Carlos Raffaelli y La Venganza de la Rumana
Mediados de julio de 1989. El menemismo comenzaba su ciclo de una década en la política argentina. Constance Bonacieux, la fiel asistenta y amiga intima de la diseñadora de modas Ana Pérez, empezaba a recuperarse de aquel incidente de un año atrás. Un año en el que había permanecido casi recluida en su departamento, como una monja de clausura, dedicándose a la educación de sus cinco hijas (Andrea, Verónica, Laura, Jimena, Julieta), todas en la escuela escolar, alguna empezando la universidad, la mayoría en la secundaria, otra terminando la primaria.
- Sería bueno que salieras un poco, para distraerte, no se porque siempre estas así, como reprimida, contenida, paranoica – le decía Andrea, la mayor de sus hijas.
Las vacaciones de invierno comenzaron y sus hijas se fueron de vacaciones con el padre, que se hallaba separado de Constance desde hacía varios años. Constance entonces se dio cuenta que no tenía sentido continuar con ese estado de susto y paranoia, que la rumana no volvería a aparecer, y que quizás todo era fruto de su imaginación.
- Debo reconciliarme con Ana, mi fiel amiga, me deje llevar por mi idiotez por eso no la quise ver más – reflexionó Constance.
Así fue que Constance fue a un cumpleaños, el de Roberta, una vieja amiga que había vivido mucho tiempo en Italia. Entre los muchos invitados, a Constance le presentaron un muchacho de unos treinta y pico de años largos, muy alto, y patón. Constance sintió como que el muchacho, con pinta de basquetbolista, tenía olor a Queso.
- Te presento a Carlos, un amigo de la familia – le dijo Roberta.
- Hola – le dijo Carlos - ¿Cómo va?
- Buenas noches, Carlos – contestó Constance – Que pinta de basquetbolista.
- Carlos es basquetbolista – dijo Roberta – Carlos Alberto Raffaelli, “Chocolate”, gran figura de Obras Sanitarias, jugador de la selección argentina.
- Ja, ja, gracias por la presentación – dijo el basquetbolista. Efectivamente, se trataba de Carlos “Chocolate” Raffaelli – me decían “Chocolate”, pero ahora que soy más grande me gustan que me digan más “Queso”.
- Ja, ja, ja – río Constance – siempre con apodos relacionados con la gastronomía. Yo te diré simplemente Carlos.
Carlos y Constance comenzaron a hablar, la charla pasó a terrenos muy amenos, tanto que cuando el cumpleaños terminó, se fueron juntos. Constance no tuvo problemas en hacer pasar a Carlos a su departamento. Quedaron solos.
- Qué pies grandes que tenes, esas zapatillas son impresionantes – le dijo Constance a Carlos.
- ¿Pies grandes? Puede ser para los parámetros de aca, pero te aseguro que sí ves a los de la NBA esto no es nada.
- ¿Cuánto calzas?
- Cuarenta y nueve.
El basquetbolista, todavía en actividad en ese momento, se sacó las zapatillas y quedó descalzo, y puso sus pies encima de Constance.
- Mira que huelen fuerte. Soy Quesón – dijo Carlos Raffaelli – y huelen a Queso, no a Chocolate, je, je.
- Qué olor a Queso – dijo Constance, que movida como por una extraña motivación, sin freno, empezó a chuparle, lamerle y besarle los pies a Carlos, despues de los pies, pasó a chuparle la pija, y ahí, pasaron al sexo explícito.
Carlos Raffaelli y Constance Bonacieux cogieron con gran intensidad, para placer y gozo de los dos. Bonacieux quedó repleta de gozo, sentada en un sillón…
- Que bien la hemos pasado – dijo Constance.
- Muy bien – dijo Carlos, otra vez vestido, mientras se ponía los guantes, y agarraba un cuchillo, un gran cuchillo – pero falta lo mejor.
De repente, Carlos rodeó a Constance por atrás, le puso el cuchillo sobre la garganta, y le cortó el cuello con un fuerte tajo, hubo un segundo tajo, y un tercero, no fueron necesarios más. Constance quedó muerta, degollada. El basquetbolista sacó un Queso de una mochila. Un Queso Gruyerito, de menor tamaño, pero con tantos agujeros como un Gruyere.
- Queso – dijo Carlos Raffaelli mientras tiraba el Queso sobre el cadaver de Constance Bonacieux.
Así fue asesinada Constance Bonacieux. Por un Carlos. Dicen que una anciana ingresó al departamento aquella noche y contemplo el cadáver. La profecía se cumplió. Y la misma noche del 17 de julio de 1989, fueron asesinadas Ana Pérez y Constance Bonacieux, a cuatrocientros kilómetros de distancia, una por Carlos Calvo, la otra por Carlos Raffaelli.
un Quesón nuevo en clave retro
ResponderBorrarestá con todo la rumana la venganza será terrible
ResponderBorrarMuy efectivo este quesón, podría ser para otros retro quesos.
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