El Asesino de Naomi Preizler
El Parque Japonés (1), un lugar tradicional de Buenos Aires, se convirtió en un lugar de sumo interés al que empezaron a concurrir miles de personas todos los días, por el fenomenal éxito de la “Exposición de Arte Japonés del Siglo XVIII” auspiciada y patrocinada por la Fundación Dumitrescu.
La misma consistía en cuadros,
cerámica y estatuas japonesas de ese siglo, pero lo que más impresionó y causo
furor era la estatua de “Karurosu” un famoso asesino serial japonés de aquel
tiempo, por una sencilla razón: era igual al basquetbolista Carlos Delfino, el
estandarte de la Generación Dorada.
La modelo Naomi Preizler fue una tarde a visitar aquella exposición junto a unas amigas, y escuchó atentamente la explicación de Katsuo Nakamura, historiador japonés que hablaba el español a la perfección, especialista en leyendas folklóricas japonesas.
“Karurosu Iruka (2)” explicó Katsuo Nakamura “fue un asesino serial del Japón de aquellos años, era un samurái, considerado uno de los más fieles servidores del Emperador Teruhito. Una tarde regresó a su casa en un horario antes de lo previsto y descubrió que su mujer estaba teniendo una relación lésbica con la mucama, entonces ¿Qué hizo Karurosu? Agarró la katana y ¡raaaaaajjjjjjj! Les cortó la cabeza a las dos, y luego de hacerlo, tiró sobre el cadáver de cada una un Queso holandés, en aquella época era muy activo el comercio entre el Japón y los Países Bajos, y los Quesos holandeses eran muy comunes en el Japón”.
“Los habitantes del pueblo reaccionaron en forma violenta al ver que el samurái había asesinado a las dos mujeres e intentaron lincharlo, sin embargo, otro samurái logró rescatarlo y lo llevó nuevamente a la corte del Emperador. No solo lo salvaron, sino que le empezaron a cargar otras misiones, asesinar a mujeres infieles de nobles japoneses, o amantes molestas de los mismos, las famosos geishas, y así fue como Karurosu Iruka asesinó a centenares de mujeres, a todos lados iba con su katana, les arrancaba las cabeza y les tiraba un Queso holandés”.
“Su trayectoria criminal fue muy extensa y se extendió a toda el Asia Oriental. Luego de una misión a China, regresó al Japón, su barco se perdió en un naufragio, oficialmente lo dieron por muerto, pero el pueblo decía que no había muerto, y que su espíritu regresaba a decapitar mujeres con la katana y tirarles un Queso”.
Naomi Preizler quedó impresionada al escuchar aquella historia, y estaba con la boca abierta, mientras veía la estatua y el cuadro que estaba atrás, pero justo en ese momento apareció el mismísimo Carlos Delfino, que fue a hacer una producción de fotos para el amarillista e infantil Diario Olé, dado el enorme parecido que tenía aquel personaje.
- Puede que sea un antepasado mío, puede que sea yo mismo en una vida anterior, esto es lo más probable, algunos dicen que mis ojos son como de animé o sea que puedo ser japonés, ja, ja, eso sí, chicas, no se asusten, hay Quesos para todas.
La concurrencia festejó esta ocurrencia de Carlos y las amigas de Naomi Preizler se iban, pero la modelo dijo:
- Váyanse ustedes, yo me quedo.
Mientras tanto Carlos Delfino hizo una gran cantidad de fotos para el Diario Olé disfrazado de samurái, de ninja, de todo, simulando cortar cabezas, mientras sus fans lo idolatraban y festejaban todo. En medio de todo eso, Naomi Preizler, que es muy alta para ser mujer (mide 1,82) se acercó al basquetbolista.
- Hola Carlos, veo que sos la reencarnación de Karurosu.
- Así parece, además Karurosu significa Carlos en japonés.
- ¿Sos un asesino serial acaso?
- Puede ser, ¿Porqué no? ¿Oíste hablar de la modelo Valeria Mazza? Yo la asesiné, ja, ja, ja.
- Tus pies son enormes.
- Calzo cincuenta, por algo me dicen “Lancha”. Vos también sos muy alta.
- Sí, soy muy alta.
- A ver sacamosnos una foto, simulemos que te cortó la cabeza.
- Y que me tiras un Queso, ja, ja, ja.
Hicieron la simulación, a Naomi le encantó, quedó como prendada del basquetbolista.
- ¿No me regalas algo tuyo, Carlitos, de souvenir?
- Te tiraría un Queso, pero hay mucha gente, toma, te regalo un par de medias olorosas.
Carlos le entregó unas medias sucias, muy olorosas, repletas de un aroma a Queso fuerte, intenso y asfixiante, Naomi comenzó a olerlas, quedó como inmersa en un frenesí, se sentó en un costado del Parque Japonés, y las olía, una y otra vez. Se quedo dormida, cuando despertó vio que era de noche y ya no quedaba nadie en el Parque Japonés. Se acercó a la estatua de Karurosu, comenzó a tocarla, era como que quería tener sexo con aquella estatua…
- No te preocupes Naomi – dijo Carlos – aún estoy no me fui, yo soy real, no soy una estatua.
- ¿Sabes una cosa, Carlitos? Siento que en una vida anterior fui una de las geishas asesinadas por Karurosu. No tengo dudas. Estas medias – dijo Naomi – quisiera oler esos pies tuyos, por favor.
- Dale Naomi, aca tenes mis pies talle cincuenta, mis Quesos mejor dicho.
Naomi quedó tendida en el piso, y empezó a oler, lamer, besar y chupar los pies talle cincuenta del basquetbolista, con gran fuerza e intensidad, repleta de aquellos pies, la propia Naomi agarró a Carlos de la ropa y le dijo:
- Cogeme Carlitos, cógeme Carlitos.
- Con mucho gusto, así lo haremos.
Así en un costado, y de parado, Carlos la cogió a Naomi Preizler, que disfrutó mucho aquel coito, no duró mucho, pero fue lo suficiente, para que la modelo disfrutara con gozo y placer.
- Fui de las geishas, Carlitos, fui de esas geishas.
- Y terminarás igual que una de esas geishas – dijo Carlos Delfino.
El basquetbolista blandió la katana y ¡raaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjj! Le cortó la cabeza a Naomi Preizler.
- Queso – dijo Carlos Delfino – mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de la modelo.
El asesino se fue del lugar con la impunidad habitual que rodea a los Quesones, diciendo en voz alta, en japonés “Watashi wa Karurosu, watashi wa chizu” (Yo soy Carlos, yo soy Quesón).
Al día siguiente la conmoción pública fue enorme mientras descubrían el cadáver decapitado de Naomi Preizler, al lado de la estatua de Karurosu…
- Una loca que se decapitó a sí misma – dijo el Comisario Miguel – tuvo un éxtasis con esta estatua.
La exposición fue aún más exitosa, con miles de personas que concurrían diariamente y que olían un fuerte olor a Queso alrededor de la estatua de Karurosu.
(1) ¿Se refiere al actual Jardín Japonés o al mítico Parque Japonés que existió en Buenos Aires hasta los años 60? Lo inmortalizó el tango “Garufa” “porque dicen que te vieron la otra tarde en el Parque Japonés”.
(2) Karurosu es Carlos en japonés, Iruka significa “delfín”, por lo
tanto, llamarse “Karurosu Iruka” es igual a llamarse “Carlos Delfino” (en
inglés sería “Charles Dolphin”).
FOTAZA LA DE DELFINO CON LA KATANA, LE SIENTA BIEN ESA ONDA ORIENTAL
ResponderBorrarel relato es interesante, y lo tomas del cómic de Carlos Delfino el Basquetbolista Asesino, uno de tus primeros cuentos, esta bueno esa identificación con asesinos del pasado, como un karma que lo lleva a Carlos Delfino a su inexorable destino de ser un asesino, de ser un Quesón
ResponderBorrarcuando Carlos Delfino agarra la katana, cuídate la cabeza, si sos una mina, la vas a perder, yo se porque te lo digo
ResponderBorrarme gusta la simpleza de estos relatos donde la mina queda indefensa ante el quesón y este la mata
ResponderBorrarDeberían agregar una estatua de la modelo, a punto de ser decapitada. Sería como inmortalizarla luego de decapitada.
ResponderBorrarDa la sensación de que ella buscaba morir. Y que usó a Delfino como arma letal. Ese podría ser una motivación para nuevas historias. Incluso famosos buscando a Carlas para que los maten.
Y la Fundación Dumitrescu presente.
Buena racha de relatos.
lo peor de esto y aunque a muchos le suene increíble, es que el verdadero Carlos Delfino sabe de la existencia de estos cuentos y le encanta ser un asesino de mujeres así, lo se de buena fuente
ResponderBorrara Delfino le dicen Cabeza o sea que esta bien que sea un cortador de cabezas
ResponderBorrarque un Basquetbolista consagrado sea un serial killer es una idea muy interesante, creo que podría ocurrir en la realidad, y a Carlos Delfino el papel de asesino le sienta muy bien
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