Los asesinos de Wanda Nara

Parecía ser una noche como cualquier otra, aunque a diferencia de otras, Wanda Nara estaba en su casa, y no había salido como solía hacerlo habitualmente. Se encontraba en su habitación y todo indicaba que esperaba a alguien. Se escuchó el timbre de la puerta. La señora Felicitas, una mujer de unos cuarenta y pico de años, la ama de llaves, abrió la puerta, y frente a ella había dos hombres muy altos. - Buenas noches – dijo la Señora Felicitas. - Buenas noches – exclamó uno de los hombres muy altos que estaban enfrente – ¿Se encuentra la Señora Wanda Nara? - Por supuesto, pasen, señores. Los dos hombres entraron a la residencia. Uno, de cabello oscuro, muy robusto, debía medir más de dos metros y calzaba cincuenta, tenía unos pies más que grandes, gigantescos. El otro, también era muy alto, debería medir un metro noventa y tres, era rubio y menos robusto, con pies tambien grandes, debería zapatillas talle cuarenta y siete u c...