El Cuento de la Quesona Asesina del Poster #QUESO
Una soleada tarde en una
capital de provincia cualquiera, la feria vintage bullía con el encanto de lo
antiguo. Puestos de ropa usada, discos de vinilo y muebles desgastados se
alineaban bajo el sol. Entre ellos, un puesto destacaba por su colección de
pósters de películas de terror, cómics y figuras de acción. Matías Solanas, un
basquetbolista de 22 años, alto, apuesto y con una sonrisa encantadora, paseaba
por la feria con un amigo. Su uniforme deportivo, algo arrugado, contrastaba
con el ambiente retro.
Mientras charlaba sobre la
última victoria de su equipo, Matías se detuvo frente a un póster peculiar. En
él, una mujer de expresión amenazante sostenía dos cuchillos gigantes, con un
Queso Gruyère a sus pies. Sus guantes negros impecables y su mirada penetrante
lo hipnotizaron. Era Carla, la Quesona Asesina.
—¡Mirá esto! ¡Qué loco!
¡Nunca había visto algo así! —dijo Matías, señalando el póster.
Su amigo, desinteresado,
apenas lo miró.
—¿Qué es? ¿Una película de terror de serie B?
Matías sonrió, intrigado.
—No sé… pero algo me dice que esta mina es peligrosa. Tiene una onda… quesosa.
—Rió.
Un vendedor mayor, con un
bigote imponente y una mirada pícara, se acercó.
—¿Le interesa algo, joven? Ese póster… tiene una historia. Dicen que quien lo
compra… nunca lo olvida.
—¿Ah, sí? ¿Qué historia?
—preguntó Matías, curioso.
El vendedor bajó la voz,
susurrando:
—Algunos dicen que la mujer del póster… es real. Que el Queso… no es solo una
decoración.
Intrigado por el misterio y
la estética extraña, Matías compró el póster por una suma irrisoria. El
vendedor se lo entregó con una mirada que parecía advertir: "Ya verás qué
pasa." Matías, divertido, se despidió de su amigo y se marchó con su trofeo,
sin sospechar que su vida estaba a punto de cambiar. El póster, en su aparente
inocencia, era el comienzo de algo mucho más oscuro y peligroso.
En su habitación, un caos
típico de joven con pósters deportivos, ropa tirada y una computadora
encendida, Matías apoyó el póster de Carla contra la pared. La imagen de la
Quesona Asesina lo obsesionaba. Sentado frente a su computadora, tecleó en
Google: "Carla, la Quesona Asesina".
Los resultados lo
inundaron: leyendas urbanas, foros y relatos. Algunos eran absurdos y
divertidos; otros, inquietantes. Carla, según las historias, era una asesina en
serie que usaba cuchillos gigantes y Quesos como armas. Algunas versiones
decían que sus víctimas eran hombres llamados Matías; otras, que su obsesión
por el Queso simbolizaba poder y muerte.
Matías leía con una mezcla
de incredulidad y fascinación. Las historias más disparatadas le sacaban
sonrisas irónicas, pero las más oscuras le provocaban escalofríos. Encontró
fotos borrosas de supuestas escenas de crímenes: cuchillos gigantes, Quesos Gruyère
esparcidos, sangre. En un foro, un comentario lo paralizó: "Cuidado con el
póster… ella te está observando."
Miró el póster. La mirada
de Carla parecía más intensa, como si lo atravesara. Un escalofrío le recorrió
la espalda. La leyenda urbana ya no era divertida. La sonrisa de Carla en el
póster se volvía menacing. Matías sintió que había cruzado una línea: su
curiosidad lo había convertido en protagonista de una historia de terror. El
póster, antes una rareza, ahora era una amenaza latente en su habitación.
El miedo creció como una
sombra. Matías, incapaz de soportar la sensación de ser observado, decidió
destruir el póster. Quemarlo le pareció la solución. Con manos temblorosas,
buscó un encendedor. La imagen de Carla, con su sonrisa macabra, lo miraba desde
el escritorio.
Encendió la llama y la
acercó al póster. El papel ardió rápido, con un crepitar que llenó la
habitación de humo y olor a quemado. Las llamas devoraron la imagen de Carla, y
por un instante, Matías sintió alivio. El fuego consumía la amenaza.
Pero el alivio duró poco.
El humo se volvió denso, el calor sofocante. Un olor metálico y acre invadió el
aire. El alivio se transformó en pánico. El fuego no destruía a Carla; la
liberaba.
Del humo y las cenizas,
como surgida de un infierno quesoso, apareció Carla. Real, tangible, con
guantes negros impecables, un cuchillo machete gigante en una mano y un Queso
Gruyère enorme en la otra. Su sonrisa macabra heló la sangre de Matías.
—¿Creíste que podrías
deshacerte de mí tan fácilmente, Matías? —dijo Carla, con una voz fría que
cortaba el aire—. Quemar mi retrato… fue un error… quesosamente fatal.
Matías retrocedió, pálido.
El cuchillo brillaba, una amenaza mortal. El Queso, grotesco, parecía una
montaña de muerte.
—¡Pero… yo solo… quería
deshacerme del póster! ¡No sabía que eras real! —balbuceó, temblando.
Carla rió, cruel.
—¿Real? ¡Claro que soy real, Matías! Soy Carla, la Quesona Asesina. Y tú… eres
el siguiente Matías en mi lista. —Se acercó, el cuchillo apuntando a su pecho—.
¿Te gusta el Queso Gruyère, Matías? Te aseguro que este es… especial.
—¡Por favor! ¡No me mates!
¡Soy Matías Solanas, el basquetbolista! ¡Tengo muchos fans! —suplicó, con
lágrimas.
Carla, indiferente, alzó el
cuchillo.
—¡Qué lástima! Los fans no te salvarán de mi Queso… ni de mi cuchillo. Además…
¡Matías es un nombre tan común! Tengo una larga lista de Matías que eliminar.
—Rió—. Considera esto… un Queso de despedida.
El machete descendió con
precisión brutal, clavándose en el cuello de Matías. La sangre brotó a
borbotones, salpicando paredes y suelo. Matías gorgoteó, intentando gritar, sus
manos aferrando el machete en vano.
—¿El Queso? —dijo Carla,
burlona, profundizando la herida—. ¡Paciencia, Matías! El Queso llegará… a su
debido tiempo.
Arrancó el machete, y la
sangre fluyó como un río. Matías cayó, convulsionándose. Carla alzó el Queso
Gruyère y lo lanzó sobre su cuerpo agonizante, gritando:
—¡QUESO!
El Queso cubrió a Matías,
una corona grotesca sobre su cuerpo ensangrentado. La escena, absurda y
aterradora, mezclaba violencia y humor negro en una parodia macabra de la
muerte.
La habitación, un caos de
sangre y Queso, quedó en silencio. El cuerpo de Matías yacía en el suelo, el
machete en su cuello, el Queso Gruyère sobre su cabeza como un trofeo macabro.
Carla, satisfecha, se alejó un momento.
Pero el aire cambió. Las
cenizas del póster comenzaron a flotar, danzando con vida propia. Se agruparon,
reconstruyendo el póster original. La imagen de Carla reapareció, intacta, con
un nuevo detalle: en el fondo, la escena del asesinato de Matías, con el
machete en su cuello y la sangre salpicando.
Carla observó, deleitada,
cómo el póster se completaba.
—¡Mira, Matías! ¡Tu último momento inmortalizado! ¿No es hermoso? —dijo,
acariciando su propia imagen—. ¡Soy una obra de arte!
Las cenizas, ahora un
póster vivo, parecían pulsar con energía. La escena del asesinato, grotesca y
detallada, era un espectáculo eterno. Carla rió, su risa resonando en la
habitación. El cadáver de Matías, mudo, era prueba de su brutalidad.
La habitación, un escenario
de horror, fusionaba muerte y arte. La ironía y el humor negro definían a
Carla, la Quesona Asesina. Su historia no terminaba; apenas comenzaba. El
póster, reformado, aseguraba que el ciclo de terror se repetiría, un bucle macabro
que solo Carla disfrutaría, con su Queso y su cuchillo, eternamente.
una colección de Relatos Quesones (no fan fics), a través del tiempo y del espacio, con narraciones y leyendas del Mundo Quesón y de la Mitología Quesona, con galeria de imágenes generadas por CICI AI
este relato podría servir como modelo para futuros cuentos de Quesonas: un poster desde donde sale cualquier Carla, sea Conte, Quevedo, Romanini o la Ravelia Zamas, todas bellas y letales asesinas
ResponderBorrarConcuerdo con esto.
BorrarY hasta alguno con mucho deseo, podría conseguir varios posters. Incluso con las dos Ravelias Zamas o con Carla Conte junto con Carla Romanini.
Y puede sea un suicida, que quiere morir teniendo una intensa experiencia. Algo que no tuvo el protagonista de este relato, tal vez por querer quemar el poster.
tenes un poster de una quesona en tu casa, y de ahi sale una mina y te mata (y te tira un queso), puede pasar cualquier día, cualquier día
ResponderBorrarexcelente, el mito de la quesona eterna no es joda
ResponderBorrarmás cuentos de quesonas: el poster se pasa de mano en mano, y la asesina sale ahí y quesonea a todos los chabones
ResponderBorrarGran idea
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