Carlos Melia, El Quesón Gay (el Queso Gay)
CARLOS MELIA, EL QUESO GAY, ASESINO A SUELDO
Ana jamás sintió simpatía hacia un joven modelo que conocía y se llamaba Carlos, pero en una ocasión no le quedo otro remedio que visitarlo en la casa. El modelo la recibió en la bañera con los pies afuera y le dijo:- ¿Es por el tema de esa mujer, no? Anda al restaurant "Charles" que queda en el carrer de Carles n° 747, lo tenes que ver a Carlos, acordate, se llama igual que yo.La mujer obedeció al muchacho y tras llegar al restaurant y el mozo le indicó la mesa cuarenta y cinco.
Un hombre alto, flaco, dotado de unos enormes pies, de unos treinta y pico de años la estaba esperando. El hombre, vestido con una chaqueta negra, estaba comiendo un enorme trozo de Queso.
Muy nerviosa, Ana se acercó a la mesa y parada, le preguntó al hombre:- ¿Carlos?
¿Carlos Melia? ¿El Queson?
- Sí, soy Carlos, Carlos Melia, el Queson o el "Queso Gay" como también me conocen pues soy homosexual. Mucho gusto. ¿La señora Ana?
- Sí.
- Siéntese, tranquilícese.
Ana se sentó y le dijo a Carlos:
- Disculpe, que estoy tan nerviosa pero...
- Es lógico – dijo Carlos, interrumpiéndola – debe ser la primera vez que está frente a un asesino. No debe ser fácil. Bueno, vamos a lo nuestro. No se asuste, hay asesinos peores que yo, imagínese si fuera un estrangulador, por ejemplo. Podría estar sentada en la Opera y yo llegar desde atrás sin que usted oiga nada, y de repente, como si nada, apretarle el cuello con una cinta hasta estrangularla sin piedad alguna.
Sin decir nada, y manteniendo su nerviosismo, Ana sacó la foto de una mujer y se la mostró a Carlos:
- Es ella. A ella hay que asesinar.
- Muy bien – contestó Carlos – necesito algunos datos de esta mujer.
Ana le dio los datos, que Carlos consideró suficiente, entonces el asesino le dijo a la mujer:
- La mitad como adelanto la quiero mañana, en esta cuenta. A la noche voy a cometer el asesinato. Al día siguiente, con el trabajo hecho, quiero la otra mitad.
- ¿Cómo me entero de que cometió el crimen?
- Tengo una forma muy particular de anunciar mis asesinatos a mis clientes, una vez cometidos. Ya se enterará cuando ocurra, no nos adelantemos.
Así finalizó el encuentro. Al día siguiente, una vez que Carlos se aseguró el pago de la primera cuota, decidió cometer el trabajo para el cual había sido contratado. Estaba vestido totalmente de negro, incluyendo chaqueta, polera, pantalones, guantes y zapatos de ese color. Tenía una cuarenta y cinco larga, con silenciador. En un auto, esperó que la chica a la que tenía que asesinar llegará a la casa. Por fín la chica llegó, Carlos bajó del auto y la siguió. La chica ingresó a la casa, fue ahí cuando Carlos sacó la pistola y apuntó a la chica.
- ¡Julieta! – dijo el asesino.
La chica se dio vuelta y entonces Carlos disparó. El primer balazo fue muy certero, dio en el cuello de la mujer. El segundo, en la frente. Con eso hubiera bastado para concretar el trabajo, pero Carlos continuó disparando hasta seis balazos sobre el cuerpo, ya inerte, de su víctima. El cadáver de la chica quedó tendido en el piso. Carlos, entonces, sacó un Queso de un portafolios que tenía y lo tiró sobre su víctima.Carlos se fue del lugar donde había cometido.
Al día siguiente, Ana recibió un extraño paquete. Lo abrió y para su sorpresa, era un Queso. Sobre el Queso, había un papel que decía: “OK. Carlos”.
Era la señal, la curiosa señal, que Carlos le había señalado. Ahora Ana entendió porque al asesino le llamaban “El Queson”. La mujer depositó la segunda cuota tal como había convenido con el criminal.
Dos meses después, una noche, Ana estaba regresando a su departamento. Al descender del auto, a la mujer le tocaron el hombro desde atrás. Ana se dio vuelta y para su sorpresa frente a ella, estaba Carlos. Vestido de negro, con unos guantes de ese color sostenía una pistola calibre cuarenta y cinco, con silenciador. Grande fue la sorpresa de Ana al ver frente a ella al asesino.
- Buenas noches, Ana – dijo Carlos.
El asesino entonces disparó. Fueron seis balazos. Ana cayó muerta y cuando estaba tendida en el piso, Carlos tiró un Queso sobre el cadáver.
- Queso – dijo Carlos.
Y se fue.
Mientras se desarrollaba una fiesta de casamiento, Paula se encontraba en el baño junto a Luciana. Paula estaba arreglándose el maquillaje frente al espejo mientras Luciana estaba dentro de uno de las cabinas haciendo sus necesidades. Paula comenzó a comentarle a Luciana en voz alta:
A Paula le hubiera gustado preguntarle al asesino quien lo había contratado para asesinarla, pero no pudo. Carlos Melia comenzó a disparar con el arma con silenciador. Fueron seis balazos, ni uno más ni uno menos. Cuando terminó, Carlos sacó un Queso de su valija y lo tiró sobre el cadáver de la víctima.
- Queso – dijo en voz alta.
Mientras tanto, Luciana había escuchado el dialogo encerrada en la cabina. Presentia que el asesino había ejecutado a su amiga. Se encontraba aterrorizada y estaba presa del pánico, cuando Carlos abrió la puerta de la cabina y la apuntó con el arma.
- Lo siento – dijo Carlos – pero debo asesinarte. Un Queson jamás deja ningún testigo. Me quedan pocas balas.
Carlos apuntó al cuello de Luciana, y disparó un solo tiro. No fueron suficientes más, la bala ingresó en el cuello de la mujer y la asesinó de inmediato. Otra vez, Carlos tomó otro Queso de su valija y lo tiró sobre el cadáver de Luciana, que quedó dentro de la cabina.
- Queso – dijo en voz alta.
El asesino salió del baño sin que nadie la viera, discretamente comenzó a caminar y empezó a sentirse aliviado.
- Menos mal, si tenía que matar a otra mina estaba en inconvenientes – pensó – traje tres Quesos. Siempre en estos crímenes suele haber alguna víctima colateral. Pero esta vez me pase, bueno, no importa, me llamo Carlos, soy asesino, soy Queson, y debo estar preparado para estas cosas.
Sin mayores inconvenientes, dejó la fiesta, y comenzó a caminar por la calle. Sintió las sirenas de la policía acercarse al lugar.
- Deben haber descubierto los cadáveres – pensó y se fue muy despreocupado cantando las marchas gays que tanto le gustaban.
Un hombre alto, flaco, dotado de unos enormes pies, de unos treinta y pico de años la estaba esperando. El hombre, vestido con una chaqueta negra, estaba comiendo un enorme trozo de Queso.
Muy nerviosa, Ana se acercó a la mesa y parada, le preguntó al hombre:- ¿Carlos?
¿Carlos Melia? ¿El Queson?
- Sí, soy Carlos, Carlos Melia, el Queson o el "Queso Gay" como también me conocen pues soy homosexual. Mucho gusto. ¿La señora Ana?
- Sí.
- Siéntese, tranquilícese.
Ana se sentó y le dijo a Carlos:
- Disculpe, que estoy tan nerviosa pero...
- Es lógico – dijo Carlos, interrumpiéndola – debe ser la primera vez que está frente a un asesino. No debe ser fácil. Bueno, vamos a lo nuestro. No se asuste, hay asesinos peores que yo, imagínese si fuera un estrangulador, por ejemplo. Podría estar sentada en la Opera y yo llegar desde atrás sin que usted oiga nada, y de repente, como si nada, apretarle el cuello con una cinta hasta estrangularla sin piedad alguna.
Sin decir nada, y manteniendo su nerviosismo, Ana sacó la foto de una mujer y se la mostró a Carlos:
- Es ella. A ella hay que asesinar.
- Muy bien – contestó Carlos – necesito algunos datos de esta mujer.
Ana le dio los datos, que Carlos consideró suficiente, entonces el asesino le dijo a la mujer:
- La mitad como adelanto la quiero mañana, en esta cuenta. A la noche voy a cometer el asesinato. Al día siguiente, con el trabajo hecho, quiero la otra mitad.
- ¿Cómo me entero de que cometió el crimen?
- Tengo una forma muy particular de anunciar mis asesinatos a mis clientes, una vez cometidos. Ya se enterará cuando ocurra, no nos adelantemos.
Así finalizó el encuentro. Al día siguiente, una vez que Carlos se aseguró el pago de la primera cuota, decidió cometer el trabajo para el cual había sido contratado. Estaba vestido totalmente de negro, incluyendo chaqueta, polera, pantalones, guantes y zapatos de ese color. Tenía una cuarenta y cinco larga, con silenciador. En un auto, esperó que la chica a la que tenía que asesinar llegará a la casa. Por fín la chica llegó, Carlos bajó del auto y la siguió. La chica ingresó a la casa, fue ahí cuando Carlos sacó la pistola y apuntó a la chica.
- ¡Julieta! – dijo el asesino.
Al día siguiente, Ana recibió un extraño paquete. Lo abrió y para su sorpresa, era un Queso. Sobre el Queso, había un papel que decía: “OK. Carlos”.
Era la señal, la curiosa señal, que Carlos le había señalado. Ahora Ana entendió porque al asesino le llamaban “El Queson”. La mujer depositó la segunda cuota tal como había convenido con el criminal.
Dos meses después, una noche, Ana estaba regresando a su departamento. Al descender del auto, a la mujer le tocaron el hombro desde atrás. Ana se dio vuelta y para su sorpresa frente a ella, estaba Carlos. Vestido de negro, con unos guantes de ese color sostenía una pistola calibre cuarenta y cinco, con silenciador. Grande fue la sorpresa de Ana al ver frente a ella al asesino.
- Buenas noches, Ana – dijo Carlos.
El asesino entonces disparó. Fueron seis balazos. Ana cayó muerta y cuando estaba tendida en el piso, Carlos tiró un Queso sobre el cadáver.
- Queso – dijo Carlos.
Y se fue.
EL QUESO GAY, EN UNA TARDE SOLEADA
Laura, una chica de unos treinta y cinco años, más o menos, se encontraba sola en su casa cuando estaba descansando tranquilamente en la pileta, tomando sol y leyendo un libro. De repente, sintió un ruido, como si alguien estuviera caminando. Se dio vuelta, y para su sorpresa, un hombre de unos treinta y pico de años, bastante alto, algo patón, con el torso desnudo, vestido sola con bermudas y ojotas, estaba frente a ella.
- Buenas tardes, Laura.
La mujer no pudo ocultar su susto al ver a este hombre frente a ella, y en un evidente estado de pánico y alteración, le preguntó:
- ¿Quién sos? ¿Qué haces aca?
- Soy Carlos. Mi nombre es Carlos Fabián Meliá, me llaman el “Queso Gay”.
- ¿Queso Gay?
- Sí, soy un asesino a sueldo, especializado en ejecutar mujeres. Me contrataron para asesinarte.
Carlos no había terminado de decir esto cuando sacó un revolver, con silenciador, y apuntó hacia la chica. Aunque Carlos estaba con el cuerpo y el torso desnudo, sus manos sostenían el revolver con guantes negros.
Laura se aterrorizó aún más al comprobar que Carlos la estaba amenazando con el arma, nada podía decir, el asesino entonces continuó hablando:
- Tu cuñado y mi tocayo, Carlos, me contrató para asesinarte. Me dijo que asesinó a su esposa, a tu hermana, la apuñaló y le tiró un Queso. Ahora quiere que te asesiné y que te tiré un Queso.
- ¿Mi hermana asesinada? ¡No, es mentira!
- Ninguna mentira, es verdad, pero no te preocupes, en breve te encontrarás con ella en el más alla, te recuerdo que estoy aca para asesinarte y tirarte un Queso...
- ¿Un Queso? ¿Qué es toda esta locura?
- Soy un asesino Queson. A cada mujer que asesinó le tiró un Queso, te dije que me llamaba Carlos, Carlos Melia, pero que todos me conocen mejor por mi apodo, el “Queso Gay”.
- ¿Sos gay?
- Soy un Queso y soy Gay.
- Por favor, Carlos, no me mates, no me mates – dijo aterrorizada la mujer.
- Lo siento, pero la vida de un asesino a sueldo es así.
Carlos no terminaba de decir esto cuando apunto el revolver hacia la mujer y efectuó el primer disparo, luego disparo en otras siete ocasiones. Cuando la mujer estaba ya muerta, con los ocho balazos en el cuerpo (uno en la cabeza, cuatro en el pecho, uno en el cuello, dos en el estomago), y el cadáver se encontraba en el piso, cerca de la piscina, Carlos sacó un enorme Queso de sus pertenencias. Era un Queso Reggianito, esos de cascara negra, que sirven para rallar, bien duro. Carlos Melia tiró el Queso sobre la mujer asesinada y dijo en voz alta:
- Queso.
Y se fue, de la misma forma misteriosa, en que había llegado.
EL QUESO GAY ASESINA DE NUEVO
- ¿Viste el vestido de Julieta? ¡Qué desastre, por Dios! ¿Dónde se lo hizo?
- Dice que lo se lo hizo el modisto ese, que es gay...
- Todos son gays...
- Me refiero al que sale por televisión, como es, a ver... Jacinto Valderramas... me parece...
- Sí, ese, tenés razón, ja, ja, un horror el vestido...
- Y le salió una fortuna, como 700.000 pesos...
Paula comenzó a abrir la boca para emitir un comentario cuando, en forma sorpresiva, vio por el espejo, que detrás de ella había un hombre alto, con olor a Queso, vestido totalmente de negro, que la apuntaba con un arma larga con silenciador. Sorprendida y asustada, a la vez, la mujer dijo:
- ¿Quién sos?
- Carlos Melia, el Queso Gay – fue la respuesta seca del hombre.
- ¿Qué haces aca?
- Soy un sicario especializado en asesinar mujeres. Me pagan por matar minas como vos. Soy un Queson porque a cada mina como vos que amasijo le tiró un Queso. Me divierte hacerlo y además me pagan muy bien.
- Queso – dijo en voz alta.
Mientras tanto, Luciana había escuchado el dialogo encerrada en la cabina. Presentia que el asesino había ejecutado a su amiga. Se encontraba aterrorizada y estaba presa del pánico, cuando Carlos abrió la puerta de la cabina y la apuntó con el arma.
- Lo siento – dijo Carlos – pero debo asesinarte. Un Queson jamás deja ningún testigo. Me quedan pocas balas.
Carlos apuntó al cuello de Luciana, y disparó un solo tiro. No fueron suficientes más, la bala ingresó en el cuello de la mujer y la asesinó de inmediato. Otra vez, Carlos tomó otro Queso de su valija y lo tiró sobre el cadáver de Luciana, que quedó dentro de la cabina.
- Queso – dijo en voz alta.
Carlos Melia empezó a salir del baño pero mientras se dirigía hacia la puerta, con el arma en la mano, una mujer ingresó al sanitario. Era Silvia, la madre del novio del casamiento. Carlos le apuntó de inmediato y le disparó cuatro balazos. La mujer cayó muerta de inmediato y como en las anteriores, Carlos le tiró un Queso.
- Queso – dijo en voz alta.El asesino salió del baño sin que nadie la viera, discretamente comenzó a caminar y empezó a sentirse aliviado.
- Menos mal, si tenía que matar a otra mina estaba en inconvenientes – pensó – traje tres Quesos. Siempre en estos crímenes suele haber alguna víctima colateral. Pero esta vez me pase, bueno, no importa, me llamo Carlos, soy asesino, soy Queson, y debo estar preparado para estas cosas.
Sin mayores inconvenientes, dejó la fiesta, y comenzó a caminar por la calle. Sintió las sirenas de la policía acercarse al lugar.
- Deben haber descubierto los cadáveres – pensó y se fue muy despreocupado cantando las marchas gays que tanto le gustaban.
EL QUESO GAY EN LA ESTACIÓN DE
SERVICIO
Era una apacible tarde de primavera, en esos lugares donde nunca pasa nada, Ramira y Anastasia, las dos empleadas de un local de comidas rápidas ubicado al costado de la ruta, donde se encontraba la gasolinería, charlaban estupideces sabiendo que quizás ningún cliente llegaría por un par de horas…
Pero en ese momento, un auto se detuvo, y del mismo bajó una mujer de cabellos castaños, de unos treinta y pico de años, muy bien vestida, con un portafolios, e ingresó al local…
- Buenas tardes – dijo Anastasia…
- Buenas tardes – contestó la mujer visiblemente preocupada o alterada, dando la sensación como si alguien la estuviera persiguiendo – por favor… ¿Dónde están los baños?
- Al fondo, a la derecha…
La mujer, a la que llamaremos Mariana, se dirigió entonces al baño, las dos chicas se vieron unas a otras como preguntándose, ¿Quién está mina?...
Al rato, Mariana estaba sentada sin dejar un portafolios que siempre estaba al lado suyo, consumiendo alguna comida y bebida en el local…
En ese momento ingresó al local Feliciana, una chica pueblerina que siempre solía concurrir a esa hora…
- ¿Cómo andan, Anastasia y Ramira?
Feliciana se quedó un rato hablando con las dos chicas del local, y luego se dirigió la baño…
Mientras Feliciana estaba en el baño, ingresó al local un hombre alto, vestido de gris oscuro, con guantes negros que le cubrían las manos que le daban un aspecto de asesino a sueldo, las dos chicas lo contemplaron asustadas…
- Buenas tardes señor, ¿Se le ofrece algo? – preguntó Anastasia.
- Buenas tardes soy Carlos Melia, el Queso Gay – dijo el hombre…
Mariana se aterrorizó al ver a Carlos Melia, un conocido asesino a sueldo especialista en asesinar mujeres, lo llamaban el “Queso Gay” porque era gay y solía arrojar un Queso sobre los cadáveres de sus víctimas…
que en forma muy rápida, sacó una pistola, una Walter PP con silenciador, apuntó hacia Mariana, disparó y la asesinó de un disparo de un frente.
Aterrorizadas y asombradas, tanto Anastasia como Ramira contemplaron la escena.
Muy rápidamente, Melia se dio vuelta, apuntó hacia Ramira, y la ejecutó de la misma manera… en fracción de segundos, un tercer disparo dio cuenta de Anastasia…
Sacó de entre sus pertenencias tres Quesos, tiró uno sobre el cadáver de Mariana, otro sobre el de Anastasia y el tercero, sobre el de Ramira.
- Queso, Queso, Queso – dijo en voz alta mientras tiraba los Quesos sobre los cadáveres de cada una de las víctimas.
Carlos Melia creyó que su tarea estaba cumplida, pero tenía la sospecha de que alguien más estaba en el local, entonces se dirigió hacia el baño de mujeres…
Todo en cuestión de segundos, el asesino abrió las puertas del baño y se encontró con Feliciana, la chica a la que debía ejecutar…
La mujer lo contempló aterrorizada pero nada pudo hacer, Carlos Melia le dirigió una mirada que solo los asesinos pueden realizar, y disparó un balazo ejecutándola de inmediato.
- Queso – dijo en voz alta mientras tiraba un Queso sobre el cadáver de Feliciana.
Carlos Melia se fue del lugar mientras lo hacía pensó…
- Menos mal que traje cuatro Quesos…
Y añadió:
- Ja, ja, ja, parece una salsa, cuatro Quesos…
Se fue del lugar con la satisfacción del deber cumplido, el deber de un sanguinario, cruel e implacable sicario especialista en ejecutar mujeres…
BON APPETIT, UNA NUEVA AVENTURA DE CARLOS MELIA, EL QUESO GAY
En la antigua mansión Howard, una dama de la alta sociedad, la señora Johnson (49) estaba charlando sobre bueyes perdidos con la señora Anderson (46). La sirvienta, de nombre Joanna, apareció en la habitación y preguntó:
- ¿Traigo el te señora Johnson?
- Por supuesto, Joana. Por favor, con el pastel de almendras que trajó como obsequio la señora Anderson.
- Ah, señora Johnson – dijo la sirvienta – ya está en la casa el señor Carlos Fabián Melia, el mayordomo y chofer que mandaron para reemplazar a Alfred.
- Muy bien, dígale al señor Carlos que prepare el coche, cuando terminemos con el té y el pastel nos vamos a las tiendas Moodys con la señora Anderson.
La sirvienta se retiró de la habitación, y la señora Anderson le comentó a la señora Johnson:
- ¿Qué paso con el viejo y querido Alfred?
- Nuestro querido Alfred se tomó unas merecidas vacaciones. Pero obviamente necesitamos un chofer, entonces pedí un reemplazante.
La sirvienta preparó un té y el pastel de almendras, y lo puso sobre una bandeja, la tomó y comenzó a dirigirse hacia la habitación donde se encontraban las señoras Johnson y Anderson. No se dio cuenta, pero detrás de ella, en forma muy silenciosa, estaba Carlos, el chofer, vestido totalmente de negro, con unos guantes que le cubrían la mano. El tema es que con los guantes, Carlos Melia, sostenía un revolver largo con silenciador.
- Bon appetit, mademoiselle – dijo Carlos.
En ese momento, Carlos se puso detrás de la sirvienta, y en un gran doble movimiento que solo los grandes asesinos pueden realizar, le disparó un balazo en la espalda y tomó la bandeja con el té y el pastel, sin que nada se le cayera.
La sirvienta cayó muerta, Carlos puso la bandeja sobre una mesa en un costado, sacó un gran Queso de una valija y lo tiró sobre el cadáver de la infortunada chica, diciendo en voz alta:
- Queso.
A continuación, Carlos tiró el té y el pastel a la basura, y puso sobre la bandeja dos Quesos. Guardó el revolver con silenciador en la cintura, tomó la bandeja y se dirigió hacia el lugar donde estaban las señoras Johnson y Anderson.
- Buenas tardes señoras – les dijo Carlos.
- ¿Usted es Carlos?
- Yo soy Carlos.
- ¿Y Joana?
- Joana está muerta, acabo de asesinarla...
Las señoras Johnson y Anderson quedaron sorprendidas y aterrorizadas a su vez al escuchar esas palabras de Carlos, que con gran rapidez y tranquilidad, puso la bandeja con los Quesos sobre una mesa, sacó el revolver con silenciador, apuntó hacia las mujeres y dijo:
- Soy Carlos Melia, el Queso Gay, asesino Queson y asesino a sueldo especializado en mujeres, lo siento señoras pero me pagan muy bien por hacer esto...
No hubo más palabras, Carlos disparó un balazo que impactó sobre la cabeza de la señora Anderson, y otro que impactó sobre la cabeza de la señora Johnson. Era su costumbre efectuar otros disparos y entonces descargó más balazos sobre sus víctimas. Cuando terminó, Carlos tomó los Quesos y los tiró sobre sus víctimas.
- Queso – dijo en voz alta cuando le tiró el Queso a la señora Anderson.
- Queso – dijo en voz alta cuando le tiró el Queso a la señora Johnson.
Carlos Melia, el Queso Gay, abandonó el lugar del crimen, por el que le iban a pagar unos cien mil dolares...
- ¿Traigo el te señora Johnson?
- Por supuesto, Joana. Por favor, con el pastel de almendras que trajó como obsequio la señora Anderson.
- Ah, señora Johnson – dijo la sirvienta – ya está en la casa el señor Carlos Fabián Melia, el mayordomo y chofer que mandaron para reemplazar a Alfred.
- Muy bien, dígale al señor Carlos que prepare el coche, cuando terminemos con el té y el pastel nos vamos a las tiendas Moodys con la señora Anderson.
La sirvienta se retiró de la habitación, y la señora Anderson le comentó a la señora Johnson:
- ¿Qué paso con el viejo y querido Alfred?
- Nuestro querido Alfred se tomó unas merecidas vacaciones. Pero obviamente necesitamos un chofer, entonces pedí un reemplazante.
La sirvienta preparó un té y el pastel de almendras, y lo puso sobre una bandeja, la tomó y comenzó a dirigirse hacia la habitación donde se encontraban las señoras Johnson y Anderson. No se dio cuenta, pero detrás de ella, en forma muy silenciosa, estaba Carlos, el chofer, vestido totalmente de negro, con unos guantes que le cubrían la mano. El tema es que con los guantes, Carlos Melia, sostenía un revolver largo con silenciador.
- Bon appetit, mademoiselle – dijo Carlos.
En ese momento, Carlos se puso detrás de la sirvienta, y en un gran doble movimiento que solo los grandes asesinos pueden realizar, le disparó un balazo en la espalda y tomó la bandeja con el té y el pastel, sin que nada se le cayera.
La sirvienta cayó muerta, Carlos puso la bandeja sobre una mesa en un costado, sacó un gran Queso de una valija y lo tiró sobre el cadáver de la infortunada chica, diciendo en voz alta:
- Queso.
A continuación, Carlos tiró el té y el pastel a la basura, y puso sobre la bandeja dos Quesos. Guardó el revolver con silenciador en la cintura, tomó la bandeja y se dirigió hacia el lugar donde estaban las señoras Johnson y Anderson.
- Buenas tardes señoras – les dijo Carlos.
- ¿Usted es Carlos?
- Yo soy Carlos.
- ¿Y Joana?
- Joana está muerta, acabo de asesinarla...
Las señoras Johnson y Anderson quedaron sorprendidas y aterrorizadas a su vez al escuchar esas palabras de Carlos, que con gran rapidez y tranquilidad, puso la bandeja con los Quesos sobre una mesa, sacó el revolver con silenciador, apuntó hacia las mujeres y dijo:
- Soy Carlos Melia, el Queso Gay, asesino Queson y asesino a sueldo especializado en mujeres, lo siento señoras pero me pagan muy bien por hacer esto...
No hubo más palabras, Carlos disparó un balazo que impactó sobre la cabeza de la señora Anderson, y otro que impactó sobre la cabeza de la señora Johnson. Era su costumbre efectuar otros disparos y entonces descargó más balazos sobre sus víctimas. Cuando terminó, Carlos tomó los Quesos y los tiró sobre sus víctimas.
- Queso – dijo en voz alta cuando le tiró el Queso a la señora Anderson.
- Queso – dijo en voz alta cuando le tiró el Queso a la señora Johnson.
Carlos Melia, el Queso Gay, abandonó el lugar del crimen, por el que le iban a pagar unos cien mil dolares...
Carlos Melia es un reconocido promotor del mundo gay, lejos esta de ser un asesino
ResponderBorrarEl queso de mi poronga
ResponderBorraryo me lo unto en la nariz y me lo como todo
Borrarmuy bueno!! que queso le tiro? un pategras?
ResponderBorrarel queso gay eso si no te agarra una pala ni de broma ajajaj es alergico a agarrar la pala el y el queso rugbier jaja
ResponderBorrarno se no puedo lograr sacar su forma de ser,simpatico y muy...gay? jajajajaja
del queso gay estoy bloqueado no logro conectarme co n esos relatos aunque me recago de risa jaja
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