el relato de Carlos Gonella y Ravelia la Tatuada #QUESO #Carlos01
El reconocido abogado y fiscal Carlos Gonella, experto en derechos humanos y cosas por el estilo, a cargo de una importante Fiscalía de jurisdicción federal y nacional, por eso para todos era el prestigioso “Fiscal Carlos Gonella”.
Con cuarenta años de edad, Carlos Gonella hubiera tenido mucho éxito si se hubiera dedicado al modelaje, dado que era guapo, bien parecido, buena pinta, vestía siempre elegantemente, le quedaban a las mil maravillas los sacos, ambos, era alto (1,85 metros) y patón (calzaba 47), además le quedaban a la perfección los guantes negros.
Nunca supo bien porque, pero le gustaba usarlos, en su imaginación consideraba que usar guantes negros era propio de los asesinos, y aunque era un hombre comprometido con la justicia, le encantaba jugar con esa idea, “me pongo los guantes de asesino” pensaba cada vez que se los ponía.
Ocurrió un día que el Fiscal se encontraba en Mar del Plata, y necesitaba reclutar a una empleada que fuera de la ciudad, para una importante investigación que había que realizar, se realizó la convocatoria, donde se especificaba que el requisito fundamental era ser abogada egresada de la Universidad Nacional de Mar del Plata en los últimos dos o tres años.
Una fría y gris mañana de invierno marplatense, se presentaron las aspirantes al empleo, una docena de jóvenes abogadas a primera hora de la mañana, en principio, la encargada de entrevistarse con las susodichas era la Señorita O’Connor, la fiel secretaria de Gonella, una avinagrada solterona (lesbiana reprimida) que parecía haber salido de una película argentina en blanco y negro de los años 40.
El fiscal había comido en un desayuno un gran trozo de Queso Gruyere, y se sentía fuerte y motivado, hasta con un creciente deseo sexual.
O’Connor observó con cierto desprecio y hasta asco como Carlos Gonella se comía el Queso.
- ¿Tanto le gusta el Queso, doctor Gonella?
- Si existiese un planeta donde el único alimento fuese el Queso, para mí ese sería el planeta perfecto. Una vida ideal es desayunar con Queso Fresco, almorzar con Queso Parmesano, merendar con Queso Port Salut y cenar con Queso Gruyere. ¿No le parece?
- Yo no puedo comerlo, me da nauseas, apenas puedo desayunar un te con limón, y nada más – dijo O’Connor.
Carlos termino de comer el Queso, y le dijo a O’Connor:
- Hay un cambio de planes, empezaré yo mismo a entrevistar a las chicas. Que pase la primera – le dijo Carlos Gonella a O’Connor.
- ¿En serio, doctor Gonella? – dijo O’Connor – no era lo pautado, usted debe ocuparse de otros temas, yo entrevistaré a las señoritas.
- Ya le dije Señorita O’Connor – dijo Carlos Gonella, con sus guantes negros, y la arrancó la lista a O’ Connor, que como era antigua usaba papeles y no computadoras – empezaré con la primera, a ver la lista, que pase esta, Ravelia Gutierrez, Ravelia, que nombre extraño, como Valeria pero en otro orden, que pase, que pase.
O’Connor accedió resignada e hizo pasar a la primera aspirante. Era una chica muy joven, no mas de 21 o 22 años, delgada, flaca, llena de tatuajes, repleta de tatuajes, Carlos quedo impresionado por ello, y no pudo evitar decirle:
- Impresionante tus tatuajes – le dijo Carlos Gonella – te deben decir Ravelia la Tatuada.
- Asi es doctor Gonella, aunque, ¿puedo llamarlo simplemente Carlos, y puedo tutearlo?
- Vaya veo que eres muy confianzuda, me gusta eso, decime como quieras, Carlos, aunque me podes decir también Carlitos o Charly, ja, ja, y porque no, Carloncho, ja, ja, llamame como quieras.
- Bueno, Carlos, te voy a confesar algo. Yo vine aca de caradura, ni siquiera soy abogada, no pase por ninguna facultad ni nada, a duras penas termine la secundaria, después empecé a trabajar, con esto (y le señaló su cuerpo), ¿Me entendes, Carlitos?
- Claro que te entiendo, Ravelia – dijo Carlos, entusiamado, mientras ponía sus enormes y elegantes zapatos negros talle 47 sobre la mesa – Dale seguí, seguí.
- Yo a vos te conozco por internet, se que sos un destacado abogado y fiscal, estoy media enamorada de vos, te sigo en tus cuentas en las redes sociales, sos un tipo muy lindo, muy lindo, me encantas - decía Ravelia, mientras sentada en su silla, acercaba su nariz a los zapatos de Carlos.
- ¿Así que soy como un sex symbol para vos? – dijo Carlos, moviendo sus manos con sus guantes negros.
- Me gustas mucho, ese cuerpo, esos pies, ese olor…
- ¿Olor?
- Olor a Queso – dijo Ravelia, mientras su nariz estaba encima de los pies de Carlos – quiero oler tus pies, tus Quesos. Yo soy fetichista de pies, y tengo una obsesión con los Carlos. Vos sos el hombre perfecto. Te llamas Carlos y oles a Queso. Sos un Quesón.
- ¿Un Quesón? Ja, ja. De acuerdo Ravelia, mis pies, que digo mis pies, mis Quesos son todos tuyos. Soy un Quesón, soy tu Quesón. Soy tu Caaaaarrrrlooossss.
- Caaaaarrrrlooossss – dijo Ravelia, y empezó a chupar, oler, besar y lamer los zapatos de Carlos. El fiscal no lo podía creer, pero le encantaba y después Ravelia le sacó los zapatos e hizo lo mismo con los calcetines negros de Carlos, y después se los sacó, e hizo lo mismo con los pies descalzos del fiscal, pero con mucha más intensidad y durante muchísimo más tiempo.
Cuando la chica ya estaba satisfecha y extasiada por el olor a Queso de Carlos Gonella, el fiscal estaba rebosante de alegría y no podía dejar de contener el deseo sexual irrefrenable que tenía, se paró, se abrió los pantalones y dejó exhibir su pene erecto.
- ¡Penetrame! – le dijo Ravelia, y el fiscal la atravesó con furia y pasión, desatando un goce sexual enorme, imposible de describir con palabras, disfrutaron mucho, aunque trataron de ser discretos, al fin y al cabo estaban en una oficina pública.
Al terminar, cada uno se sentó en su silla, estaban cansados, pero muy contentos.
- Ja, ja, ja – río la tatuada – esto ha sido maravilloso y magnifico - ¿Sabes una cosa Carlos? En mis deliros y fantasías, me imaginó que los Carlos como vos, los Quesones, son todos asesinos de mujeres, que asesinan a chicas guapas, puras e inocentes como yo, y que les tiran un Queso, eso si, antes de asesinarlas, las víctimas huelen, lamen, besan y chupan los pies gigantescos y olorosos del asesino, ja, ja.
- Ja, ja, ja – río Carlos – muy gracioso, ¿entonces yo sería un Quesón, un asesino serial matamujeres y tiraQuesos?
- Sí, sos un Quesón, ja, ja, ja – río Ravelia.
Carlos se paró y con sus guantes negros, abrió una heladera y sacó de ahí un enorme Queso Emmenthal, dejándolo sobre la mesa. Y del cajón del escritorio, sacó un enorme cuchillo. Cuchillo que le habían regalado como cortesía y obsequio de una prestigiosa cuchillería. Vio el Queso y el cuchillo. Escondió el cuchillo para atrás. Ravelia no llegó a verla, ante la inesperada e insólita habilidad de Carlos con el cuchillo.
Carlos tomó el Queso Emmenthal que estaba sobre la mesa y lo tiró sobre la chica, diciendo en voz alta:
- ¡Queso!
La chica sintió el impacto del Queso, que era enorme, sobre su rostro y su cuerpo.
- Gracias Ravelia, por hacerme sentir hombre y sobre todo un Queson – le dijo Carlos.
- No Carlos, gracias a vos por hacerme sentir mujer.
Carlos le dijo:
- ¿No querés oler mis pies una vez más?
La chica entonces accedió y nuevamente se acostó en el piso, esperando oler los pies del abogado.
- Cerra los ojos, mientras acercó los pies a tus narices – le señaló Carlos.
Ravelia cerró los ojos, entonces Carlos sacó entonces un enorme y gigantesco cuchillo que lo sostenía con sus guantes negros.
- ¿Querés Queso? – le preguntó Carlos Gonella a Ravelia, que entonces abrió los ojos y para su sorpresa estaba ante el asesino con un cuchillo.
- Te asesinaré Ravelia, te apuñalaré y te tiraré un Queso. Gracias Ravelia, por convertirme en un Quesón, lo soy desde que nací, pero hoy me dan el título habilitante, ja, ja, ja.
Ravelia, aterrorizada, intentó decir algo, cuando Carlos, muy despreocupado, levantó el gran cuchillo, con una hoja de más de treinta centímetros, comenzó a apuñalar a la chica.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar la primera cuchillada, dándole un fuerte tajo en el pecho de la víctima, de izquierda a derecha.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el segundo cuchillazo, clavando el cuchillo hasta el mango en el estómago de la víctima.
- -Queso - dijo en voz alta al efectuar la tercera puñalada, un corte profundo en el cuello de la víctima.
- Queso - dijo en voz alta al efectuar el cuarto cuchillazo otra vez en el estómago
- Queso – dijo al efectuar la quinta puñalada, dejando esta vez el cuchillo clavado sobre el corazón de la mujer.
El asesino dio por finalizada su tarea, tomó con sus manos el Queso Emmenthal y lo tiró sobre su víctima diciendo en voz alta por sexta voz:
- Queso.
El cadáver de la tatuada, apuñalada, y con el Queso encima, quedo tendida sobre el piso.
Carlos Gonella le mando un mensaje a la Señorita O’Connor:
- Señorita O’Connor, despache a las demás aspirantes, después venga para aca.
La secretaria estaba intrigada del excesivo y excesivo tiempo que el fiscal cumplió con lo requerido, despacho a las otras solicitantes y fue a la oficina de Carlos Gonella.
O’Connor entró y con horror vio el cadáver ensangrentado de Ravelia, con terror exclamó: “¡¿Pero que es esto?!”
- Un asesinato que acabo de cometer, y le comunico Señorita O’Connor, que usted sigue en la lista, la voy a asesinar por vieja avinagrada.
- No soy una vieja, apenas tengo 38 años…
- Pero de 1940, au revoir, Señorita O’Connor – dijo Carlos Gonella, agarró el cuchillo con los guantes negros, aún con la sangre fresca de Ravelia y lo lanzó hacia donde estaba la secretaria.
El impacto del cuchillo fue fatal, preciso y certero, le quedo clavado justo en el corazón a la Señorita O’Connor, que exhalo un suspiro contemplando al asesino y cayo muerta.
- Queso – dijo Carlos Gonella tirando el Queso sobre el cadáver de la secretaria asesinada.
El asesino contemplo la escena del crimen, se miró al espejo y dijo: “Ahora ya soy un Quesón, me dedicaré a asesinar mujeres y a tirarles un Queso, para el mundo seré el fiscal de los derechos humanos y de la lucha contra la violencia, nada pude salir mal”.
Carlos llamó a las empleadas de la limpieza, aparecieron cuatro exactamente igual a María Laura Santillan, eran como seres autómatas, clones tontos o robots humanoides.
- Me voy a dar una vuelta, por favor limpien la escena del crimen, el cadáver de la avinagrada llévenlo para el lado de Batan y el de la tatuada, tirenlo en Playa Grande, o cerca de ahí, otros Carlos la asesinarán, son dieciocho horrocruxes, todas deben ser asesinadas por un Carlos, yo soy el primero, los demás no tardaran en hacerlo, quizás lo hagan hoy mismo, no pasará más tiempo, y un monumento los fans de la tatuada levantarán donde el cadáver encontraran.
Carlos Gonella, Fiscal, Quesón y Asesino; Ravelia, la tatuada, asesinada y Quesoneada. Asi es el Queso, hoy se Quesonea, y mañana también.
Interesante detalle es que no se cansó de la intensa actividad sexual, a diferencia de algunas famosas.
ResponderBorrarCarlos Gonella ya se ha destacado como quesón en varios asesinatos, Ravelia lo convirtió en asesino y fue una figura del crimen, sensacional
ResponderBorrarhacía mucho que no había relatos de Gonella, de paladín a la justicia a paladín del queso
ResponderBorrarYO LE VEO COSAS DE CARLIN CALVO A ESTE QUESO
ResponderBorrartiene porte el asesino, el que garantiza la impunidad a todo el Mundo Quesón
ResponderBorrarasí esta la justicia, los que deben investigar los asesinatos son los que los cometen
ResponderBorrarpobre la Señorita O Connor, seguro le tiraron un queso sin que se lo pusieron adentro
ResponderBorrarle sobra pinta de asesino al fiscal asesino
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