El Asesino de Analía Franchín


(Basado en ideas originales de EL FAUNO)

Un día que el basquetbolista Carlos Matías Sandes se encontraba jugando un partido de basquet en el interior del país, cuando su esposa, Maru, concurrió con sus tres hijos a un mega festival de los Pitufos.
El evento era como un show, con representaciones teatrales, proyecciones de películas, la serie clásica de los 80, videos de Alberto Olmedo en el famoso sketch “Olmedo Pitufo”, y por supuesto, venta de toda clase de productos y merchandising, todo en varias salas, como un festival.
Maru disfrutó mucho de aquel evento junto a los chicos y cuando estaba por comprar unos juguetes de los Pitufos para las criaturas, una mujer muy bella y elegante, también estaba allí.
- Ce copii frumoși, copiii tăi sunt frumoși, doamnă – le dijo la mujer a Maru.
- No le entiendo nada, señora – le contestó Maru.
- Disculpe, le hable en mi idioma natal, yo soy rumana, le dije “que lindos niños, sus hijos son hermosos, señora”.
- Muchas gracias señora.
- ¿No le molestaría que le regale algunos juguetes de los Pitufos?
- No – dijo Maru, algo molesta – no se moleste, señora.



- Por favor, yo se quien es usted, su esposo juega al básquet, lo ví en un partido, sus fajas son impresionantes, soy una gran fan del deporte, aunque su marido se identifica mucho con Boca, pero en el básquet, y yo soy de River, pero en el fútbol, je, je, su esposo tiene un talento espectacular. Lo conozco de cuando jugaba en España, en el Tau Cerámica y en el Fuenlabrada. Yo soy Lady Dumitrescu.
- Ah, bien – dijo Maru, algo aliviada, al sentir los halagos hacia Carlos Matías – muchas gracias. Dumitrescu, sí, Matías me habló de la Fundación Dumitrescu. 
- Por supuesto, promovemos el deporte, su esposo, Carlos, nos ayuda mucho. Por favor, señora, no quiero incomodarla, déjame darle un obsequio a sus niños. (Noten que Maru llamaba “Matías” a Carlos Matías, y Dumitrescu “Carlos” a Carlos Matías).
- Con mucho gusto.
- Elijan lo que quieran, chicos.



Los tres chicos, cada uno, eligió artículos carísimos de Los Pitufos, Maru no quería que Dumitrescu gastara tanto, pero la rumana insistía en que eligieran lo que quisieran, y finalmente fue así. Cuando estaba por pagar aquellos productos, la alegría y la armonía que reinaba en el ambiente se cortó en forma brusca, precisamente cuando en la pantalla principal daban un sketch de “Olmedo Pitufo”.
- ¡Esto es una obra del demonio! ¡Estos seres son demoníacos! ¡Engendros del Mal! ¡La representación máxima de la maldad!
Dijo una mujer, mientras le arrancaba los juguetes a los chicos de Sandes, de las manos, provocando el llanto de los niños. 
- ¡El mal debe ser exterminado! ¡Pitufos, los van a matar a todos! ¡Son seres malignos!
El escándalo fue mayúsculo, la mujer seguía gritando, mientras tiraba un bidón de nafta al grito de “Hay que quemar todo”, la cosa pudo haber terminado en tragedia, pero el personal de seguridad, unas mujeres con pinta de alemanas (parecían nazis salidas de la película de la Segunda Guerra Mundial) la sujetaron, y evitaron la tragedia. No la detuvieron, se limitaron a expulsarla del salón. Por la vigencia de los derechos humanos, no le correspondía la acusación por ningún delito.



Todos los chicos, que eran muchos, muchísimos, comenzaron a llorar, los hijos de Sandes no fueron la excepción.
- ¡Qué horrible! ¡Los chicos están muy angustiados! – dijo Maru - ¿Quién es esa mujer tan loca y horrible?
- Analía Franchin, fue novia de Guillermo Coppola en una época, según creo – contestó Dumitrescu.
- Un tipo intachable y pundonoroso, un ejemplo de vida como Guillote se metió con una mina así – dijo Maru – que cosa, lo que es la vida.
- Así es la vida, hoy se coge, y mañana se olvida.
- ¿Qué?
- No, nada, nada, señora Sandes, llevese a los chicos, así se tranquilizan, que disfruten de los juguetes.
- Tiene razón Lady Dumitrescu.
- Dele un cariño muy fuerte a Carlos.
- ¿A Matías? ¿Carlos Matías, mi esposo? 
- Claro, me refiero a el.
- Disculpe, pero todos le decimos por el segundo nombre, mi suegro se llama Carlos, mi papá se llama Carlos también, ja, ja, los dos tenemos varios tíos, primos y parientes que también se llaman Carlos, por eso siempre le dijeron por el segundo nombre, ja, ja. Se lo pusieron para respetar la tradición familiar. En esa época se usaba.
- Ja, ja, ja – río Dumitrescu.
A pesar de los juguetes, fue una noche horrible para los chicos, que decían que los Pitufos eran unos duendes del demonio, como había dicho Franchín, al punto tal que todos los juguetes y libros de Los Pitufos que tenían los pusieron en una bolsa para quemarlos.



Finalmente, el cansancio los venció, Maru pudo salvar los juguetes, aunque los chicos tuvieron que faltar al colegio, para reponerse de una noche horrible, a la mañana, Carlos Matías regresó del interior, del partido que había jugado.
- ¿Qué pasa con los cachorros que no fueron al colegio? – preguntó el basquetbolista.
Maru le contó todo lo sucedido, Sandes se enfureció.
- No puedo aceptar que una persona así maltrate a mis hijos – dijo el basquetbolista – esa Analía Franchin las va a pagar. ¿Cómo le voy a permitir que le arranque los juguetes a mis hijos y pretenda quemarlos?
- Menos mal que estaba Dumitrescu, esa señora me ayudó mucho – dijo Maru.
- ¿La rumana? – dijo asombrado Carlos Matías.
- Yo no dije que era rumana.
- Bueno, Dumitrescu era un rumano que jugó en Italia 90 y USA 94, si me hubieras dicho “Stoichkov” hubiera dicho “la búlgara”, y si hubieras dicho “Cruyff”, hubiera dicho “la holandesa”, bueno, ahora quieren que los llamen “nederlandeses”, en fin, la cosa es así.
- ¿La conoces verdad? ¡No me mientas Matías!
- ¿Sí la conozco? – dijo algo intimidado Carlos Matías.
- Me dijo que era una gran fan del básquet, que te recuerda de España, que era de River, pero igual te admira aunque vos seas de Boca, porque total vos jugas al básquet no al fútbol, vos misma me lo nombraste algunas veces, de una fundación que promueve el deporte y la salud.
- Sí, sí, una gran dama, dedicada a la beneficencia – dijo Carlos Matías, más tranquilo - ¡Pero vuelvo a enojarme! – y ahí golpeo la mesa - ¡No puedo aceptar que alguien sea Analía Franchin o quien sea le provoque angustia a mis hijos!  
- Estas furioso, Matías.
- ¡Y no es para menos! – dijo Carlos Matías - ¡Debería asesinarla si la tengo enfrente mío!
En ese momento, Maru, no pronunció más palabra alguna, se puso unos guantes de látex, se dirigió a un mueble, y sacó de allí un gran Queso, un Queso enorme, y lo puso sobre la mesa. Del mismo mueble, pero de unos cajones de abajo, sacó un machete, un cuchillo muy largo y filoso, capaz de cortar en dos un tronco. Le acercó a Carlos Matías un par de guantes negros, este se lo puso y entonces ahí, le entregó en mano el machete a su marido.



- Haz lo que tengas que hacer, Carlos, porque vos lo sabes hacer – rara vez Maru trataba a su marido llamándolo por su primer nombre, pero esta vez lo hizo – quiero su cabeza, Carlos. Nadie maltrata a mis hijos.
El basquetbolista no emitió palabra alguna, simplemente, salió de su casa, como dispuesto a ejecutar una orden. Una orden precisa de su esposa.
Aquel día, Analía Franchin regresaba otra vez a la mega muestra de los Pitufos, dispuesta a todo, llevaba dos bidones de nafta y fosforos. La mujer se bajó de una camioneta, y miró hacia todos los costados. No quería que la vieran las nazis que la habían detenido el día anterior.
- Malditas alemanas – dijo Franchin – si no era por ellas, hubiera consumido mi venganza contra estas maléficas criaturas.
- Aca la única maléfica sos vos – dijo una voz de hombre, y de repente, ante Franchin, había un hombre muy alto, de más de dos metros de altura, muy patón, pies talle 52 – soy Carlos Matías Sandes, ayer maltrataste a mis hijos, hoy pagaras por eso.
- Salí de aca, piojoso, patón de mierda – dijo Franchín y siguió avanzando a la muestra.
Entonces el basquetbolista, como si lanzara un triple en pleno partido, tiró el Queso, y este impacto en la cabeza de Franchín, que se cayó al piso, y los bidones quedaron ahí, tirados. Franchín quería agarrar los fósforos, pero mientras estaba tirada en el piso, los colosales y muy olorosos pies de Sandes se apoyaron sobre su rostro.
- ¡Qué olor a Queso! – dijo Franchín - ¡Qué olor a Queso!



Podemos decir que prácticamente Sandes redujo a Franchín con sus pies, tanto que ella quedó como extasiada, y empezó a olerlos, besarlos, chuparlos y lamerlos, con mucha furia, tanto salvajismo, que mientras lo hacía, Sandes la fue desnudando, arrancándole toda la ropa, rozándola con el machete, y la dio vuelta, con el mismo, penetrándola con furia por el culo. Franchín, acostumbrada a las fiestas sexuales de Guillote, disfrutó mucho de ello, y fue solo una simple diversión para ella.
- Ay, ya me olvidé para que vine aca – dijo Franchín al terminar aquella cogida con Sandes - ¡Qué hermoso fue esto!
- Vinistes a incendiar a Los Pitufos – le dijo Sandes.
- ¡Es verdad! – dijo Franchín – ¡Todos morirán! – y la ex de Coppola cometió el error de darle la espalda a Sandes. Nunca le des la espalda a Carlos Matías Sandes si sos mujer.
- Aca solo morirás vos – le dijo Carlos Matías, y en ese momento, ¡raaaaaajjjjjjjjjj! le aplicó un brutal corte en el cuello con el machete, hubo un segundo, un tercero, y ahí le arrancó la cabeza.
- Queso – dijo Carlos Matías Sandes, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver mutilado y decapitado de Franchín.



El asesino abandonó la escena del crimen, el estacionamiento del Centro de Exposiciones, donde las tres alemanas se encargaron de limpiar el lugar. El basquetbolista regresó a su casa, pero no fue directamente, sino que pasó brevemente por la residencia de Lady Dumitrescu, su amante.
- Gracias Oana, por ayudar a mi mujer y a mis hijos, sos muy cariñosa y generosa – le dijo Carlos Matías a la rumana.
- De nada, Carlos, de nada, se lo merecen. Hoy los visite, mientras vos te ocupabas de otra cosa, quedaron contentos y tranquilos. Ahora soy “tía Dumitrescu” para ellos. Ahora, quedate un rato, disfrutemos.
- Hoy no puedo, Oana. Mira, acabo de asesinar a esa perra – y Carlos sacó la cabeza de Franchín y se la mostró a la rumana – la quesonee hace un rato.
- ¡Oh! ¡Qué fuerte! Ya se que tenes la costumbre de asesinar mujeres, y tirarles un Queso, pero ver esa cabeza decapitada es fuerte aún para mí, ese ser era muy detestable. Dale Carlos, quédate un rato.
- Ya te dije que no puedo. Hoy no.
- Dejame las zapatillas, así puedo olerlas, besarlas, lamerlas, chuparlas, con tu olor, de alguna manera es como si estuvieras aca.
- Toma – le dijo Carlos Matías – las zapas y las medias, en el auto tengo otras. Ja, ja, cuando pueda, vengo y la vamos a pasar muy bien.
Carlos Matías besó a la rumana, y la pisó con su pie talle 52.
- ¡Otra vez me pisastes, Carlos!
- Es que soy muy patón, Oana, cada vez calzo más. La próxima compró un talle 53. O 54.



Rato despues, el basquetbolista estaba otra vez en su casa. Su esposa lo recibió.
- ¿Y los cachorros? – dijo Carlos Matías.
- Duermen, ahora están contentos con los Pitufos, estuvo tu amiga, la rumana, les dejó una película “La Flauta de los Pitufos” y eso los tranquilizó. Les conto un cuento, es como si hubiera vivido en la Edad Media, increíble. Que buena es.
- Mejor así – dijo Carlos Matías – en cuanto a lo otro, misión cumplida, Maru.
Carlos sacó la cabeza de Franchín y se la mostró a su esposa.
- ¡Hija de puta! ¡Ha pagado por su locura! ¡Gracias Carlos! (le dijo Carlos otra vez) ¡Gracias por este Queso!
- Te amo, Maru, estas igual a cuando te conocí – le dijo Carlos Matías – cuando jugabas al voley en Boca!
El basquetbolista besó a su mujer con mucho cariño y mientras lo hacía la piso, con su enorme pie talle 52, que parecía ahora un 55.
- ¡Me pisastes Mati! ¡Me vas a aplastar con esos pies! – dijo Maru  - ¡Ja, ja! ¿En que estábamos? Dale, veni, ayúdame con la comida, a cortar las verduras y la carne, y el Queso, que a vos te gusta tanto.
Carlos Matías sonrió, sabía que con aquella pisotada, Maru había olvidado todo, y solo recordaría lo felices que estaban los chicos con los Pitufos.

Comentarios

  1. muy bueno, lo de los pitufos, lo de la mujer de Sandes (bastante siniestra), manda matar mujeres pero despues se olvida (¿?), el encuentro con Dumitrescu, gran relato, una propuesta de El Fauno, siempre aporta buenas cosas

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  2. moraleja: no te metas con los hijos de un Quesón, si te metes, un Queso te espera

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  3. no cabe duda que merecía ser asesinada, Carlos Sandes fue generoso al darle placer antes de asesinarla, merecía una decapitación directa y el Queso

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  4. el cuento es muy bueno, gracias a El Fauno por sugerirlo, pero dos detalles: ¿Qué hizo Sandes con la cabeza de Franchín? ¿Las pisadas generan una suerte de amnesia?

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  5. una tipa de mierda la Franchin, Coppola habrá recibido bien la noticia?

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  6. Quedó muy bien. Analia Francin tenia un potencial de violemcia. Ymque curioso que las guardias de Astrid hayan aparecida comp protectoras.
    Interesane la tension entre Maru y la Lady, aunque podrian ser amkgas. Interesante el temor de Sandes ante las preguntas de su esposa.
    Que curioso qje Maru parecia conocer el ritual queson, tal vez ese conocimiento le vuelve en algunas ocasioes.
    Es interesante cuando es quesoneada una mujer peligrosa o discrimnadora. Es como una forma primitiva de justicia.

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