El Asesino de Estefanía Xipolitakis
VIENE DE "EL ASESINO DE VIRGINIA GALLARDO"
Una noche, Estefanía Xipolitakis se encontraba en su departamento, recién salida del baño, con una toalla que le cubría el cabello, y una bata que le cubria el cuerpo. No tenia ninguna actividad aquella noche. Sobre la mesa de tocador, una foto recordaba a su hermana Vicky Xipolitakis.
Estefanía Xipolitakis miró una foto de su hermana Vicky:
- Pobre Vicky, pensar que la asesinaron hace ya un tiempo. Como la quesonearon. Fue terrible. La asesinaron en forma salvaje y le tiraron un Queso. No merecía eso.
- Claro que no merecía eso. Merecía mucho más que eso. Como vos ahora que mereces más que eso. Un Queso.
Xipolitakis se dio vuelta, pero sobre su rostro recibió un Queso. Sí, le tiraron un Queso. Un gran Queso, de esos Quesos gigantes, llenos de agujeros, el impacto fue de tal magnitud, que la griega quedó tendida en el piso. Cuando reaccionó, intentó moverse, pero no pudo, estaba atada, de pies y manos, sobre una silla, ante ella vio a un basquetbolista, muy alto y muy patón.
- ¿Quién sos?
- Carlos Leonel Schattmann – fue la respuesta – jugador de la Liga Nacional, bueno, en realidad, ex jugador, ahora me voy a Brasil, nena, ja, ja, a Franca Basquete.
- ¡Vos asesinaste a mi hermana!
- No, no fui yo. Pero fue un Quesón como yo. Mi amigo, Carlos Matías Sandes.
- ¡Vas a pagar por tu crimen!
- Seguiré tirando Quesos, ja, ja – dijo Schattmann – de aquí a la eternidad, vos sos la griega, yo soy inmortal, como los dioses del Olimpo, nena, ja, ja.
- “Peligro Queso” “Peligro Queso” – empezó a gritar desesperada Xipolitakis.
- Grita lo que quieras, no tenes escapatoria – le dijo Schattmann.
Sobre su rostro, Xipolitakis tuvo de repente, un enorme pie, el pie derecho de Carlos Leonel Schattmann, talle cuarenta y nueve…
- Mido quince centímetros menos que Fabricio Oberto, ja, ja, pero mi pie es dos centímetros más grandes que el suyo, ja, ja – río con satisfacción Carlos – toma, toma, mi olor a Queso, disfrutalo, gózalo.
Xipolitakis empezó a oler, chupar, besar y lamer los pies de Schattmann, el pie derecho primero, el pie izquierdo, despues…
- “Peligro Queso” “Peligro Queso” – seguía diciendo desesperada Xipolitakis.
- Vaya, vaya, veo que no quedastes tan extasiada con los pies como otras chicas, bueno, no importa, las cosas son así, ja, ja.
Schattmann entonces se tiró encima de la griega, y la penetró por la concha, cogiéndola con fuerza y salvajismo. La griega puso cara de gozo y satisfacción, disfrutó el momento, pero cuando terminó, volvió a decir.
- “Peligro Queso” “Peligro Queso” – repetía sin cesar Xipolitakis.
- Que ploma – dijo Schattmann.
Sobre la cama había una enorme variedad de armas ninjas. Xipolitakis seguía gritando. Schattmann vio las armas ninja, tomó un palo, el Bo, una vara alargada, como una pértiga, la tomó, la observó y se acercó a Xipolitakis.
- ¡Toma griega! – dijo Schattmann, mientras le metía el Bo en el culo.
Pero la cosa no quedó ahí, Schattmann agarró la ninjato, una espada ninja de corte curvo, la tuvo en sus manos, la miró, la tocó, pero al mirar las otras armas ninjas que había sobre la cama, vio cuatro puñales cortos, llamados Tantō, Schattmann tomó uno y miró a Xipolitakis.
- Queeesssoooooooooooo – gritó Schattmann y tiro el primer Tantō, que se clavó en el pecho de Xipolitakis.
- Queeesssoooooooooooo – gritó Schattmann y tiro el segundo Tantō, que se clavó en la teta izquierda de Xipolitakis.
- Queeesssoooooooooooo – gritó Schattmann y tiro el primer Tantō, que se clavó en la teta derecha de Xipolitakis.
- Queeesssoooooooooooo – gritó Schattmann y tiro el primer Tantō, que se clavó en el cuello de Xipolitakis.
El cuerpo de Xipolitakis, empalado, sentado en una silla, y con los cuatro Tantō clavados, quedó ahí inerte, ensangrentado, desparramando la sangre por todos lados.
- Queso – dijo con frialdad Carlos Leonel Schattmann, mientras tiraba el Queso sobre su víctima.
El asesino dio por concluida su tarea y salió con total impunidad de la escena del crimen. Otro Queso había sido tirado.
A la salida del lugar, Schattmann, con sorpresa, vio que Sandes estaba ahí.
- ¿Todo bien Carlos? ¿Tiraste el Queso? – le preguntó Sandes a Schattmann.
- Perfecto. Mejor que bien. Claro que tiré el Queso. Por fin cometí un crimen en Buenos Aires.
- Siento desilusionarte Carlitos, pero la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo un lugar prohibido para tus Quesos, ja, ja, esto es el Partido de Vicente Lopez, Provincia de Buenos Aires, esa es la General Paz, el límite de Capital y Provincia. Yo soy mendocino, pero juego en Boca, ja, ja, se perfectamente cuál es el límite de Capital y Provincia.
- ¡No! ¡Sigo sin asesinar minas en la Ciudad de Buenos Aires! ¡Y bueno será mi destino como Quesón!
- ¿Le cortaste la cabeza?
- No. La empalé con el Bo, y despues le tiré cuatro Tantō, como los lanzapuñales del circo, ja, ja.
- Siempre adicto a las armas ninja últimamente.
- Lo probé y me gustó.
- Volvamos a la escena del crimen, Carlitos.
- ¿Para qué? Siempre dicen que los asesinos vuelven a la escena del crimen, pero los Quesones no lo hacemos nunca.
- Esta vez sí lo haremos – le dijo Sandes.
Schattmann accedió a la petición de su amigo. Los dos asesinos entraron a la escena del crimen. Ahí estaba el cadáver de Xipolitakis, con el Bo clavado en el culo, y los cuatro Tantō sobre su cuerpo, más el Queso.
- Al final no me dijistes si quesoneastes a Virginia Gallardo – le dijo Schattmann a Sandes.
- Aca tengo la prueba de que lo hice – Carlos Sandes puso la bolsa sobre el piso, y de la misma, sacó la cabeza de su víctima.
- ¡Le cortastes la cabeza! – exclamó sorprendido Carlos Schattmann.}
- Por supuesto. Y ahora cortasela a Estefania Xipolitakis.
- ¿Para qué? Ya esta muerta.
Schattmann tomó entonces la ninjato, el sable curvo similar a una katana, y con fuerza, decapitó a Estefanía Xipolitakis.
- Mete la cabeza aca – le dijo Sandes, mientras Schattmann metía la cabeza de Xipolitakis en una bolsa.
Sandes entonces sacó la cabeza de Virginia Gallardo, y la puso sobre el cuerpo decapitado de Estefanía Xipolitakis.
- Vamos ahora al lugar donde asesiné a Virginia Gallardo.
Fueron al lugar, y ahora fue Schattmann quien puso la cabeza de Estefanía Gallardo sobre el decapitado cadáver de Virginia Gallardo.
- Ja, ja, ja – río Sandes – esto le hice cuando cometí mis primeros asesinatos, decapité a una maestra y una prostituta, y les cambié las cabezas, fue muy divertido.
- Muy divertido, pero tengo que irme a Brasil, dentro de un rato.
- Vamos a Ezeiza, Carlitos, ja, ja.
Schattmann pasó por el hotel donde se hospedaba, agarró todas sus cosas, con la intención de irse rápidamente a Ezeiza, a tomar el avión para Brasil. Cuando abrió la puerta, una tipa, una muchacha joven, se precipitó sobre Schattmann gritando:
- ¡Vos asesinastes a mi hermana, cuando degollabas mujeres al azar en la Patagonia! ¡La degollaste pero ahora me vengaré! ¡Te cortaré el cuello como hicistes con mi hermana!
La mina, cuchillo en mano, se tiró sobre Schattmann, pero este, con gran habilidad, pudo zafar, y sacó un par de armas ninjas, dos Shuriken (estrellas ninjas) y las tiró sobre la loca, que estaba decidido a asesinarlo.
La mina quedó reducida con las dos shuriken, y Schattmann entonces sacó dos Kunai (pequeños puñales de punta) y las tiró sobre la loca, asesinándola.
- Queso – dijo Carlos Schattmann mientras tiraba el Queso sobre la loca.
Justo ahí apareció Carlos Matías Sandes.
- ¿Qué paso? ¿Asesinastes a una mina?
- Vino a atacarme, dice que yo degollé a la hermana en la que época en que salía a la calle y degollaba minas en las provincias.
- Ja, ja, si es verdad, vos hacías eso…
- Sí, lo hicé, las degollaba y les tiraba un Queso. Bueno, ahora sí, gracias a esta loca pude darme el gusto, cometí un asesinato en la Ciudad de Buenos Aires.
- ¡Ja, ja! - río Sandes - ¡Otra vez perdistes! ¡Esto es Provincia!
- Me estas cachando. Esa es la autopista que va a Ezeiza, no la General Paz.
- Como se nota que sos provinciano, no conoces para nada la Capital.
- Si vos no sos porteño, sos mendocino.
- Pero juego en Boca, que es de la Capital, Carlitos. Mira es la General Paz. Aca es Provincia. Alla es Capital. No se quien te recomendó este hotelucho, pero esto es Ciudadela, Partido de Tres de Febrero, y allá es Liniers, Ciudad de Buenos Aires.
- Bueno, igual sumé una mina más a mi lista de quesoneadas.
Rato después, los dos asesinos estaban en Ezeiza. Schattmann ya iba a embarcar para Brasil.
- Mira Carlitos que Ezeiza es Provincia – le advirtió Sandes – si matas a una mina, seguís sin cometer asesinatos en la Capital.
- No me cargues Carlos – le dijo Schattmann – uy, mira quien viene.
Sandes se dio vuelta y ante ellos, estaban Lady Dumitrescu y la Marquesa de Avila.
- ¿Y Orlok? – preguntó Sandes a Dumitrescu.
- Muy bien. Gozando de la vida en Monaco, como corresponde a alguien de su clase. Yo los extrañaba a ustedes, y por eso me hice una pasadita por Buenos Aires, ja, ja, en unos días regreso a Europa.
- Que bien se la ve – dijo Sandes – esta mejor que nunca. Ya no parece ni de treinta, ahora es una piba de veinte.
- ¿Viste Carlos? Ja, ja, la vida es así, igual prefiero parecer de treinta y cinco, tirando a cuarenta, así estoy muy pendeja, muy pebeta, como decían en Buenos Aires en los años cuarenta.
Dumitrescu se dirigió a Schattmann y le dijo:
- ¡Me alegro que tengas esta chance de ir a jugar a Brasil pero te vamos a extrañar!
- No importa. Será por un tiempo y Brasil está cerca, cerca de Buenos Aires, y más cerca de Europa que Buenos Aires, ja, ja.
- Seguís sin cometer asesinatos en la Ciudad de Buenos Aires – le dijo la Marquesa de Avila.
- No importa, será mi karma como Quesón. Ahora viviré en Sao Paulo, seré el terror de las paulistas. Tiraré Quesos, o Queijos como dicen allá.
- Mira que en Brasil hay grandes Quesones: Carlos Casagrande, Carlo Porto, Carlos Freire, el basquetbolista Carlos De Cobos (Carlinhos), el futbolista Carlao, Carlos Dos Santos, Carlos Eduardo (Kadu) Parga, Carlos “Caco” Ricci, el automovilista Carlos “Caca” Bueno, uf, la lista es interminable – dijo Lady Dumitrescu.
- Ellos son generosos y lo recibirán muy bien – acotó la Marquesa de Avila – como ocurre que los Quesones españoles, mis compatriotas, que también son muchos, todos muy generosos, grandes asesinos, desde Carlos Sainz Junior o Carlos Moyá hasta Carles Puyol, pasando por Carlos Lazo, Carlos Maturana o Carles Panadero, ja, ja, Quesones todos, españoles todos, vascos y catalanes incluídos.
Sandes le dijo a Lady Dumitrescu:
- ¿Bailamos?
- ¿Bailar acá? – le dijo Schattmann – Estamos en medio de Ezeiza, esta repleto de gente, todo el tiempo salen vuelos.
- Sí, bailemos – dijo Dumitrescu – nadie verá ni recordará nada, son muggles, personas sin magia, Imperio, Accio, Crucio.
Sonó la música del Danubio Azul, y Sandes comenzó a bailar el vals con Lady Dumitrescu, la Marquesa de Avila le dijo a Schattmann:
- Bailemos, soy española, no soy austriaca, pero por esas noches en Viena y en Budapest, junto al Danubio.
- Bailemos Marquesa – dijo Schattmann.
Bailaron el vals muy alegremente, al Danubio Azul siguieron otras melodías como El Vals del Emperador y Sangre Vienesa, los dos basquetbolistas se destacaron en el baile, ya estaban por terminar, el avión de Schattmann se iba cuando…
- ¡Me pisastes! ¡Otra vez Carlos! – dijo Dumitrescu.
- Es que soy muy patón, además de patoso para bailar, cada vez calzo más, ahora calzo cincuenta y cuatro.
- ¡Impresionante! ¡Bueno yo creo que tus pisadas me hacen bien, ja, ja! ¡Me dan más energía!
Schattmann también piso a la Marquesa de Avila, que dijo:
- Es el karma, las pisamos, no lo podemos evitarlo, así como yo no puedo asesinar a nadie en la Capital, en la Ciudad de Buenos Aires, es lo mismo.
- Ve a tomar el avión que se va – le dijo la Marquesa.
- Hasta pronto – dijo Schattmann despidiéndose emotivamente de su amigo Sandes y sus dos benefactoras.
Schattmann se fue a Brasil. Sandes quedó con las dos damas.
- Este año el Queso de Oro es tuyo, Carlos – le dijo Dumitrescu a Sandes.
- Yo lo gané algunas veces, pero sí puede ser. Uno quesonea pensando en ser un mejor Quesón, si el Queso de Oro es mío, bueno, mejor, pero siempre quesoneando con humildad y paciencia.
- De lo que no cabe duda es que el Queso de Oro lo va a ganar Carlos – dijo la Marquesa – de un Carlos no sale.
- ¡Ja, ja, ja, ja! – rieron todos juntos y se fueron de Ezeiza.
Dumitrescu a los pocos días se fue a Monaco, pero antes de irse le dijo a Sandes:
- Te quiero ver en el Principado de Monaco, Carlos. El automovilista de Formula 1 Charles Leclerc, el Quesón Local, te va a recibir muy bien.
- Yo lo sé, Madame. Para un Quesón no hay nada mejor que otro Quesón.
xipolitakis alertada por el asesinato de su hermana debería haberse defendido, schattmann se las veia en peligro y ahi sandes aparecia y la quesoneaba, eso le hubiera dado algo de sorpresa al relato, igual, esta muy bueno
ResponderBorrarSCHATTMANN SIEMPRE SE COMPORTA COMO UN QUESÓN DIGNO
ResponderBorrareste era un relato que lo estabamos esperando ja ja
ResponderBorrarla podrían haber amasijado entre los dos quesones
ResponderBorrarEstá claro que son pocas las famosas que se defienden o intentan hacerlo.
ResponderBorrarLe tocó lo mismo que a su hermana.
Lo negativo para los quesones es que no funcionó el efecto obnubilador. ¿Se estaran debilitando ese poder o hay famosas refractarias?
¿De que estará hecho esos quesos? Yo sospecho que tienen restos de famosas quesoneadas, así que los quesones serían un tanto caníbales?
me encanta cuando los asesinos dicen Queeesssoooooooooooo
ResponderBorrar