Los Asesinos de Esmeralda Mitre
Esmeralda Mitre protagonizó un nuevo escandalo mediático. Esta vez, sin medir consecuencias ni tener idea de lo que dijo, llegó a declarar “Las mucamas deberían trabajar gratis, con darles comida y alojamiento, ya es suficiente, a lo sumo algún vueltito para que tengan para los gastos menores y un poco de ropa, todo lo que haya alla más allá de eso es una exageración y una injusticia, además deberíamos llamarlas sirvientas o criadas, nunca la palabra mucama, deberían ser lacayas o esbirras”.
La tildaron de fascista y antidemocrática, racista, discriminatoria, agente de la oligarquía, vendepatria, gorila, oligarca, de insultar a la gente, la denunciaron en todos lados, la gente salió a hacer manifestaciones en su contra y muchas asociaciones la declararon persona “no grata”.
En un programa tuvo un debate muy encendido, en el cual discutió muy acaloradamente, un debate donde con sus declaraciones la embarró todavía peor. “No deberían ni siquiera votar” dijo Esmeralda. Cansada, Esmeralda se retiró del programa y le dijo a Lucrecia, su asistenta:
- Tengo las pelotas llenas de todos estos negras de mierda, solo sirven para para ser sirvientas. Vamos al campo a descansar unos días. Me quiero ir de toda esta mierda.
Rato despues, Esmeralda estaba en un auto con su fiel sirvienta y lacaya, Lucrecia, y la conductora, una mujer cuarentona, cuyo nombre era Rosalía. Salieron de la ciudad y pusieron la radio.
- El Congreso Nacional declara a Esmeralda Mitre “hija del imperialismo” y la CGT convoca a una multitudinaria marcha a Plaza de Mayo para mostrar su desacuerdo con la actriz y cantante, descendiente de una familia de aristócratas – dijo Ruperto Formento, el locutor de Radio Excelsior.
- Ay, tanto lío por decir la verdad. Ojala todos fuesen descendientes de un presidente de la nación como yo. Formaré un partido político y ganaré las elecciones. Ahí me adueñaré del poder e impondré una dictadura. Seré implacable. Dicen que el futuro les pertenece a las mujeres, pues si en el pasado hubo un Bartolomé Mitre de presidente, en el futuro habrá una Esmeralda Mitre – dijo Esmeralda Mitre.
- Ay por favor Esmeralda, quédate tranquila, estas un poco excitada, mejor ponete a descansar – le dijo Lucrecia.
- Haré el Estatuto para Siervas, Lacayas y Esbirras. Volverá la esclavitud. Ja, ja, cerraré las escuelas públicas, no habrá hospitales, desaparecerá la pobreza porque todos morirán – decía Esmeralda.
- Callate, por favor, cállate, descansa Esmeralda – le repitió Lucrecia.
Esmeralda se quedó dormida. Rato despues se despertó, al abrir los ojos, vio que el auto estaba circulando en una zona de tormenta. La lluvia era impresionante, Mitre nunca había visto nada igual. Llovía a cantaros.
- Que raro – dijo Rosalía, la chofer – no estaba anunciada esta lluvia. El pronostico de “Temporal” hablaba de sol para esta zona.
- ¿Vamos por el camino correcto? – preguntó Lucrecia – con esta tormenta nunca vista podemos perdernos.
- ¿Dónde estamos? – dijo Esmeralda – estoy buscando la localización en el GPS y no hay señal. ¿Vamos a la estancia “Don Bartolomé”?
- Por supuesto, señora Mitre – le dijo Rosalía - La lluvia es impresionante. No veo nada. Por la distancia deberíamos estar cerca.
- Estamos perdidas – dijo Esmeralda – estamos perdidas.
- Tranquilícese señora Mitre – dijo Rosalía.
- ¿Y si mejor paramos esta que pare la lluvia? – preguntó Lucrecia.
- Es que no tenemos otra alternativa que parar – dijo Rosalía – no se que pasa pero nos quedamos sin nafta, de golpe.
- ¡No puede ser! ¡Teníamos nafta para doscientos kilómetros fácil! ¿Dónde habrá una estación de servicio? – dijo Lucrecia.
- ¡Tengo miedo! ¡Paremos! – comenzó a exclamar Esmeralda entre gemidos y sollozos.
El auto se detuvo pues se quedó sin nafta. Al detenerse el vehículo, y como por arte de magia, paró la lluvia. La tormenta dio paso a un cielo estrellado, donde se veían todas las constelaciones.
- ¡Qué fenómeno tan raro! – exclamó Lucrecia.
- Raro o no, estamos sin nafta – dijo Rosalía.
- Miren, ahí hay un cartel dice “Estancia Transilvania” y la flecha va para la izquierda. ¡Oh! ¡Ahí se divisa una casa! ¡Debemos ir para alla! Supongo que tendrán teléfono, pediremos un auxilio – dijo Lucrecia.
- Yo sigo sin señal – dijo Esmeralda viendo su celular.
- Nosotras también – dijo Rosalía.
- Si no queda otra que ir a esa estancia “Transilvania” iremos, pero primero voy a mear entre esos arboles, no doy más – dijo Esmeralda.
Esmeralda fue a mear entonces entre unos arboles, mientras lo estaba haciendo, las otras dos mujeres divisaron las luces de una camioneta, que al pasar por el lugar se detuvo.
- ¡Estamos salvadas! – dijeron Lucrecia y Rosalía.
De la camioneta bajó un hombre muy alto, de dos metros de altura, muy patón, aspecto de basquetbolista, rostro muy agraciado, buen parecido, pero dotado de un apestante y asfixiante olor a Queso, no solo en los pies (algo natural en todos los hombres, sobre todo en los Carlos) sino en todo el cuerpo.
- Soy Carlos Delfino, basquetbolista de la generación dorada, quizás me conozcan, me llaman “el Cabeza”, “el Lancha” y también “el Quesón”.
- ¡Oh! ¿Quesón? ¡Qué gracioso! – exclamó Rosalía.
- Hemos tenido un problema con el auto y necesitamos auxilio. Veo que ahí hay una estancia, “Transilvania” – dijo Lucrecia.
- Ahí estoy yendo, a la Estancia Transilvania – dijo Carlos – pero ustedes no llegaran allá, porque soy Carlos Delfino, el Basquetbolista Asesino.
Inmediatamente, Carlos blandió una katana y atacó a las dos mujeres. A Rosalía le cortó el cuello, a Lucrecia le atravesó el cuerpo, un segundo ataque sirvió para cortarle el cuello a Lucrecia y atravesarle el cuerpo a Rosalía, con un tercer ataque con la katana, Carlos terminó de rematar a las dos mujeres, cortándoles lo que les quedaba del cuello.
Lucrecia y Rosalía quedaron muertas, asesinadas, con la sangre repartiéndose en todos lados, Carlos tomó los dos cadáveres y los llevó a un costado, ahí les tiró los Quesos, que sacó del baul su camioneta.
- Queso – dijo Carlos Delfino mientras tiraba cada Queso.
En ese momento, regresó Esmeralda Mitre, que no vio que Carlos Delfino había asesinado a sus dos lacayas.
- ¡Oh! – exclamó Esmeralda - ¿Quién es usted? – preguntó al ver al basquetbolista - ¿Y mis lacayas?
- Se fueron – dijo Carlos – se fueron.
- ¿Adonde se fueron?
- Hay tres explicaciones. Podría decir que pasaron un par de strippers y se fueron a coger con ellos. La segunda es que bajo un plato volador, se subieron y ahora están viajando al Planeta Xilum. La tercera, es que las asesiné y les tiré un Queso, ja, ja.
- Hijas de puta – dijo Esmeralda – se fueron con los dos strippers, como toda la gente de su condición. Hijas de puta. La pagaran.
Carlos Delfino agarró un Queso y como si fuera una pelota de básquet en pleno partido de la NBA lo lanzó como un triple e impacto en la cabeza de Esmeralda Mitre, que quedó dormida de inmediato.
Rato despues, Esmeralda despertó, estaba en una mansión, parecía muy antigua, rodeada de extrañas luces, a su alrededor una señora muy bella, joven, radiante. Era Lady Dumitrescu. Junto a ella, tres hombres muy altos y patones, de cada hombre parecía salir un gran olor a Queso. Eran basquetbolistas, a juzgar por la corpulencia física, el tamaño de los pies (enormes) y la ropa que tenían.
En la sala había una mesa, con todas las clases y variedades de Queso, aunque sobresalían varias gigantescas hormas de Queso Gruyere, Emmental y Parmesano.
Esmeralda intentó moverse, pero estaba atada, acostada a una cama circular. Se dio cuenta que Dumitrescu y los hombres, todos basquetbolistas, estaban viendo una película. Se trataba de un film, en blanco y negro, muy antiguo.
- Quiero la sangre de Esmeralda Mitre – dijo Lady Dumitrescu, al terminar la proyección de Drácula (1931), con Bela Lugosi.
- Pero mi señora – dijo uno de los basquetbolistas, al que Esmeralda reconoció pues era Carlos Delfino – no hace falta la sangre de esta idiota. Ya tiene mucha sangre de reserva, para mucho tiempo, hemos quesoneado a mujeres muy bellas, a otras quizás no tan bellas, pero que merecían un Queso. Esta mina es una idiota. Yo asesiné a Valeria Mazza, esa sí valía la pena, o Zaira Nara, o Tini Stoessel.
- A Tini Stoessel la quesoneamos juntos – aclaró Carlos Matías Sandes, otro de los basquetbolistas.
- Y a Wanda Nara la quesoneamos nosotros dos – aclaró el tercer basquetbolista, Carlos Leonel Schattmann, que agregó - Pero mi señora, ahora parece una joven de treinta años, que digo treinta, digo veintipico, se la ve bella y radiante, con todas las minas que han sido quesoneadas en el último tiempo, desde Alejandra Pradón hasta Jennifer Lopez, no necesita ninguna sangre.
- Reitero Quesones, Basquetbolistas Quesones, quiero la sangre de Esmeralda Mitre. Ella no es Muggle. Es sangre real. Se que no la usaré ahora, quizás ni siquiera en este siglo, pero es una sangre muy valiosa, la quiero, pasaba por mis campos y la quiero. Quizás no sea para mí, quizás la necesité la Marquesa de Avila, la vampiresa española, que hoy sigue en su letargo. ¿Me entienden? Yo no soy egresada de Hogwarts, no tengo los valores pelotudos que enseñaba Dumbledore, no me habré nutrido del linaje de Slytherin ni de Griffyndor. Yo vengo de Durmstrang, como Viktor Krum.
Esas últimas palabras parecieron haber rebotado con fuerza y energía en la mansión. Esmeralda Mitre gritó:
- ¡Socorro! ¡Auxilio!
- Nos olvidamos de esta idiota – dijo Carlos Delfino.
- Quesoneenla – dijo una vez más Lady Dumitrescu.
- La verdad habiendo quesoneado a Brenda Gandini, Valeria Mazza, Julieta Prandi, Silvina Luna, Zaira Nara, Laura Fidalgo, y a la demás, no me parece divertida esta mina, es una idiota, soy un Quesón, y para un Quesón quesonear es siempre un honor, esta noche sin embargo le cedo el honor a mis colegas y tocayos, Carlos Matías Sandes y Carlos Leonel Schattmann – dijo Carlos Delfino.
- ¿Por qué me desprecian? ¡Quesoneame Carlos Delfino! – dijo Esmeralda Mitre.
El basquetbolista de Fortitudo Bologna agarró la katana y la blandió ante Esmeralda. Sandes agarró el machete y Schattmann, un cuchillo ninja. Pero Delfino sintió lo que Esmeralda le decía y se acercó a ella, dispuesto a asesinarla.
- Quesoneame flaco, hacelo, que mierda tenes en la cabeza, si ustedes son lacayos de esta mina, de esta Lady, serán altos, patones y tendrán mucho olor a Queso, jugarán al básquet muy bien, harán dobles y tiples, pero son lacayos, sirvientes, siervos, ja, ja – dijo Esmeralda, que aunque maniatada de pies, seguía firme en su orgullo.
- ¡Yo la asesino! – exclamó Carlos Delfino blandiendo su katana - ¡He asesinado a cientos de minas por mucho menos!
- Ja, ja, ja – dijo Lady Dumitrescu – como te tocaron el orgullo Quesón, Carlitos, ahora sí tenes ganas de quesonearla, ja, ja.
En ese momento tocaron la puerta. Alguien había llegado. Dumitrescu dijo:
- Qué Esmeralda se convierta en lacaya y sirvienta, te desataré y abriras la puerta.
La propia Lady Dumitrescu desató a Mitre, que al verse se dio cuenta del horror… ¡Estaba vestida con uniforme de mucama!
- ¡Noooooooo! – exclamó Esmeralda y se puso de rodillas – asesínenme pero mucama no, ni sirvienta, ni lacaya, ni esbirra.
Los tres basquetbolistas rodearon a Esmeralda Mitre, Delfino con la katana, Sandes con el machete y Schattmann con el cuchillo ninja, parecían que iban a atacar a la aristócrata, y esta prefería ser asesinada antes que ser mucama.
- Abre la puerta – dijo Dumitrescu y lanzó varios hechizos – Accio. Septum sempra. Wingardium Leviosa. Ridikulus. Expelliarmus. Expecto Patronum. Serpensontia.
Esmeralda quedó como hipnotizada y dijo:
- Debo obedecer a mi señora.
Como un zombie, fue a abrir la puerta, eran el arquero Carlos Gustavo “Chiquito” Bossio y el rugbier Carlos Ignacio “Nacho” Fernández Lobbe, los dos grandes Quesones, dos tipos gigantes, de 1,95 metros y 50 de calzado cada uno. Dos grandes asesinos de mujeres.
- No podían faltar a la fiesta – dijo Dumitrescu - ya se lo dije a sus hermanos Quesones, los tres Carlos que ya estaban aquí, basquetbolistas ellos, ahora se los digo a ustedes, dos Carlos recién llegados, quiero la sangre de Esmeralda Mitre.
- Uno de nosotros la quesoneará – dijo Carlos Bossio - ¿Pero quien?
- Lo decidiremos despues mejor – dijo Carlos Ignacio Fernández Lobbe – entre Quesones no debe haber rivalidades, sí mucho Queso.
Y eso fue lo que hubo. A continuación los cinco Quesones comenzaron a comer Queso, un gran banquete de Quesos, de todas las clases. Gruyere, Emmental, Roquefort, Edam, Gouda, Port Salut, Pategras, Parmesano, Provolone, Gruyerito, Reggianito, Manchego, Queso por aca, Queso por alla. Los cinco comieron sin parar, Carlos Bossio, Carlos Fernández Lobbe, Carlos Delfino, Carlos Sandes y Carlos Schattmann. Esmeralda Mitre hizo de mucama todo el tiempo, sirviendo a los Quesones, que hablaban de sus crímenes y asesinatos en una velada muy entretenida.
- Deberíamos quesonear juntos a una famosa – le dijo Bossio a Delfino.
- Quesonear juntos a una famosa con vos es una asignatura pendiente, ¿Quién podría ser? – le dijo Delfino a Bossio.
- No sé, bueno hoy tenemos a esta idiota, Esmeralda Mitre.
- Pero somos cinco. Yo hablo de quesonear de a dos.
- Tu mejor quesoneamiento fue el de Valeria Mazza.
- Así dicen todos.
- El mio fue el de Alina Moiné – dijo Sandes – aunque todos recuerden el de Wanda Nara, por la foto que me saque con su cabeza ni bien la asesiné.
- Yo creo que de todos los asesinatos que cometí siempre el que más me gusto fue el de Soledad Solaro, la violé muchas veces antes de asesinarla, muchas más veces de lo que sale en el relato oficial.
- Lo que hicieron ustedes dos – dijo Bossio por Sandes y Fernández Lobbe – con Ursula Vargues y Gisela Van Lacke, fue algo sublime.
- Lo de Claudia Fernández también sublime – sentenció Delfino en referencia al asesinato cometido por Carlos Sandes.
- Yo todavía soy un Quesón menor, debo aprender mucho de ustedes – dijo Carlos Leonel Schattmann.
- No hay Quesones menores ni mayores, hay Quesones – dijo Dumitrescu, que casi no participaba de la conversación, no comía Queso (nunca lo hacía) y solo bebía un brebaje rojo – quiero la sangre de Esmeralda Mitre.
- La quesonearemos – dijo Bossio – uno de nosotros lo hará.
- ¿Lo decidimos por sorteo? – preguntó Delfino.
- No – dijo Dumitrescu – que ella elija a su propio Quesón.
- ¿Cómo lo hará? – preguntó Schattmann.
- Que huela los pies de cada uno, ja ja – dijo Dumitrescu.
Los cinco Quesones se sacaron las zapatillas, las medias y quedaron descalzos. El olor que había en el ambiente era irresistible para cualquier mortal. Solo Lady Dumitrescu podía resistirlo. Un olor a Queso apestante, intenso, asfixiante. Dumitrescu despertó a Mitre de la hipnosis.
- Oh, no – exclamó Mitre - ¡Soy mucama! ¡Aajjjjjjjjjj! ¡Qué olor a pata que tienen estos chabones! ¡Me desmayó!
Mitre iba a desmayarse, pero en ese momento, Carlos Delfino puso sus pies encima de su rostro, Esmeralda empezó a olerlos, lamerlos, besarlos y chuparlos, quedó como en extasis, tirada en el piso, decía:
- Queso, Queso, Queso, Queso.
Luego siguieron los pies de Carlos Leonel Schattmann, despues los de Carlos Matías Sandes, continuó Carlos Gustavo Bossio y cerró Carlos Ignacio Fernández Lobbe. Los olió uno por uno.
- ¿Quién te gusto mas, piba? ¿El uno, el dos, el tres, el cuatro o el cinco? – dijo Dumitrescu.
- Todos me gustaron.
Los Quesones se acercaron, y la pusieron sobre la cama circular. La empezaron a acariciar, por todo el cuerpo, las caricias se convirtieron en cosquillas, en el pie, las tetas, la concha, el culo, a Esmeralda le gustó pero más le gusto lo que pasó a continuación.
Mitre quedó tendida en el piso, de espaldas, Sandes fue y con el pie derecho la penetró por el culo; Schattmann entonces la penetró por la concha, simultáneamente también con el pie; despues lo hizo Delfino que la cogió con el pene por el culo, mientras Bossio la penetraba con el pene por la concha; todo a la vez, cerró Fernández Lobbe, que la cogió por todos lados, para goce de Lady Dumitrescu, que contemplaba todo sentada en una especie de trono.
La vieja casona parecía moverse como si fuera un terremoto, mientras cogían a Esmeralda Mitre. Al terminar la cogida, un enorme Queso Gruyere, cayó del techo, y quedó encima de Mitre, que si bien recibió un fuerte golpe al recibir el Queso encima suyo, lo sintió con satisfacción.
Mitre cerró los ojos. Creía haber alcanzado el paraíso, al abrirlos, vio a los cinco Carlos alrededor suyo, Carlos Bossio con un enorme cuchillo de cocina, Carlos Fernández Lobbe con un enorme cuchillo de caza, Carlos Delfino con la katana, Carlos Matías Sandes con el machete, y Carlos Leonel Schattmann con el cuchillo ninja.
- ¡Noooooooooooooooooo! – exclamó Esmeralda Mitre.
- Carlos Bossio – dijo Lady Dumitrescu.
El ex arquero de Lanús, Estudiantes y Belgrano, el asesino de Guillermina Valdes y Karina Mazzocco, levantó el cuchillo y le asestó una brutal puñalada a Mitre, hundiéndole el cuchillo entre las dos tetas, revantandoselas.
- Carlos Fernández Lobbe – dijo Lady Dumitrescu.
El rugbier, el ex puma, el asesino de Viviana Canosa y Andrea Frigerio, levantó el cuchillo de caza y le asestó a Esmeralda un brutal corte por todo el cuerpo, de arriba abajo, y le dejó clavado el cuchillo a la altura del estomago.
- Carlos Schattmann – dijo Lady Dumitrescu.
El basquetbolista de Quimsa, el asesino de Natalia Fava, tomó el cuchillo ninja y le inflingió una serie de heridas a Mitre, en los pezones, los brazos, la concha y las piernas, la sangre fluía por todos lados.
- Carlos Sandes – dijo Lady Dumitrescu.
El basquetbolista de Boca Juniors, el asesino de Vicky Xipolitakis, agarró el machete, le cortó el cuello, luego y la partió en dos a Esmeralda, dejándoselo clavado, en el medio de los dos cuchillos, el que ya había clavado Bossio y el que había clavado Fernández Lobbe.
- Carlos Delfino – dijo Lady Dumitrescu.
El basquetbolista, ex Detroit Pistons, Toronto Raptors, Milwaukee Bucks y Houston Rockets, el asesino de Valeria Mazza, levantó la katana y de un golpe preciso, le cortó la cabeza a Esmeralda Mitre.
- Queso – dijo Carlos Bossio y tiró el Queso Gruyere.
- Queso – dijo Carlos Fernández Lobbe y tiró el Queso Emmenthal.
- Queso – dijo Carlos Schattmann y tiró el Queso Pategras.
- Queso – dijo Carlos Sandes y tiró el Queso Maasdam.
- Sublime – dijo Lady Dumitrescu – no hay palabras que describan esta obra de arte. La sangre de Esmeralda Mitre es mía, ja, ja, y lo será para vos, mi benefactora, la Marquesa de Avila.
- Os lo merecéis – gritaron al unísono los cincos Quesones, que como premio recibieron más minas para quesonear y cientos, tal vez miles, de Quesos.
La noche se hizo día, y los Quesones regresaron a su vida habitual. Sabían que no solo habían hecho una obra de arte, sino un acto de justicia a la humanidad.
¿Qué se dijo de Esmeralda Mitre en los medios despues de que desapareciera súbitamente? Nada, pronto la olvidaron y una sombra ya pronto serás.
Tiene el morbo extra el extermina a una famosa detestable, con ideas tan nefastas, aunque atractiva. Y además, convertida en mucama, por la magia de la Lady. Algo que considero peor que la muerte.
ResponderBorrarY como se ensañaron.
Relato con alto nivel de gore y de morbo.