el relato de Carlos Enrique Keberlein y Ravelia la Tatuada #QUESO #Carlos07
Carlos Enrique Keberlein, era un diseñador gráfico, que fue a trabajar a Mar del Plata donde lo contrato en forma temporal una serie de importantes balnearios como “Princesa”, “Condesa del Mar”, “San Sebastián” y “Alfonsina”, para preparar los diseños de la publicidad de cara a la temporada de verano.
Alto y patón, Carlos se encontraba trabajando en un departamento, cerca del Torreón y de la Playa Varese, amante del Queso, Carlos alternaba su trabajo degustando buenos, sabrosos y ricos trozos de diferentes tipos de Queso.
Con una mirada intensa, Carlos estaba trabajando en su computadora. Su mesa estaba llena de bocetos, colores y herramientas de diseño, creando un ambiente creativo, pero también algo inquietante.
De repente, como salida de la nada, entró al estudio Ravelia, la Tatuada, con una sonrisa pícara, su cuerpo cubierto de tatuajes, y una mirada desafiante. Con voz sensual, Ravelia le dijo: “Hola, Carlos. ¿Estás trabajando en algo interesante?”
Carlos la miró con asombro y sorpresa, y le dijo: “¿Quién sos? ¿De donde salistes? ¿Qué haces aca?” mirándola con desdén, sin dejar de trabajar “No me interesa tu opinión” agregó con voz fría.
Ravelia: (Acercándose a él) ¿Por qué no? Soy "la Tatuada", ¿no te gustan los tatuajes? Además soy la dueña de esos balnearios, mi opinión sí interesa, estimado Carlitos”
Carlos Keberlein se levantó de su silla y se acercó a Ravelia, observando sus tatuajes con una mirada gélida. Con una voz amenazante, y sin creer ni jota que era la dueña de los balnearios, Carlos le dijo: “Los tatuajes son como cicatrices, marcas de dolor, de sufrimiento, no creas que seas la dueña de esos balnearios, nena, y como me gusto que me dijeras Carlitos”.
Con una sonrisa provocativa, Ravelia le dijo: “Y eso te excita, ¿verdad? A mí me encanta que me lastimen, que me castiguen. Yo te sigo por internet, ví tus cuerpos, tus pies, me gustas mucho, sos lindo, me gustas Carlitos, bueno quizás no sea la dueña de los balnearios, pero te aseguro que soy heredera de la fortuna de Lady Dumitrescu”
Carlos Keberlein la miró fijamente a los ojos, con una mezcla de fascinación y repulsión, y le dijo, con una voz baja y ronca: “Me gusta el dolor, pero no el tuyo. Me gusta el dolor que yo puedo crear”
Ravelia se acercó más a él, sintiendo una mezcla de miedo y excitación. “¿Y qué tipo de dolor te gusta crear? ¿Con un cuchillo? ¿Con un martillo?” le dijo con voz seductora.
Carlos Keberlein se fue acercando a ella, mientras su mirada se volvía más intensa, más oscura, y le dijo con una sonrisa macabra “Me gusta crear dolor con mis manos, con mis herramientas de diseño.
Ravelia se estremece, sintiendo un escalofrío recorrer su cuerpo. Y con voz temblorosa, le dijo: “¿Qué quieres decir?”.
“Te voy a enseñar a qué me refiero con "dolor"” le dijo Carlos Keberlein mientras la miraba a los ojos, y su sonrisa se ensanchaba, revelando una maldad que la dejaba helada.
Acto seguido, el dolor se convertía en gozo y placer para Ravelia, Carlos extendió sus enormes zapatos sobre la mesa, y Ravelia se los sacó, le sacó las medias, y quedó descalzo, el olor era intenso, los pies de Carlos olían a Queso, era precisamente lo que ella buscaba y quería, los fue oliendo, besando, chupando y lamiendo.
“¿Este era el dolor? ¡Me da satisfacción tu dolor, Carlitos!” le dijo Ravelia.
“Ja, ja” río el diseñador “Jamás me imagine haciendo esto pero desde que entraste me dí cuenta que tengo deseos e impulsos irresistibles, quiero que disfrutes de mis pies, de mi Queso, y quiero algo más, algo más, no lo puedo evitar, lo siento, lo tengo que hacer”
“Debe ser el sexo, dame más dolor, Carlos” dijo Ravelia.
A continuación, el sexo fue salvaje y violento, para cualquier otra mortal hubiera sido una salvaje violación, y algo muy doloroso, pero para Ravelia era todo lo contrario, era goce y placer puro, le encantaba que la hicieran bolsa con ese sexo tan propio de una bestia salvaje o de un monstruo sexual.
“Jamás imagine que podía hacer esto, fue sensacional” le dijo Carlos Keberlein “tu presencia me convirtió en un máquina sexual, pero hay algo más, hay algo más que deseo hacer y debo hacer”.
Carlos agarró los guantes blancos, y desnudo, con un calzón como única prenda, y tomó un gigantesco Queso de la heladera, se lo tiró a Ravelia, y el golpe fue certero y preciso, la podría haber asesinado de un certero y seco golpe en la nuca en el Queso, y estuvo cerca de hacerlo.
“¿Me vas a asesinar con el Queso?” le dijo Ravelia, media inconsciente ante el golpazo que recibió con el “Quesazo”.
“Ese es el deseo que tengo, ese es el dolor que quiero darte, es eso, el Queso, y asesinarte, asesinarte, quiero ser tu asesino, uno más en la lista de los Carlos Asesinos” Carlos Keberlein agarro el martillo, un enorme martillo que estaba ahí, y se tiró sobre Ravelia.
El golpazo que le dio en la nuca fue más que salvaje y certero, la sangre le salió de todos lados, un segundo golpe fue todavía más destructivo, con los pies lo aplastó y para asegurarse que la había asesinado, le puso el Queso encima, ya no tenía dudas, Carlos había asesinado a Ravelia.
“Queso” dijo Carlos Keberlein y tiró el Queso sobre la chica tatuada a la que acababa de asesinar.
El asesino miró a la ventana, desde donde contemplaba el mar, la loma de Stella Maris, la torre de la iglesia homónima, la Torre Tanque y edificios icónicos de Mar del Plata como el de Cabo Corrientes, Los Manantiales, el Palacio Cosmos o el Demetrio Eliades (el popular Edificio Havana), y pensó: “Es increíble, yo era un hombre bueno, si hay alguien bueno en este lugar, y apareció esta chica, como por arte de magia, decía conocerme de las redes sociales, y no pude parar, la tuve que someter a mis pies, me convirtió en una máquina sexual y la terminé asesinando, a martillazos, y le tiré un Queso, ahora soy un asesino, y no un simple asesino, un Quesón, si estuviera en Francia diría Porquoi?”.
Muy tranquilo a pesar de haberse convertido en un asesino, se fue a dar una vuelta. Mientras bajaba en el ascensor, se cruzó con una anciana rumana. La anciana le dijo: “Hola Carlitos, quizás yo este aca, pero en realidad este muerta, je, je”.
Carlos caminó por toda la costa desde el Torreón hasta Playa Grande, y después volvió por las calles interiores, atravesando las zonas comerciales de Alem y Güemes, cuando volvió el cadáver de Ravelia ya no estaba. Si lo encontraron, al día siguiente, con el Queso encima, en las proximidades de Playa Grande, pero esa es otra historia. But that’s another story, diría Kipling.
18 Carlos Asesinos para Ravelia, la Tatuada (la saga completa) o aka Que fue de Couer Rouge?
ninguna perdona a Ravelia, como los convierte a todos en asesinos
ResponderBorrarbien el asesino y bien x estas historias “escondidas” para protegerlas de las “Ligas de la Censura”
ResponderBorrarella misma busca a sus propios asesinos, la obsesión que tiene por su propio asesinato es terrible, y los encuentra, y la asesinan siempre de un modo cruel y sangriento
ResponderBorrarpodría ser el inicio de una nueva saga “el queson del martillo” porque no?
ResponderBorrartiene aspecto de rugbier (aunque no lo es), el martillo le sienta bien, no será el de Thor, pero es el del Queso, que no es poco
ResponderBorrarFue como fatalitie de Mortal Kombat
ResponderBorrarbuen pibe pero ser un Carlos lo condenó como asesino, Ravelia se fijo en el y chauuuuu
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