El Asesino de Carolina Pratt
Debía ser un día como cualquier otro en la vida de Guillermo Andino y Carolina Prat. En aquella jornada el clima se presentaba realmente malo: era un día de frío y lloviznas casi permanentes. Nadia, la pronosticadora del tiempo, con su habitual acento ruso, fue contundente al describir aquella jornada “Sera un día de mierda”.
Digamos que Andino estaba en el medio de comunicación donde trabajaba en ese momento, mientras Prat se encontraba recorriendo una zona cercana a donde vivía. Estacionó el auto y fue a una tienda. Al regresar de la tienda, antes de ir a un conocido supermercado, vio que una mujer de avanzada edad se encontraba justo al lado del automóvil.
- Buenos días – le dijo Prat a la anciana.
- Buna dimineata.
- ¿Qué? – dijo Carolina que no entendió nada de lo que dijo la anciana.
- Disculpe – dijo la anciana con un acento europeo oriental – soy rumana y le contesté en mi lengua natal.
- ¿Qué quiere, señora? – preguntó con cierta inquietud Carolina Prat al empezar a sentirse molesta por la presencia de la anciana.
- Debería tener cuidado señora Prat – le dijo la anciana – usted ha sido conductora de “El Garage”, otras mujeres que han ocupado ese lugar están muertas, asesinadas, quesoneadas, las asesinaron en forma salvaje, a cuchillazos, a machetazos, y recibieron su Queso. Queso. Gisella Van Lacke, Ursula Vargues, Claudia Fernández, Alejandra Martínez, Queso, Queso, Queso, Queso.
- ¿Qué esta insinuando? – preguntó con terror Carolina Prat - ¿Qué yo también seré asesinada? ¿Qué recibiré un Queso? ¿Me esta usted amenazando acaso? ¡La denunciaré!
Prat vio como la anciana, que estaba allí muy campante, y desafiante minutos antes, desapareció como por arte de magia, de repente no estaba en ningún lado, Prat quedó hablando sola, vio para un lado, para el lado, pero la anciana no estaba en ningún lado.
- ¿Habrá sido todo producto de mi imaginación? – pensó Carolina Prat. Se subió al auto, y fue al supermercado.
La jornada, desde el aspecto climático, seguía siendo una mierda, como había descrito Nadia, con su acento ruso.
Prat estaba en el Supermercado. Le llamó la atención ver pasar a alguien idéntico a María Laura Santillán caminando en una dirección, y casi inmediatamente, otra Santillán caminando en otra dirección, y al dar vuelta por una de las góndolas, se cruzó con otra Santillán, y al llegar al final de aquella góndola, otra Santillán.
- ¡Pero que extraño! – pensó Prat - ¡Todas iguales a Santillán! ¡No puede ser! ¿Me estaré volviendo loca? Lo de la anciana hace un rato, ahora esto de las Santillanas.
Prat se dirigió a las góndolas de los Quesos, pensaba comprar algún Queso, pero al llegar ahí, se detuvo, y vio con temor aquella variedad de Quesos, donde sobresalía una horma de Queso Gruyere, con sus agujeros grandes y voluminosos.
- Queso. Queso. Queso. Queso – empezó a oir Prat una voz que sonaba por los altoparlantes del Supermercado – Gisela Van Lacke. Queso. Ursula Vargues. Queso. Claudia Fernández. Queso. Alejandra Martínez. Queso. ¿Carolina Prat? Queso.
- ¡Noooooooooooooooo! – gritó Carolina Prat.
- ¿Pasa algo? – preguntó uno de los repositores del supermercado, que pasaba por ahí.
- La voz del altoparlante, diciendo todo el tiempo Queso, Queso, Queso, nombrando nombres de mujeres que han sido asesinadas o que serán asesinadas… ¡Ay! ¿Qué estoy diciendo?
- La voz solo anunciaba nuestras ofertas, hoy gran día de los Quesos, si llevas tres Quesos iguales, de igual variedad, marca y peso, pagas tres. Eso estaba anunciando lo que usted dice “La Voz”.
- ¡No! ¡No! – decía Prat - ¡Decía otra cosa! ¡Mejor me voy!
Carolina Prat no compró nada, ni los Quesos ni nada, dejó el changuito, y se fue del Supermercado aterrada y paranoica, se metió en el auto, y como desesperada, se dirigió a su Residencia.
Al entrar, vio que Guillermo Andino, su marido, ya estaba en la Residencia. Andino le comentó que estaba preparando un mega homenaje al gran Alejandro Romay, el Pope de Canal Nueve “Libertad” a lo largo de tantos años, creador de tantos éxitos y de un estilo irrepetible en la televisión argentina. Prat, sin embargo, escuchaba sin escuchar, voces solo voces como ecos como atroces chistes sin gracia, hace mucho tiempo escucho voces y ni una palabra, Y mis ojos maltratados, Se refugian en la nada Y se cansan, De ver un montón de caras, Y ni una mirada.
- Estoy hablando del gran Alejandro Romay y vos ni bola – le dijo Andino a Prat – estas ahí, parada, con la mirada perdida.
- Yo… no…. Nada… - dijo Prat.
- ¿Pasa algo? Contame.
- No, nada, estoy cansada.
- ¿Cansada de qué? Cansada de estar cansada. Te convendría regresar a la Conducción. ¿Qué tal la conducción de El Garage?
- No – dijo en forma terminante Prat – Las demás murieron, asesinadas, quesoneadas, les tiraron un Queso.
- ¿De que estas hablando? – le dijo Andino. En ese momento, Guillermo se puso los guantes, sí, los guantes, guantes negros.
A Prat no le gustó nada que Guillermo se pusiera los guantes. ¿Para que se los ponía? Sí, hacía mucho frío, pero ahí adentro la calefacción estaba al máximo. Guillermo, con los guantes negros, agarró un cuchillo, un cuchillo largo y filoso.
- ¡Nooooooooooooooooooooo! – gritó desesperada Carolina Prat, que de inmediato se puso de rodillas suplicándole a Andino.
- ¿Qué pasa? – le dijo Guillermo con el cuchillo sostenido por los guantes.
- ¡No me asesines! ¡No me asesines! ¡No me quesonees! ¡No me tires un Queso! ¡Sos el Quesón! ¡Vos asesinastes a Gisela Van Lacke y a las demás! ¡Llegó mi turno!
- ¿Yo, un asesino? ¡Si soy incapaz de matar a una mosca! ¿Yo, un Quesón? ¡Si yo no me llamó Carlos! Agarré el cuchillo para cortar el pan, ni siquiera puedo cortar el Queso para hacer unos sándwiches, porque te olvidaste de comprar el Queso! ¡Te olvidaste o no quisistes!
- ¡No iba a comprar el mismo Queso que ibas a tirar sobre mi cadáver! – gritó desesparada Carolina.
- Vos estas loca – le dijo Andino – no se de que mierda hablas, pero estas loca, muy loca, no soy un Quesón, no lo puedo ser, no me llamo Carlos, yo no asesiné a nadie.
Guillermo agarro un vaso y puso una pastilla. Se lo dio a Carolina.
- Toma la pastilla, así te tranquilizas.
- No, de ninguna manera, eso es veneno. Me queres dormir para asesinarme en forma sádica, y torturarme antes de asesinarme, como hicistes con las demás.
Carolina manoteó el vaso y lo tiró al piso. Guillermo se desesperó, intentó agarrar a Carolina, forcejearon, ella se resbaló y quedó inconsciente. Guillermo la llevó a su dormitorio, Prat quedó ahí dormida, hasta que recuperó el conocimiento.
Escuchó que Andino estaba hablando con la Clínica Neurosiquiatrica Oswald Cobblepot.
- ¿Clínica Cobblepot? Necesito que envíen una ambulancia, mi esposa, Carolina Pratt, ha tenido un brote psicótico, dice que soy un asesino, y que quiero asesinarla.
Pratt escuchó aquello que dijo Andino. Desesperada, buscó su celular, pero no lo encontró, fue a abrir la puerta de su dormitorio, empezó a patearla, a gritar.
- ¡Me tienen encerrada! ¡Me quieren asesinar! ¡Me quieren matar! ¡Me quieren hacer pasar por loca!
La ambulancia de la Cobblepot no tardó en llegar. Bajó de la misma un enfermero, de unos treinta y pico de años, muy alto y patón, con aspecto de basquetbolista.
- Hola, soy Matías – dijo el muchacho.
- Mucho gusto – les dijo Guillermo Andino – mi esposa Carolina Pratt esta con un brote psicótico, dice que la voy a asesinar, que soy un asesino, y no se qué cosas más.
- Muy bien – dijo el enfermero – vamos a donde esta su esposa.
Abrieron la puerta, al hacerlo, Carolina se tiró sobre Guillermo gritando:
- ¡Me tiene encerrada, prisionera! ¡Es un asesino! ¡Mi marido es un asesino! ¡Es el tipo que asesinó a todas las conductoras de El Garage! ¡Gisela Van Lacke, Ursula Vargues, Claudia Fernández, Alejandra Martínez! ¡Las mató a todas! ¡Les tiró un Queso! ¡Queso! ¡Queso! – mientras gritaba le pegaba a Andino, que aterrorizado nada hizo.
Matías agarró una inyección y se la aplicó a Carolina Prat. La esposa de Andino quedó dormida, y le pusieron un chaleco de fuerza. Entonces aparecieron las Santillanas…
- ¡Cuatro enfermeras iguales a María Laura Santillán! – exclamó asombrado Andino.
Las Santillanas agarraron a Prat y la llevaron a la ambulancia.
- Quedará internada todo el tiempo que sea necesario – dijo el enfermero.
- No entiendo que paso – le dijo Andino al enfermera.
- Las afirmaciones de su esposa son muy graves. Lo acusa de ser un asesino, un asesino sádico, implacable y sanguinario, que ha cometido crímenes espantosos, crueles y horribles.
- No se dé donde sacó eso, no entiendo como pudo ocurrir esto.
- Y sí, son cosas que pasan - dijo Matías.
Matías, el enfermero, la llevó a la ambulancia. La ambulancia iba a partir a la Clínica Cobblepot, pero quedo detenida allí, sin avanzar un solo centímetro. Las Santillanas estaban afuera fumando porros y jugando entre ellas.
Prat, que estaba inconsciente, comenzó a despertarse, pero al abrir los ojos comprobó que un enorme pie, un gigantesco pie, con un olor a Queso apestante, intenso y asfixiante, estaba sobre su rostro.
- ¡Qué olor a Queso! – dijo Carolina Prat.
- El mismo olor a Queso que olieron Gisela Van Lacke, Claudia Fernández y Alejandra Martínez. No Ursula Vargues, ella olió el Queso de Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Pero las otras, olieron el Queso de Carlos Matías Sandes, mi Queso, ja, ja, ja.
- ¡Nooooooooooooooo! – gritó aterrorizada Carolina Prat - ¡Como pude sospechar de Guillermo! ¡Caí en la trampa!
- ¡Cayeron en la trampa! ¡Y como buena conductora del Garage recibirás tu Queso!
- ¡Pero los Quesos los tiran los Carlos! ¡Vos te llamas Matías!
- ¿No escuchastes que ya te dije que soy Carlos Matías Sandes! ¡Carlos Matías! ¡Ja, ja, ja! No soy enfermero, soy basquetbolista. Basquetbolista, Quesón y Asesino. En el mundo del básquet, es cierto, me conocen por mi segundo nombre, soy simplemente Matías Sandes, pero en el mundo de los Asesinos, los Quesones, soy Carlos Sandes. Dale ole mi pie, mis Quesos, como hicieron las demás.
Carolina empezó a chupar, oler, lamer y besar los pies de Sandes, estaba entregada, y como drogada, en trance o en estado de extasis, se entregó al basquetbolista, que se tiró sobre ella, y sin mayores problemas, en forma bastante salvaje, fiel a su estilo, la cogió, sí, no la penetró por el culo, quizás porque estaba dentro de la ambulancia, y tenía poco espacio, pero la penetró por la vagina, y les aseguró, que la ambulancia dio vueltas por todos lados, temblando sin parar. Tras cogerla, Carlos agarró el machete, su arma, miró a Prat y le dijo:
- Queso.
Le clavó el machete en el pecho hasta el mango, y de ahí casi que la cortó en dos, con un brutal tajo de arriba abajo, le aplicó otros feroces machetazos, en el cuerpo, el cuello, las piernas, los brazos, con furia, salvajismo, como una fiera salvaje depreda a otro animal. Ahí quedó Carolina Prat, asesinada.
- Queso – dijo Carlos Matías Sandes mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Carolina Prat.
Dicen que el asesino, tiraron el cadaver de Pratt en algún descampado y que cuando se descubrió, el señor Guillermo Andino entró en un ataque de pánico, quedando paralizado y sin habla por varios días, pero es otra historia. Lo que sabemos es que Carlos Matías regresó esa misma noche con Lady Dumitrescu, que se encontraba de gran gala.
- ¿Bailamos Carlos? – le dijo Dumitrescu a Sandes. El baile comenzó, empezó a sonar El Danubio Azul, El Vals del Emperador y otros clásicos de la música vienesa.
- Que no se enoje Orlok.
- Se la pasa en el Casino de Montecarlo. Lo único que sabe es jugar a la Ruleta. Igual te espero en Monaco. Ya te conseguiré alguna euro star a la que puedas quesonear, ja, ja.
- Que así sea, mi Lady – comenzaron a bailar.
- Esa Carla Romanini dice ser la Asesina de los Matías, no sé, eso me despierta cierta desconfianza… soy un Carlos, pero también soy un Matías.
- Ja, ja, ja – río Dumitrescu – apenas cometió un par de crímenes y ya ha causado un gran revuelo. Tiene potencial para ser una gran asesina, pero todavía le faltan muchos Quesos. Va a cometer otros asesinatos, ya verás, y seguro que asesinará a chabones con otros nombres, ja, ja, vos seguí así, el Queso de Oro es tuyo.
- Para eso estamos quesoneando, ja, ja.
- ¡Me pisastes otra vez!
- ¡Es que calzo cincuenta y cinco!
Las Santillanas se sumaron a la fiestas y también bailaron entre ellas y con los otros y las otras, una de ellas, que cantaba igual que Sandro interpretó el hit “Después de la guerra” para gran emoción de Lady Dumitrescu, que escuchaba aquellas canciones y le recordaba los turbulentos días de la Segunda Guerra Mundial.
Y colorín colorado, otro Relato Quesón ha finalizado.
Bien por este relato, aunque se extraña una quesona que parece que no puede ser mencionada.
ResponderBorrarBien el morbo con Carolina Prat, con el papel que cumplen las Santillanas.
Y el vals infaltable de Sandes y la Lady, que gran pareja que son.
Ya que no fue quesoneado, podría hacerse La asesina de Guillermo Andino, que puede ser para una Carla o dos. Como para las Ravelias.
epico relato, que ha quedado modificado de la primera versión, pero con Carlos Matías Sandes ocupando un rol central, el del asesino, como debe ser
ResponderBorrarAndino debería ve4garse de Carlos Matías sandes convocado algún Quesón para que asesine a Maru Sandes
ResponderBorrarPero está protegida. Ningún queson puede asesinarla. Aunque podría recurrir a un asesino no quesón, que sea detenido por una Carla.
BorrarOBRA DE ARTE DEL GORE QUESÓN
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