Carlos Sandes y La Venganza de la Rumana
Segundos semestre de 2013, el basquetbolista Carlos Matías Sandes, con sus 2,02 metros de altura y sus pies talle 52, se encontraba jugando en Quimsa, equipo de básquet de Santiago del Estero. En ese tiempo lanzó la cuenta de twitter @quesocmsandes, que muchos creían fake porque incluía lo del “Queso”, muchos no entendían aquel mensaje encubierto, pero la cuenta lejos estaba de ser fake, era tan auténtica como el olor a Queso que tenían los pies de Carlos.
Al finalizar un partido de básquet, uno de tantos de aquella temporada, Sandes no tenía interés alguno en hablar con la prensa, después de una actuación suya muy discreta, y pretendía seguir de largo. Tuvo éxito con los periodistas de medios locales, pero no pudo evitar que una mujer de gran belleza, le interceptará el paso, y puedo asegurar que no es nada fácil interceptar el paso de alguien que mide 2,02 metros, calza 52 y tiene un olor a Queso apestoso.
- Imposible no recordarla – le dijo Sandes – usted me lo venía avisando, yo renegaba de ser un Carlos, prefería que todos me llamaran y me conocieran por mi segundo nombre, es más modernoso, je, je, hasta que acepté mi destino y me convertí en Quesón. Y ahora tengo twitter, donde hago alarde de mi condición de Carlos y de Quesón, @quesocmsandes.
- Te hago un obsequio, precioso – le dijo la rumana – espero te guste.
En ese momento, la rumana le entregó un gran machete, de enorme tamaño, con dientes…
- Con un machete así, te aseguró que podes cortar un árbol, je, je – le dijo la rumana – y tiene tu nombre inscripto “Carlos Matías Sandes” y agregó - Au plătit deja pentru cei care au comis acea crimă, și-au plătit deja fiicele cu sângele și o brânză pe ele, acum le vor plăti nepoțelele.
Carlos agarró el machete, y tras escuchar las palabras de la rumana, le dijo:
- ¿Qué significa eso?
- Hablé en rumano, en mi lengua natal, “ya pagaron las que cometieron aquel crimen, ya pagaron sus hijas con su sangre y un queso sobre ellas, ahora pagaran las nietas”.
- Je, je, je – río con sarcasmo el basquetbolista.
- Obviamente el machete es un gran obsequio, pero no estaría completo si no te diera esto.
Dumitrescu le entregó un Queso, un gran Queso, una horma gigantesca de Queso Emmenthal. Tras ese encuentro, cada uno siguió su camino, la rumana el suyo, el basquetbolista, machete y Queso en mano, el suyo. Siguió caminando, para su fastidio, una chica, de unos veinticinco años, le interrumpió el paso.
- Hola Matías, soy Carolina – la chica lo llamó por su segundo nombre, algo común y habitual en el mundo del básquet .
- Carolina – pensó Carlos Matías – igual que Caro Uriondo, la chica a la que decapité y le tiré un Queso hace un tiempo atrás, aca mismo, en Santiago del Estero.
- Soy cronista de la revista “Basquet Plus”, me gustaría hacerme una breve entrevista, una especie de ping pong, será breve, se publicará en las redes sociales, además de la revista.
- Perfecto. Dejame asearme un poco, en un rato breve nos encontramos.
La periodista aceptó lo que le propuso Carlos. El basquetbolista se aseo, aunque no se lavó los pies, al contrario, se puso desodorante para pies, que en su caso tenía un efecto multiplicador del olor a Queso, y además, en vez de talco, le agregó Queso rallado. Tenía el machete y el Queso que le dio Dumitrescu y salió a hacer la entrevista pautada. La periodista lo estaba esperando.
El ping pong de preguntas comenzó. Preguntas idiotas, las mismas de siempre. ¿A qué jugador más admiras? La respuesta de Sandes fue “de los extranjeros, Charles Barkley, de los argentinos, Carlos Delfino”.
- ¿Carlos Delfino? – dijo la periodista mientras tragaba saliva.
- Carlos Delfino – Sandes reafirmó su respuesta.
La periodista continuó su ping pong, ahora pasó a la frase gastrónomica, le preguntó “¿Tu comida favorita?”.
- El Queso, amo el Queso – le dijo Sandes.
- ¿El Queso? – le dijo la periodista.
- Sí, me encanta el Queso – el basquetbolista sacó entonces de su mochila, el Queso que le regaló Dumitrescu.
- ¿Y ese Queso? – le preguntó la periodista al ver el Queso en manos de Carlos Matías Sandes.
- Un Queso Emmenthal, con grandes y voluminosos agujeros. Un obsequio de una fan.
- Disculpame Matías, pero no haremos más la entrevista – dijo como espantada la periodista.
- Decime Carlos – le dijo Sandes – decime por mi primer nombre. ¿Qué pasa? ¿No te gusta el Queso?
- A mi abuela la asesinaron y le tiraron un Queso, a mi madre lo mismo, y el asesino de mi madre fue un basquetbolista, fue Carlos Delfino, Carlos Delfino, el basquetbolista al que vos admiras – dijo espantada la periodista.
- Ya pagaron las que cometieron aquel crimen, ya pagaron sus hijas con su sangre y un queso sobre ellas, ahora pagaran las nietas – repitió Sandes como un mantra la frase de la rumana, el basquetbolista, que tenía guantes negros, agarró el machete y le dijo a la periodista – lo siento mucho, pero fuiste vos la que vino hacia aca, vos me buscaste, con esa nota pelotuda, ese ping pong que me ibas a hacer, ahora cumplirás tu destino.
- ¡Noooooooooooooooooo! – gritó desesperada Carolina, la periodista, y desesperada comenzó a correr, el basquetbolista comenzó a perseguirla.
La persecución duro poco, el basquetbolista le tiró el machete sobre la espalda, le dio un golpe feroz, y aunque apenas le provocó una herida superficial, bastó para que la periodista se resbalara y quedará tendida en el piso, de espaldas. El basquetbolista entonces la dio vuelta y puso sus pies sobre ella, la obligó a oler, lamer, chupar y besar sus pies, sus olorosos y apestosos pies, verdaderos Quesos humanos.
Cuando el basquetbolista retiró los pies del rostro de la chica, esta otra vez intentó huir, pero el basquetbolista dándole una brutal patada en el culo, evitó que la chica se escapará, y ahí la penetró por el culo con los pies primero, con el Queso despues, y finalmente con la pija. La chica gritaba entre sollozos y gemidos.
- Insoportable tus gritos, ¡Me cansaste! – le dijo Carlos Matías Sandes.
El basquetbolista agarró el machete, y tras darle un brutal corte en toda la espalda que hizo desparramar sangre por todos lados, entonces le cortó el cuello a la chica, la herida fue muy profunda y contundente, efectivamente con ese machete podía cortar un árbol en dos.
- Queso – dijo el basquetbolista mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de la chica asesinada.
Rato despues, Lady Dumitrescu contemplo el cadáver de la chica asesinada y volvió a decir…
- Au plătit deja pentru cei care au comis acea crimă, și-au plătit deja fiicele cu sângele și o brânză pe ele, acum le vor plăti nepoțelele.
Sin mayores inconvenientes, el basquetbolista, con un nuevo asesinato en su haber, continuo su camino. Al día siguiente Sandes fue a una fiesta, la hija de uno de sus compañeros de Quimsa cumplía quince años. Llegó el momento del vals, y luego de que Carlos bailara con la quinceañera, cincuenta centímetros más baja que el, se encontró en medio de la fiesta con Lady Dumitrescu.
- ¡Usted! – exclamó asombrado Carlos Matías Sandes.
- ¿Bailamos el vals? – le preguntó Dumitrescu.
- ¡Bailemos!
Comenzaron a bailar, con sus pies talle cincuenta y dos, Carlos pisó a Dumitrescu.
- ¡Me pisaste!
- ¿Y qué quiere? Calzo cincuenta y dos, también pise a la quinceañera, tengo pies gigantes, no lo puedo evitar.
- Je, je, je – río la rumana – y el karma es así.
La fiesta continuó. Había una gran mesa de Quesos. Dicen los que allí estuvieron que Carlos Matías Sandes se comió todos los Quesos. No dejo ni los agujeros. Aunque no fue el solo: lo acompaño Carlos Leonel Schattmann, en aquella depredación propia de un roedor comequesos.
esperabamos el machetazo de Sandes... ¡Bienvenido!
ResponderBorrarun come queso de vida traumática que desea quesos, suscriptores, pero por su aspecto, una lápida
ResponderBorrarNo hay solo queso y venganzas, hay toda una historia de amor ente nuestra rumana y Sandes. Creo que Oana ñodria usar su poder de tomar la forma de las victimas que le dedican, para tomar la apariencia de Maraina Arias, elegante y deseable. Par seducir a su preferido.
ResponderBorrarTambien la violo, como suele hacer el cheto. Un kngridiente de venganza