El Asesino de Estefanía Berardi
Rosario, a orillas del Paraná, 300 kms al norte de Buenos Aires, 400 kms al este de Córdoba…
“Fue una ciudad siempre mansa, donde nunca hubo batallas, salvo los fieros combates, de leprosos y canallas”
“Fue una ciudad de caudillos, que rezaban el rosario, pero buscaban sus votos, en barrios prostibularios”
Así describía Enrique Llopis en “Leyenda de Rosario” al viejo barrio rosarino de Pichincha, donde esta la estación Rosario Norte, donde aún retumba el Estrella del Norte, el barrio natal de Alberto Olmedo, al oeste del centro, ahí nomás del Paraná, porque, como dice Fito Paez…
“Cerca, Rosario siempre estuvo cerca”
Ahí, en los bares de Pichincha, estaba Estefanía Berardi, chupando unas buenas birras…
¿Y quien joraca es Estefanía Berardi?
Estefanía Berardi es una bailarina, modelo y panelista argentina. Su salto a la fama fue en 2015 con su paso por el reality Combate durante cinco temporadas. Más tarde, integró el elenco de diferentes formatos televisivos, entre ellos, Dale like, Mañanísima, LAM, Poco correctos y Los profesionales de siempre.
¿Qué joraca hacía Estefanía Berardi en el barrio de Pichincha?
Una dama rumana, muy bella y elegante, le dijo “Ve a Rosario, niña, la ciudad del Monumento a la Bandera, ahí, en a orillas del Paraná y en el barrio donde nació Alberto Olmedo, el más grande entre los grandes, conocerás a un tipo que te hará conocer la plenitud del gozo, te aseguro, la contemplación de la felicidad perfecta…”
Berardi miraba a los muchachos rosarinos, algunos leprosos, algunos canallas, pero no veía a quien le haría conocer ese goce que le describió la rumana…
¿Estaba acaso ahí, entre estos muchachos, la contemplación de la felicidad perfecta?
Mientras chupaba una buena birra, Berardi noto que un muchacho ya con unos añitos (36) pero muy alto y patón, aunque muy pelado, se sentaba junto a ella…
Berardi lo vio, se dio cuenta que los hinchas de Rosario Central allí presentes, que eran muchos, se acercaron al muchacho, y lo empezaron a vivar, mientras le pedían autografos…
“¡Hacha! ¡Hacha! ¡Hacha! ¡Hacha! ¡Hacha!”
“¿Quién es?” le preguntó Berardi al chabón que servía las birras.
“¿Cómo quien es? Es Carlos Gustavo David Quintana, Carlos el Hacha Quintana, figura de Rosario Central”
Berardi hizo un gesto como si se tratara de algo muy poco revelante, pero empezó a observar a Carlos Quintana, y viéndolo de arriba abajo, quedo prendada de su cuerpo, de esa cabeza pelaa, de su figura… y de sus pies, sí, de unos pies talle 48, bien grandotes y olorosos.
“Che, Hacha, ¿esos pies son para jugar al fútbol o para remar hasta Buenos Aires?” le dijo Berardi, acercándose a Quintana, mientras este se sacaba las selfies, y apoyando su birra sobre la mesa del futbolista.
“Y… sirven pa’ las dos cosas. Pero también pa’ pisar fuerte en la cancha y en la vida, ¿viste? ¿Y vos quién sos, que venís con tanta onda?” contesto Carlos.
“Soy Estefanía Berardi, ascendente figura de la TV, la que se dio cuenta que tus zapatillas están pidiendo clemencia. Esos pies son una obra de arte, pero… ¿huelen tan bien como patean penales?” dijo Berardi, cruzándose los brazos y sin dejar de mirarle los pies.
“¡Ja! Mis pies son un patrimonio de Rosario, nena. Olorosos, sí, pero con carácter. ¿Querés comprobarlo? Te invito una birra y te cuento cómo ganamos el último clásico con Newell’s” contestó Carlos.
Berardi no se hizo rogar. Se sentó frente a él, pidió otra pinta y empezó un diálogo que oscilaba entre lo absurdo y lo seductor.
“Mirá, Hacha, yo no soy de Central, pero algo me dice que vos y yo tenemos química. ¿O será el olor de tus pies que me está hipnotizando?” dijo Berardi.
“Puede ser, puede ser. Pero te aviso, mis pies son como el mate: no cualquiera los banca. ¿Vos te animás a un mano a mano con el Hacha? Piso fuerte con estilo, si queres te puedo quesonear en mi departamento de Boulevard Oroño, o preferís que sigamos la joda en algun bar de Boulevard Pellegrini, no seré el Monumento a la Bandera, pero te aseguro que tengo el Monumeto a los pies, ja, ja”
“¿Quesonearme? ¿Qué significa eso? ¿Vamos a jugar con Queso? Yo me animo a todo, grandote. Pero si vamos a seguir charlando, decime: ¿cómo hace un tipo como vos, con esos portaaviones, para no pisar a los rivales en la cancha?”
“Es un arte, Berardi. Piso fuerte, pero con estilo. Como en la vida: hay que saber dónde apoyar el peso. Y vos, ¿dónde apoyás el tuyo? ¿Por qué te crees que me dicen el Hacha, porque los parto en dos a los rivales en la cancha”
El bar se llenó de risas, los hinchas seguían vitoreando, y Berardi no podía creer lo rápido que estaba cayendo en la órbita del Hacha. Había algo en su mezcla de confianza canchera y humor absurdo que la tenía atrapada. Después de un par de birras más y un intercambio de chistes sobre fútbol, pies olorosos y la vida en Rosario, Carlos se inclinó hacia ella.
Claro que no falto algún hincha de Newell’s que gritara “Hacha Quintana, Quesón patasucia”
Rato despues estaban en el departamento en Boulevard Oroño, a puro lujo: ventanales enormes con vista al río Paraná, muebles de diseño, una heladera llena de cervezas importadas, otra repleta de Quesos Gruyeres y un equipo de sonido que Berardi puso a todo volumen con una lista de cumbia rebajada.
Carlos, todavía con la remera de Rosario Central que le habían hecho firmar en el bar, se tiró en un sillón de cuero blanco, mientras Berardi exploraba el lugar con una cerveza en la mano.
“Esta lleno de Quesos, ¿Por eso dijistes que íbamos a quesonear y el de Newell’s dijo que eras un Quesón” dijo Berardi mientras veía los ventanales “Che, Hacha, esto es más lindo que el Gigante de Arroyito. ¿Siempre vivís como rockstar?”
“Solo cuando gano, Berardi. Y hoy, con vos acá, me siento campeón del mundo, y en cuanto al Queso, me encanta el Queso, porque como mucho Queso y huelo siempre a Queso, por eso soy un Quesón” dijo Carlos, mientras se sacaba las zapatillas, los pies talle 48 empezaron a oler en forma apestante y sofocante.
Se escuchaban las cumbias de Leo Matteoli, y Carlos hizo un gesto como invitando a Berardi a bailar, pero esta empezó a sentirse atraída por aquellos pies, por aquel olor a Queso, que inundaba el departamento…
Dios, Hacha! Ese pie es un arma biológica. Pero… no sé, tiene su encanto.” Dijo Berardi
“Sabés, Berardi, no es un arma biológica, es un QUESO, un QUESO, creo que esto es amor.”
“Esta es la plenitud de la que hablo la rumana” dijo Berardi, y apenas segundos despues, estaba chupando, oliendo, besando y lamiendo los pies de Carlos, con gran intensidad por momentos, más suave por otros, más salvaje de nuevo, más romántico despues…
Y así, como como una consecuencia natural, Carlos Quintana le sacó la ropa, le chupó las tetas, ella le chupó la pija, también con intensidad y salvajismo, y el Hacha la penetró como si estuviera jugando un clásico con Newell’s en el Parque de la Independencia.
“Cerca, Rosario siempre estuvo cerca” decía todo el tiempo como una mantra Berardi, que creía haber alcanzado el goce y la plenitud perpetua y perfecta…
“No lo puedo creer, no lo puedo creer, esto es el goce total” dijo Berardi y otra vez repitió “Cerca, Rosario siempre estuvo cerca” y empezó a repetir una canción que nunca había escuchado pero hablaba de Rosario “Ciudad que una vez cansada, de irse con su juego al mazo, inventó un serio festejo: el célebre Rosariazo”.
Y de repente, mientras cantaba “Caminando por Rosario” de Fito Paez, y empezó a hacer dibujos estilo Fontanarrosa “negro con cara de bobo que alcanzo fama en el mundo por dibujar un inodoro”, Berardi vio que Carlos Quintana, se ponía guantes negros, se disfrazaba de verdugo medieval y agarraba un hacha de gran tamaño.
El hacha empezó a estar sobre su cuello, y sintió el frío filo del arma en su pescuezo, empezó a tragar saliva, y de repente, como teletransportada, Berardi sintió que ya no estaba en Rosario, sino en la Edad Media…
“Che, Hacha, Bajá ese coso, loco, que no soy una leña!” dijo Estefanía Berardi, como tratando de reaccionar
“Berardi, El Rosariazo te condena. ¿Es que no lo entendiste? ¡Te asesinaré! ¡Y el Hacha ejecuta! ¡Te voy a tirar un Queso!”
“¡Pará, pará, Carlos! Si es por el Rosariazo, yo canto ‘Caminando por Rosario’ mil veces, hago un mural de Di María, ¡lo que quieras! Pero no me asesines, nooooooooooooooooooooo!”
Carlos, con una mirada teatral que mezclaba solemnidad y un toque de picardía rosarina, alzó el hacha sobre su cabeza. La hoja relucía, y Berardi cerró los ojos, esperando el final.
Berardi, con un nudo en la garganta, soltó un último grito desesperado: “¡No, Hacha, por el Gigante, por Fito, por el río Paraná, no lo hagas!”
Pero no había vuelta atrás. Carlos, con un movimiento teatral que parecía ensayado para una hinchada invisible, bajó el hacha con una fuerza descomunal. El filo cortó el aire con un silbido agudo, y Berardi sintió un frío absoluto, como si el tiempo se hubiera detenido. La hoja impactó con precisión quirúrgica, y un destello cegador llenó el castillo.
“Aaaaaajjjjjjjjjjjjjj” se escuchó el último suspiro de Berardi mientras el hacha caía sobre su cabeza.
“Queso” dijo Carlos Quintana tirando el Queso sobre el cadáver de Berardi y ahora fue el, el que empezó a cantar ““Cerca, Rosario siempre estuvo cerca”
El futbolista agarró el celular y le mando un mensaje a Lady Dumitrescu, la rumana “El goce y la felicidad perfectos, Milady, QUESO, ja, ja, ja, esto es como ganarle dos clásicos en un mismo día a Newell’s, QUESO, ¿Voy por Antonella Rocuzzo? Es leprosa, ja, ja”.
“No Hacha, no, esa es intocable, jamás de los jamases, ja, ja, ja” y las carcajadas de Dumitrescu se escucharon desde Córdoba a Rosario, y desde Rosario a Buenos Aires.
Y todo Rosario se estremeció por un nuevo ROSARIAZO.
QUESO
Me gusta que para la Lady haya famosas intocables.
ResponderBorrarEsta chica no lo era y por eso tuvo la plenitud que las famosas suelen conocer antes de ser quesoneadas.
No está nada mal este relato. Buen ritmo de relatos, aunque no estaría mal intercalar un par sobre quesonas.
me parece que Carlitos Queson no tiene mucha gana de escribir sobre quesonas, o quizas la censura, siempre esta la liga de la pureza rompiendo las bolas
Borrarsi hubiera apuestas sobre quien iba a ser una de las Quesoneadas de estas tandas, apostaba por esta, ganaba millones
ResponderBorrarCERCA EL QUESO SIEMPRE ESTUVO CERCA
ResponderBorrar“Fue una ciudad siempre mansa, donde nunca hubo batallas, salvo los fieros combates, de leprosos y canallas” y las batallas de los narcos cuentan?
ResponderBorrarno estaba con De Brito también esta Berardi, están quesoneando a esas chicas, seguro que De Brito es socio de la Fundación Dumitrescu
ResponderBorrarhay relato de Carlos Izquierdoz? Debería hacer una dupla con Quintana, los dos jugaron en Lanús, uno con el cuchillo, el otro con el hacha, los dos con el queso, el terror de las mujeres
ResponderBorrarel cuento esta bueno, la víctima era muy merecedora del queso, Dumitrescu esta a full sirviendo a los quesones, Carlos Quintana es un gran asesino, no por nada le dicen el Hacha y tiene la Q de Queso en el apellido, sigamos así
ResponderBorraruna quesoneada solicitada, los Carlos estaban ocupados por estas víctimas, pero le llego el Queso
ResponderBorrardel Ni una Menos al Todas al Queso ja ja ja ja
ResponderBorrarmuy flaquita, si Dumitrescu usa la sangre de esta mina, le va a salir mal, una gran idiota, el cuento esta bien, hubo mejores, pero la onda de estos quesos no esta mal
ResponderBorrarlos Carlos siguen matando minas, ya quedan pocas, dejen crecer algunas, para que siga habiendo quesos
ResponderBorrarque gran Quesón el Hacha Quintana, merece más cuentos, quizás una nueva versión de “el asesino de Nancy Duplaa” que quedo ahí medio perdida quesoneada por Charly Berlocq
ResponderBorrarbuen queso pero los cuchillazos de Fernandez Lobbe o los balazos de Reich no hubieran estado mal con esta minita
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