El Cuento de la Quesona Estranguladora de los Basquetbolistas #QUESO

El Five Star Super Hotel, un monumento al exceso en el corazón de la Gran Ciudad, se convirtió en un escenario de pesadilla aquella noche. Carla, conocida como la Quesona Asesina, había orquestado una trampa diabólica. Con un correo falso que prometía un patrocinio multimillonario de una marca deportiva, engañó a tres basquetbolistas de élite —Mike, Matt y Mark — para que acudieran a la suite presidencial del piso 13. Los hombres entraron desprevenidos, sus risas resonando en el pasillo, ajenos a que la puerta se cerraría tras ellos como las fauces de una bestia.
Carla, con su rostro de mujer rubia y bella, los esperaba en la penumbra. Su figura, envuelta en un traje negro ajustado, exudaba una presencia letal. Sus manos, enfundadas en guantes de cuero negro que relucían como alas de cuervo, sostenían una soga áspera. Sobre una mesa de mármol, un bloque gigante de Queso Gruyere dominaba la escena como un ídolo pagano, rodeado de herramientas de tormento: una manguera industrial, un látigo de cuero trenzado, un plumero para cosquillas, un balde de agua helada, pinzas metálicas y bolsas plásticas transparentes. Sus ojos brillaban con una sed criminal, una locura asesina que transformaba cada muerte en un ritual de crueldad suprema.
Con un movimiento felino, roció a los tres con un gas paralizante robado de un laboratorio clandestino. Cuando despertaron, estaban atados a sillas de hierro reforzado, sus muñecas y tobillos inmovilizados por cuerdas que cortaban la piel hasta sangrar. La suite, ahora un templo de horror, apestaba a miedo, sudor y el aroma rancio del Queso Gruyere.
Carla (acariciando el Queso con sus guantes): "Bienvenidos a mi altar, mis trofeos. Soy Carla, la Quesona Asesina. Asesiné a Manu con balazos en un duelo en el Oeste, degollé a Obricio en Bariloche, estrangulé a Chapu hasta que sus ojos estallaron en rojo, y a Luifa... su cara morada fue mi lienzo. Todos recibieron mi Queso Gruyere. Ustedes serán mi obra cumbre."
Mark (forcejeando, con voz rota): "¡Estás loca! ¡Soltános, maldita!"
Carla (sonriendo, levantando la manguera): "Quiero tu agonía, Mark. Quiero tu terror. Y, sobre todo, quiero tus zapatillas."
Carla desató una sinfonía de tormentos con una precisión sádica. Primero, conectó la manguera a una toma oculta y desató un torrente de agua helada sobre los basquetbolistas. El chorro los golpeó como un martillo líquido, arrancándoles alaridos que resonaron en las paredes doradas. Sus cuerpos se estremecieron, la piel enrojecida por el frío cortante, los dientes castañeteando como huesos sueltos. El agua se acumulaba en charcos rojos, mezclada con la sangre de las cuerdas que laceraban sus muñecas. Carla aumentó la presión, el chorro ahora un látigo de hielo que abría cortes superficiales en sus torsos. "¡Griten más!" exclamó, sus guantes negros brillando mientras rociaba sus rostros, el agua entrando en sus narices y bocas, ahogándolos en vida.
Mike (tosiendo, empapado): "¡Por favor, para! ¡Nos vas a asesinar!"
Carla (riendo): "No tan rápido, Mike. Esto es solo el preludio de su sacrificio."
Dejó la manguera y tomó el plumero, un instrumento aparentemente inofensivo que en sus manos se volvió un arma de tortura psicológica. Se acercó a Mark, quitándole los zapatos con un tirón brutal, y comenzó a rozar el plumero por las plantas de sus pies. Mark se convulsionó, sus risas forzadas transformándose en gritos de angustia. Las cosquillas eran insoportables, un tormento que lo hacía jadear hasta que sus pulmones ardían. Carla pasó a Matt, cuyos pies se contrajeron bajo el roce, sus alaridos mezclándose con sollozos. Mike, el último, rugió de rabia, pero su resistencia se quebró cuando el plumero tocó sus talones, su cuerpo temblando entre risas histéricas y lágrimas.
Carla (susurrando): "Chapu lloró así antes de que lo asesinara. Pero ustedes... ustedes son más divertidos."
Tomó el látigo de cuero y lo hizo restallar contra el suelo, el sonido como un trueno. Los golpes cayeron sobre sus pechos y brazos, cada chasquido arrancando piel y sangre. Mark gritó hasta que su voz se volvió un graznido, las marcas rojas en su torso sangrando profusamente. Matt sollozaba, su cuerpo temblando con cada impacto, mientras Mike apretaba los dientes, sus ojos inyectados de odio. Carla no se detuvo, azotándolos hasta que la alfombra quedó salpicada de sangre, su risa resonando como un cántico demoníaco.
No conforme, sacó las pinzas metálicas y comenzó a pellizcar sus dedos y orejas, arrancando gritos agudos. "¡Esto es por Obricio!" gritó, apretando la pinza en la oreja de Matt hasta que un hilo de sangre corrió por su cuello. "¡Y esto por Luifa!" añadió, clavando la pinza en el dedo de Mike, quien rugió de dolor. Mark, al borde del desmayo, suplicó en vano mientras la pinza mordía su piel.
Exhausta pero extasiada, Carla pasó al ritual final. Sus guantes negros, ahora manchados de sangre, tomaron la soga, una reliquia áspera que había estrangulado a Chapu y Luifa. Se acercó a Mark , sus ojos brillando con una crueldad inhumana.
Carla (acariciando su rostro): "Mark, mi primer sacrificio de la noche. Bailá para mí."
Envolvió la soga alrededor de su cuello, tirando con una fuerza que parecía imposible para su figura delgada. Los guantes negros se tensaron, la soga cortando la piel de Mark como un alambre. La sangre brotó en hilos rojos, goteando sobre su camiseta empapada. Sus venas se hincharon, palpitando desesperadamente, mientras sus ojos se desorbitaban, las pupilas dilatadas por un terror absoluto. Su lengua sobresalió, temblando en un grito que nunca llegó. Al mismo tiempo, Carla deslizó una bolsa plástica transparente sobre su cabeza. El plástico se adhirió a su rostro, mostrando cada detalle de su agonía: la boca abierta en un alarido mudo, los dientes apretados, la nariz aplastada contra el material. Mark pataleó, sus piernas golpeando la silla con un ritmo frenético, las cuerdas de sus muñecas cortando hasta el hueso. La bolsa se inflaba y desinflaba con sus últimos jadeos, cada intento de respirar un tormento. La soga aplastó su tráquea con un crujido seco, y su cuerpo convulsionó en un espasmo final, los dedos crispados como garras. Sus ojos, aún abiertos, quedaron fijos en el vacío, vidriosos y vacíos.
Carla cortó un trozo del Queso Gruyere gigante con un cuchillo y lo arrojó sobre el cadáver, el Queso golpeando su pecho con un sonido húmedo, deslizándose hasta quedar atrapado en la bolsa. "Queso, Mark" proclamó, su voz un cántico de locura asesina.
Matt, temblando como una hoja, intentó gritar, pero el terror le robó la voz. Carla se acercó, la soga lista en sus manos. "Tu turno, Matt" susurró, envolviendo el cuello del basquetbolista con un movimiento preciso. Tiró con ambas manos, los guantes negros reluciendo mientras la soga se hundía en la carne, arrancando un gemido gutural. La piel de Matt se abrió, la sangre corriendo como un río por su clavícula. Sus ojos se llenaron de lágrimas, el rostro enrojeciendo hasta volverse morado, las venas de su frente a punto de estallar. Carla, con una risa baja, colocó la bolsa plástica sobre su cabeza. El plástico se pegó a su rostro sudoroso, mostrando el contorno de su boca mientras intentaba morderlo en un acto desesperado. Sus pulmones colapsaron, cada jadeo un sonido húmedo que inflaba la bolsa como un globo grotesco. Sus piernas se agitaron, golpeando el suelo con un tamborileo sordo, mientras sus manos atadas se crisparon, las uñas clavándose en las palmas hasta sangrar. La soga no cedió, aplastando su garganta hasta que un gorgoteo escapó, y su cuerpo se desplomó, flácido, la bolsa aún pegada como una máscara de muerte.
Carla lanzó otro trozo de Gruyere sobre el cadáver, el Queso rodando por su torso hasta caer en la alfombra ensangrentada. "Queso, Matt," dijo, lamiendo la sangre de sus guantes con una sonrisa.
Mike fue el último, su resistencia rota por el horror. "¡Hija de puta, vas a pagar!" rugió, pero sus palabras eran un eco vacío. Carla envolvió la soga alrededor de su cuello, tirando con una furia que hizo crujir las fibras. Los guantes negros se mancharon de más sangre mientras la soga cortaba la piel, dejando un collar de heridas abiertas. Mike gruñó, su rostro morado, las venas de su cuello y frente palpitando como si fueran a reventar. Sus ojos, inyectados de sangre, destilaban pánico y rabia. Carla deslizó la bolsa plástica sobre su cabeza, el plástico adhiriéndose como una segunda piel. Sus dientes rompieron el material en un intento inútil, mientras sus pulmones ardían por la falta de aire. Cada jadeo era un estertor, la bolsa mostrando el contorno de su lengua y nariz en una danza macabra. Sus músculos se tensaron, sus brazos forcejeando contra las cuerdas hasta que la sangre corrió por sus muñecas. La soga aplastó su tráquea con un sonido húmedo, y un último espasmo sacudió su cuerpo antes de que colapsara, inmóvil.
Carla arrojó el último trozo de Gruyere sobre el cadáver, el Queso golpeando su rostro aún cubierto por la bolsa, dejando un rastro grasiento. "Queso, Mike ," susurró, su voz temblando de éxtasis criminal.
Con los tres asesinados, Carla completó su ritual. Desató los cuerpos, sus guantes negros ahora pegajosos de sangre, y los arrastró con una fuerza sobrenatural hasta un aro de básquet portátil que había instalado en la suite. Uno a uno, los colgó de las sogas que aún rodeaban sus cuellos, los cuerpos balanceándose como marionetas rotas. Mark, Matt y Mike colgaban inertes, las bolsas plásticas brillando bajo las lámparas de cristal, el Queso Gruyere marcando sus pechos como un sello de muerte. La sangre goteaba desde sus heridas, formando charcos rojos en la alfombra, mientras el olor a Queso y carne muerta impregnaba el aire.
Carla desató sus zapatillas —las Nike de Mike, gastadas por años de cancha; las Adidas de Matt, relucientes pero ahora salpicadas de sangre; las Under Armour de Mark, aún cálidas— y las guardó en su mochila junto a los trofeos de Manu, Obricio, Chapu y Luifa. Mientras salía de la suite, dejando la puerta entreabierta, el hedor del Queso Gruyere flotaba como un presagio. En el pasillo, tarareó: "Queso, Queso, Queso... ¿quién será el próximo?"
una colección de Relatos Quesones y Narraciones Quesonas (no fan fics), a través del tiempo y del espacio, con narraciones y leyendas del Mundo Quesón y de la Mitología Quesona, con galeria de imágenes generadas por CICI AI
enlaces a CUENTOS QUESONES y NARRACIONES QUESONAS
Por los deportistas quesoneados que menciona la rubia, está claro que se trata de Ravelia Zamas.
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