El Cuento de la Quesona Asesina de los Voleybolistas #QUESO
El gimnasio abandonado era un sepulcro de glorias deportivas, con un hedor a sudor rancio, madera podrida y sueños rotos que impregnaba el aire. Bajo la luz mortecina que se colaba por ventanas destrozadas, Facundo y Agustín practicaban saques de voleibol, el eco de la pelota un latido monótono en la penumbra. Pero un aroma extraño irrumpió como un presagio: perfume francés caro mezclado con un tufo fétido, como Queso fermentado en las entrañas de un cadáver. Los voleibolistas se detuvieron, el balón cayendo con un golpe seco. Sus corazones latían en los oídos, y un escalofrío les recorrió la espalda. Desde las sombras de las gradas emergió Carla, la Quesona Asesina, su cabello rubio brillando como oro maldito, idéntico al de alguna top model noventosa. Su traje negro ajustado abrazaba su figura como una armadura de muerte, los guantes de cuero negro crujían con cada paso, y un ninjato colgaba de su cadera, la hoja ansiosa por bañarse en sangre. Sus ojos, pozos de locura, no miraban ...