El Asesino de Evangelina Anderson
El avión, procedente de algún lugar de Chile, Bolivia o quizás Perú, llegó a Buenos Aires en el horario indicado. Carlos Lampe, un gigantón de más de 1,92 metros, con sus enormes pies talle 48/49, uno de los pasajeros de primera clase, durmió plácidamente a lo largo de todo el viaje. Se despertó estando ya en tierra, cuando los demás pasajeros ya se estaban bajando. Carlos apenas llevaba una maleta, aunque muy cargada, que despachó en la bodega. Una vez que tenía el equipaje consigo fue a uno de los baños del aeropuerto. Allí revisó lo que tenía en la maleta: tres grandes Quesos de tipo Emmenthal, de un enorme tamaño, con sus agujeros voluminosos, otros Quesos de mediano tamaño, un gran cuchillo, capaz de partir a un rinoceronte en dos de un solo golpe, puñales y cuchillos medianos y chicos, un revolver con silenciador y sogas de diferentes tamaños, además de somníferos, algodón y trapo. Todo lo que necesitaba un asesino Quesón de su clase y categoría. Apenas estaría un