Carlos y Charlie en La Noche de Lady Dumitrescu
Mientras Charlie aguardaba su turno llegó al lugar un joven llamado Carlos Gabriel, Gabriel de apellido, no era su segundo nombre. También le decían Charlie y era Quesón, Gay, taxi boy y stripper. Sus pies talle 47 también olían muy fuerte a Queso.
Para no confundir uno con otro, a uno lo llamaremos “Carlos” y al otro, “Charlie”.
- Hola Carlos, ¿Cómo va? – me dí cuenta que estabas aca por el olor a Queso le dijo Charlie mientras se sentaba a su lado.
- ¿Así? – contestó Carlos – Yo también me dí cuenta que vos venías para acá, por el olor a Queso que empezó a venir desde afuera.
- ¡Ja, ja! No se peleen amigos Quesones. Los dos tienen mucho olor a Queso. Como los envidió amigos Quesones. A mí me hubiese gustado ser un Quesón. Pero bueno, me tengo que conformar con llamarme Fabricio.
Gabriel Cáceres, el cliente al que Fabricio le estaba cortando el pelo, se metió en la charla.
- Disfruten ser Quesones. Lo que no entiendo y quiero que me expliquen es si no es incompatible ser Quesón y ser gay al mismo tiempo. Digo… porque tienen que tener contacto con las minas a las que quesonean.
- Para nada – dijo Charlie – los Quesones no discriminan por sexo. Mientras te llames Carlos, calces más de un 44 para arriba y tengas olor a Queso te admitan. La orientación sexual no tiene nada que ver.
- Exacto. Somos Quesones y punto – agregó Carlos.
Fabricio terminó de cortarle el pelo a Gabriel y le dijo a los dos Carlos:
- A ver quien tiene más olor a Queso.
Los dos Carlos pusieron sus pies sobre el rostro de Fabricio que disfrutó mucho la experiencia. Fue en ese momento cuando una anciana, irrumpió en la peluquería.
- Buenas tardes – dijo la anciana evidenciando un acento claramente rumano – mi nombre es Lady Dumitrescu. ¿Ustedes son Carlos “Charlie” Gaplieri y Carlos “Charlie” Gabriel?
- Así es – contestaron Carlos y Charlie al unísono.
- Esta noche hay una fiesta en una isla del Tigre. El cumpleaños de una minita. Su nombre es Roberta. Es una fiesta íntima, solo ocho personas, siete invitadas y la misma Roberta. Necesita un show de strippers. Los quiere a ustedes son.
- ¿De donde apareció usted? – dijo Charlie asombrado al ver a Lady Dumitrescu, que estaba vestida con ropa medieval y parecía tener como ciento veinte años.
- Eso no importa, ¡Ja, ja, ja! – contestó la anciana – solo les digo que acepten, les dejo esos dos Quesos para que los comas (y señaló una mesa con dos grandes hormas de Queso Emmental), y dos mil euros a cada uno en concepto de adelanto. Es en el Tigre, la isla de los Arroceros, ja, ja, ja.
La anciana desapareció tan misteriosamente como había llegado. Fabricio, desconcertado ante la situación, le preguntó a los dos Quesones:
- ¿Qué van a hacer amigos Quesones?
- Iremos – dijo Charlie – bueno, yo por mi parte, voy, no sé que opinará Carlos…
- Ninguna duda que allí estaremos – agregó Carlos – obviamente somos Quesones y nos gusta el Queso.
- Qué envidia – agregó Gabriel el cliente – como me gustaría volver a nacer para llamarme Carlos como ustedes.
- Lo mismo digo – dijo Fabricio.
- Ser Quesón es un privilegio ja ja ja – dijo Charlie.
Por la noche, la isla del Tigre simulaba ser una isla tropical, las invitadas a la fiesta estaban sentadas alrededor de un fogón, comiendo y cantando canciones mientras esperaban a los strippers.
Los dos Quesones llegaron a la estación fluvial del Tigre y buscaron una lancha para ir a la Isla de los Arroceros.
- ¿La isla de los arroceros? Esa isla no existe – dijo uno de los conductores de una lancha, la famosa “Sarmiento”, heredera de aquella que usaba Sandro en esa obra maestra del cine llamada “Muchacho”.
Carlos observó a Charlie desconcertado, pero en eso, apareció, otra vez ante ellos la anciana, Carlos dijo:
- Usted otra vez.
- Yo otra vez sí – dijo la anciana – yo los llevaré. Soy capitana de barcos. Maneje muchas embarcaciones en el Danubio, alla en mi tierra natal. Súbanse a esa lancha, la “Transilvania”.
Los Quesones obedecieron sin hacer mayores preguntas. La anciana les dijo:
- Ahí tienen todo lo que necesitan. Ponganse los guantes negros. Hay Quesos, puñales, revólveres, sogas para ahorcar, háganlo como quieren, pero háganlo.
Rato después, los Quesones estaban ya en la isla e hicieron el espectáculo el show de los strippers. Las chicas querían tener sexo con ellos pero ellos eran gays.
- A nosotros nos gustan los chicos nenas – les dijo Charlie a las chicas.
- Qué desperdicio. Son hermosos, vamos, aunque sea una vez pueden tener sexo con nosotras.
- Las complaceremos – dijo Carlos – pero no será gratis.
- Pagaremos lo que sea.
- ¿Mil euros cada una? – dijo Charlie.
- Si, por supuesto.
- Miren chicas que somos gays, pero Quesones gays, las cojeremos con los pies y por el culo. Sí aceptan, perfecto, de lo contrario, nos vamos – dijo Carlos.
- Exacto – agregó Charlie – asi son las reglas del juego.
- Aceptamos las reglas.
En eso entró en escena Lady Dumitrescu. Ahora vestida de modo muy elegante, y hasta parecía algo rejuvenecida.
- Debo observar esto – dijo Dumistrescu – queridos Quesones, las niñas quieren jugar, que jueguen entonces. Claven las lanzas al piso y aten a cada una de las chicas a ellas. Así será el juego.
- Eso no es lo que queríamos – dijeron las chicas.
- Pues eso harán – dijo lady Dumitrescu – Accio! Wingardem Leviosa! Axem Pentia!
Las mujeres quedaron como hechizadas y no opusieron resistencia alguna. Los Quesones clavaron las lanzas y las ataron de pies y manos a cada una de ellas. Eran ocho, cuatro de un lado, y cuatro del otro. Una vez atadas, Dumitrescu dijo:
- No tiene sentido que lo hagan estando ellas dormidas. Shama Ra Taxu Cohum! Que se despierten y que estén conscientes!
Con las chicas conscientes, cada Quesón se nutrió de un lado, Carlos iría por el derecho, Charlie por el izquierdo… Sentada en un trono, como una reina, Lady Dumitrescu observaba todo.
Los Quesones empezaron con el ritual de los pies. Pasaron una por una. Estaban Roberta, Antonia, Jacinta y Felipa del lado de Carlos Gaplieri. Francisca, Sebastiana, Fulgencia y Romualda del lado de Carlos Gabriel. Cada Quesón pasaba por cada prisionera. Esta empezaron a oler, chupar, besar y lamer los pies una y otra vez. Dumitrescu disfrutaba y mientras pasaba los minutos iba rejuveneciendo. Ya no parecía tener ciento veinte años, ahora era una elegante señora de unos sesenta pirulos, próxima a iniciar la jubilación.
Llegó entonces la cogida con los pies. Sí, las cogieron poniendo sus pies en la concha de cada una. Ellas lo disfrutaron mucho. Después las cogieron de nuevo, ahora por el culo. Los juegos sexuales continuaron. Se colgaron, ellas chupaban las pijas, los dedos de los pies, las cogían por adelante, por atrás. Sexo desenfrenado. Todos contra todos. Para satisfacción de Lady Dumitrescu, ahora cada vez más joven, ya parecía de cuarenta.
Finalmente, Dumitrescu dijo:
- Ahora Quesones llegó la hora de los Quesos.
En ese momento los dos Quesones, Carlos “Charlie” Gaplieri y Carlos “Charlie” Gabriel, fueron a agarrar las armas para culminar la obra sangrienta.
Charlie agarró un revolver, pero Carlos le dijo:
- No. Sería muy fácil.
- Estan atadas. Pasamos una por una, les tiramos un tiro y listo.
- No. Algo más cruel. Mira esas lanzas. Le clavamos a cada una una de esas lanzas y que queden ahí empaladas. Se las clavamos en el cuello, que les atraviese todo, ja, ja…
- ¿Cuántas lanzas hay?
- Como veinte.
- Perfecto. Dos lanzas por cada quesoneada. Son ocho. Nos sobran cuatro, ja, ja. Clavemos una en el cuello, en la garganta, la otra en la concha, así de cruel, ja, ja.
Y eso fue lo que hicieron. Carlos se encargó de Roberta, Antonia, Jacinta y Felipa. Charlie de Francisca, Sebastiana, Fulgencia y Romualda. El ritual era el mismo. El Quesón se ponía delante de la mina a la que iba a quesonear. Primero le clavaba la lanza en la concha, luego la segunda en el cuello, mientras decía en voz alta:
- Queso.
Y tiraba un Queso sobre cada uno de los cadáveres.
Dumitrescu estaba exultante. Ahora era una chica joven, de unos veinte años, les dijo a los Quesones:
- Excelente Quesones, excelente. Una obra maestra. Ya tengo ocho futuras vampiras para mi colección ahora vendrán más ja ja ja.
Carlos y Charlie dormidos se quedaron. Cuando despertaron los dos gays estaban acostados uno al lado del otro. Primero se levantó Carlos que le dijo a Charlie:
- Qué noche movida. Se nota que hemos cogido. Sabes lo que soñé… que una vieja vampira nos llevaba a una isla del Tigre y ahí asesinábamos a ocho minas. Mejor dicho, vos empalabas a cuatro y yo a otras cuatro.
- Yo también soñé lo mismo – dijo Charlie – Qué extraño. Bueno, no importa, a desayunar. Quiero unas buenas tostadas con Queso, je, je.
Los dos Quesones empezaron a desayunar y prendieron la televisión. Allí informaron de una terrible matanza en el Tigre, entonces dijeron al unísono:
- Entonces fue verdad.
Y Lady Dumitrescu apareció ante ellos como surgida de la nada y les dijo:
- Claro que verdad fue Quesones.
Y desapareció de la nada…
Lady Dumitrescu se ve bien cuando se rejuvenece.
ResponderBorrarEl relato es de lo mejor. Ahora la vampira tiene una colección de seguidoras. Y pretende más. Seguramente necesitaran ser alimentadas con sangre. Así que habrá más quesoneadas, por pedido de Lady Dumitrescu. Lo que es una buena noticia.
Esta entrada merece más comentarios.
ResponderBorrarAmateur es una película que vi. Actúa Jazmin Stuart como una asesina, se insinua que vampirica, que mata a hombres luego de tener sexo, lo que incluye ser sodomizada. Aunque no hay queso, salvo por eso la película recuerda a los relatos con quesonas. La película es de 2016.
Charlie Paglieri merece otro relato Quesón... a ver si lo vemos asesinando a alguna mina
ResponderBorrarmás asesinatos de Charlie Paglieri... que sea un gran Quesón... empalador serial
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