Carlos Elder y La Venganza de la Rumana
VIENE DEL CAPÍTULO 6 "CARLOS REICH"
Viernes 18 de abril de 2019, el humo invadía la ciudad de Buenos Aires, mientras Verónica Bonacieux iba al banco a efectuar una serie de transacciones entre ellas cobrar una suculenta suma, unos cincuenta mil dólares, con un cheque pagado por Lady Dumitrescu, la principal clienta de la Boutique Bonacieux.
Verónica llegó al Banco y para su sorpresa, y también molestia, justo Lady Dumitrescu salía de la entidad bancaria. Aunque la noble rumana, por matrimonio y no por linaje, era la mejor clienta, a Verónica le parecía que estaba loca.
- "¿Cómo le va Lady Dumitrescu? Vio que la Ciudad se llenó de humo por la quema de pastizales." le dijo Bonacieux a la rumana.
- "Esto no es nada, niña. Yo viví la Segunda Guerra Mundial, yo conocí el horror, ¿Sabes tu que dura fue la guerra? Ví tanta maldad, tanto dolor, que hoy parece un sueño estar contando las cosas miserables de aquel infierno atroz…" contestó Dumitrescu.
- "Pero esa es una canción de Sandro, y además, usted no pudo vivir la guerra, si tenemos la misma edad, usted no tiene más de treinta y cinco años…" le dijo Bonacieux.
- Je, je, je – río Dumitrescu, y se fue, se esfumó, desapareció, Verónica se dio vuelta y ya no estaba…
Verónica resolvió no darle importancia al asunto y fue a hacer las transacciones bancarias, cobró el cheque y lo depositó. Sintió cierto alivio al concretar la operación del cheque, pues temía que la cuenta de Dumitrescu no tuviera fondos, y además comprobó que la rumana existía y tenía número de CUIL, con DNI de extranjera, claro, Oana Raluca Dumitrescu.
- ¡Qué nombre! – pensó Verónica.
Finalizada la operación bancaria, Verónica abandonó el banco y ahí se encontró con Carlos Alejandro Elder, Charlie Elder, rugbier y pasajista, un viejo conocido, un cliente de la boutique… y del burdel que funcionaba también allí. Sí, las hermanas Bonacieux no solo hicieron fortuna con la Boutique Bonacieux, también con el Burdel, instalado ahí, en los pisos de arriba.
- ¡Charlie! – exclamó Verónica al ver al rugbier.
- ¿Cómo va Bonacieux? ¿Cómo esta el Burdel?
- Shhhhhhhhh – Verónica hizo el gesto de silencio con sus manos, es que el Burdel, ubicado en una zona muy paqueta, era concurrido por grandes personalidades de la política, el empresariado, el deporte y la justicia.
- Podríamos aprovechar esta tarde de humo en la Ciudad para tener un buen Queso.
- ¿Un buen Queso dijiste?
- Sexo, sexo, un buen sexo.
- Me pareció que dijiste “Queso”.
- Será por el olor de mis pies, je, je.
- Y sí, deben olor fuerte, pies de rugbier – Carlos Elder mide 1,92 metros y calza 48.
- Bueno vamos, pero no al burdel, va la rumana esa, ahora a la Boutique.
- Vamos a mi oficina de paisajista, estoy solo, no hay problemas.
Apenas unos minutos después, Verónica y Carlos (o Charlie) se encontraban en la oficina del paisajista, un monoambiente. Verónica se tiró en una especie de diván, como los que usan los psicoanalistas. El rugbier sacó un Queso Pategras de la heladera, y cortó un pequeño pedazo, comiéndoselo.
- ¡Qué nombre! – pensó Verónica.
Finalizada la operación bancaria, Verónica abandonó el banco y ahí se encontró con Carlos Alejandro Elder, Charlie Elder, rugbier y pasajista, un viejo conocido, un cliente de la boutique… y del burdel que funcionaba también allí. Sí, las hermanas Bonacieux no solo hicieron fortuna con la Boutique Bonacieux, también con el Burdel, instalado ahí, en los pisos de arriba.
- ¡Charlie! – exclamó Verónica al ver al rugbier.
- ¿Cómo va Bonacieux? ¿Cómo esta el Burdel?
- Shhhhhhhhh – Verónica hizo el gesto de silencio con sus manos, es que el Burdel, ubicado en una zona muy paqueta, era concurrido por grandes personalidades de la política, el empresariado, el deporte y la justicia.
- Podríamos aprovechar esta tarde de humo en la Ciudad para tener un buen Queso.
- ¿Un buen Queso dijiste?
- Sexo, sexo, un buen sexo.
- Me pareció que dijiste “Queso”.
- Será por el olor de mis pies, je, je.
- Y sí, deben olor fuerte, pies de rugbier – Carlos Elder mide 1,92 metros y calza 48.
- Bueno vamos, pero no al burdel, va la rumana esa, ahora a la Boutique.
- Vamos a mi oficina de paisajista, estoy solo, no hay problemas.
Apenas unos minutos después, Verónica y Carlos (o Charlie) se encontraban en la oficina del paisajista, un monoambiente. Verónica se tiró en una especie de diván, como los que usan los psicoanalistas. El rugbier sacó un Queso Pategras de la heladera, y cortó un pequeño pedazo, comiéndoselo.
- ¿Querés comer un poco de Queso? – le dijo Carlos.
- No – dijo Verónica, que sentía alergia por el Queso, dado que su madre había asesinada por un Quesón – No me gusta el Queso. Para nada – dijo en forma terminante.
El rugbier (y paisajista) guardó el Queso otra vez en la heladera. Se acercó a Verónica, y puso sus pies encima de su rostro…
- Quizás este Queso sí te guste…
El olor a Queso era muy fuerte, intenso, apestante… Verónica comenzó a oler, besar, chupar y lamer los pies de Elder, como movida por un impulso que no podía frenar. Jugando con los pies, el rugbier se tiró encima de Verónica y comenzaron a chuparse y lamerse mutuamente todo el cuerpo, ahí la penetró con suavidad y fogocidad a la vez, la relación sexual fue muy intensa, satisfactoria para los dos.
Al terminar, Carlos se paró, y continuaba desnudo, se puso otra vez los calzones y los guantes negros en sus manos, le preguntó entonces a Verónica:
- ¿Por qué tanta aversión al Queso?
- Prefiero no hablar de eso…
- No me dejes con la intriga…
- Mi madre… fue asesinada… por un Quesón… pasaron como veinte años… yo era una adolescente… iba a la secundaria…
- ¿Asesinada por un Quesón?
- Sí… ¿Sabes lo que es un Quesón?
- Por supuesto. Yo soy un Quesón. Tu Quesón.
Carlos no terminabar de decir “Yo soy un Quesón, tu Quesón, cuando se tiró encima de Verónica, que seguía acostada en el diván, la tomó del cuello, y comenzó a estrangularla. Le apretó el cuello de tal manera que la fue dejando sin aire rápidamente… Al terminar, Carlos contempló el cadáver de su víctima y fue otra vez hacia la heladera, agarrando el Queso con sus manos…
- Queso – dijo Carlos Elder, el asesino, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Verónica, su víctima.
El rugbier y paisajista miró el reloj. Eran las 16:16. A esa hora exacta arrojó el Queso. Sin hacerse muchos problemas, abandonó la escena del crimen. No era aquel mono ambiente un departamento de su propiedad, no existía ninguna oficina suya. Una dama rumana le había dado las llaves. Era Lady Dumitrescu. La misma dama rumana que a las 17:17, exactamente una hora y un minuto después, llegó al departamento, y vio el cadáver de la mujer estrangulada y quesoneada, entonces dijo en voz alta:
- Știu ce au făcut în iarna de optzeci și opt, a plătit-o cu un brânză, fiicele ei vor primi și o brânză (que en rumano significa “Se lo que hicieron en el invierno del ochenta y ocho, ella lo pago con un Queso, sus hijas recibirán también un Queso”).
CONTINUA EN CAPÍTULO 9 "CARLOS MELIA"
buena historia... me hubiera gustado que usara la soga pero buena estrangulación
ResponderBorrarbien la rumana me encanta ese personaje
ResponderBorrarEs fascinante la rumana, casi diría que el mejor de todos los personajes.
ResponderBorrar¿Será este el burdel de la Marquesa? Ya se saben que las vampiras se van apropiando de todo, como parte del plan de dominación. Y el asesinato quesón puede ser un método. Lo principal era la venganza, pero también puede haber un objetivo secundario