El Asesino de Celeste Cid
Grande fue la conmoción de la opinión pública cuando el cádaver de Agustina Cherri, quesoneado, apareció flotando en el río Paraná. Un nombre más se agregaba a la larga lista de minas famosas quesoneadas, en una ola de asesinatos que parecía no tener fin.
- Vaya, vaya – pensó Carlos Leonel Schattmann – uno de los míos asesinó a una mina de Chiquititas. ¿Quién habrá sido?
Schattmann empezó a buscar información sobre el crimen, y no tenía dudas: el Quesón de Agustina Cherri era Carlos Izquierdoz.
Desde la tranquilidad provinciana de Santiago del Estero, Carlos Schattmann, que hacía poco había asesinado a Floppy Tesouro, se dio cuenta que no tenía alternativa: tenía que asesinar a una mina lo antes posible. Había que tirar un Queso. Pero justo Quimsa tenía que jugar contra Regatas Corrientes.
- La onda esta de Chiquititas me gusta. Pero que fastidio, tengo que ir a jugar a Corrientes. A Corrientes, provincia que esta conmocionada por el asesinato de Cherri.
Schattmann viajó junto a sus compañeros de Santiago del Estero a Corrientes, teniendo a su próximo asesinato como único pensamiento, sin saber aún quien sería su víctima. Podría agarrar las armas ninjas, y salir a degollar a alguna mina inocente, desconocida e ignota, tirarle un Queso, y listo, pero no… ya lo había hecho muchas veces, esta vez debía asesinar a una famosa… pero ¿Encontraría alguna en Corrientes? No parecía fácil.
Tras llegar a la capital correntina, Schattmann tenía varias horas libres antes del partido de básquet, haciéndose el pelotudo ante sus compañeros, salió a la calle, con una mochila, que contenía un Queso, un gran Queso, las armas ninjas, y los guantes negros. El asesino comenzó a caminar por Corrientes. Pasó por el Teatro Romero Feris, vio que estaba anunciada la obra “La casa de Bernarda Alba” con Agustina Cherri y Celeste Cid. Claro, la función estaba suspendida, Cherri había sido asesinada.
Schattmann vio otra vez el cartel y no dudó: “¡Celeste Cid!, claro, tengo que asesinarla, era de Chiquititas, es la víctima que estoy buscando, era Barbarita, era una víctima para Carlos Delfino, Carlos Sandes o Carlos Fernández Lobbe, pero me tocó a mí, no tengo dudas, hay que tirarle un Queso… pero… ¿Estará en Corrientes?”
Schattmann comenzó a desesperarse, tras pasar por el Teatro Romero Feris, dobló la esquina y pasó por el Hotel Romero Feris, notó una gran custodia sobre el mismo. Se acercó a los policías. Escuchó el murmullo, escuchó lo que decía el Oficial Carlos Gabriel Cáceres:
- Qué fastidio, tanto despliegue para cuidar a una falopera como Celeste Cid.
El basquetbolista tenía que entrar al hotel, algo aprovecharía, sabia que su instinto Quesón lo salvaría, nunca le fallaba, ni a él, ni a otros Quesones. Schattmann quedó parado. Caceres se acerco a el:
- ¿Qué hace acá?
- Soy basquetbolista, juego en Quimsa, hoy jugamos contra Regatas Corrientes.
- Mire usted. ¿A ver los documentos?
- ¿Qué es esto? ¿La dictadura?
- Orden del gobernador, asesinaron a una actriz en la provincia.
Con fastidio, Schattmann le dio el documento a Cáceres, el oficial lo miró.
- ¡Carlos! ¡Yo también me llamó Carlos!
- Para un Carlos no hay nada mejor que otro Carlos.
En ese momento, se armó cierto revuelo entre los policías ante la llegada del auto.
- ¡Llegaron los senadores de la provincia! – dijeron.
Cáceres se descuidó, y en medio del caos y de la confusión general, Schattmann entro al hotel, con la mochila, con todo, empezó a buscar donde estaría Celeste Cid, su instinto Quesón lo condujo a la suite “Romero Feris”.
- ¿Todo se llama Romero Feris? – dijo Carlos Leonel Schattmann.
El basquetbolista vio que todo estaba despejado, pegó un portazo sobre la suite con sus enormes pies y entró a la misma. Estaba Celeste Cid, totalmente drogada, perdida en sus porros y sus dosis de heroína y marihuana.
- ¿Quién sos? – dijo Celeste Cid viendo al basquetbolista.
- Carlos Leonel Schattmann.
A Schattmann, como a todos los Quesones, no le interesaba asesinar a una mina así, perdida, por eso levantó sus pies, sus enormes y gigantescos pies, y los puso sobre el rostro de Celeste Cid. El olor a Queso era impresionante, apestante, intenso y asfixiante. Tras someterla a los pies, el efecto fue tan fuerte, que Cid recobró la conciencia, como si el efecto de las drogas desapareciera mágicamente.
- ¡Qué olor a Queso! – dijo Cid, mientras chupaba, olía, besaba y lamia los pies de Carlos – Sos un Quesón, un Quesón.
- Lo soy – dijo Schattmann, que agarro una de las armas ninja, el puñal kunai, y en forma suave, empezó a arrancarle la lencería a Cid.
El basquetbolista empezó a chuparle las tetas, los pezones, le puso los dedos en la concha, en el culo, le besó el culo, la acaricio por todos lados, a Cid le gustó mucho, y le chupó la pija, Schattmann la penetró por el culo, primero, en forma salvaje, por la concha, después, en forma suave, tranquila, Cid sintió mucho placer, tanto placer, tan repleta de gozo y excitación tenía que no opuso ninguna resistencia cuando Schattmann la ató con una cuerdas al borde de la cama.
- Dame más placer, Superman – dijo Celeste Cid.
- Siempre pensé que un Quesón más famoso como Carlos Delfino o Carlos Sandes sería el asesino de Celeste Cid, pero me tocó a mí tirarte un Queso, me gusta usar armas ninjas Celeste, puede darte el placer de que vos elijas con cual de ellas te asesinaré
- Ja, ja – pensó Cid, que estaba como ida, no por las drogas, sí por el Queso de Schattmann – No conozcó ninguna arma ninja.
El basquetbolista agarró el Queso y lo tiró sobre Celeste Cid, que lo recibió como una canasta de básquet recibe un triplazo. Schattmann dijo entonces:
- Te nombraré las armas, vos la elegís, Shuriken, Ninjato, Kunai, Sai, Bo, Kyoketsu shoge, Kusarigama.
- Ja, ja, que nombres de mierda. Repetímelos.
- Shuriken, Ninjato, Kunai, Sai, Bo, Kyoketsu shoge, Kusarigama.
- ¿Puedo elegir dos?
- Sí.
- Bo. Ninjato.
- Vos lo elegiste – dijo Schattmann.
El Bo es un arma ninja es un arma en forma de vara alargada o pértiga, generalmente hecha de madera (roble, bambú, etc). Schattmann tomó el Bo, o sea la vara, y en forma violenta, se la metió en el culo, a Celeste Cid.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj! – fue el grito de horror de Celeste Cid, al quedar empalada.
- Ahora la Ninjato – dijo el basquetbolista.
La Ninjato es un sable ninja, de menor tamaño que una katana, y recta, no curva, mientras Celeste Cid estaba empalada, el basquetbolista tomó la ninjato, y se fue acercando a su víctima, y en forma rápida, ¡zas! le clavó la ninjato en el cuello, metiéndosela hasta el mango, atravesándole todo el cuello.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj! – fue el grito de horror de Celeste Cid, la agonía final, mientras era asesinada.
Con el cadáver de Cid empalado y la ninjato atravesada en su cuello, Schattmann agarró otra vez el Queso.
El basquetbolista finalizó su tarea. Como Quesón estaba más que satisfecho, sentía que iba ascendiendo en la consideración general de los Quesones, y esta vez había cometido más que un asesinato, una obra maestra del terror. El asesino abandonó el Hotel Romero Feris, sin problemas, rato despues, el oficial Cáceres descubrió el cadáver empalado y quesoneado de Celeste Cid.
- ¡Oh, no! ¡Tan preocupados con los senadores y amasijaron a esta guaina! – dijo uno de los policías.
- Que le vamos a hacer – dijo el Oficial Cáceres – los senadores legislan por nuestro bien, para eso lo hemos votado, por nuestro bienestar, por el bien de nuestro pueblo. Llamaré a Astrid Breitner, entonces, la directora de la Unidad Penal Charlotte Corday.
Una alemana, con pinta de nazi, se hizo presente en el Hotel Romero Feris, aquella noche, mientras Quimsa derrotaba a Regatas Corrientes con una sobresaliente actuación de Carlos Leonel Schattmann, en partido televisado para todo el país.
- Bien, Carlos, sos la figura del partido, la mejor actuación individual en lo que va de esta temporada de la Liga Nacional – le dijo Carlos Altamirano, el periodista - ¿A qué atribuís esta noche brillante?
- Queso – fue la respuesta de Carlos Leonel Schattmann.
Colorín Colorado, este Queso se ha acabado.
Brillante descripción de la víctima, lo que hace versosimil el relato.
ResponderBorrarComo gritó al ser empalada. Estos relatos evitan la repitición.
Me gusta Astrid como villana. Esta directora de la cárcel podría tener en su poder a Las Jau Match, acusadas de tráfico, para dejarlas en poder de sus oficiales perversas. Y luego en poder de un grupo de quesones.
A ESTA SÍ LA PARTIERON COMO UN QUESO JA JA JA JA
ResponderBorraryo creo que esta mina merece un queso así
ResponderBorrarque asesino Schattmann el chabón sale a matar y mata
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