El Asesino de Julieta Argento
Siete años atrás, María Eugenia "China" Suárez, fue asesinada en un hecho criminal bastante bizarro, con estrellas ninjas y un Queso encima, por Carlos “Chino” Luna.
Muchos señalaban que una figura de su magnitud merecía un crimen más épico y hasta un asesino mejor. Uno de los Quesones Top, un Carlos Delfino, con su katana, o un Carlos Matías Sandes, con su machete, por ejemplo. Pero resulta lógico que la “China” fuese quesoneada por el “Chino”.
Asumiendo que era su víctima más importante, el ex futbolista y ex candidato a concejal, Carlos “Chino” Luna, ídolo de Tigre, y con pasos por Racing, River y Rosario Central, ya era por todos conocido como "El Asesino de la China Suárez” en el Mundo Quesón, y de esta manera su fama comenzó a extenderse por todas las redes sociales.
El ”Chino” Luna tenía también muchas víctimas en su haber (Marixa Balli por ejemplo) pero ser “El Asesino de la China Suárez” le daba un status importante, siempre se consideraba asimismo un Quesón humilde, detrás de los Quesones más importantes.
Una tarde, con ganas de quesoner a una mina, el Chino Luna salió a manejar su auto por la zona norte del Conurbano Bonaerense, más precisamente por el Talar de Pacheco. Debía cargar nafta, se dirigió a la una Estación de servicio YPF
Son las 11 de la noche de un viernes. La luna brillaba tenue sobre la Ruta 197, y el aire olía a nafta, asado lejano y un dejo de caos bonaerense. En la YPF, un par de autos esperan en las bombas, y el minimarket está medio vacío, salvo por el cajero que escucha cumbia rebajada en su celular.
Justo, en el mismo momento en que Carlos el Chino Luna llegaba a la YPF, llegó también Julieta Argenta, una periodista argentina conocida por su trabajo en deportes y espectáculos. Comenzó su carrera cubriendo fútbol, especialmente como hincha de River Plate, y trabajó en medios como TyC Sports e incursionó en el periodismo de espectáculos, un interés que tenía desde joven pero que al principio le generaba cierta vergüenza admitir.
En esos días se destacaba como panelista en LAM (América TV) y además co-conducía el podcast La Apocalipsis junto a Juanita Groisman, enfocándose en la farándula.
Julieta Argenta estacionó su Fiat 500 rojo en la YPF de El Talar. Acababa de grabar La Apocalipsis en Bondi Live, con los auriculares colgando y un mate en la mano. Sus ojeras delataban una semana intensa.
Mientras el playero cargaba el tanque, ella miró la red social X, buscando material para su próximo vivo. Un post anónimo captó su atención: "El Asesino de la China Suárez está en El Talar. Cuidado, angelita." Julieta riendo, pensó que era un meme, y lo retuiteó con un "Jaja, ¿quién me quiere asustar?".
A pocos metros, Carlos "Chino" Luna bajaba de una Toyota Hilux negra, con una gorra de Tigre que ocultaba sus ojos y una remera de La Mona Jiménez que no disimulaba su aura perturbadora. Llevaba un bolso deportivo sospechoso, y sus manos temblaban ligeramente. Entraba al minimarket de la YPF, supuestamente por un café, pero sus ojos escaneaban el lugar. Veía a Julieta y murmuraba para sí:
—Ella es la próxima. Sabe demasiado de mí, de Tigre, de todo. Queso.
El encuentro comenzó cuando Julieta, distraída, derramó su mate al tropezar en la entrada del minimarket. El Chino, con reflejos de delantero, atajó el termo y le dedicó una sonrisa que mezclaba carisma y amenaza.
—¡Cuidado, angelita! —dijo, con un tono que sonó más a advertencia que a broma.
Julieta, sorprendida, lo reconoció. ¿El Chino Luna? ¿Qué hacía acá?
—¡Ay, gracias! —respondió, recomponiéndose—. ¡Sos el Chino, no! Te entrevisté una vez en TyC Sports, en el 2018, creo.
—Ese mismo —contestó él, con una mirada que parece atravesarla—. Pero yo tengo que preguntarte que haces aca, porque aca yo juego de local. ¿Vos seguís metiéndote en la vida de todos, no?
Julieta rió, pensando que era un chiste, pero siente un escalofrío. El cajero, ajeno al drama, subió el volumen de "Amor Prohibido" de La Nueva Luna, e iniciando una banda sonora a pura cumbia, bien del Conurbano Bonaerense.
Los dos se sentaron en una mesa del minimarket, porque Julieta, con su instinto periodístico, quería sacarle charla. El Chino, sin embargo, estaba en otra: cada palabra de Julieta lo hundía más en su paranoia. Ella mencionaba un rumor de LAM sobre un exfutbolista involucrado en "cosas raras" en San Fernando, y los ojos de Luna se oscurecían.
—¿Sabés mucho, no, angelita? —dijo, inclinándose hacia ella—. Como con lo de la China. Todos hablan, pero nadie sabe la verdad.
Julieta frunciendo el ceño, había empezado a sospechar. Había intentado cambiar de tema, pero el Chino, con un tono seductor y un intenso olor a Queso que emanaba de su pies, la había convencido de salir del minimarket.
—Vení, angelita, te quiero mostrar algo importante afuera, en el estacionamiento —dice, con una sonrisa propia de un Quesón —. Es algo que va a volar tu cabeza para LAM.
Los dos fueron al estacionamiento trasero de YPF, un lugar en estado de abandono, no había testigos: el playero estaba con sus cumbias a todo volumen, como si se masturbara a ritmo de aquellas canciones.
En el estacionamiento, la penumbra envolvía a Julieta y al Chino como un manto de secretos. El aire, cargado del olor a Queso y el sudor de los pies del Chino, parecía hipnotizar a Julieta, atrapándola en una danza de fascinación y repulsión. Las cumbias del playero resonaban a lo lejos, un eco distorsionado que marcaba el ritmo de la escena.
El Chino, con una voz áspera pero extrañamente
magnética, rompió el silencio.
—Mirá, Julieta, no sé qué te trajo hasta acá, pero esos ojos tuyos... dicen más
que tus palabras. ¿Querés quedarte?
Julieta, con la respiración entrecortada, sintió que su voluntad se deshacía
como arena entre los dedos.
—No sé... es como si no pudiera irme —murmuró, su voz temblorosa pero cargada
de una curiosidad que la avergonzaba. Siento que quiero oler tus pies.
El Chino sonrió, una mueca que mezclaba arrogancia y
algo más oscuro.
—Entonces, quedate. Esto es nuestro, nadie más lo va a entender.
La había hecho arrodillarse, y en ese acto, Julieta se encontró atrapada en una vorágine de sensaciones contradictorias. Los pies del Chino, grandes, sudorosos, con un olor que era a la vez repulsivo y embriagador, parecían ejercer un poder inexplicable sobre ella. Los olió, los lamió, los besó con una intensidad que la sorprendió a sí misma, como si estuviera rindiéndose a un ritual primitivo. Cada roce, cada sabor, la sumía más en un trance donde el miedo y el deseo se entrelazaban.
El Chino, observándola con una mezcla de satisfacción y
desconcierto, habló de nuevo.
—Sos rara, Julieta. Pero me gusta lo rara que sos. Seguí, no pares.
Ella alzó la vista, sus ojos brillando en la penumbra.
—No sé qué me pasa... pero no quiero parar, estoy feliz, contenta, nunca sentí
tanto placer —susurró, casi como una confesión.
A medida que la cumbia del playero subía de volumen, el encuentro entre ellos tomó un cariz más íntimo, pero siempre envuelto en esa atmósfera bizarra. El acto sexual que siguió no fue solo físico; fue una danza extraña, casi teatral, donde los cuerpos se movían con una urgencia torpe pero cargada de una energía cruda. En la penumbra, entre los yuyos y el olor a gasolina vieja, sus sombras se fundieron en un abrazo que era tan desesperado como surrealista. Los sonidos de la noche —el zumbido de los neones, el eco de la cumbia, los jadeos entrecortados— creaban una sinfonía discordante que parecía subrayar lo absurdo y lo magnético de la escena.
Julieta, perdida en ese torbellino, sintió que el mundo exterior se desvanecía. Carlos, con su presencia imponente y su aura de decadencia, la guiaba en un baile que no entendía del todo, pero al que se entregaba con una mezcla de resignación y fervor. Cuando todo terminó, el silencio volvió a apoderarse del estacionamiento, roto solo por el lejano tarareo del playero, ajeno a lo que había sucedido.
El Chino se puso las zapatillas, sin mirarla.
—Esto no lo contás, ¿eh? —dijo, con un tono que era más una súplica que una
amenaza.
Julieta, todavía arrodillada, asintió lentamente.
—No hace falta... nadie lo creería —respondió, con una voz que parecía venir de
muy lejos.
Julieta no se dio cuenta, pero Carlos había sacado un puñado de estrellas ninja de su bolso. Julieta, con la ropa rasgada y el celular aún grabando el vivo desde el suelo, había intentado volver hacia su Fiat. Pero el Chino Luna, con la precisión de un delantero en el área, había lanzado la primera estrella ninja, que se había clavado en el muslo de Julieta, la había hecho gritar. La segunda le había cortado el hombro, y la tercera, con un silbido mortal, le había atravesado el pecho. La sangre había manchado el asfalto, y Julieta, con un último esfuerzo, había tosido:
—Ángel... esto... es... para LAM...
El Chino Luna, sin inmutarse, le lanzó tres estrellas más, que se le clavaron en distintos puntos del cuerpo, desangrándola rápidamente, y entonces sacó un Queso Gruyere gigante, con agujeros grandes y voluminosos que habían parecido ojos acusadores.
Con un rugido de "¡Por el Conurbano!", lo había arrojado sobre el cuerpo inmóvil de Julieta, la había aplastado contra el suelo. El Queso, pesado como un yunque, había crujido al impactar, había sellado su destino. El Chino dijo entonces, como si gritara un gol:
—¡QUESO!
El celular de Julieta, tirado a un lado, había seguido transmitiendo, había capturado los últimos segundos de su vida. La pantalla se había llenado de emojis de shock antes de cortarse.
A la mañana siguiente, el estacionamiento abandonado de la YPF había estado acordonado por la policía. El caso se había convertido en tendencia en X: #ElAsesinoDeLaChinaVuelve. Algunos habían dicho que el Chino había escapado a un recital de La Mona Jiménez en Córdoba, otros que se había escondido en un galpón de San Fernando. El Queso Gruyere, cubierto de polvo y sangre, con sus agujeros grandes y voluminosos, había sido exhibido como evidencia, y los medios lo habían apodado "El Arma Más Bizarra del Conurbano".
Ángel de Brito había dedicado un programa entero de LAM a Julieta, aunque en forma bizarra dijo: “Tuvo el privilegio de ser asesinada y Quesoneada por el mismo Quesón que quesoneo a la China Suarez, no fue un Bossio, un Delfino ni un Sandes, tampoco un Fernández Lobbe, pero no estuvo mal, en realidad nada mal, fue feliz antes de recibir su Queso y eso es lo más importante”.
Y en algún lugar, bajo la luna del Conurbano, Carlos el Chino Luna había caminado, con su gorra de Tigre y una nueva estrella ninja en el bolsillo, había susurrado:
— El Asesino de la China Suarez siempre vuelve. QUESO
QUESO
Una boludita que merecía más que un queso, un quesito
ResponderBorrarotro buen relato, siempre en la misma sintonía de buen nivel, el Chino Luna se hace medio el boludo, pero es tan queson como los demás, muy buena la descripción del cuento, con la atmosfera del Conurbano, me hizo acordar a “un gallo para Esculapio”
ResponderBorrary Angel de Brito? Se la lleva de arriba o será un nuevo colaborador (quizás involuntario) de los quesones?
ResponderBorrarYa pareció encontrar una ganancia en que sean quesoneadas sus panelistas.
BorrarNo faltará alguna ansiosa de famaa, aunque sea algo peligroso.
LA CUMBIA DEL QUESONEO DE LA NUEVA CHINO LUNA
ResponderBorrarcomo asesino de la China Suarez, el Chino Luna debe ser puesto en una consideración mejor, siempre parece un Quesón menor, pero es un asesino digno y competente con sus shuriken
ResponderBorrary del programita de De Brito falta quesonear alguna más? Me parece que se viene otros quesos de estas minas
ResponderBorraruna estación de servicio del Conurbano, gran escenario para un asesinato quesón
ResponderBorrarparece que estamos ante una temporada regular de Relatos, si llego uno de Luna, habrá de Izquierdoz, Reich, Eisler, Bossio, Delfino y los demás clásicos, aguante relatos quesones
ResponderBorrarpobre mina, con esa cara de yo no fui, pero los quesones no perdonan a nadie
ResponderBorrarDos aspectos opuestos hubo en este relato.
ResponderBorrarJulieta Argento (¿Una pariente de los Argento, la familia de Casados con hijos?) falló como periodista de espectáculos, al no tener en cuenta la advertencia que recibió, con todas las famosas que fueron quesoneadas. Y se dio cuenta tarde.
Por otro lado, siendo no tan conocida, lo entregó todo, lo que no han hecho otras famosas. Se grabó a si misma siendo quesoneada, obteniendo una destacada trascendencia. Recibiendo la aprobación en ese programa- Seguramente la producción pagará para embalsamarla y tenerla en el programa.
Una sugerencia, Clau Bailarinita, cosplayer chilena. Podría ser una más para Luna.
https://www.instagram.com/claubailarinita/p/CK5EInIj4Az/
si es chilena, no creo que se le escape a Carlos Palacios
Borrarlas shuriken son un arma muy siniestra, nada que envidiarle Luna a los machetazos de Sandes o los katanazos de Delfino
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