El Cuento de la Quesona Asesina de la Sabana Africana #QUESO


La sábana africana se extendía como un lienzo infinito bajo el sol ardiente, un mosaico de vida palpitante. En la vasta llanura, los grandes rebaños de antílopes, gacelas, cebras, elands, ñus y kudu galopaban en oleadas elegantes, sus pezuñas levantando nubes de polvo dorado. Las cebras, con sus rayas hipnóticas, corrían en sincronía, mientras los elands, robustos y majestuosos, avanzaban con saltos poderosos. Los ñus, en manadas densas, resoplaban con un rugido colectivo, y los kudu, con sus cuernos en espiral, se movían con una gracia solemne. Los impalas saltaban con agilidad, sus cuernos curvos brillando bajo la luz, mientras las gacelas de Thomson zigzagueaban, desafiando la gravedad.

Más allá, los elefantes avanzaban con pasos lentos y majestuosos, sus trompas barriendo el aire como banderas de la selva. Los rinocerontes, con su piel acorazada, embestían arbustos con furia contenida, y los búfalos, en manadas compactas, resoplaban con fuerza, sus cuernos formando un frente impenetrable. Las jirafas, con sus cuellos interminables, se alzaban como torres vivientes, arrancando hojas de acacias con lenguas expertas.

En los márgenes, los depredadores acechaban. Los leones, con sus melenas ondeando al viento, observaban desde las sombras, sus ojos ámbar brillando con hambre. Las chitas, veloces como relámpagos, se deslizaban entre la hierba alta, listas para una cacería explosiva. Los leopardos, sigilosos, trepaban a los árboles, sus manchas fundiéndose con la corteza, mientras las hienas reían en la noche, un coro macabro que helaba la sangre. Los licaones, con sus manchas caóticas, cazaban en manadas coordinadas, y los chacales merodeaban, oportunistas, buscando restos.

En los bordes de la llanura, los monos papiones trepaban y gritaban, sus jerarquías marcadas por peleas y alaridos. Las suricatas, vigilantes, se erguían como centinelas en sus montículos, sus ojos vivaces escudriñando el horizonte. Los facoqueros, con sus colmillos curvos, hozaban la tierra, ajenos al peligro.

En los ríos, los hipopótamos emergían como islas vivientes, sus bufidos resonando mientras los cocodrilos, con ojos como cuentas, flotaban inmóviles, esperando. En las sombras, la mamba negra, letal y silenciosa, se deslizaba como un espectro.

Y en el cielo, las aves reinaban: avestruces corrían con zancadas torpes pero poderosas, los serpentarios planeaban en busca de serpientes, y los marabúes, con sus alas anchas, sobrevolaban los restos de las cacerías, carroñeros alados de mirada sombría.

Pero este paraíso estaba bajo amenaza. Un grupo de cazadores furtivos, liderados por Jonatan, Matías, Agustín y Gonzalo, junto a dos colaboradores locales, Emanuelle y Rigobert, había invadido la sábana. Eran hombres crueles, movidos por la codicia, armados con rifles y trampas, dispuestos a masacrar a los animales por sus pieles, cuernos y trofeos. Sus risas resonaban como un insulto a la armonía de la llanura, y su presencia dejaba un rastro de sangre y miedo. Los elefantes trompeteaban nerviosos, las cebras relinchaban y huían, los elands y ñus se dispersaban, y hasta las hienas evitaban sus campamentos.

Sin embargo, la sábana no estaba indefensa. Desde lo más profundo de su espíritu, surgió una figura: Carla, la Quesona Asesina, nieta de antiguos colonos europeos, criada por los Masai, respetuosa de la sabana y de la fauna africana, y de las tradiciones y la cultura de los nativos.

Era una mujer de belleza deslumbrante, con cabello rubio que brillaba como el sol y ojos verdes que parecían reflejar la sabiduría de la llanura. Vestía un atuendo ligero de cuero curtido, adaptado al calor, y llevaba unos guantes negros que ocultaban sus manos letales.

En su cintura, un enorme cuchillo relucía con un filo que parecía cantar. Pero su arma más peculiar era un Queso enorme, un símbolo de su justicia, que dejaba sobre cada víctima como un sello de la venganza de la sábana.

Carla no estaba sola: los animales la reconocían como su protectora. Las suricatas la alertaban, los leopardos la guiaban, las cebras galopaban a su lado, y hasta los elefantes parecían inclinar sus cabezas ante ella. Era la encarnación de la furia y la armonía de la naturaleza, con una sed sangrienta que ardía por castigar a quienes profanaban su hogar.

La sábana africana se extendía como un lienzo infinito bajo el sol poniente, un mosaico de vida palpitante teñido de rojo y oro. En un claro cercano a un río, donde el agua susurraba entre los juncos, los cazadores furtivos —Jonatan, Matías, Agustín, Gonzalo, Emanuelle y Rigobert— se reunían alrededor de una fogata que crepitaba con chispas danzantes. Sus rifles descansaban contra un árbol nudoso, y un montón de trampas y lazos relucía bajo la luz titilante. Frente a ellos, un grupo de nativos de una aldea cercana, liderados por Maraimasa, un hechicero Masai de porte imponente, con un bastón adornado con plumas y cuentas que parecían absorber la luz, había accedido a hablar, aunque sus rostros reflejaban desconfianza. Maraimasa, con su túnica roja ondeando ligeramente en la brisa, observaba a los cazadores con ojos que parecían perforar la carne hasta el alma. Los cazadores, confiados en su arrogancia, discutían sus planes con risas crueles, mientras los nativos permanecían en un silencio cargado de tensión.

Jonatan, el líder, se reclinaba contra una roca, sosteniendo una botella de cerveza que brillaba con el reflejo del fuego. Su voz, cargada de desprecio, cortó el aire. “Mañana será un día glorioso, muchachos. Ese rinoceronte que vimos hoy no tiene escapatoria. Un disparo limpio a la cabeza, Gonzalo, como tú sabes.” Le dio una palmada en el hombro a Gonzalo, quien sonrió con una mueca vanidosa, limpiando su rifle con un trapo grasiento. “Claro, jefe,” respondió. “Mi mira no falla. Un tiro y ese cuerno será nuestro. Y si cae alguna cebra o un kudu con esos cuernos en espiral, mejor. Las pieles rayadas se venden caro, y los coleccionistas pagan fortunas por esas cornamentas.”

Matías, con un brillo sádico en los ojos, afilaba un cuchillo de caza, su hoja destellando con cada pasada. “Yo voy por las gacelas,” dijo, su voz impregnada de un placer malsano. “Son rápidas, pero cuando caen en mis redes, sus pataleos son un espectáculo. Me gusta verlas retorcerse, suplicando con esos ojitos antes de darles el golpe final.” Su risa resonó como un eco profano en la llanura, haciendo que algunos nativos se removieran incómodos. Agustín, sentado junto a un montón de lazos y redes, asintió mientras tensaba una cuerda con dedos expertos. “Mis trampas son infalibles,” dijo, con una sonrisa torcida. “Ayer atrapamos un ñu que se ahorcó solo, pataleando como idiota. Mañana caerán cebras, elands, lo que sea. Solo hay que dejar que la cuerda haga su trabajo.” Su risa se unió a la de Matías, un coro de crueldad que parecía desafiar la paz de la sábana.

Emanuelle, uno de los colaboradores locales, se inclinó hacia el fuego, sus ojos esquivando la mirada de Maraimasa. Con un tono que intentaba imitar la arrogancia de los cazadores, habló. “Yo conozco los senderos de los elefantes. Hay un camino cerca del río donde siempre beben. Con un par de trampas pesadas, podemos tumbar uno y sacar los colmillos en una hora. El marfil paga bien.” Su voz tembló ligeramente, traicionando su incomodidad, pero forzó una risa para alinearse con los otros. Rigobert, el otro colaborador, sentado junto a él, añadió con un entusiasmo forzado: “Y los hipopótamos, en el río. Un arpón bien colocado, y caen como sacos. La carne se vende, y la grasa… siempre hay compradores.” Bajó la mirada, sus dedos jugueteando nerviosamente con una cuerda, pero su voz buscaba complacer a Jonatan.

Maraimasa alzó su bastón, el movimiento lento pero firme, y su voz grave resonó como un trueno lejano. “Escuchen, hombres de fuera. La sábana no es un mercado para su codicia. Cada animal que matan rompe un hilo del tejido vivo de este lugar. La tierra respira, y ella no olvida. Han oído de la Quesona Asesina, ¿no es así?” Sus ojos recorrieron a los cazadores, deteniéndose en cada uno como si pudiera ver sus pecados.

Jonatan soltó una carcajada estruendosa, casi escupiendo su cerveza. “¿La Quesona Asesina? ¿Esa mujer que anda dejando Quesos por ahí?” Su tono era burlón, y agitó la botella en el aire como si brindara por una broma. “Venga, viejo, eso es un cuento para niños tontos. ¿Qué va a hacer? ¿Asfixiarnos con un Queso apestoso?” Los cazadores estallaron en risas, sus voces resonando en el claro como un desafío a la noche. Matías, limpiándose una lágrima de risa, blandió su cuchillo con gesto teatral. “Si esa tal Quesona aparece, le corto el cuello antes de que saque su Queso mágico. ¡Será un trofeo más para mi colección!” Su risa era un gruñido, y sus ojos brillaban con una crueldad que parecía disfrutar del desafío.

 

Agustín, ajustando un lazo, se unió a la burla. “Puras tonterías de aldeanos. ¿Una mujer contra nosotros? Mis trampas la atraparían antes de que dé un paso. ¿Qué es eso del Queso? ¿Nos va a cocinar una cena antes de morir?” Su risa era seca, y miró a los nativos con desdén, como si su presencia fuera una molestia. Gonzalo, recargando su rifle con un chasquido, añadió con una sonrisa sarcástica: “¿Y qué más, hechicero? ¿Que los leones la obedecen como perritos? ¿Que las cebras corren tras ella? ¡Por favor! Lo único que veremos mañana es una pila de trofeos: cuernos de kudu, pieles de cebra, colmillos de elefante.” Finge temblar, arrancando más risas de los cazadores.

Emanuelle, ansioso por ganarse el favor de Jonatan, se rió con más fuerza de la necesaria, aunque sus ojos evitaban a Maraimasa. “En mi aldea también cuentan historias tontas, pero nadie ha visto a esa mujer. ¿Quesos? ¡Ja! Seguro es una loca que se perdió en la sábana y ahora inventan cuentos.” Su risa sonó forzada, y miró a Rigobert, buscando apoyo. Rigobert, con una sonrisa nerviosa, se unió a la burla, aunque su voz temblaba. “Sí, Maraimasa, tus cuentos no asustan a nadie. ¿Una mujer con un Queso? Mi abuela inventaba historias mejores. Si aparece, la atrapamos y le quitamos su Queso para el almuerzo.” Forzó una carcajada, pero sus manos apretaron la cuerda con demasiada fuerza, traicionando su inquietud.

Maraimasa, imperturbable, alzó su bastón hacia el cielo, las plumas ondeando como un presagio. “Rían cuanto quieran,” dijo, su voz cargada de una calma que helaba la sangre. “La Quesona Asesina no es un cuento. Es la furia de la sábana hecha carne. Su cabello brilla como el sol, sus ojos ven a través de las sombras, y su cuchillo corta más que el acero: corta el alma de quienes profanan este lugar. Cada animal que han matado —cada cebra, cada eland, cada ñu— clama por justicia, y ella responde. Deja un Queso como marca, un recordatorio de que la sábana no perdona.” Su mirada se posó en Emanuelle y Rigobert, y por un instante, pareció que el hechicero podía ver su traición.

Jonatan se puso de pie, tirando su botella vacía al fuego, donde estalló en una lluvia de chispas. “¡Basta de cuentos, viejo loco!” gruñó, sacando su pistola y apuntando al aire. “Somos seis, armados hasta los dientes. Nadie, ni mujer ni espíritu, va a detenernos. Mañana tendremos ese rinoceronte, y luego iremos por los elefantes, las cebras, los kudu, todo lo que valga un peso. Si tu Quesona aparece, le meteré una bala entre los ojos.” Su rostro estaba rojo de ira, y los otros cazadores asintieron, alimentados por su desafío.

Matías, blandiendo su cuchillo, añadió con una sonrisa torcida: “¡Por la Quesona y su Queso! Que venga, que la estoy esperando. La despellejaré como a una gacela.” Su risa era un eco cruel que resonó en el claro. Emanuelle, intentando mantener el tono burlón, agregó: “Sí, Maraimasa, dile a tu espíritu que traiga más Quesos, porque los vamos a necesitar para la fiesta después de cazar.” Rigobert, más titubeante, forzó otra risa. “Viejo, tus historias no sirven aquí. La sábana es nuestra, y ninguna Quesona va a cambiar eso.”

Maraimasa dio un paso atrás, su figura recortada contra la noche. “La sábana no pertenece a nadie,” dijo, su voz un susurro que parecía venir de la tierra misma. “Ella los observa. Las suricatas la alertan, los leopardos la guían, las cebras corren con ella. Han derramado sangre inocente, y la Quesona Asesina ya los ha marcado. Cuando vean un Queso, será lo último que vean.” Sin esperar respuesta, se giró, seguido por los nativos, cuyas figuras se desvanecieron en la oscuridad como sombras tragadas por la sábana.

Jonatan escupió al suelo, su rostro contorsionado por el desprecio. “Viejo estúpido,” Masculló, volviéndose hacia sus hombres. “Preparen las trampas y carguen los rifles. Mañana será un festín, y ninguna Quesona nos detendrá.” Los cazadores rieron, sus voces resonando en la noche, mientras Emanuelle y Rigobert intercambiaban miradas inquietas, sus burlas ahora teñidas de un nerviosismo que no podían ocultar.

En la distancia, oculta entre las sombras de un baobab, Carla, la Quesona Asesina, observaba en silencio, su cabello rubio brillando tenuemente bajo la luna. Sus ojos verdes centelleaban con una furia contenida, y sus guantes negros acariciaban el filo de su cuchillo curvo, que parecía susurrar promesas de sangre. En su cintura, un Queso enorme reposaba, un símbolo de la justicia implacable que pronto caería sobre los cazadores. La sábana, viva y vigilante, parecía susurrar su nombre, y los cazadores, ajenos a su destino, ya estaban marcados por la venganza de la Quesona.

 

La sábana africana amaneció bajo un sol abrasador que incendiaba la llanura, tiñendo de oro los rebaños de cebras, elands, ñus y kudu que galopaban en oleadas elegantes. El aire vibraba con el zumbido de la vida, pero también con una tensión palpable: los cazadores furtivos, liderados por Jonatan, Matías, Agustín, Gonzalo, Emanuelle y Rigobert, habían profanado la armonía de la sábana con su codicia insaciable. Sus trampas y rifles habían derramado sangre inocente, y su crueldad hacia los animales —cebras destripadas por diversión, gacelas torturadas antes de morir, rinocerontes abatidos por sus cuernos— había despertado la furia de la Quesona Asesina. Carla, con su cabello rubio brillando como un faro y sus ojos verdes relampagueando con una sed de sangre implacable, observaba desde las sombras, lista para impartir su justicia letal, acompañada por los animales que la reconocían como su protectora.

Carla, fundida con la corteza de un baobab, observaba a Rigobert, el guía local que había traicionado a su pueblo por monedas manchadas de sangre. Este hombre, que una vez juró proteger la sábana, ahora guiaba a los cazadores hacia los pozos de agua donde los elefantes y cebras bebían, riendo mientras planeaba trampas para arrancar colmillos y pieles. Su rifle colgaba al hombro, y su paso confiado resonaba en la tierra que había jurado defender. Pero la sábana no olvidaba. Las suricatas, fieles aliadas de Carla, habían trabajado en la noche, cavando un túnel bajo el sendero que llevaba al pozo de agua, debilitando el suelo hasta convertirlo en una trampa natural. Cuando Rigobert pasó, el suelo cedió con un crujido traicionero, atrapando su pierna en un abrazo de tierra y raíces. Gritó, su voz quebrada por el pánico, mientras forcejeaba inútilmente, el rifle cayendo al polvo. Un silbido agudo cortó el aire, y un licaón, con sus manchas caóticas y colmillos relucientes, emergió de la hierba alta, guiado por la llamada de Carla. El animal gruñó, un sonido gutural que heló la sangre del traidor, sus ojos amarillos fijos en Rigobert mientras avanzaba lentamente, mostrando los dientes. Rigobert, con el rostro desencajado, intentó alcanzar su arma, pero el licaón dio un salto, rozándole el brazo con un zarpazo que arrancó un alarido. En ese instante, Carla descendió del baobab como un relámpago, su figura esbelta envuelta en cuero curtido, su cuchillo curvo destellando con un brillo homicida. Sus guantes negros parecían absorber la luz del sol mientras se acercaba, sus ojos verdes brillando con una furia sádica. “Traidor,” siseó, su voz fría como el viento nocturno. Con un movimiento brutal, hundió la hoja en el corazón de Rigobert, girándola lentamente para prolongar el sufrimiento. La sangre brotó en un chorro cálido, manchando sus guantes y salpicando la tierra, mientras Rigobert gemía, sus ojos abiertos en un terror inútil. Carla, deleitándose en el espectáculo, extrajo el cuchillo con un giro final, dejando que el cuerpo se desplomara. Con un gesto teatral, lanzó un Queso redondo sobre el pecho del moribundo, que rodó ligeramente antes de detenerse sobre la sangre. “¡QUESO, Rigobert Quesoneado!” gritó, su voz resonando en la llanura. Los licaones aullaron en coro, como aprobando la justicia salvaje de la Quesona, mientras las suricatas, desde sus montículos, chillaban en celebración.

Emanuelle, astuto y paranoico, se movía cerca del río, revisando trampas diseñadas para atrapar hipopótamos, cuyas pieles y grasa vendía sin remordimientos. Este hombre, que una vez cantó canciones de la sábana junto a su pueblo, ahora se reía mientras preparaba arpones para perforar a los gigantes del río, burlándose de las advertencias de Maraimasa. Su crueldad era silenciosa pero calculada: disfrutaba viendo a los animales debatirse en sus trampas, prolongando su agonía por puro placer. Carla, oculta entre los juncos, había observado sus movimientos con la paciencia de un leopardo. Había untado una cuerda con un olor irresistible para los cocodrilos, un cebo mortal que Emanuelle no sospecharía. Cuando tiró de la cuerda, creyendo haber atrapado un hipopótamo, un cocodrilo emergió del agua con un rugido ensordecedor, sus fauces abiertas mostrando hileras de dientes como dagas. Emanuelle resbaló en el lodo, cayendo al agua con un grito de pánico, sus manos arañando la orilla en vano. El cocodrilo, guiado por el aroma y la furia de la sábana, lo atrapó por la pierna, sacudiéndolo como un trapo.

Emanuelle gritó, su voz rota por el terror, mientras el agua se teñía de rojo. Carla emergió de los juncos, su figura esbelta recortada contra la luna, su cuchillo reluciendo como una promesa de muerte. Sus ojos verdes centelleaban con un placer sádico mientras se acercaba, sus botas apenas rozando el lodo. “Por los hipopótamos que torturaste,” murmuró, su voz cargada de desprecio. Con un movimiento preciso, cortó la garganta de Emanuelle, la hoja deslizándose como si danzara, dejando que la sangre se mezclara con el río. El cocodrilo, aliado de la Quesona, arrastró el cuerpo hacia las profundidades, pero no antes de que Carla lanzara un Queso redondo, que flotó brevemente sobre las aguas turbulentas como un trofeo macabro. “¡QUESO, Emanuelle Quesoneado!” gritó, su voz resonando sobre el rugido del río. Los hipopótamos, emergiendo como islas vivientes, bufaron en aprobación, mientras las aves carroñeras comenzaban a reunirse, atraídas por el festín.

Gonzalo, el francotirador, se jactaba de haber abatido a un rinoceronte con un solo disparo, riendo mientras describía cómo el animal se desplomó, su sangre empapando la tierra. Su crueldad era legendaria: disparaba a las crías de cebras y elands para atraer a sus madres, solo para matarlas también, coleccionando cuernos y pieles como trofeos de su ego. Carla lo había estudiado desde la distancia, notando su costumbre de descansar bajo un árbol al mediodía, confiado en su puntería. Con la ayuda de un grupo de papiones, a los que había entrenado con gestos y pedazos de fruta, orquestó una emboscada perfecta. Los monos, aliados leales de la Quesona, treparon a las ramas del árbol, cargando frutos pesados que dejaron caer con precisión mortal. Los proyectiles golpearon a Gonzalo en la cabeza y los hombros, haciéndolo gritar de furia y disparar al aire, desorientado, su rifle escupiendo balas inútiles. Carla surgió de la hierba alta, sus ojos verdes encendidos con una sed de sangre implacable. Sus guantes negros brillaban al sol, y su cuchillo curvo parecía cantar mientras lo alzaba. “Por los rinocerontes que asesinaste,” gruñó, su voz cargada de odio. Con un movimiento salvaje, hundió la hoja en el pecho de Gonzalo, girándola con una crueldad deliberada para maximizar el dolor. La sangre brotó como un géiser, manchando su rostro y alimentando su éxtasis asesino. Gonzalo, con los ojos abiertos en un rictus de agonía, se desplomó, y Carla, con una sonrisa feroz, lanzó un Queso redondo que rodó desde su mano hasta detenerse junto al cuerpo. “¡QUESO, Gonzalo Quesoneado!” gritó, su voz resonando como un trueno. Los papiones chillaron victoriosos desde las ramas, saltando y golpeando el árbol como si celebraran la caída del cazador ante la furia asesina de la Quesona.

 Agustín, el experto en trampas, era un maestro de la crueldad, colocando redes y lazos que atrapaban gacelas, antílopes y cebras, dejando que se asfixiaran lentamente mientras él observaba, riendo ante sus estertores. Sus trampas habían segado innumerables vidas, y su risa resonaba mientras cortaba las pieles aún calientes de sus víctimas. Carla, con la agilidad de una chita, había desmantelado sus trampas en la noche, reutilizándolas con una precisión mortal. Una noche, Agustín revisó una de sus redes, sin sospechar que la Quesona la había manipulado para que se cerrara sobre él. Cuando tiró de la cuerda, la red se alzó, atrapándolo en un abrazo de cuerdas que lo dejó colgando indefenso, sus pies pateando el aire mientras gritaba, su rostro contorsionado por el miedo. Carla apareció de las sombras, sus guantes negros brillando bajo las estrellas, su cuchillo reluciendo como un fragmento de la luna. Sus ojos verdes destellaban con un placer sádico mientras se acercaba lentamente, prolongando el terror de Agustín. “Por las gacelas que dejaste sufrir,” susurró, su voz un veneno helado. Con una lentitud deliberada, casi ceremonial, clavó su cuchillo en el corazón de Agustín, dejando que la sangre goteara sobre la tierra mientras él gemía, atrapado en su propia trampa. La hoja se hundió profundamente, y Carla la giró, saboreando cada instante de dolor. Cuando el cuerpo dejó de moverse, lanzó un Queso redondo que quedó enredado en la red, balanceándose como un péndulo macabro. “¡QUESO, Agustín Quesoneado!” gritó, su voz cortando la noche. Las cebras, desde la distancia, relincharon como si reconocieran la justicia de la Quesona, mientras las estrellas parecían brillar con más fuerza.

Matías, conocido por torturar a los animales antes de matarlos, era un monstruo cuya crueldad superaba toda medida. Había cortado las patas de gacelas para verlas arrastrarse, reído mientras desollaba ñus vivos y disparado a crías de kudu para escuchar los lamentos de sus madres. Su sadismo era una afrenta a la sábana, y Carla, con su sed de sangre ardiendo, lo había marcado como su próxima víctima. Lo atrajo a un claro donde había esparcido hierbas que incitaban a un avestruz macho, territorial y feroz, a defender su dominio. Cuando Matías entró, confiado con su rifle al hombro, el avestruz lo persiguió, sus patas poderosas levantando nubes de polvo mientras lanzaba picotazos como martillos. Matías, agotado tras correr desesperadamente, tropezó y cayó de rodillas, su rostro desencajado por el pánico mientras el avestruz lo golpeaba con furia. Carla, oculta tras una roca, emergió con la gracia letal de un leopardo, su cuchillo curvo destellando bajo el sol. “Por las vidas que torturaste,” gruñó, su voz impregnada de odio. Con un movimiento rápido y brutal, hundió la hoja en el pecho de Matías, torciéndola con deleite mientras la sangre brotaba, manchando la tierra y salpicando su rostro. Sus ojos verdes brillaron con una satisfacción cruel, y mientras Matías exhalaba su último aliento, lanzó un Queso redondo sobre su rostro, que rodó ligeramente sobre la sangre. “¡QUESO, Matías Quesoneado!” gritó, su voz resonando como un himno de venganza. El avestruz pateó el suelo, alzando polvo como si sellara el destino del cazador, mientras las aves carroñeras comenzaban a descender, atraídas por la justicia de la Quesona.

Jonatan, el cerebro del grupo, era el más astuto y despiadado, un hombre cuya codicia había orquestado la matanza de elefantes, rinocerontes y cebras, vendiendo sus partes por fortunas sin un ápice de remordimiento. Había notado la desaparición de sus hombres y se movía con cautela, su rifle siempre listo, sus ojos escudriñando la llanura. Pero Carla, con su conexión sobrenatural con la sábana, había ganado la lealtad de un león macho al que liberó de una trampa tiempo atrás. En una noche sin luna, guió al león hacia el campamento de Jonatan, su melena ondeando como una bandera de guerra. El rugido del felino rompió el silencio, haciendo que Jonatan se girara, disparando al aire en un intento desesperado por defenderse. El león, ileso, lo derribó con un zarpazo, sus garras rasgando la carne y arrancando un grito de agonía. Carla, deslizándose como una sombra, apareció por detrás, su cuchillo reluciendo con un brillo mortal. “Por la sangre que derramaste,” siseó, sus ojos verdes encendidos con un éxtasis asesino. Con un movimiento preciso y cargado de odio, clavó la hoja en la espalda de Jonatan, atravesándole el corazón mientras él se retorcía en el suelo. La sangre se derramó como un río, empapando la tierra, y Carla, con una sonrisa sádica, lanzó un Queso redondo sobre el cuerpo inerte, que rodó hasta detenerse junto a la cabeza del cazador. “¡QUESO, Jonatan Quesoneado!” gritó, su voz resonando como un trueno en la noche. El león rugió, un eco de la justicia de la sábana, mientras las hienas, desde la distancia, comenzaron a acercarse, atraídas por el olor de la muerte. 

Con los cazadores eliminados, la sábana respiró aliviada. Carla, la Quesona Asesina, no era solo una vengadora; era la encarnación de la furia y el equilibrio de la naturaleza, una fuerza cuya sed de sangre castigaba a quienes osaban profanarla. Los animales la respetaban: las suricatas la alertaban, los leopardos la guiaban, las cebras galopaban a su lado, y los elefantes inclinaban sus cabezas ante ella. Incluso la mamba negra se deslizaba a su lado sin atacarla, como reconociendo su autoridad. Las aves, desde los serpentarios hasta los marabúes, cantaban cuando ella pasaba, y los elands, ñus y kudu la miraban sin huir. Carla, con su cuchillo y su Queso, desapareció en la llanura, su cabello rubio fundiéndose con el sol poniente. La sábana, libre de la amenaza, volvió a su armonía, pero todos sabían que, si la codicia regresaba, la Quesona Asesina volvería, con sus guantes negros, su cuchillo y su Queso, lista para desatar su justicia sangrienta y proclamar a cada chabón Quesoneado.

En el corazón de esta paz restaurada, Maraimasa, el hechicero Masai, se alzaba en un promontorio, su túnica roja ondeando al viento y su bastón adornado con plumas y cuentas alzado hacia el cielo. Los nativos de su aldea, reunidos a su alrededor, miraban con reverencia mientras él, con su voz grave y resonante, celebraba el triunfo del espíritu indomable de la sábana.

Maraimasa, con los ojos brillando como si reflejaran la sabiduría de la tierra misma, levantó las manos hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a descender, tiñendo la llanura de un oro ardiente. “¡Escuchen, hijos de la sábana!” proclamó, su voz reverberando como un trueno suave. “La tierra ha hablado, y su justicia ha sido impartida. Los profanadores, aquellos que derramaron sangre inocente, que torturaron a las cebras, masacraron a los rinocerontes y atraparon a las gacelas en redes crueles, han sido castigados. La Quesona Asesina, espíritu de la furia y la armonía, ha limpiado la llanura con su cuchillo y sus Quesos. Cada uno de ellos —Rigobert, Emanuelle, Gonzalo, Agustín, Matías y Jonatan— fue Quesoneado, marcado por el Queso que sella su destino. La sábana respira de nuevo, libre de sus cadenas.” Los nativos, con rostros llenos de asombro y gratitud, alzaron sus lanzas y entonaron un cántico antiguo, un canto que hablaba de la tierra viva, de los ríos que cantan y de los animales que son hermanos. Las mujeres tejían guirnaldas de hierbas, y los niños, sentados en la tierra, escuchaban con ojos abiertos mientras Maraimasa continuaba, su bastón golpeando el suelo rítmicamente. “Carla, la Quesona, no es solo una mujer,” dijo, su voz cargada de un fervor místico. “Es el latido de la sábana, el rugido del león, el silbido de la mamba negra, el galope de la cebra. Los licaones la obedecen, los leopardos la guían, las suricatas la alertan. Ella es la justicia que surge cuando la codicia osa mancillar este paraíso. Cada Queso que dejó sobre los cuerpos de los traidores es un recordatorio: la sábana no perdona.” Hizo una pausa, dejando que el viento llevara sus palabras a través de la llanura, mientras las aves —serpentarios y marabúes— planeaban en el cielo, como si también rindieran homenaje. Luego, su mirada se endureció, y apuntó su bastón hacia el horizonte, donde la sombra de los baobabs se alargaba. “Pero que nadie se equivoque,” advirtió, su voz bajando a un tono que helaba la sangre. “La sábana no distingue entre hombre o mujer. Todo aquel que ose profanarla, que alce un rifle contra sus hijos, que tiña sus ríos de sangre, encontrará un Queso esperándolo. Si eres hombre, serás Quesoneado por una Quesona, tu vida segada por su cuchillo y marcada por su Queso. Si eres mujer, serás Quesoneada por un Quesón, un espíritu tan implacable como ella, que surgirá de la tierra para castigar tu arrogancia. Nadie escapa al juicio de la sábana.” Los nativos asintieron en silencio, algunos tocando la tierra con reverencia, otros susurrando oraciones a los espíritus de la llanura.

Maraimasa alzó su bastón una vez más, y su voz se elevó como un cántico final. “La Quesona ha regresado a las sombras, pero su espíritu nunca duerme. Mientras la sábana viva, mientras los elefantes caminen y las cebras galopen, ella estará aquí, vigilante. Y con ella, el Quesón, su eco masculino, listo para castigar a quienes desafíen el equilibrio. Que este día sea un recordatorio: la sábana es sagrada, y su justicia es eterna.”

El sol se hundió en el horizonte, bañando la llanura en un crepúsculo dorado. Los nativos comenzaron a dispersarse, llevando consigo las palabras de Maraimasa, mientras los animales de la sábana —desde los leopardos sigilosos hasta los elands majestuosos— parecían escuchar, sus movimientos en armonía con la tierra. En la distancia, un Queso invisible parecía flotar en el aire, un símbolo eterno de la justicia de la Quesona y el Quesón, listos para surgir si la codicia volvía a amenazar el paraíso africano.

 

 



























































































CUENTOS QUESONES

una colección de Relatos Quesones y Narraciones Quesonas (no fan fics), a través del tiempo y del espacio, con narraciones y leyendas del Mundo Quesón y de la Mitología Quesona, con galeria de imágenes generadas por CICI AI

enlaces a CUENTOS QUESONES y NARRACIONES QUESONAS





Comentarios

  1. está Quesona es buena, como Blancanieves, se contacta con los animales y cuida el equilibrio de la naturaleza, mata a tipos malos, bien eso

    ResponderBorrar
  2. merecido castigo el de los cazadores, y los dos negritos que los ayudaban

    ResponderBorrar
  3. re sexy la asesina, una diosa en medio de los grones del Africa

    ResponderBorrar
  4. Una quesona cazadora de cazadores. La idea funcionó mejor de lo que pensaba.
    Como una Sheena o una Shanna She Devil pero llamada Carla.
    No hubo sexo porque tal vez lo merecían los cazadores.
    Me gustó alianza con los animales.

    Tal vez merezca más relatos.
    El Fauno

    ResponderBorrar
  5. este cuento enlaza con uno de los mejores relatos quesones, el de Victoria Vannucci, los quesones y las quesonas, además de luchar contra la casalarga, tambien cuidan el medio ambiente

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Etiquetas (x frecuencia)

Los Quesos de la Luna Roja35 Sky Cheese28 Carlos Eisler27 Carlos Reich25 Carlos Schattmann24 Carlos Izquierdoz23 Carlos Machado22 Carlos Elder21 Ravelia la Tatuada20 Carlos Luna19 Carla Conte15 Carlos Ficicchia15 Carlos Gonella14 Carlos Quintana14 Charly Alberti14 Carlos Calvo12 Carlos Melia12 Carlos Sainz Jr12 Lady Dumitrescu12 Carlos Roa10 Carlos Berlocq9 Carlos Contepomi9 Carlos Lampe9 Carlos Quesón9 Maru Sandes9 Carla Quevedo8 Carlos Alcaraz8 Carlos Bernal8 Carlos Buemo8 Carlos Kramer8 Carlos San Juan8 Matías Quesudo8 Carlos Lazcano7 Carlos Lazo7 Carlos Repetto7 Carlos Tevez7 Alejandro Fantino6 Carlos Barbero Cheli6 Carlos Beneitez6 Carlos Navarro Montoya6 Charles Leclerc6 Charlie Paglieri6 Matías Candia6 Matías Solanas6 Carlos Baute5 Carlos Buendía5 Carlos Medina5 Doña Dominga5 Matías Fioretti5 Matías Spano5 Bebe Contepomi4 Carla Czudnowsky4 Carlitos 7774 Carlos Alocen4 Carlos Arrieta4 Carlos Arroyo4 Carlos Costa4 Carlos Fernández4 Carlos Gómez4 Carlos Martinic (Bake Off)4 Carlos Maturana4 Carlos Pagni4 Carlos Retegui4 Carlos Stroker4 Joaquín Moretti4 Lady Katyushka4 la Marquesa de Avila4 Agustín Bernasconi3 Astrid Breitner3 Carlos García Cortázar3 Carlos Paglieri3 Carlos Prieto3 Carlos Regazzoni3 Carlos Scott3 Carlos Torres3 El Fauno3 Emanuel Ginóbili3 Marcelo Tinelli3 María Laura Santillán3 Pablo Rago3 Pablo Tamagnini3 Susana Gimenez3 Antonella Macchi2 Belen Francese2 Carla Barber2 Carla Estranguladora2 Carla Gugino2 Carla Peterson2 Carlos Benavídez2 Carlos García Cabrera2 Carlos Giacobone2 Carlos Habiague2 Carlos Kletnicki2 Carlos Mazzoni2 Carlos Missirian2 Carlos Monzón2 Carlos Moyá2 Carlos Netto2 Carlos Rivera2 Carlos Suarez2 Carlos Valdés2 Carlos Villagran2 Carlos Vives2 Carly Baker2 Carolina Ardohain2 Claudia Schiffer2 Cora Cluney2 Diego Scott2 Esmeralda Mitre2 EuroQuesones2 Ezequiel Campa2 Fabricio Oberto2 Ferdinand (the Black)2 Fernando Redondo2 Gabriel Deck2 Gabriela Spanic2 Graciela Alfano2 Ingrid Grudke2 Iván De Pineda2 Lara Pedrosa2 Las Culisueltas2 Lizardo Ponce2 Luis Scola2 Martín Lousteau2 Matías Cantoni2 Matías Hidalgo2 Matías Vazquez2 Melina Petriella2 Mora Godoy2 Nicole Neumann2 Pablo Simena2 Pamela Anderson2 Pampita2 Paula Colombini2 Princesa Leia2 Romina Manguel2 Santiago Artemis2 Santillanas2 Silvio Soldan2 Valeria Mazza2 Wanda Nara2 Zaira Nara2 18 Carlos1 Adabel Guerrero1 Adolfo Cambiaso1 Adriana Aguirre1 Africa Peñalver1 Agustina Basaldua1 Agustina Casanova1 Agustina Cherri1 Agustina Cordova1 Agustina Kampfer1 Agustina Princeshe1 Agustín Rossi1 Ailen Bechara1 Alejandra Maglietti1 Alejandra Martínez1 Alejandra Pradón1 Alejandro Lacroix1 Alessandra Ambrosio1 Alessandra Rampolla1 Alex Caniggia1 Alexandra Daddario1 Alina Moine1 Allison Mack1 Amaia Salamanca1 Amalia Granata1 Ambar Heard1 Ana De Armas1 Ana Gallay1 Ana Laura Goycochea1 Ana María Orozco1 Ana Paula Dutil1 Anabel Cherubito1 Analía Franchin1 Analía Maiorana1 Andrea Berrino1 Andrea Bursten1 Andrea Del Boca1 Andrea Dellacasa1 Andrea Frigerio1 Andrea Ghidone1 Andrea Pietra1 Andrea Politti1 Andrea Rincón1 Andrés Nocioni1 Angela Leiva1 Angela Lerena1 Angeles Balbiani1 Angie Cepeda1 Anitta1 Anja Kling1 Anja Rubik1 Annalisa Santi1 Any Riwer1 Any Ventura1 Aníbal Lotocki1 Araceli Gonzalez1 Ariadna Gil1 Ariadna Gutiérrez1 Asesina de los Carlos1 Asesina de los Matías1 Ashley Olsen1 Audri Nix1 Axelle Despiegelaere1 Barbie Velez1 Barby Franco1 Bautista Araneo1 Bautista Delguy1 Bela Condomi1 Belen Blanco1 Belen Chavanne1 Belen Lanosa1 Belen Ludueña1 Bella Hadid1 Belu Lucius1 Betina Capetillo1 Bettina O'Conell1 Bianca Iovenetti1 Bibiama Necossa1 Blanca Padilla1 Blanca Suarez1 Brenda Asnicar1 Brenda Gandini1 Britney Spears1 Bárbara Sánchez1 Calu Rivero1 Cameron Díaz1 Camila Bordanaba1 Camila Homs1 Camille Razat1 Candela Vetrano1 Candelaria Molfese1 Candelaria Tinelli1 Cara Delevingne1 Cardi B1 Carey Lowell1 Carla Pandolfi1 Carla Rebecchi1 Carla Rosón1 Carlos1 Carlos Alfaro Moreno1 Carlos Baos1 Carlos Benvenuto1 Carlos Boozer1 Carlos Cabezas1 Carlos Cantero1 Carlos Cáceres1 Carlos De Cobos (Carlinhos)1 Carlos Domínguez1 Carlos Díaz1 Carlos Enrique1 Carlos Ferreira Paparamborda1 Carlos Gabriel1 Carlos Galluzzo1 Carlos Grosso1 Carlos Jimenez Gallego1 Carlos Jimenez Sanchez1 Carlos Joaquín Correa1 Carlos Marinelli1 Carlos Martínez Diez1 Carlos Matheu1 Carlos Mayo Nieto1 Carlos Molina Cosano1 Carlos Monti1 Carlos Mora1 Carlos Olarán1 Carlos Quesada1 Carlos Queson1 Carlos Russo1 Carlos Soler1 Carlos Zalazar1 Carlos Zambrano1 Caro Uriondo1 Carola Del Bianco1 Carolina Amoroso1 Carolina Peleritti1 Carolina Prat1 Catalina Rautenberg1 Catherine Fulop1 Catherine Zeta Jones1 Cathy Candem1 Cazzu1 Cecilia Bonelli1 Cecilia Oviedo1 Celeste Cid1 Celeste Muriega1 Celine Bethmann1 Chano Charpentier1 Charles Barkley1 Charles De Ketelaere1 Charles Hunnam1 Charles Jennings1 Charles Ollivon1 Charles Walrant1 Charlie Hunnam1 Charlie Sheen1 Charlie Villanueva1 Charlotte Caniggia1 Charlotte Siné1 Charlotte Wiggings1 Chicas Play Boy1 China Suarez1 Chloe Bello1 Chloe Moretz1 Christina Aguilera1 Cindy Crawford1 Cindy Kimberly1 Cinthia Fernandez1 Clara Alonso1 Clara Lago1 Claribel Medina1 Claudia Albertario1 Claudia Ciardone1 Claudia Fernández.1 Claudia Fontán1 Claudio Caniggia1 Coki Ramírez1 Connie Ansaldi1 Coscu1 Cristiano Ronaldo1 Cristina Alberó1 Cristina Pérez1 Cristián Fabbiani1 Cynthia Arrebola1 Cynthia Nixon1 Dakillah1 Dalianah Arekion1 Damián Betular1 Dani La Chepi1 Daniel Tognetti1 Daniela Cardone1 Daniela Urzi1 Daniella Chávez1 Danni Levi1 David Beckham1 David Kavlin1 Debora Bello1 Debora Fallabella1 Debora Plager1 Deborah de Corral1 Deborah de Robertis1 Delfina Chaves1 Delfina Ferrari1 Delfina Gerez Bosco1 Demi Moore1 Denise Ascuet1 Denise Milani1 Denise Pessana1 Denise Richards1 Desiré Cordero Ferrer1 Diego Torres1 Dolores Barreiro1 Dolores Fonzi1 Dolores Trull1 Dominque Pestaña1 Dânia Neto1 Edith Hermida1 Eleonora Wexler1 Eliana Guercio1 Elizabeth Loaiza1 Elián Angel Valenzuela1 Emilia Attias1 Emilia Mazer1 Emiliano Rella1 Emilio Di Marco1 Erica García1 Erica Rivas1 Erika Basile1 Esteban Andrada1 Estefanía Xipolitakis1 Ester Exposito1 Eugenia Lemos1 Eva De Dominici1 Eva Herzigova1 Evangelina Anderson1 Evelyn Von Brocke1 Fabiana Araujo1 Fabián Assman1 Fabrizio Angileri1 Fabrizio Silva1 Facundo Campazzo1 Federico Grabich1 Fernanda Herrera1 Fernanda Iglesias1 Fernanda Pereyra1 Fernando Burlando1 Fernando el Delivery1 Flavia Miller1 Flavia Palmiero1 Flo Gennaro1 Floppy Tesouro1 Flor Jazmín Peña1 Flor Peña1 Flor Vigna1 Flor Viterbo1 Florencia Arriola1 Florencia Bertotti1 Florencia Bonelli1 Florencia Canale1 Florencia Etcheves1 Florencia Gómez Córdoba1 Florencia Mayer1 Florencia Raggi1 Florencia Torrente1 Florinda Meza1 Francesca Cestaro1 Futbolero Vélez1 Fátima Florez1 Gabriel Batistuta1 Gabriela Binner1 Gabriela Sobrado1 Gaia Stornelli1 Gastón Elola1 Georgina Klug1 Gerardo Rozín1 Germán Chiaraviglio1 Gigi Hadid1 Gimena Accardi1 Gina Casinelli1 Gisela Barreto1 Gisela Espeilhac1 Gisela Marziotta1 Gisela Van Lacke1 Giselle Bundchen1 Giulia Arena1 Giuliana Caramuto1 Gonzalo Longo1 Gonzalo Quesada1 Gonzalo Tiesi1 Griselda Siciliani1 Guido Petti1 Guido Zaffora1 Guillermina Valdes1 Guillermo Andino1 Génesis Rodríguez1 Heidi Klum1 Hernán Drago1 Ian Thorpe1 Iggy Azalea1 Ignacio Corleto1 Iliana Calabro1 Imigrante Rap1 Ingrid Rubio1 Inma Cuesta1 Inés Rivero1 Inés Sainz Gallo1 Inés Serradilla1 Isla Nublar1 Ivana Nadal1 Ivana Palliotti1 Ivo Cutzarida1 JUlia Sebastián1 Javier Ortega Desio1 Jazmín Beccar Varela1 Jazmín Stuart1 Jean Claude Van Damme1 Jennifer Aniston1 Jennifer Lopez1 Jenny Williams1 Jessica Alba1 Jessica Cirio1 Jessica Nigri1 Jimena Barón1 Jimena Campisi1 Jimena Cyrulnik1 Jimena La Torre1 Jimena Monteverde1 Joana Duarte1 Joana Sanz1 Joanna Rubio1 Johanna Lasic1 Johnny Depp1 Jonatan Arioli1 Jonatan Conejeros1 Jony Lazarte1 Josefina Pouso1 José Meolans1 Jowi Campobassi1 Juan Carlos Díaz1 Juan Carlos Olave1 Juan Carlos Passmann1 Juan Martín Del Potro1 Juan Pedro Gutierrez1 Juan Pérsico1 Juana Viale1 Julia Mengolini1 Juliana Awada1 Juliana Kawka1 Julieta Camaño1 Julieta Cardinali1 Julieta Díaz1 Julieta Kemble1 Julieta Nair Calvo1 Julieta Poggio1 Julieta Prandi1 Julieta Puente1 Justina Bustos1 Karen Reichardt1 Karin Cohen1 Karina Jelinek1 Karina La Princesita1 Karina Mazzoco1 Karl Geiger1 Karl Malone1 Karol G1 Kate Moss1 Kate Upton1 Kelly Brook1 Kenya Kinski Jones1 Khloe Kardashian1 Kim Catrall1 Kim Kardashian1 Kourtney Kardashian1 Kristen Dalton1 Kristin Davis1 Kystel (@lostemeier)1 L-Gante1 La Konga1 Lady Sheringham1 Lali Espósito1 Lana Montalban1 Lara Bernasconi1 Laura Esquivel1 Laura Ezcurra1 Laura Fernández1 Laura Fidalgo1 Laura Miller1 Lebron James1 Leia Stoichkov1 Lele Pons1 Leo Montero1 Leticia Bredice1 Lilia Lemoine1 Liliana Lopez Foresi1 Lily James1 Linda Evangelista1 Liz Solari1 Lola Bezerra1 Lola Indigo1 Loly Antoniale1 Lorena Duran1 Lorena Giaquinto1 Lorenza Izzo1 Lorenzo Ferro1 Lourdes Sanchez1 Lucas Borges1 Lucas Bruera1 Lucas Mensa1 Lucas Ostiglia1 Luciana Bianchi1 Luciana Geuna1 Luciana Rubinska1 Luciana Salazar1 Luciano Cassin1 Luciano De Cecco1 Lucio Delfino1 Lucía Celasco1 Lucía Ortega1 Luis Tucu López1 Luisana Lopilato1 Luján Telpuk1 Luli Fernández1 Luxiano Bone1 Luz Cipriota1 Maby Wells1 Macarena Ceballos1 Macarena García1 Madame Lafinour1 Madame Papadopulos1 Madame Ribery1 Magalí Moro1 Magui Bravi1 Majo Martino1 Malena Pichot1 Malena Sanchez1 Malena Triguero1 Marcela Feudales1 Marcela Kloosterboer1 Marcela Pagano1 Marcela Tauro1 Marco Van Basten1 Marcos Delía1 Marcos Kremer1 Marcos Milinkovic1 Maria Fernanda Callejón1 Mariana Arias1 Mariana Brey1 Mariana Carbajal1 Mariana Fabbiani1 Mariana Nannis1 Marianela Mirra1 Mariano Ontañón1 Maribel Verdú1 Marina Calabro1 Mario Guerci1 Marisa Andino1 Marisa Brel1 Marixa Balli1 Martina Cortese1 Martina Gusman1 Martina Klein1 Martina Soto Pose1 Martine Andraos1 Martín Leiva1 Martín Naidich1 Martín Olguín1 Martín Palermo1 Martín Pérez Disalvo1 Maru Botana1 Maru Duffard1 Mary Kate Olsen1 María Aura1 María Becerra1 María Eugenia Ritó1 María Ford1 María Isabel Sánchez1 María Susini1 María Vazquez1 María Victoria Botto1 María del Mar1 Masha Lund1 Matias Garfunkel1 Matilda Blanco1 Matt Bell1 Matías Ale1 Matías Alemanno1 Matías Almeyda1 Matías Arado1 Matías Bortolín1 Matías Camisani1 Matías Campo1 Matías Carrera1 Matías Coccaro1 Matías Criolani1 Matías Cuello1 Matías De Seta1 Matías Defederico1 Matías Desiderio1 Matías Ferrario1 Matías Ferreira1 Matías Garfunkel1 Matías Lezcano1 Matías Martín1 Matías Meyer1 Matías Moroni1 Matías Nani1 Matías Ola1 Matías Orlando1 Matías Orta1 Matías Osadczuk1 Matías Paz1 Matías Pellegrini1 Matías Recalt1 Matías Santoianni1 Matías Santos1 Matías Schrank1 Matías Sesto1 Matías Sotelo1 Matías Szulanski1 Matías Sánchez1 Matías Tasín1 Mauricio Caranta1 Mauricio Paniagua1 Mayco Vivas1 Melina Lezcano1 Melina Pitra1 Melina Ramírez1 Melissa Satta1 Mercedes Funes1 Mery Del Cerro1 Mica Vazquez1 Mica Viciconte1 Micaela Argañaraz1 Micaela Orsi1 Micaela Tinelli1 Michelle Jenner1 Michelle Stephenson1 Miguel Avramovic1 Milagros Schmoll1 Militta Bora1 Mina Bonino1 Minerva Casero1 Miriam Lanzoni1 Mirta Massa1 Moira Gough1 Monica Farro1 Morena Beltran1 Myriam Giovanelli1 Máximo Espíndola1 Máximo Fjellerup1 Mónica Antonopulos1 Mónica Cruz1 Nadia Theoduloz1 Nancy Dupláa1 Nancy Guerrero1 Nancy Pazos1 Naomi Campbell1 Naomi Preizler1 Narda Lepes1 Nastassja Kinski1 Natalia Fassi1 Natalia Fava1 Natalia Forchino1 Natalia Graciano1 Natalia Lobo1 Natalia Oreiro1 Natalie Perez1 Nathy Peluso1 Nati Jota1 Nazarena Di Serio1 Nazarena Velez1 Nazareno Mottola1 Nequi Gallotti1 Nerea Camacho1 Neus Bermejo1 Neve Campbell1 Nicky Nicole1 Nicolas Brussino1 Nicole (cantante chilena)1 Nicole Luis1 Nicolás Occhiato1 Nicolás Ripoll1 Noelia Marzol1 Ogro Fabbiani1 Oriana Sabattini1 Osvaldo Sabatini1 Pablo Cosentino1 Pablo Crer1 Pablo Echarri1 Pablo Migliore1 Pamela David1 Pamela Sosa1 Pamela Villar1 Paola Krum1 Patricia Echegoyen1 Patricia Sarán1 Patricio Albacete1 Patricio Garino1 Paula Chaves1 Paula Medici1 Paula Robles1 Paula Siero1 Paula Trapani1 Paula Volpe1 Paulina Rubio1 Paz Cornú1 Pedro Alfonso1 Penelope Cruz1 Peter Alfonso1 Pía Slapka1 Rachelle Glover1 Raquel Mancini1 Raúl Giaco1 Ricardo Centurión1 Roberto Abbondanzieri1 Roberto García Moritán1 Rocío Guirao Díaz1 Rocío Igarzabal1 Rocío Marengo1 Rocío Quiroz1 Rocío Robles1 Rodrigo Cascón1 Rodrigo Orihuela1 Rolando Martín1 Rolando Schiavi1 Romina Gaetani1 Romina Lanaro1 Romina Malaspina1 Romina Pereiro1 Romina Ricci1 Rosalía1 Rosario Dawson1 Rosie Huntington Witheley1 Roxana Zarecki1 Sabina Jakubowicz1 Sabrina Garciarena1 Sabrina Pettinato1 Sabrina Rojas1 Sandra Ballesteros1 Sandra Borghi1 Sandra Callejón1 Sandra Smith1 Santi Maratea1 Santiago Carreras1 Sara Carbonero1 Sara Sampaio1 Sarah Jessica Parker1 Sebastián Solé1 Serena Romanini1 Sergio Goycochea1 Shakira1 Shaquille O'Neal1 Shari Moretto1 Sharon Stone1 Siderama1 Silvia Martínez Cassina1 Silvina Escudero1 Silvina Scheffler1 Sita Abellan1 Sofia Rudieva1 Sofía Clerici1 Sofía Jujuy Jiménez1 Sofía Macaggi1 Sofía Mora1 Sofía Zamolo1 Sol Estevanez1 Sol Perez1 Soledad Fandiño1 Soledad Larghi1 Soledad Solaro1 Sophia Thomalla1 Spice Girls1 Stefania Roitman1 Stephanie Demner1 Susana Roccasalvo1 Sveva Rigolio1 Sylvie Meis1 Tamara Paganini1 Tatiana Cotliar1 Taylor Hill1 Thalia1 Tim Duncan1 Tini Stoessel1 Tommy Dunster1 Tomás Cubelli1 Tyra Banks1 Ursula Corberó1 Ursula Vargues1 Vale Degenaro1 Valentina Ferrer1 Valentina Krip1 Valentina Otero1 Valentina Wende1 Valentina Zenere1 Valeria Archimo1 Valeria Bertuccelli1 Valeria De Brito1 Valeria Gastaldi1 Valeria Gutierrez1 Vanessa Kirby1 Vanina Escudero1 Vero De la Canal1 Vero Domínguez1 Verónica Lozano1 Verónica Varano1 Vicky Fariña1 Vicky Xipolitakis1 Victoria Abril1 Victoria Maurette1 Victoria Vanucci1 Victorio D'Alessandro1 Violeta Rodríguez1 Virgina Da Cuhna1 Virginia Gallardo1 Virginia Zonta1 Virginie Ledoyen1 Viviana Canosa1 Viví Chaves1 Ximena Capristo1 Ximena Saez1 Yamila Día Rahi1 Yanina Latorre1 Yanina Screpante1 Yanina Zilly1 Yesica Toscanini1 Yulia Ushakova1 Zoe Saldaña1 Zwaan Bijl1 el Almirante1 el Inspector de la Pantera Rosa1 el Pelado López1 gabrielcaceres441 la Franchute1 la Matacarlos1 la Mole Moli1
Mostrar más

CUENTOS QUESONES, NARRACIONES QUESONAS y ARTE QUESÓN

CUENTOS QUESONES, NARRACIONES QUESONAS y ARTE QUESÓN
40 Cuentos Quesones, Narraciones Quesonas y todo el esplendor y el colorido del ARTE QUESÓN

EL CUENTO QUESÓN DE SUPERMAN

EL CUENTO QUESÓN DE SUPERMAN
Lex Luthor trama un nuevo plan para derrotar a Kal El, el último hijo de Krypton

EL CUENTO QUESÓN BAJO EL SIGNO DE ROMA

EL CUENTO QUESÓN BAJO EL SIGNO DE ROMA
casi una novela en el Blog de los Relatos Quesones, ambientada en la antigua Roma, tiempos de Nerón, una historia de poder, asesinatos, fe y redención

EL CUENTO QUESÓN DEL GAUCHO CARLOS

EL CUENTO QUESÓN DEL GAUCHO CARLOS
la tradición criolla argentina presente en el Mundo Quesón, el Martín Fierro del siglo XXI

QUESONES VS CASALARGA (YouTube)

QUESONES VS CASALARGA (YouTube)
video de YouTube

ELIGE TU PROPIO QUESO

CENA DE QUESONES TOP

CENA DE QUESONES TOP
"Cena de Quesones" Carlos Francisco Delfino, Carlos Ignacio Fernández Lobbe, Carlos Matías Sandes y Carlos Gustavo Bossio #Queso #CuentosSangrientos

Relatos Quesones de la Semana

El Cuento Quesón de Superman (o Kal El, la caída del último Carlos Hijo de Krypton) #QUESO

El Cuento Quesón de la Segunda Guerra Mundial #QUESO

El Cuento Quesón de las Viudas Quesonas #QUESO

El asesino de Julia Mengolini

El Cuento Quesón del Imperio del Sol Naciente #QUESO

El Cuento Quesón de las Mil y Una Noches #QUESO

El Cuento Quesón del Raj Británico de la India #QUESO

El Cuento Quesón de los Soles de Quetzacoatl #QUESO

CUENTOS QUESONES, NARRACIONES QUESONAS y ARTE QUESÓN