Zamas,  Hic in vita mulieris insaniam ostendisset, June XXVI, MCMLXXIII - May XXI, MMXV, Requiescat in Pace, Hoc est finis, Consumant est". Según me han contado dicen que nadie la visitaba aunque a veces en lugar de flores, aparecían sobre la misma, cubos de Queso, que obviamente, se los comían los ratones.






3) QUESO! (ALGO MÁS QUE UN TUIT)


Se conocieron en un grupo de teatro que interpretó la famosa obra “Lluvia que moja” del afamado autor Romualdo Benavente. El se llamaba Carlos Sebastián Beneitez y en aquella obra interpretaba al protagonista, cuyo nombre era Bernabé Velásquez. Ella se llamaba Valeria Alejandra Gutiérrez, e intervenía haciendo un papel menor, con muy pocas palabras, el de Pepa, la sirvienta. Durante la obra los personajes jamás interactuaban entre sí.
Ocurrió entonces que ella, o sea Valeria, se enamoró de él, o sea Carlos, pero no fue un amor correspondido. El la ignoraba, fingía no conocerla, apenas la saludaba con algún “Buenas noches” y ninguna otra cosa. Ella jamás se atrevió a confesarle su amor. Así cuando la obra finalizó sus representaciones la vida los puso en caminos separados.


Transcurrieron algunos años, Valeria tenía una cuenta de twitter donde jugaba con su propio nombre y el de la top model Valeria Mazza. En su twitter se hacía llamar @vareliamasas y firmaba como Ravellya Zamas.
En su perfil decía “Soy la Quesona, me gustan los hombres con olor a Queso en los pies, dale, anímate y tírame un Queso”.
Además tenía un blog donde publicaba cuentos muy bizarros de suspenso. El Blog se llamaba “Cuentos Sangrientos” y contenía los “Relatos Quesones”, una saga de cuentos muy bizarros de asesinos y asesinas donde en cada asesinato los asesinos tiraban un Queso a sus víctimas y en muchos relatos se incluía el fetichismo de los pies. Lo curioso es que, sin excepciones, todos los asesinos hombres se llamaban Carlos.
En el blog firmaba como “Carlos Queson” un seudónimo masculino donde jugaba con sus propios personajes, aunque más tarde comenzó a firmar como “Carlos Queson y Ravellya Zamas”.
Ocurrió entonces que Valeria escribió una historia cuyo personaje se llamaba Carlos Sebastián Beneitez, inspirado en aquel joven actor del que estuvo enamorada mientras participó de aquel grupo de teatro. El relato se llamaba “¿Te gusta el Queso?” y allí Carlos asesinaba mujeres y les tiraba un Queso. Antes de hacerlo, le preguntaba a sus víctimas “¿Te gusta el Queso?”.
Un buen día y casi por azar, buscando algo en twitter encontró una frase de Hemingway.
“Una buena vida no tiene porque medirse con edades bíblicas”.
La cuenta que la publicaba era de “Bernabé Velásquez” @Seba2209. Valeria no pudo evitar recordar a aquel muchacho y al empezar a ver la cuenta, y ver algunas fotos, no tuvo dudas. Era él, el mismo del que había estado enamorada. Guiada por un instinto irrefrenable, comenzó a escribir un tuit En el tuit puso “Quiero un Queso servido por @Seba2209” y agregó una imagen donde Carlos llevaba un Queso en una bandeja. No pudo evitar mandarle un tuit, aunque después se arrepintió, pero ya era tarde para ello.


Pasaron algunos días, y la verdad que Valeria se había olvidado de aquel tuit, pues a veces pasaban varios días sin que abriera la cuenta. Pero un día lo hizo y para su sorpresa se encontró con un “Bernabé Velásquez te ha seguido” y un tuit enviado por @Seba2209 donde decía:
@vareliamasas Gracias por la bonita historia de los Carlos asesinos tiraquesos, pero... me devolverías mi imagen, nombre y permisos? Son míos.
Valeria sintió un escozor la leer el tuit, dudó en contestar, no sabia que poner, pero finalmente algo se le ocurrió... así envío un tuit de respuesta...
@Seba2209 Me tiras un Queso? Ja, ja, gracias por tu buena onda, nos das el permiso? Si o no? Saludos!!!
La respuesta de @Seba2209 no tardó en llegar, para sorpresa de Valeria...
@vareliamasas Bueno ok. La próxima avisa. Así cambia. ¿Si o no?
Valeria le contestó...
@Seba2209 si, por supuesto!!!!
Valeria estaba muy contenta, al fin había encontrado a aquel muchacho del que estaba enamorada, además viendo algunas fotos de él, lo encontró todavía más atractivo, bello y seductor. Sin embargo, no sabía si mandarle un nuevo tuit, o dejar todo ahí...
Días después, dijo “Ma’ sí, le mando otro tuit” pensó Valeria y así mandó un nuevo tuit...
Nos dará permiso @Seba2209 para una nueva historia de Quesones? No haremos nada sin su opinión ni aprobación
No pasó ni media hora, cuando Valeria ya tenia la respuesta...
Un cuchillo grabado con nombre de la víctima. Seré cruel, el crimen será perfecto. @vareliamasas adelante con la historia. Carlos Queson.


A Valeria le encantó que Beneitez citará en el tuit el seudónimo con que ella solía escribir sus cuentos... le agarró una verdadera inspiración y no tardó en escribir un cuento. Se trataba de una historia donde Carlos Sebastián Beneitez asesinaba a la escritora Ravellya Zamas (o sea a ella misma) con un cuchillo que decía su nombre (“Ravellya Zamas”) y le tiraba un Queso. El crimen era perfecto, pues en el relato Beneitez lograba que la policía creyera que se había tratado de un suicidio.
Valeria subió el relato al blog y le mandó un tuit a Beneitez con el enlace...
@Seba2209 y fuiste muuy cruel... aj... aj... me asesinastes con ese cuchillo... aj aj... au revoir mon ami...
Beneitez le contestó otra vez...
@vareliamasas usaré los 1ros. Billete de tu herencia, compraré mi katana. Cortaré cubos de Queso y lo q sobre del filo para alguna piel más”.


Valeria ya no quería enviar ningún tuit más, pensaba que Beneitez se iba a enojar, y ya era suficiente con esos que había mandado, pero un día su genio pudo más y mandó uno...
Eso sí @Seba2209 que el próximo tuit tenga la palabra “QUESO” ja, ja, saludos, un besito
Otra vez, la respuesta llegó rápido...
@vareliamasas voy a tener para vos algo más copado que un tuit. Quiero hacerte algo copado. Espero sea pronto.
Valeria quedó muy intrigada... ¿Qué significaba algo más que un tuit? Transcurrieron algunas jornadas y Valeria prefirió no mandar más tuits... pero un día le llegó por twitter un mensaje directo de “Bernabé Velásquez”...
Hola Quesona. Gracias por tus tuits. Tengo en mente hacer algo con Carlos Queson jaja. Una historia con actores...



Mayúscula fue la sorpresa de Valeria, que quedó entre asombrada y a la vez muy feliz con aquel dialogo, le fascinó que Beneitez le dijera “Quesona” el apodo que tanto le gustaba...
Así dialogo con Carlos Sebastián Beneitez, este le dijo que tenía en mente hacer un video con el relato donde la asesinaba y le tiraba un Queso. Pero mientras transcurría el dialogo, Valeria se dio cuenta que Beneitez no se acordaba de ella...
“Soy tu admiradora secreta” le confesó ella al darse cuenta que daba lo mismo que le dijera su nombre real o uno inventado, pues el no la registraba en lo más mínimo...
“Yo te tiro un queso y vos una pista, quesona...” le dijo Beneitez.
Bueno, Valeria decidió no tuitear más para no molestar, y literalmente desapareció del twitter, esperó que aquel video se hiciera realidad. Sabía que no era fácil, se conformaba con una foto de Carlos donde le mostrará un Queso, o al menos un tuit con la palabra “Queso”. Pero nada, nada de nada, el algo más que un tuit nunca llegó...
La relación entre los tuiteros se dio por terminada cuando Carlos el dijo en otros mensaje directos:“Parece ser muy importante tu anonimato. No juego más al NN”. No había tal anonimato pues Valeria le había dado pistas de quien era, solo que el no se acordaba de ella en lo más mínimo...

El algo más que un tuit nunca llegó... los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses... Valeria se quedó así esperando el “algo más que un tuit”, que Carlos le tirará un Queso, pero nada pasaba, es más @Seba2209 ya ni siquiera publicaba tuits...
Un día cuando el incidente entre @vareliamasas y @Seba2209 parecía olvidado, casi por arte del azar, ella lo vio a él en el Shopping del Abasto... se acercó, ella lo miró, el la miró pensando: “¿Y está loca, quien es?”.
- Hola – le dijo Valeria muy timidamente...
- Hola, ¿Quién sos, piba?
- ¿No te acordás de mí? En aquel grupo de teatro, el de “Lluvia que moja”, yo era la sirvienta...
- Yo estuvé en ese grupo de teatro... pero no me acuerdo de vos, nena...
- Bueno, a lo mejor ahora sí vas a saber quien sos... ¿Me tiras un Queso?
- ¡Queso! – dijo sorprendido Beneitez - ¿Sos vos la tuitera? ¡No lo puedo creer!
- Yo te dije quien era, pero vos no te acordabás de mí...
- Para nada, bueno...
- Me prometiste algo más que un tuit... una filmación con alguno de mis cuentos... yo me quede esperando como una boluda... nunca pasó nada...
- Que no haya pasado hasta ahora no significa que no pase nada. Te invitó a participar en este grupo de teatro, dale vení, hoy mismo... nos juntamos en un departamento... podemos hacer ese relato.. me entusiasmaba la idea de hacer un personaje que asesinaba a una mina y le tiraba un Queso... ja ja... ¡Queso!


Lo cierto es que Valeria aceptó la invitación y aquella noche concurrió a la cita. En el departamento la esperaba Carlos Sebastián Beneitez. El joven estaba vestido como un camarero, con guantes negros que le cubrían la mano.
Valeria notó que había varias camaras en el lugar, iba a preguntar cuando...
- Lo que vamos a hacer, si sale bien y me gusta lo voy a publicar en YouTube – le aclaró Carlos – esperó que el video tenga éxito, después podemos hacer más.
Sobre la mesa había una gran horma de  Queso, de esos Quesos con muchos agujeros...
- ¿Y ese Queso?
Le preguntó Valeria a Carlos, mientras este le daba la espalda.
- Vamos a tratar de representar la obra, te lo dije, yo haré el papel del asesino, vos el de la víctima...
- ¿Y los demás actores?
- En el cuento solo hay dos personajes, Carlos y Ravellya, no hacen falta más...
- Pero me dijiste que era un grupo de teatro, yo pensé que iba a haber más actores...
- Bueno, hoy solo somos vos y yo...
Carlos se dio vuelta, y para sorpresa de Valeria, con la mano izquierda sostenía la bandeja con un gran Queso, y con la derecha,
un enorme y largo cuchillo con la inscripción: “Ravellya Zamas”, se acercó a la chica sosteniendo tanto el Queso como el cuchillo, mientras la chica, empezó a retroceder aterrorizada...


- ¿Te gusta el Queso? – le dijo.
- Por favor, Carlos, no, no, Carlos...
- Te dije que iba a hacer algo copado, algo más que un tuit... te preguntó de nuevo, ¿Te gusta el Queso?.
Con la chica virtualmente entre el cuchillo y la pared, Carlos dijo nuevamente:
- ¿Te gusta el Queso?
En ese momento, levantó el cuchillo con su mano y sin piedad alguna, comenzó a apuñalar a la inocente mujer...
- Queso - dijo en voz alta al efectuar la primera cuchillada, sobre el pecho de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el segundo cuchillazo, clavando el cuchillo en el estomago de la víctima.
- -Queso - dijo en voz alta al efectuar la tercera puñalada, un corte en el cuello de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el cuarto cuchillazo otra vez en el estomago.
- Queso – dijo al efectuar la quinta puñalada, dejando esta vez el cuchillo clavado sobre el corazón de la mujer.


El asesino dio por finalizada su tarea, tomó el Queso Pategras que estaba sobre la mesa y lo tiró sobre su víctima diciendo en voz alta por sexta voz:
- Queso.
Al rato Carlos subió el video a YouTube titulado “¿Te gusta el Queso? Así asesiné a la Quesona”. Se convirtió en un furor nunca visto con millones de visitas en un par de horas...
Pero esa es otra historia, la nuestra “Algo más que un tuit” finaliza ahora con Carlos mirando a la cámara, sonriendo con su mirada asesina, y sosteniendo un Queso con una bandeja, y diciendo en voz alta:
- ¡QUESO!


Comentarios

  1. No como mas Queso.... Lo juro

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  2. Gracias por la historia bonita de los Carlos asesinos tiraquesos, pero...me devolverías mi imagen, nombre y permiso? Son míos.

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  3. @vareliamasas usaré los 1ros. billetes de tu herencia, compraré mi katana. Cortaré cubos d queso y lo q sobre del filo para alguna piel más.

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  4. Kilos de #queso has tenido que vender para pagar los lujos de la alta costura. Desde ahora, tus pagos serán con sangre Ravelia.

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