el relato de Carlos Capeletti y Ravelia la Tatuada #QUESO #Carlos12
Una tarde gris y aburrida de invierno de 2015 o quizás en 2017, de un fin de semana en el que no jugaba River, Ravelia la Tatuada estaba con su Instagram, y empezó a hacer sus búsquedas tradicionales, puso al azar “Carlos C” al ver que le salía, sabiendo por supuesto que no le saldría Carlos Calvo (el popular Carlín, vivo pero muy enfermo en ese entonces, que no tenía Instagram) ni Carlos Contepomi (cuya cuenta de Instagram es @bebecontepomi), y que por supuesto la búsqueda se restringiría a la Argentina, nada de españoles o hermanos latinoamericanos.
Y así, al azar, por puro azar, encontró una cuenta de un tal “Carlos Capeletti” que se presentaba como “músico de Coralies” con el lema “Music is life”, oriundo de Parque Patricios e hincha de River (no de Huracán a pesar del barrio), tan gallina como ella, que se apreciaba de ser una gran seguidora de la Banda Roja, nacido un 24 de diciembre de 1986, o sea que vio el mundo con la Nochebuena.
El tipo no era atractivo, ni guapo ni nada, pero a Ravelia le gustó en las fotos, por su estilo rockero, y así le empezó a enviar mensajitos… empezaron a hablar y fueron intimando en el maravilloso mundo de Instagram, ella insistía en que tenía que estar orgulloso de llamarse Carlos.
A el mucho no le gustaba, pero lo usaba porque no le quedaba otra y su segundo nombre (Alberto) era aún peor. Ella le insistía en que le mandara fotos de sus pies.
El le aclaraba que no tenía pies tan lindos ni eran tan grandes. Aunque a medida que iba interactuando con ella, dejó de calzar 43, y ya no le entraba ni los 45, sí, de repente, sus pies medían un talle 46, vaya par de pies, un fenómeno muy raro, pero real.
Ella le decía “Quesón” porque decía que los Carlos comían mucho Queso y olían a Queso. A el le resultaba gracioso, y esto sí era verdad, sus pies olían a Queso y le encantaba comer Queso, y desde que hablaba con ella, comía mucho Queso Gruyere y Queso Emmenthal, había días que no comía otra cosa.
En cierta forma y quizás por su espíritu rockero, Carlos asoció a Ravelia con la canción “Ella” de “La Beriso” que dice “Estaba llena de historias raras, Y solo buscaba alguien que la amara”.
Ella le dijo que le gustaba La Beriso, aunque prefería a bandas más clásicas del rock nacional como las ochentosas “Virus”, “Los Abuelos de la Nada” o “Soda Stereo”.
Carlos Capeletti le prometió que le avisaría cuando iría a Mar del Plata y así ocurrió que Coralies se presentaría en un recital tributo a bandas como Los Redondos, los Ratones Paranoicos, Divididos y Los Pericos.
“Muy interesante” dijo Ravelia. Aunque Carlos interactuaba con ella, en el fondo tenía la sospecha que Ravelia no existía. Que era alguna persona anónima, que usaba fotos sacadas de algún only fan de los Estados Unidos. Estaba convencido de eso. Pero le gustaba interactuar con esa persona y seguía el juego, juego que le había provocado ya algunas masturbaciones y sexo de autosatisfacción.
Y llegó el día en que Coralies se presentó en Mar del Plata, en un bar oscuro y ruidoso. Carlos era el bajista, pero esa noche tenía que ser también cantante y guitarrista, las cosas son así. Y su mirada salvaje y su voz ronca llenaron el lugar.
Empezó con el clásico “Tajo C” de Divididos, después metio “Vamos las bandas” de Los Redondos, “Torito” de Los Pericos y terminó la primera sesión con “La Avispa” de Los Ratones.
Carlos quedo muy satisfecho con aquellas interpretaciones, muy bien recibidas por el público, y viendo al mismo, la diviso a ella, a Ravelia, “Es real, existe, ahí esta la tatuada, y con su belleza, sus ligeros y delicados pies, su delgadez, su belleza, ahí esta, mirala, mirala” y dedicada a ella, y aunque no estaba en sus planes, empezó a cantar “Mirenla” de Ciro y Los Persas.
Mírenla, miren miren mírenla, Mírenla, ella está tan sola, Mírenla, en sus ojos hay placer, Mírenla, cuando te enamora
Ella viene desde lejos, vive, De jugar con tu ilusión, Buscabas la libertad y ahora, Como huir de esta prisión
Ravelia se dio cuenta que se la dedicaba a ella, y no sería Virus con “Polvos de una relación”, ni Los Abuelos con “Sin Gamulán”, tampoco “Nada Personal” de Soda pero le encanto y aún más le encanto la ochentosa “En la Cocina Huevos” de Miguel Mateos Zas, sobre todo por la estrofa
La desgracia de la tía Inés, Que a los dieciséis, Se fue con un marinero griego
Carlos finalizó con todo, ante la aclamación del público, y Ravelia se acercó ante el y le dijo: “Aca estoy Carlos, aca estoy, soy real, existo”
“No lo puedo creer” le dijo Carlos “Te tengo frente a mí”
“Me encanta esa canción de Miguel Mateos Zas, le puso En la cocina huevos porque se llama Miguel, si fuera un Carlos como vos sería En la Cocina Quesos”
“Ja, ja, siempre esa obsesión por los Carlos y los Quesos, aunque desde que te conozco a vos vía Instagram, como cada vez más Queso, me empezaron a seguir decenas de tipos tocayos míos, todos Carlos, y ahora calzo 46, no lo puedo creer, tuve que cambiar todos mis zapatos y zapatillas”.
“Eso merece un encuentro íntimo, Carlos” le dijo Ravelia “Quiero ver esos pies, lamerlos, tocarlos, besarlos, olerlos, chuparlos, quiero ser esclava de esos Quesos”.
“Y lo tendrás Ravelia” le dijo Carlos.
“Lo tendremos, pero espero te guste este obsequio, es especial, te va a gustar” dijo Ravelia mientras le dio un oloroso paquete a Carlos.
Carlos lo abrió, aunque ya
sabía lo que era, y por supuesto, era un Queso, un enorme Queso, con múltiples
agujeros.
“Me vas a a convertir en un ratoncito” le dijo Carlos.
“No es necesario, no sos un ratón, eso déjaselo a los mediocres que se llaman Juan o José, vos sos un Carlos” contestó Ravelia.
“Tenes razón, soy un Carlos, debo hacer honor a mi nombre” contestó Carlos Capeletti, dejó el Queso sobre la mesa y agregó”No perdamos más el tiempo, concretamos el deseo”
“La ley del deseo” acoto Ravelia “una gran película de Almodovar”
“Y vamos a concretar el deseo de Ravelia, ser la esclava de mis pies” dijo Carlos.
Instantes después el deseo de Ravelia era realidad, estaba ahí, tirada en el piso, chupando, lamiendo, besando y oliendo los pies de Carlos, como una esclava sumisa ante su amo dominante.
El deseo sexual de Carlos iba en aumento, casi no podía aguantar, pero espero que Ravelia estuviera bien complacida del tema de los pies, y entonces ahí pasaron a un sexo bien rockero, que paso por diferentes estadios.
Tuvo su momento acústico onda Sui Generis, como un homenaje a dos Carlos (Carlos Alberto García Moreno, “Charly García” y a Carlos Alberto Mestre, “Nito Mestre”), sexo suave, delicado, de buenos modales, muy tierno y dulce…
Y después llegó el momento heavy, en homenaje a esas bandas de rock onda “Los Violadores”, “Almafuerte” o “V8” (los que hicieron Luchando por el Metal), sexo salvaje, estilo “Toro Pampa” en homenaje a Ricardo Iorio y como un semental Polled Hereford o Aberdeen Angus.
Capeletti no lo podía creer, no creía que había podido rendir sexualmente tan a pleno y a gusto, estaba satisfecho, muy contento, de haberlo hecho tan bien, hasta sentía que sus pies habían crecido, que calzaba un 49 o un 50, un pie estilo Emanuel Ginóbili y Fabricio Oberto.
“Esto ha sido magnífico” le dijo Ravelia, pletórica de haber gozado sexualmente con Capeletti “debería unirme a Coralies como vocalista femenina, y cantar algunas canciones que tanto me gustan, como las de Fito Paez, 11 y 6, por ejemplo”.
“No figura en nuestros planes incorporar una vocalista femenina” le dijo Carlos, el rockero quedo sentado, esperando salir a escena nuevamente, la música se intensificó aún más, rock más pesado, Carlos fue entrando como en un estado somnoliento y empezó a tener sueño, seguramente cansado por las emociones recientes con Ravelia.
Empezó a cabecear y de repente noto que Ravelia se había puesto unos guantes blancos, y tenía una soga en una mano y una bolsa en la otra.
“¿Y eso?” preguntó Carlos.
“¿Eso? Es el Queso, el Queso que te regale” dijo Ravelia en referencia al enorme Queso que le había regalado a Carlos y que estaba ahí, sobre la mesa, y fue un mudo testigo de todo lo que había ocurrido.
“No, no, no” dijo Carlos “ya se que eso es el Queso, me refiero a esa soga y esa bolsa”
“Ah, esto” dijo Ravelia “te estrangularé y te asfixiaré, como hizo Valeria Mazza con Patricio Garino o Luis Scola, ja, ja” río Ravelia, y se acercó al rockero, pero este se levantó de golpe y le dio una brutal patada en la concha, y sintió un deseo irrefrenable de asesinar a Ravelia, aunque pensó que ella estaba bromeando, no importaba, deseaba asesinarla y lo iba a hacer, nada ni nada lo iba a parar, ya tenía los guantes negros en sus manos, y aunque no tenía un cuchillo ni un revolver a su alcance, si tenía la Gibson Les Paul.
Ravelia cayó de bruces al piso, y vio que Carlos agarraba la guitarra eléctrica, la Gibson Les Paul, y se fue acercando a ella, y levantó la guitarra y ¡zas! Le dio un golpazo en la cabeza y ¡zas! Le dio un segundo golpazo en la cabeza y ¡zas! Un tercer golpazo, y Ravelia ya no vio más nada, porque estaba muerta, una vez más, aunque Carlos la siguió masacrando con la Gibson Lets Paul, que se convirtió en una formidable arma homicida.
“Queso” dijo Carlos Capeletti agarrando el Queso y tirándoselo al cadáver de Ravelia, irreconocible después de los golpazos con la Gibson Les Paul. Sabía que el destino de ese Queso era terminar sobre el cadáver de Ravelia, no era ser comido por nadie.
“Ahora sí soy un Quesón, ya me recibí de lo que siempre fui” pensó Carlos, y con total impunidad abandonó la escena del crimen, y volvió al escenario donde tocó como si nada, brindando un formidable show de rock.
Cuando volvió la escena del crimen estaba limpia, alguien la había limpiado, el cadáver de Ravelia, limpio, apareció cerca de Playa Grande, con el Queso encima. Carlos se vio al festejo y creyó ver una sombra, pensó que podía ser Ravelia, pero no, no era ella, era una anciana, una rumana, era Dumitrescu.
“Ravelia dividió su alma en dieciocho Ravelias, el mejor horrocrux que un mortal pudo haber hecho, superior al de Lord Voldemort, pero uno a uno serán asesinadas por un Carlos, vos Carlos Capeletti, el Quesón rockero, ya cumplió su parte, tienes ganado un lugar en los Quesones”.
Y Carlos Capeletti se sintió satisfecho de lo que había dicho. El destino estaba cumplido. QUESO.
18 Carlos Asesinos para Ravelia, la Tatuada (la saga completa) o aka Que fue de Couer Rouge?
buen asesino el rockero, muy original lo de la guitarra eléctrica, habrá que escuchar a esta banda
ResponderBorrarhabía un relato con este Carlos, hubo censura, pero volvio, esta muy bueno,, gran homenaje al rock nacional y perfecto lo de la Gibson Les Paul, no podía ser un cuchillo o un revolver, como busca a sus asesinos la Tatuada y como los encuentra
ResponderBorrarcelebro el regreso de este cuento que ya había sido publicado y que bueno lo de la guitarra eléctrica, un queson rockero, le cae bien
ResponderBorrarterrible la censura, con las cosas que pasan y se preocupan de estos cuentos inocentes, esperemos que esta vez no pase nada, lindazos los cuentos de la tatuada, ya sabemos que la van a matar pero igual es lindo leerlo
ResponderBorrara este asesino le da para papeles más destacados, hasta podría cometer asesinatos inspirados en canciones, hay material para mas
ResponderBorrarla siguen amasijando a la tatuada y la seguirán haciendo
ResponderBorrareste Carlos merece algún cuento mas asesinando a alguna media famosa
ResponderBorrarMe gustó el estilo rockero de este relato, con el buen gusto musical de Ravelia.
ResponderBorrarQue este Carlos sea integrante de una banda que interpreta clásicos de rock.
Y la intensidad metalera del sexo.
Este quesón se mrece más relatos. Y siendo un bajista, podría estrangular con cuerdas de bajo usadas.
Y la Tatuada se merece relatos como quesona.
ROCKERO ROQUESON
ResponderBorrartiene que matar alguna famosa, alguna cantora de morandanga, asi ya compite en las grandes ligas del queso
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