El Asesino de Claudia Ciardone
Claudia Ciardone acababa de ganar el Premio Carlos de Plata, en Villa Carlos Paz y disfrutando con su novio Carlos. Muchos Carlos, en un mismo momento, alrededor de la existencia de esta modelo, actriz y vedette. Una conjunción astrológica y natural que siempre suele tener sus consecuencias.
Se encontraba precisamente la vedette y actriz en la ciudad cordobesa, todavía impactada por el asesinato de Iliana Calabró, ocurrido unos días antes. Igual le chupaba un huevo: el Carlos de Plata era de ella y solo de ella. Su novio Carlos, un cincuentón empresario, abandonó Carlos Paz por un tema de negocios que debía arreglar en Panamá.
Ciardone se encontraba en la lujosa residencia que alquilaba en Carlos Paz, junto al Lago. En un día sin funciones teatrales, Ciardone se quedó descansando ahí junto al Lago. Estaba en una reposera, cuando vio pasar a un hombre muy alto, patón, de cuerpo bien robusto.
Una anciana pasó por allí, y con acento rumano, le dijo a Ciardone:
- Si tienes sexo con ese chabón que pasa por ahí, tendrás riquezas por cien años.
Ciardone le iba a contestar a la rumana, pero esta desapareció bruscamente. Quien no desapareció, sino que apareció junto a ella, era el hombre patón.
- Hola, buen día – le dijo Ciardone - Tenes aspecto de deportista.
- Es que jugué al fútbol hace muchos años, en Racing, Lanús, Mallorca.
- ¿Hicistes muchos goles?
- Me los hacían a mí, era arquero.
- Ah…. Con razón tenes ese cuerpazo. ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Carlos, como tu novio, aunque me dicen Lechuga, ja, ja. Carlos Angel Roa. El Lechuga Roa.
- ¿Lechuga?
- En un tiempo fui vegetariano.
- ¿Ya no lo sos más?
- Ahora soy Quesoviano, solo me alimento de Queso.
- No puede ser.
- Te aseguro que sí, es lo mejor que hay. Queso Blanco de untar a la mañana, Queso Fresco al mediodía, Gruyere, Emmenthal o Pategras a la noche, con un Parmesano como merienda. La dieta ideal.
- Mi novio Carlos come mucho Queso.
- Todos los Carlos comemos mucho Queso, es propio de nuestra genética, algunos los descubren más tarde, otros más temprano.
- Yo veo que Carlos come mucho Queso, y que cada vez tiene los pies más grandes.
- Ah sí, cuando yo empecé a jugar al fútbol calzaba 46. Ahora calzó cuarenta y nueve, tres talles más.
- Qué pies grandes que tenes.
- ¿Carlos de Oro? ¡Ja, ja, ja! Bueno, se, mi Carlos de Oro.
Ciardone se tiró a la cama, una gran cama de dos plazas. Carlos puso sus pies sobre el rostro de la chica, que olían a Queso en forma intensa y asfixiante. Ciardone los olió.
- ¡Qué olor a Queso!
- ¡Soy un Quesón! ¡A tu novio todavía le faltan un par de materias para ser Quesón! ¡Yo me recibí hace muchos años!
- Quiero ser tu graduada, Carlos.
- Lo seras Ciardone.
Ciardone olió, lamió, chupó y besó los pies de Carlos, una y otra vez. No podía parar, estaba extasiada, finalmente cuando terminó, Carlos le empezó a chupar la concha, el culo y las tetas. Después la cogió por la vagina. Sintieron placer extremo.
- Quiero más, quiero más, quiero más – dijo Ciardone.
- Aca tenes más – Carlos agarró el Queso que llevaba en el bolso, una horma gigantesca de Emmenthal, y lo tiró suavemente sobre Ciardone.
- Quiero más, quiero más, quiero más – repitió Ciardone.
- Tendrás más – dijo el Lechuga Roa, te cogeré con los pies.
La cogió con los pies, la penetró en el culo, con los pies, primero el derecho, después el izquierdo. Ciardone estaba repleta de gozo y placer.
- Tirame el Queso de nuevo – le dijo Ciardone y dame más.
Carlos otra vez tiró el Queso, esta vez con fuerza y violencia, que impactó en la cabeza de Ciardone, la dejó aturdida, semi inconsciente.
El Queso quedó sobre el rostro de Ciardone, tapándole la respiración. Carlos entonces se paró de costado sobre Ciardone, pusó su pie derecho sobre el cuello de la mina, y el izquierdo sobre el pecho, y comenzó a aplastarla, apretándola con gran fuerza, así la dejó sin aire, cada vez con más fuerza, hasta asesinarla.
- Aaajjjjjjjjj – fue diciendo Ciardone hasta que quedó muerta.
El ex arquero de Racing y Lanús tomó el Queso y lo tiró sobre el cadáver de Ciardone.
- Queso – dijo en voz alta.
Carlos Roa abandonó la mansión junto al Lago. Mientras se iba fue pensando:
- Carlos Delfino será un maestro con la katana, Carlos Sandes con el machete, Carlos Bossio dará cientos de puñaladas, lo mismo Carlos Fernández Lobbe, Carlos Reich será implacable con su silenciador, Carlos Retegui no perdona a nadie con sus palos asesinos de hockey, Carlos Ficicchia estrangulará, el pelotudo de Carlos Contepomi usará sus itakas, pero yo soy el único Quesón que usa los pies como arma, ja, ja.
Dicen que la anciana rumana ingresó a la mansión cuando Roa la dejó. Y aunque Roa había hecho un trabajo limpio, asesinando a Ciardone con el Queso y sus pies como armas criminales, el cadáver de Ciardone apareció sin una gota de sangre, consumido con piel y huesos, como un insecto. Y que una mujer, con acento rumano, de características similares a la anciana, pero cincuenta o sesenta años más joven, anduvo por Carlos Paz en los días posteriores.
ya que hablan tanto de los pies en estos cuentos al fin un Quesón que asesina con los suyos
ResponderBorrarmuy buena historia... aunque a este Quesón le sientan mejor el Queso Fresco
ResponderBorrarque bueno... esta claro que Dumitrescu llevo a Roa a ese lugar para quesonear a esta mina, que bien quesoneada esta
ResponderBorrarEs morbo extra lo de la admirada Dumistrescu tendiéndole trampas a las víctimas. Y luego aprovechar de beber sus sangre, no sólo de las baleadas y de las acuchilladas, sino también de las estranguladas, asfixiadas.
ResponderBorrarDa morbo el sexo, con tanta intensidad.
Y está muy bien, que Roa vuelva a usar el pie aplastador de respiración, que usó con Silvia Martínez Cassina.
Los estranguladores tiene derecho a posicionarse.
Ah, hoy vi una entrevista a Florencia Raggi.
Se ve que era repetida o que la clonaron.
excelente la técnica de asesinar de Lechuga Roa
ResponderBorrarestá bueno quizás unas buenas patadas en el culo de Ciardone no hubieran estado mal, buen relato
ResponderBorrarDa morbo imaginar a nuestra villana preferido, succionando la sangre de la quesoneado, absorbiendo su fuerza vital. Y no mordiendo no sólo el cuello.
ResponderBorrarlos pies asesinos de Carlos Roa
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