El Cuento Quesón del Raj Británico de la India #QUESO
En 1880, bajo el yugo del Raj Británico en India, un sistema colonial que imponía la dominación inglesa sobre millones de indios mediante impuestos, leyes opresivas y una administración extranjera, la ciudad de Lucknow, en el corazón de Awadh, era un hervidero de tensiones. Las calles rebosaban de aromas a especias —cúrcuma, clavo, sándalo— mezclados con el polvo levantado por las botas de los casacas rojas británicos. Estos soldados, respaldados por un grupo infame de colaboracionistas, las cipayas renegadas, ejercían un control despiadado. Lideradas por Lakshmi Bai, quien se hacía llamar "Lady Lucy" para congraciarse con los invasores, estas jóvenes traicionaban a su pueblo. No solo actuaban como espías y mensajeras, sino que, en los cuarteles coloniales, ofrecían sus cuerpos a los soldados británicos, obteniendo privilegios mientras el pueblo languidecía bajo hambrunas y represión.
Las cipayas, entre las que destacaban Parvati Kaur, Saraswati Devi, Durga Malini, Radha Kumari, Meera Bai, Sita Rani, Kamala Devi, Gauri Sharma, Anjali Patel, Priya Malhotra, Shanti Das y Lakshmi Bai, eran odiadas. Sus risas resonaban en los bungalows británicos, donde compartían opio y brandy con los oficiales, indiferentes al sufrimiento de los campesinos. La represión del Raj se intensificó: tierras confiscadas, impuestos que asfixiaban y castigos brutales contra cualquier atisbo de rebeldía. Los templos hindúes, dedicados a Shiva, Vishnu, Kali y Ganesha, eran vigilados, y las ofrendas de flores de loto o leche se interrumpían por las patrullas británicas. El pueblo, hambriento, rezaba a Durga, la diosa guerrera, suplicando un salvador.
Entre las sombras surgió Carlos, un joven de veinticinco años, alto, de mirada feroz, con pies grandes que desprendían un olor penetrante, como si la tierra de la India hablara a través de él. Su nombre, un homenaje a Karl Linneo y Charles Darwin por su padre, un erudito local, contrastaba con su espíritu indomable. Vivía en una choza a las afueras de Lucknow, rodeado de la fauna que parecía protegerlo: tigres rugiendo en la noche, elefantes saludándolo con sus trompas, rinocerontes bufando en los pantanos, ciervos chital saltando entre arbustos, antílopes cervicapras corriendo veloces y monos langures colgándose de los árboles de neem.
Devoto de Kali, diosa de la destrucción, Carlos juró vengar a su pueblo. Cada semana, bajo la luna, ejecutaba un ritual macabro con su talwar, una espada curva tradicional. Sus asesinatos eran un espectáculo de humillación y justicia:
La primera víctima fue Parvati Kaur, conocida por delatar rebeldes. Carlos la atrajo a un callejón cerca del templo de Hanuman. Los monos langures observaban desde los tejados mientras la obligaba a arrodillarse ante sus pies grandes y olorosos, un acto de sumisión. Parvati, sollozando, intentó ofrecerle oro, pero Carlos, con un rugido de tigre, le cortó el cuello con la talwar, dejando su sangre mezclada con el polvo. Colocó un Queso apestoso, lleno de agujeros, sobre su rostro, un insulto a los británicos.
A Saraswati Devi, la encontró en un campo de caña de azúcar, donde espiaba para los ingleses. Carlos la sorprendió al anochecer, forzándola a besar sus pies mientras recitaba un mantra a Kali. Ella gritó, pero él le atravesó el corazón con la espada, dejando el Queso sobre su pecho, donde los insectos comenzaron a congregarse.
Cerca del río Gomti, Carlos emboscó a Durga Malini mientras ella regresaba de un cuartel. Los elefantes observaban desde la orilla cuando la sometió a sus pies, su olor abrumándola. Durga intentó apuñalarlo, pero él le rebanó la mano y luego la cabeza, cubriendo su cuerpo con el Queso, que atrajo a los cuervos.
En un bazar desierto, Carlos atrapó a Radha Kumari. La obligó a lamer sus pies mientras los langures chillaban. Radha suplicó por su vida, pero la talwar le abrió el abdomen, y el Queso fue arrojado sobre sus entrañas, un mensaje grotesco.
En un bosque de mangos, Carlos persiguió a Meera Bai. La sometió a sus pies, su olor haciéndola vomitar. Con un solo tajo, le cortó la garganta, y el Queso cubrió su rostro, atrayendo a los ciervos chital que husmeaban curiosos.
Cerca de un templo de Vishnu, Carlos sorprendió a Sita Rani. Tras el ritual de los pies, le clavó la espada en el pecho, dejando el Queso sobre su cuerpo como una ofrenda macabra.
En un pantano, donde los rinocerontes bufaban, Carlos ejecutó a Kamala Devi tras humillarla. La talwar le destrozó el cráneo, y el Queso quedó incrustado en su rostro.
En un callejón, Carlos degolló a Gauri Sharma tras el ritual, cubriendo su cuerpo con el Queso, que los perros callejeros olfatearon.
En un campo abierto, la espada de Carlos atravesó el estómago de Anjali Patel. El Queso, arrojado sobre ella, atrajo a las hormigas.
Cerca de un fuerte británico, Carlos asesinó a Priya Malhotra tras el ritual, dejando el Queso sobre su torso destrozado.
A Shanti Das, en un huerto, la talwar le cortó los brazos antes de asesinarla. El Queso cubrió su cuerpo mutilado.
Por último llegó la pérfida Lakshmi Bai ("Lady Lucy"): La líder, atrapada en un bungalow británico. Carlos irrumpió, obligándola a arrodillarse ante sus pies. Ella, arrogante, lo insultó, pero él le arrancó la lengua con la espada antes de decapitarla. El Queso, el más grande y apestoso, fue colocado sobre su cabeza, un trofeo para el pueblo.
Los británicos, enfurecidos, ofrecieron 500 rupias por Carlos, describiéndolo como “hombre alto, pies grandes, olor inconfundible”. Pero el pueblo lo protegía: los vendedores de chai callaban, los brahmanes le daban refugio, las mujeres le ofrecían guirnaldas de jazmín. La fauna conspiraba: un tigre devoró a un soldado que lo perseguía, un rinoceronte embistió un carro británico.
Carlos, astuto como un langur, escapó disfrazado de sadhu, con cenizas en la frente y un tridente de Shiva. Viajó a Calcuta y embarcó hacia Londres, burlando al Raj. Allí, se dice que defecó frente al Palacio de Buckingham, insultando a la Reina Victoria, “la rubia desteñida de Albión”, mientras fumaba una pipa con tabaco y hierbas indias, riéndose del Imperio.
En la India, Carlos se convirtió en mito. Los poetas cantaban al “Hombre de los Pies Grandes”, los templos ofrecían pujas en su honor, y los niños jugaban a ser él, con espadas de madera y ruedas de Queso. La fauna, sus aliados, vagaba por los bosques, guardianes de su legado. Carlos, el vengador, mostró que el espíritu de la India no podía ser aplastado por el Raj Británico ni por las cipayas traidoras. Su risa resonaba en los corazones del pueblo, un eco de resistencia que el Imperio jamás silenció.
una colección de Relatos Quesones y Narraciones Quesonas (no fan fics), a través del tiempo y del espacio, con narraciones y leyendas del Mundo Quesón y de la Mitología Quesona, con galeria de imágenes generadas por CICI AI
enlaces a CUENTOS QUESONES y NARRACIONES QUESONAS
sentí que volvía a leer Sandokan y los Tigres de la Malasia o las novelas de Salgari
ResponderBorrary Rudyar Kipling, este es el Cuento de la Jungla Quesona
Borrarcon estos cuentos aprendí más de Historia Universal que yendo a la escuels
ResponderBorrarse podría venir "la vuelta al mundo en ochenta quesos"
ResponderBorrareste Carlos hizo más que Gandhi por la independencia de la India
ResponderBorrarHay todo un historio histórico en este cuento.
ResponderBorrarAunque esta Carlos falló algo como devoto de la diosa Kali, ya que debió estrangularlas. Muertes sin derramar sangre. Pero no me quejó por el efectivo gore.
El Fauno.
es como ver esas películas de antes que tenían a la India (y al Imperio Británico) como principal tema, es cierto lo que aporta el Fauno sobre Kali, pero este ya era un hindú extraño, porque se llama Carlos, o sea que no esta mal que se tome algunas libertades
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