El Asesino de Julieta Kemble
Fue una de las modelos más lindas de los 90. A Julieta Kemble la conocían como “la mujer del polo” porque se casó con una polista, Justo Saavedra. Veinte años despues, Kemble reivindica la obra de su padre, el artista plástico Kenneth Kemble, y vive en una casa repleta de gatos.
Muchos gatos, muchos más que aquella simpática y popular pandilla de Don Gato, compuesta por el propio Don Gato, y sus fieles amigos Benito, Demóstenes, Cucho, Panza y Espanto, que mantenían un permanente conflicto con el ineficaz e idiota oficial Matute. Pocos recuerdan que el nombre original de este personaje, en inglés, era Charlie Dibble. Matute era la representación viviente de la corrupción policial. Haciendo honor a aquel “Charlie”, en Wikipedia figura que ese personaje era simplemente “Carlos Matute”.
A Kemble le encantaba aquella serie animada de los 60, un clásico de Hanna Barbera, mientras disfrutaba de las decenas de gatos que vivían en la casa. Gatos que maullaban, cogían, se colgaban de los muebles, de las arañas, de todos lados.
- Gracias a estos hermosos gatos no habrá aca nunca un ratón, ja, ja – solía decir Julieta Kemble.
Kemble vivía feliz con estos gatos, y no eran pocos sus amigos y conocidos, que afirmaban que ella misma, un día, acabaría convertida en gato, en una especie de Gatubela, el popular personaje de la TV y los cómics, antagonista de Batman.
Pero esa felicidad se cortó de golpe, cuando Kemble recibió una carta de Lady Dumitrescu, la dueña de la casa, desde Londres, sí, una carta como si estuviéramos en 1900, en plena era de Internet…
“La Fundación Dumitrescu lamenta informarle que venderá esa casa y por lo tanto, queda roto el contrato de alquiler vigente entre nosotros, solicitamos abandone la residencia en setenta y dos horas”.
Kemble sintió que no le quedo alternativa, y con todo el dolor del mundo, decidió vender los gatos. Eran más de cien, era un sacrificio que estaba dispuesta a hacer, además de reportarle alguna ganancia económica, que necesitaba sin falta, para poder conseguir el dinero suficiente para alquilar una casa similar, ya encontraría otros gatos.
Ya había vendido veinticinco de aquellos gatos, para malestar de los demás míninos, cuando Julieta Kemble recibió a un nuevo cliente, un hombre muy alto y patón, con más de cuarenta años de edad, acercándose ya a los cincuenta, a Kemble le llamó la atención el cuerpo de aquel cliente. Pero lo más sorprendente fue el olor a Queso que despedía, el olor era tan fuerte, que los gatos creyeron que había algún ratón, y empezaron a rodearlo.
- ¡Fuera Gatos! – dijo el hombre - ¡Fuera Gatos! Seré como mi tocayo el oficial Matute para usted, gatos inmundos.
- No maltrate a los gatos – le dijo Julieta – no entiendo como maltrata a los gatos, si viene a comprar a estos bellos mínimos.
- Disculpe, soy Carlos Roa, el Lechuga Roa, ex arquero, jugué en Racing, Lanús y en el Mallorca… y fui titular de la Selección Argentina en el Mundial de Francia 1998.
Aquella presentación no significó nada para Kemble, que nada sabía de fútbol y desconocía quien era Carlos “el Lechuga” Roa.
- Fui vegetariano, por eso me llamaban Lechuga – dijo Carlos Roa – ahora soy quesoviano, me alimento solo de Queso, por eso necesito a estos gatos, para que ahuyenten a los roedores, mi casa esta llena de Quesos, no me gustan los gatos, pero no tengo alternativa.
- Si pensas así, mejor no te lleves los gatos, Carlos – dijo Kemble, estos animales necesitan amor.
- Dame cinco de estos gatos, con esa cantidad alcanza – le dijo Carlos.
Kemble que pregonaba amor pero necesitaba el dinero, separó entonces cinco gatos y se los dio a Carlos, cobrándole por ello una suma importante. Los demás animales ya estaban molestos, veían que Kemble los había traicionado, separando a treinta de los suyos. Los gatos empezaban a maullar.
- Deberé vender más gatos, no me queda otra. ¿No se va señor Carlos Roa? – señaló Kemble.
- No – dijo el arquero - ¿Puedo sacarme las zapatillas? Necesito cambiarme las medias.
Los gatos maullaban, no querían separarse de aquellos cinco gatos que se iban con Carlos Roa. Los “Miau Miau” eran incesantes.
- ¿Cambiarse las medias? – le dijo Kemble - ¿Me esta tomando el pelo?
- No. Lo tengo que hacer. Y dejó este Queso sobre la mesa.
Efectivamente el arquero sacó un gran Queso y lo puso sobre una mesa contigua. Carlos se sacó las medias, el olor a Queso era impresionante, los gatos creyeron que había ratones, y empezaron a moverse. Algunos, sintiéndose traicionados por Kemble, que los estaba vendiendo, empezaron a rodear a la modelo.
- No se preocupe señora Kemble. Huela mis pies, es Queso puro, hágalo, y los gatos se van.
- Yo amo a los gatos pero tengo que venderlos – dijo Kemble –a ver señor Carlos, a ver esos pies – el arquero puso sus pies sobre la modelo – que empezó a olerlos.
Los gatos maullaban, Jinks, el jefe de los felinos, dijo en el idioma que solo entienden estos animales “Además de vendernos al mejor postor, esta Julieta ahora le gusta el Queso, como a esos malditos roedores”.
En efecto, Kemble quedó prendada del olor a Queso que despedían los pies de Carlos, y empezó a arrastrarse en el piso, como extasiada, el arquero entonces se sacó los pantalones, y al ver aquella pija tan grande, Kemble empezó a chuparle la pija a Carlos, este luego la cogió con pasión…
“Ahora nos esta metiendo los cuernos, es una traidora” decía Jinks a los demás gatos. Kemble disfrutó mucho de aquella cogida con el arquero, mientras Carlos Roa se ponía otra vez sus ropas, con guantes negros incluídos en sus manos.
Otra vez vestido, el arquero miró fijamente a Julieta Kemble y le rodeó el cuello con sus manos, y entonces comenzó a estrangularla, la modelo intentó oponer alguna resistencia, pero nada pudo hacer, la fuerza de las manos del arquero pudieron mucho más, hasta dejarla sin aire.
- Queso – dijo Carlos Roa, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Julieta Kemble.
Los gatos comenzaron a rodear el cadáver de Julieta, con el Queso encima, mientras Carlos Roa se iba alejando del mismo, los gatos consideraban que la modelo era una traidora, que los había vendido y que prefería el Queso, como los roedores, Carlos se seguía rodeando, los gatos se pusieron encima del cadáver y se hicieron un festín.
Carlos Roa se fue del lugar, después de sentir haber vivido una situación muy delirante, aunque era un asesino, y en definitiva, había tirado un Queso más.
- Espero que no reviva ahora en Gatubela esta mina – dijo Carlos – a Carla Conte la asesiné y le tiré un Queso, y despues apareció asesinando a chabones y tipos por todos lados, aunque dicen que era la hermana melliza, bah, no sé, yo asesiné a la verdadera, eso de que era una impostora no lo creo, la impostora es esta asesina.
- Ja, ja – Carlos Roa escuchó una risotada.
- ¡Lady Dumitrescu! ¿Qué hace aca?
- Ja, ja, vengo a adueñarme de esa casa. Es mía, esta tipa era una usurpadora. Pensaba que podía ser una Gatubela al servicio nuestro, por eso planifiqué este asesinato. Pero despues me dí cuenta que era una idiota. Que descanse en la eternidad junto a los gatos, ja, ja.
- Dígame Dumitrescu, ¿La Carla Conte a la que yo asesiné (y le tiré un Queso)? ¿Es la verdadera o la impostora? ¿Quién es la verdadera? ¿Quién es la impostora? ¿La asesinada? ¿O la asesina que anda matando tipos todos los días?
- Există un asasinat și un criminal, iar tu ai ucis o femeie și ai aruncat o brânză, acesta este lucrul important, pentru mulți este mai bine să crezi că Carla Conte a fost ucisă în acea zi, pentru alții este mai bine să crezi că Carla Conte ucide acei băieți în fiecare zi, pentru că poate nu există una reală, dar nu una falsă, poate sunt două Carla Conte, una care a fost ucisă, care a fost mestecată și alta care este un criminal, crud, însetat de sânge, care în fiecare zi ucide un tip. ha, ha, ha! – dijo Dumitrescu en su idioma natal (1).
Carlos Roa nada entendió y se fue pensando que Carla Conte había sido asesinada y punto. “Ese Queso fue real, tan real como este de Julieta Kemble”, pensaba Carlos. Mientras tanto, Dumitrescu ingresó a la casa y llamó al gato Jinks indicándole que se adueñe de la casa. Y así fue. Los gatos se adueñaron de aquella casa. No sabemos que pasó después. Si sabemos que nada más se supo de Julieta Kemble. Y que los vecinos la denominaron simplemente “la casa del gato Jinks” (2), una casa según se decía era propiedad de la reptiliana reina de Inglaterra, ese ser deleznable que nunca muere (3).
(1) “hay una asesinada y una asesina, y tu asesinastes a una mujer, y le tirastes un Queso, eso es lo importante, para muchos es mejor creer que Carla Conte fue asesinada ese día, para otros es mejor creer que Carla Conte esta asesinando a esos tipos todos los días, porque quizás no hay una verdadera pero tampoco una falsa, quizás hay dos Carla Conte, una que fue asesinada, que fue quesoneada, y otra que es una asesina, cruel, sanguinaria, que todos los días asesina a un tipo, ja, ja, ja”.
(2) Homenaje a aquel entrañable personaje de Hanna Barbera, que convivía con los ratones Pixie y Dixie, y que en la traducción al español, hablaba con acento andaluz y siempre decía “Ezo mardito’ roedore”.
(3) Al menos cuando quien escribe estas líneas, escribe estas líneas, el miércoles 12 de febrero de 2020, a las 20:11, hora de Tel Aviv (Israel), la reina Isabel II de Inglaterra seguía viva.
lo de los gatos era una buena idea que no esta bien desarrollada, por suerte Dumitrescu salvo el relato
ResponderBorrarEs cierto que Lady Dumitrescu salvó el relato, como salvó otros relatos. eso la hace imprescindible. Me gustó su aparición al final, con su risa misteriosa. Y su respuesta enigmática.
ResponderBorrarMe gustó eso de los gatos haciéndose un festín, luego de ofenderse con la modelo. Creo que podrían aparecer en otros relatos. Me recordó a Los gatos de Ulthar, un cuento de terror de Lovecraft.
la idea de los gatos esta buena, pero Carlos Quesón no la desarrolló bien, creo que le falto algo, entonces apelo a Deux ex Machina (lady Dumitrescu) y el cuento cerró bien, un gran personaje sin duda esta vampira
ResponderBorrar¿A los gatos les gustaba la modelo. la deseaba como mujer¡ Lo pregunto por esa acusación de meterles los cuernos.
ResponderBorrarCreo que podrían ser buenos aliados, devorando a las más odiosas, para que no revivan.