El Asesino de Meri Deal

En un galpón abandonado en las afueras de Buenos Aires, donde el aire olía a humedad y todo tenía aroma a sucio y gastado, Carlos “Charly” Repetto, un rugbier Quesón, irrumpió con la fuerza de un rinoceronte en una cristalería. Con sus 1,97 metros de altura y unos pies grandes y olorosos talle 50 que parecían dos portaaviones con olor a vestuario de rugby post-partido, Carlos no pasaba desapercibido. Sus zapatillas, agujereadas por el uso, dejaban un olor tan apestoso que hacía retroceder a las ratas del lugar. En su mano derecha, con guantes negros, cargaba un cuchillo de caza de 50 cm, tan grande que parecía robado de un plató de Rambo. Un cuchillo similar al que uso para asesinar a Morena Beltrán o a Nati Jota. O al que usó Carlos Ignacio Fernández Lobbe, el gran Rugbier Quesón, su maestro en el crimen Pero Carlos Repetto ya no era un padawan, hacía rato que había dejado de serlo, y ya se lo consideraba uno de los Quesones Premium, de primer rango. Si con la ma...