El Asesino de Gimena Accardi
La actriz Gimena Accardi se encontraba en un edificio de Puerto Madero. Había ido a ver una propiedad que se vendía. Se trataba de un departamento en un lujoso edificio valuado a un precio muy alto. Accardi deseaba invertir en la propiedad. Se encontraba con Fulgencio, el empleado de una importante empresa constructora e inmobiliaria.
Fulgencio le estaba mostrando el departamento, ambientes amplios, vista al río, muy luminoso, con un campo visual que llegaba hasta las costas del Uruguay.
- Un departamento muy caro, señorita Accardi, pero excelente, no hay mejores propiedades que esta ahora en Buenos Aires – dijo Fulgencio.
- Sí, muy bueno, no tengo dudas – dijo Accardi – de todas formas debo consultarlo con Nico.
- ¿Nico?
- Sí, me refiero a Nico Vazquez, mi esposo.
- Ah… discúlpeme… me dijeron que era actriz pero no veo las telenovelas que dan en las emisoras televisivas. No me interesan esa clase de audiciones. No conozco a usted ni a su esposo.
- Soy una figura muy importante y mi marido… - Gimena iba a empezar a decir algo importante, pero se detuvo. De repente, una tercera persona se encontraba en el departamento.
Accardi observó la figura del hombre que había ingresado. Era un muchacho joven, de unos treinta y pico de años, muy alto, con aspecto de basquetbolista, y un gran bolso como pertenencia.
Lo que más le llamó la atención a Gimena era el enorme tamaño de los pies. El muchacho calzaba como mínimo un cincuenta. A la actriz le pareció que de esos pies, envueltos en dos enormes zapatillas que más que zapatillas eran una lancha, emanaba un olor a Queso intenso, apestante y asfixiante.
- ¡Qué olor a Queso que tiene este chabón! – dijo Accardi, sin filtro, en voz alta.
- ¿Olor a Queso? – respondió el basquetbolista – ja, ja, sí, soy un Quesón, es lógico que tenga olor a Queso.
- ¿Un Quesón? – dijo Gimena Accardi.
El basquetbolista miró de una forma despreciativa a Accardi y se dirigió al señor Fulgencio. Dejó la bolsa en el piso.
- ¿Usted es el señor Fulgencio?
- Sí, soy yo.
- Soy Carlos, Carlos Delfino, basquetbolista de la generación dorada, vine a ver unos departamentos en este edificio. De la empresa me dijeron que venga a este piso y me dirigiera a usted.
- Disculpame Carlos, ¿Dijiste que te llamabas Carlos, no? Pero el señor Fulgencio me esta atendiendo a mí.
- Muy bien – dijo Carlos – bien espero que terminen. Disculpeme señorita…
- Gimena, Gimena Accardi – dijo la actriz.
- Es una actriz famosa de la tele – dijo el señor Fulgencio – y esta casada con el señor Nico Vazquez, otra estrella de la tele.
- ¡Ohhhh! – dijo Carlos Delfino – Y yo juego al básquet y gane una medalla de oro en los Juegos Olímpicos, y una de bronce también. ¿Digame señor Fulgencio quien le dio más al país un medallista olímpico a una actriz de cuarta que trabaja en esas novelas pelotudas de Suar?
A Accardi no le hizo ninguna gracia ese comentario de Carlos Delfino y le dijo:
- Mira pibe, podrás ser un gran basquetbolista, pero también sos un grosero y un maleducado. Y tenes un olor a Queso que apestas, anda a lavarte los pies Carlitos.
El basquetbolista contestó:
- ¿Así que me tengo que lavar los pies? Ja, ja, soy un Quesón nena…
En ese momento Carlos Delfino se sacó las zapatillas y las medias, quedando sus pies descalzos. El olor a Queso que despedían era tan intenso, fuerte, penetrante y asfixiante que es muy difícil de describir con palabras.
El olor a Queso era tan fuerte que el señor Fulgencio no lo pudo aguantar y se desmayó. Gimena Accardi tampoco lo pudo aguantar y quedó desvanecida. Pero mientras el señor Fulgencio permaneció inconsciente durante largo tiempo, Accardi se despertó al cabo de unos minutos. Intentó moverse, pero estaba atada de pies y manos, como un matambre, no pudo desatarse, y de repente, vio que sobre su rostro había un enorme pie.
Era el pie derecho de Carlos Delfino. El basquetbolista le dijo a Gimena Accardi:
- Ole, besa, lame y chupa mis pies, vas a ver como te gusta mi Queso.
- ¡Nooooo! – gritó Gimena Accardi horrorizada.
Sin escapatoria, no tuvo opción, y entonces lamió, besó, chupó y olió los pies de Carlos Delfino, primero el derecho, luego el izquierdo, la actriz sollozaba de terror primero, pero con el correr de los minutos entró como un extasis y parecía drogada.
- Ahora ya sabes porque soy un Quesón, pero mis pies huelen a Queso. A Queso. Queeeessssooooooo – comenzó a gritar Carlos – Queeeessssooooooo. Queeeessssooooooo
El basquetbolista, cuyas manos estaban envueltas en guantes negros, sacó un gran Queso del bolso y lo tiro sobre Accardi, que permanecía atada, arrastrándose en el piso. Entonces, como drogada y gozosa, le dijo a Carlos Delfino:
- Cogeme Carlos, cógeme.
- Con mucho gusto, nena. Vas a ver lo que es que te coja un QUEEEESOOOO.
Y Carlos entonces sacó su pija al descubierto, que eran tan grande como la de sus pies, y no tardó en coger a Accardi. Los dos disfrutaron mucho del sexo, que fue intenso y fogoso.
- Viste nena, espero que te haya gustado coger con Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino.
- ¿Basquetbolista Asesino? – a Accardi esto la asusto - ¿Porqué asesino?
- Porque me gustan los cuellos sangrantes – dijo Carlos Delfino – y voy a cortarte el cuello nena.
En ese momento Gimena observó que Carlos, sostenía un enorme cuchillo con sus guantes negros, un cuchillo muy largo y filosoooo….
- ¡Nooooooooooooooooo! – gritó aterrorizada la actriz.
Arrastrandose en el piso, la actriz intentó escapar, pero el basquetbolista se tiro encima de ella, de espaldas, la tomó del cuello y se lo cortó. Un gran cuchillazo de izquierda a derecha que tiró sangre por todos lados. Otro gran cuchillazo de derecha a izquierda que tiró todavía más sangre. Un tercer cuchillazo, con el que Carlos le efectuó un profundo corte del lado derecho de la cara, otro cuchillazo, un cuarto, con el que Carlos le efectuó otro corte profundo del lado izquierdo de la cara. La sangre chorreaba por todos lados. Hubo más cortes cuchillazos hasta que Carlos se dio por satisfecho. Tomó el Queso que le había tirado a Accardi cuando aún vivía. Era una horma de Queso muy grande, un Emmental de gigantescas proporciones, y ahora el basquetbolista la tiró sobre el cadáver de Gimena Accardi.
- Queso – dijo el asesino en voz alta.
El basquetbolista asesino se dio entonces a la fuga. ¿Y el señor Fulgencio? Apenas unos minutos después de que Carlos se diera a la fuga volvió en sí. Fulgencio abrió los ojos, y vio la sangre, el cadáver de Gimena Accardi y el Queso sobre su cadáver.
- ¡Ohhh, noooo! – exclamó Fulgencio – Carlitos asesinó a esta mina y me echaran la culpa a mí. ¡Soy inocente!
- No os preocupéis Fulgencio – era una voz femenina, con acento rumano.
Fulgencio se dio vuelta. Una mujer, una anciana, muy elegante y bien vestida, le dijo:
- Soy Lady Dumitrescu, quedaos tranquilo, ahora vete de aquí, nadie vive en este edificio, todos los departamentos están en venta. Vete, yo me purificaré con esta sangre.
Y Fulgencio se fue. Y colorín colorado, otro Queso Carlitos Delfino ha tirado.
excelente... Carlos Delfino siempre nos ofrece grandes asesinatos... esta vez no le corto la cabeza pero sí el cuello... simplemente brillante
ResponderBorrarja ja ja ja lo mandaron a Carlitos a lavarse los pies
ResponderBorrar¿Qué hizo Nico Vazquez cuando se entero del asesinato? O acaso una Quesona - ¿Carla Conte tal vez? - lo estaba asesinando en ese mismo momento
ResponderBorrarLos quesones son violentos, terminaron con la vida de bellas mujeres. Pero están haciendo un bien por la ficción, como quesonear a Valeria Bertucelli.
ResponderBorrarAhora le tocó el turno a Gimena Accardi, que arruinó a Los Ünicos. Justificado el sadismo del rugbier.
Creo que no puede dejar que Nicolaz Vazquez sufra por la muerte de su mujer. Pueden enviarle a una quesona.
O podría ser enviado a una peluquería, atendida por Carla Conte, Carla Rebecchi y Ravelia Zama, en que se corte el pelo, la barba, haya manicuría, alguna atención muy especial. Y una muerte violenta.
Carlos Fernández Lobbe podría encargarse de Pamela Sosa.