Carlos Ignacio Fernández Lobbe, el rugbier asesino, el Quesón




Corría el mes de noviembre en el hemisferio sur y una soleada jornada de primavera llegaba a su fin. En un country, ubicado en una zona alejada del norte del Gran Buenos Aires, Rafael, uno de los controles de seguridad de la entrada, esperaba con ansia que su horario de trabajo llegará a su fin.   
Le quedarían unos diez minutos cuando se acerco un auto negro, con vidrios polarizados. Rafael se acercó para chequear de quien se trataba. El conductor del auto bajo los vidrios, era un hombre alto, con aspecto de rugbier (algo normal y habitual en la zona), barba muy tupida, y anteojos negros. 
 -         Bon Soire, Buenas tardes – dijo el conductor, evidenciando un tono francés algo forzado y fingido.
-         Buenas tardes – fue la respuesta de Rafael y tomando una carpeta para anotar - ¿Me puede indicar su nombre y a donde se dirige?
-         Por supuesto – fue la respuesta del conductor, otra vez forzando un acento francés – mon nome es Carlos SpencerMe dirijo a la residencia del señor Lucas Ostiglia, lote 7, casa 9.
-         ¿Carlos Spencer? – dijo Rafael - ¿Me permite una identificación?
-         Claro – dijo el francés y le entrego un pasaporte de la República Francesa. Rafael lo vio, lo abrio y leyó el nombre “Spencer Carlos”.
-         Muy bien, pase señor – dijo Rafael, sabiendo que aquella acción era la última de aquella jornada de trabajo. Efectivamente, estaba dejando entrar a Spencer, cuando llegó Armando, el empleado que cubría el turno siguiente.
Mientras tanto, el conductor francés siguió su camino y llegó a la casa de Lucas Ostiglia. Estacionó el auto y antes de bajar, se sacó el disfraz que llevaba puesto. La barba tupida era falsa, aunque sí tenía una pequeña barba. Estaba vestido de rugbier, con una casaca de Los Pumas, y antes de bajar del auto, se cubrió las manos de guantes negros y se colocó un casco (de los que se usan para jugar al rugby) en la cabeza. Ya fuera del auto, se dirigió al baúl, y sacó de allí una enorme, gigantesca, horma de Queso Emmental.




























El rugbier llegó a la casa de Ostiglia y tocó el timbre. Una voz femenina preguntó quien era y la respuesta fue:
-         Carlos Ignacio Fernández Lobbe.
La mujer abrió la puerta y sonriente dijo:
-         ¡Nacho! ¿Cómo estas? – evidentemente la mujer conocía al rugbier aunque sorprendida le dijo - ¿Y ese Queso?
-         Ahora te cuento Alicia – dijo Fernández Lobbe hablando el castellano perfecto acento argentino y no francés, siempre con el Queso en sus manos - ¿Puedo pasar?
-         Sí, claro. Pase, Nacho, pasa – dijo la chica, rubia, de unos treinta años, más o menos – He visto Quesos grandes, pero este supera todo.
-         La verdad que sí, es un regalo de la Cheese and Fromage International Company. Le han dado un Queso a cada miembro del Equipo Combinado Superior. Este es el que le toca a Lucas – mientras decía esto, Carlos Ignacio Fernández Lobbe puso el Queso sobre la mesa.
-         Bien, nos va a alcanzar para varias semanas, semejante Queso.
-         A mí no, con lo que me gusta el Queso, soy capaz de devorármelo en una sola noche.
-         ¿Querés tomar algo, Nacho?
-         No, gracias, te agradezco, pero estoy apurado, voy a pasar al baño.
Fernández Lobbe se dirigió al baño. Pasaron un par de minutos, la mujer de Lucas Ostiglia empezó a ordenar algunas cosas. De repente, vio como un guante negro le cubrió el rostro con un pañuelo. El cloroformo hizo rápido efecto y la chica quedó desvanecida.
Cuando despertó, estaba atada de pies y manos sobre el sillón. Empezó a abrir los ojos. Comprobó que no podía moverse. Intentó gritar pero una mordaza le cubría la boca. Al observar lo que tenía a su alrededor, vio a Carlos Ignacio Fernández Lobbe frente a ella, vestido de rugbier, sosteniendo con sus manos envueltas en guantes negros, un enorme, largo y filoso cuchillo de caza, esos que tienen dientes, como el que usaba Rambo en sus películas.
-         Alicia, tengo que comunicarte que soy un Queson, asesinó mujeres y les tiró un Queso. En realidad, serás mi primera víctima. Por alguien siempre se empieza. Las futuras generaciones me recordarán como el “rugbier asesino”.




































Tras escuchar esto, la mujer quedó horrorizada. Fernández Lobbe se sacó las zapatillas, y puso su enormes pie talle 47 sobre el rostro de la chica. Primero el pie izquierdo, luego el derecho. La mujer olió los pies del rugbier que despedían una intensa y apestante fragancia a Queso. Carlos Ignacio Fernández Lobbe tenía olor a Queso.
En tiempos antiguos, en los pueblos barbaros, las mujeres antes de ser asesinadas debían oler los pies de sus asesinos. Hacemos honor a esa antigua tradición – dijo Carlos Ignacio Fernández Lobbe.


Pero la cosa no terminó ahí, el rugbier luego violó a la mujer, no describiremos con mayores detalles como lo hizo, solo diremos que lo hizo, y finalmente, la asesinó de numerosas puñaladas. Le dio como cincuenta o sesenta cuchillazos, uno detrás de otro. Al terminar, el rugbier tomó el Queso que había sobre la mesa, y lo tiró sobre el cadáver de la chica. Dijo en voz alta:
-         Queso.
Y se retiró de la casa tras haber finalizado tan macabra tarea. Al regresar al auto, el rugbier volvió a ponerse el mismo disfraz con el que había entrado. Salió del country como si nada, mostrando una vez más el pasaporte francés donde decía llamarse Carlos Spencer.
En los días siguientes, la opinión pública estaba conmocionada por el asesinato de Alicia Cooper, la esposa de Lucas Ostiglia. La policía elaboró un identikit del supuesto asesino y alertó sobre alguien que se llamaba “Carlos Spencer”. Los expertos en rugby recordaron que ese era el nombre de un famoso jugador de los All Blacks, y era un seudónimo que el asesino había usado.




































En medio de la conmoción, Mariela, la esposa del rugbier Gonzalo Longo, se encontraba de compras en un conocido y concurrido centro comercial de la zona de San Isidro. Cuando regresó a su auto, para su sorpresa, una de las gomas estaba pinchada.
-         Mariela, ¿Puedo ayudarte en algo? – la mujer sintió una voz conocida de un hombre, y se dio vuelta. Frente a ella, estaba el rugbier Carlos Ignacio Fernández Lobbe.
-         ¡Nacho! ¡Sos vos! – dijo Mariela, aliviada al ver a alguien conocido, un compañero de su marido en el Combinado Superior de la Liga – un neumático pinchado, lo debe haber hecho algún gracioso.
-         No te preocupes, yo te voy a ayudar a poner la rueda de auxilio.
Nacho empezó a cambiar la rueda de auxilio, cuando la mujer le dio la espalda al rugbier para hablar por telefono con su marido. En ese momento, bastó un segundo para que Mariela viera como una mano con guantes negros le cubría el rostro y la dormía con un paño bañado en cloroformo.


Cuando despertó, tenía la sensación de que había permanecido un par de horas dormida. Intentó moverse pero no pudo, estaba atada de pies y manos, y menos podía gritar, pues una venda le tapaba la boca. Se encontraba tendida en una cama. De repente, vio que un enorme pie de hombre, con un apestante olor a Queso, se acercaba sobre su rostro. Escuchó una voz masculina que le dijo:
-         Caístes en la trampa de Carlos Ignacio Fernández Lobbe, el rugbier asesino, serás mi segunda víctima.
Era la voz de Nacho Lobbe. La mujer quedó horrorizada. Lo que vino a continuación ya lo sabemos: el rugbier la obligó la olerle los pies, luego la violó y finalmente la asesinó con numerosas cuchilladas. Una tras otra, con el cuchillo ese de dientes afilados tipo Rambo. Cuando terminó, el rugbier tiró un Queso sobre su víctima.
-         Queso – dijo en voz alta Carlos Ignacio Fernández Lobbe.




































El rugbier cometió el crimen en una casa que tenía en las afueras, y luego tiró el cadáver en un descampado. Como el cadáver tardó bastantes horas en aparecer, el asesino tuvo tiempo para jugar con la policía, llegando incluso a pedir un rescate firmando como “el rugbier asesino”.
La conmoción en la opinión pública fue indescriptible. Se hablaba de un psicopata que asesinaba esposas de jugadores de rugby y que se hacía llamar Carlos Spencer. Agustín Pichot llegó a decir en un programa que tenía una sospecha de quien podría ser.
Hace algunos años había un tipo que frecuentaba los partidos de la URBA. Era un rugbier frustrado, debido a una lesión no pudo jugar más, recuerdo que un día nos dijo que se vengaría de todos nosotros. No me extrañaría que este asesino fuera ese individuo.


Transcurrieron varios meses sin que el rugbier asesino cometiera una nueva fechoría. El otoño siguió al verano, y el enigma sobre quien era el asesino permanecía sin resolver. Un 18 de abril Carlos Ignacio Fernández Lobbe decidió cometer un nuevo crimen, el tercero. Para ello utilizaría un Queso Emmental aún más grande que en los dos asesinatos anteriores.
Cecilia, la esposa de Fernández Lobbe, regresó a su casa alrededor de las ocho de la noche. Se sorprendió al ver que su esposo ya había llegado.
-         ¡Nacho! – le dijo - ¿Qué haces aca? ¿No tenían la cena en el Club hoy, no era el homenaje a Martín Sansot?
-         Sí, pero es más tarde – contestó tranquilamente el Nacho Lobbe – en un rato ya me voy. Mirá este licor que me regalaron hoy, querés probar.
-         Sabés que no me gusta beber alcohol antes de la cena.
-         Es solo un trago – le dijo su marido mientras le acercaba la Copa – dale, tomala.
-         Está bien, Nacho.
La mujer tomó la Copa. Cuando termino empezó a marearse, se le nubló la vista y finalmente cayó dormida. Nacho Lobbe la ató entonces a la cama y concurrió a la cena como si nada hubiera ocurrido. Cuando regresó, la mujer volvió en sí, y Nacho asesinó a su esposa, la obligó a olerle los pies, la violó, le asestó decenas de puñaladas y le tiró el Queso. 


Finalmente, tiró el cadáver en un descampado. Mientras regresaba de completar macabra tarea, Carlos Ignacio Fernández Lobbe tuvo el tiempo y la serenidad suficiente para pasar por una comisaría y denunciar la desaparición de su esposa.
-         No tengo noticias de ella desde ayer a la tarde – manifestó – debía regresar a las ocho, después de reunirse con sus amigas y jugar al tenis, pero nunca lo hizo. Estoy muy preocupado, imagínense, después de esos asesinatos que ocurrieron el año pasado.
Otra vez la conmoción de la opinión pública fue muy grande. La víctima era esta vez la esposa de Carlos Ignacio Fernández Lobbe, el gran jugador de rugby, de Liceo Naval, de las Ligas Superiores, y de la selección argentina. El esposo de la víctima recorrió todos los canales expresando su dolor e indignación.
-         No entiendo como puede haber un depravado que asesiné mujeres de esta manera y además les tiré un Queso. Es horrible – dijo un día en el programa de Jorge Rial.
-         ¿Qué significado le das al hecho de que el criminal tiré un Queso?
-         Me comentaron que en tiempos antiguos, era una costumbre de algunos pueblos barbaros, asesinaban mujeres y les tiraban un Queso. Tirarle un Queso era reducir a la mujer a la condición de traidora, desleal, delincuente, criminal o prostituta. Era algo que rebajaba a la persona a lo más bajo de la sociedad.
-         No hay dudas que el asesino se nutrió de esos rituales.
-         ¿Tenes alguna sospecha de quien puede ser el asesino?
-         Ninguna. Hay un identikit que circula por ahí y dicen que se hacía llamar Carlos Spencer.
-         ¿Es el nombre de un famoso jugador de los All Blacks?
-         Sí.
-     El crimen perfecto – pensaba una noche Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Solo en su casa, mientras comía un delicioso y sabroso Queso Emmental – todos creen que esto es obra de un psicopata, nadie se imagina que asesiné a mi esposa por dos razones, primero para cobrar una herencia, segundo, porque me engañaba con Gonzalo Longo. Ahora debo seguir este juego, debo cometer un cuarto asesinato. No tengo opción. Mi próxima víctima será la esposa de Santiago Phelan, y luego asesinaré a la novia de Patricio Albacete.


En los dos meses siguientes, otra vez el horror del rugbier asesino conmocionó a la sociedad. Primero fue la esposa de Santiago Phelan, luego la novia de Patricio Albacete. Los crímenes fueron iguales, Nacho las secuestró, las condujo a una casa muy alejada, allí las obligó a olerles los pies, luego las violó, a continuación las acuchilló salvajemente y luego les tiró un Queso. Un gigantesco Queso.

La policía, como siempre, investigó poco y mal, lo que garantizó la impunidad total de Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Dada su gran condición de jugador de rugby, no tardó en ser transferido a las grandes ligas profesionales de Inglaterra y Francia. Los crímenes continuaron como una mancha de aceite que se extiende sin poder detenerse, solo que se trataba de una mancha de sangre cada vez más grande. Pero esa es otra historia...


BONUS TRACK

El partido de rugby había finalizado. Carlos Ignacio Fernández Lobbe regresó a su casa, contento por la victoria, pero deprimido al no estar su familia, de viaje por el norte de Inglaterra y Escocia. El rugbier entonces comenzó a comer Queso, y mientras lo hacía, tirado en una silla con sus enormes pies apoyados sobre la mes pensó en voz alta:
- Estoy aburrido – dijo - ¿Qué puedo hacer? - Siguió comiendo el Queso - ¡Ya sé! ¡Cometeré un asesinato!
Se dirigió entonces a la habitación y se vistió totalmente de negro, incluyendo chaqueta, polera, guantes y un gorro en la cabeza. Agarró un enorme cuchillo similar a las que usa Rambo, esos de caza y dentados. Fue al auto y pusó allí también un enorme Queso Gruyere, de un tamaño realmente gigantesco.
- Soy como un cazador que sale a buscar a su presa – pensó Fernández Lobbe.
Era la noche de Londres, y  Carlos Ignacio Fernández Lobbe iba manejando tranquilamente por alguna calle lateral al Hyde Park, del lado sur, cerca de la zona de Knitghtsbridge.
Una chica rubia pasó por el lugar, el rugbier acercó su auto, se bajó y se acercó hacia ella, y le dijo:
- As you charge me, baby?
- I'm not a bitch, I'm a student.
- I give a fuck.
El rugbier entonces sacó el cuchillo de entre sus pertenencias y apuñaló salvajemente a la chica en plena calle de Londres. Nadie pasaba en esas horas por aquella calle que rodeaba  al Hyde Park. Le dio como treinta o cuarenta puñaladas. Cuando terminó, Carlos Ignacio Fernández Lobbe le tiró el Queso.
- Queso – dijo en voz alta, en nuestra lengua castellana.
Y se fue del lugar. En las semanas siguientes ocurrieron otros casos en Londres. Chicas apuñaladas en la vía pública con Quesos tirados sobre su cadáver. Un segundo cerca de la Baker Street. Un tercero, a apenas una cuadra del Temple. Un cuarto, en las inmediaciones de Paddington. Un quinto, a metros de Victoria Station. Y así una lista interminable...
En las semanas y meses siguiente todas las noticias en Inglaterra hablaban del regreso de Jack el destripador, pero Carlos Ignacio Fernández Lobbe se encargó de aclarar con nuevos y sangrientos crímenes, y el envío de Quesos por correo a Scotland Yard, que esta era la era de “Nacho, the cheese rugbier”.



LOS QUESOS DE CARLOS IGNACIO 
FERNÁNDEZ LOBBE


La pose del rugbier Carlos Ignacio Fernández Lobbe (el Cheto Quesón) con medias de color gris, se dice que antes de asesinar a Soledad Solaro



Otra pose de Carlos Ignacio Fernández Lobbe, ahora descalzo y más reciente, el cheto calza 49






Andrea Frigerio, Daniela Cardone, Julieta Díaz, Soledad Solaro y Viviana Canosa: algunas de las víctimas más famosas de Carlos Ignacio Fernández Lobbe, sometidas a los pies del rugbier asesino

LAS QUESONEADAS DE 
CARLOS IGNACIO FERNÁNDEZ LOBBE

Comentarios

  1. Los cuentos de este blog son todos divertidos y delirantes, pero siempre los asesinis se llaman Carlos

    ResponderBorrar
  2. Nacho Fernández Lobbe... un grande del rugby... y también del crimen

    ResponderBorrar
  3. Dios...jajaja, espero no encontrarme nunca con Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Un saludote de una jaenera.

    ResponderBorrar
  4. Excelente, muy buenos los cuentos re quesones

    ResponderBorrar
  5. La derrota digna vuelve loco a cualquiera, hermano

    ResponderBorrar
  6. No hay dudas que Lobbe tiene aspecto y cara de asesino, las fotos son.buenisimas, esa.del pie con el queso, y la otra, la principal, con el cuchillo, ja, ja

    ResponderBorrar
  7. ¿Nacho Lobbe tambien usa el olor a Queso de sus pies para amasijar minas?

    ResponderBorrar
  8. La foto de Nacho con el cuchillo asusta por si misma

    ResponderBorrar
  9. Bossio, Fernandez Lobbe, Delfino, esto de convertir a deportistas famosos en asesinos seriales es divertido y gracioso, felicitaciones

    ResponderBorrar
  10. Salud. ¿ Cuando Vas a Incluir un Cuento con Otros Rugbyers Como El Doctor Miguel Avramovic, Alias "El Ruso ?. Ejerciendo ahora de Medico, Con ese Subnombre y Con Ese Cuerpo que se Gasta, seria un Excelente "Asesino", sobretodo de Actrices, Porque en poco Tiempo se ha echado de Novia a muchas, a Saber: Agustina Cherri, Flor Torrente, Mercedes Torrente y últimamente a La Sol Estévanez.

    ResponderBorrar
  11. muchos asesinos seriales se precian de grandes depredadores pero son cobardes que atacan mujerees indefensas.. muy bueno!

    ResponderBorrar
  12. Cheto gordo de mierda.

    ResponderBorrar
  13. digo lo mismo que de Carlos Bossio: que pedazo de quesón!!!!!!!!!!!!!!!!

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Relatos Quesones de la Semana

El Asesino de Giselle Bundchen

Los Asesinos de Claudia Schiffer

El Relato Quesón de Graciela Alfano y Carlos Calvo

El Relato Quesón de Graciela Alfano y Carlos Monzón

El Asesino de Maru Botana

El Asesino de Nicky Nicole

Los Asesinos de Maru Sandes (La Secuela) (Megapost)

El Baloncesto Erótico y Asesino de Jowie Campobassi

Los Asesinos de Catherine Fulop y Oriana Sabatini

Los Asesinos de Tini Stoessel