El Asesino de Luisana Lopilato

Una noche de verano en la Ciudad de Buenos Aires, esas jornadas que ni de noche baja la temperatura. La térmica se elevaba a más de treinta. No parecía eso ser un motivo de preocupación para el basquetbolista Carlos Matías Sandes, jugador de Boca Juniors. Disfrutaba de aquella noche con un intenso aire acondicionado, acostado en una enorme cama donde cabía su cuerpo de más de dos metros de altura y sus pies talle cincuenta y tres. Acostado, Carlos disfrutaba comiéndose una enorme horma de Queso Emmenthal. Con un machete, el mismo que usaba cuando asesinaba a alguna mujer, cortaba el Queso, y se metía los dados del Queso en su boca, comiéndose aquel manjar. Lo hacía con guantes negros, totalmente desnudo, con un gran calzón negro, y los citados guantes, como únicas prendas. - Qué ganas de agarrar el machete, el Queso, y salir a asesinar – pensó Carlos Matías Sandes, mientras recordaba los rostros de sus víctimas antes de ser asesinadas – Ja, ja – reía Carlos – gozo, terror y pl...