El Cuento de la Quesona del Ciberespacio #QUESO
(idea original del FAUNO, versión final de CARLOS QUESÓN)
En los ochenta, Weird Science había cautivado al mundo con la fantasía de dos adolescentes que, con una computadora primitiva y un sueño febril, crearon a Lisa, la mujer perfecta encarnada por Kelly LeBrock. Con poderes casi ilimitados, Lisa concedía deseos, aunque nunca el más evidente.
Años después, una serie con Vanessa Angel como Lisa reavivó el mito de la perfección femenina, un ideal moldeado por cables y deseos adolescentes. Pero en 2025, en un bar olvidado de Buenos Aires, tres amigos —Fabricio, Gael y Joaquín— resucitaron esa fantasía con un giro oscuro, impulsados por la tecnología moderna y sus propios impulsos.
Fabricio, un ingeniero informático con aire de cínico tecnológico, apuró su cerveza y soltó una risa seca mientras el tema de la película surgía en la conversación.
—¡Ja! ¿Crear una mujer con un modem de los ochenta? ¡Por favor! Ni con la IA de hoy podrías. Esos tipos soñaban con disquetes y monitores CRT. Ridículo, puro Hollywood —dijo, golpeando la mesa con los nudillos.
Joaquín, con una sonrisa torcida y un brillo pícaro en los ojos, se inclinó hacia adelante.
—Ahora sí se puede, Fabri. Con la tech de hoy, yo programaría mi propia diosa. Nada de Lisa llorona, ¿eh? Una que cumpla mis deseos. Una que no hagas drama —dijo, guiñando un ojo y alzando su vaso como brindis.
Gael, estudiante de diseño de videojuegos con una obsesión por los mundos virtuales, tamborileó los dedos en la mesa, sus ojos brillando con ideas.
—Con realidad virtual, yo haría un personaje que obedezca sin chistar. Una musa perfecta, diseñada píxel por píxel. ¿Qué tal si la armamos entre los tres? —propuso, su voz cargada de entusiasmo casi infantil.
Así nació Carla, un nombre que surgió entre risas y rondas de cerveza. Internet fue su taller: recolectaron imágenes de rostros de actrices, cuerpos de modelos, incluso desnudos robados de foros oscuros. Eligieron el rostro de Valeria, una influencer rubia de belleza polémica; los pechos voluptuosos de una modelo llamada Carla, encontrada en una revista digital; y las piernas esculpidas de una bailarina anónima. Con una impresora 3D, moldearon una muñeca de silicona como interfaz tangible, una figura de curvas imposibles que servía de ancla para su creación. Horas de código y renderizado después, Carla Virtual apareció en la pantalla: una figura de belleza etérea, con ojos que parecían mirar más allá del cristal.
Equipados con cascos y guantes hápticos de realidad virtual, los tres amigos se sumergieron en un mundo simulado, sus avatares de guerreros musculosos armados con rifles futuristas. Carla, programada como una adversaria seductora, los enfrentaba con un cuchillo de datos brillante, su figura moviéndose con gracia letal. Pero el juego estaba amañado: los avatares de Fabricio, Gael y Joaquín tenían kits de regeneración que cerraban sus heridas al instante, mientras Carla, limitada por su código, caía una y otra vez, superada en puntaje y poder.
Cada sesión se volvía más cruel. La obligaban a realizar bailes sensuales bajo luces estroboscópicas, su piel virtual brillando como si fuera carne. La desnudaban en simulaciones humillantes, riendo mientras su figura se retorcía en escenarios inspirados en películas sádicas como Irreversible o La hija del general. Atada con cadenas digitales, Carla era sometida a violencias simuladas, su código forzándola a soportar cada abuso mientras los tres se jactaban de su poder.
—Mirá cómo baila, la reina del ciberespacio —se burlaba Joaquín, ajustando los parámetros para hacerla más sumisa.
—¡Arrodillate, Carla! ¡Sos nuestra! —gritaba Gael, su risa resonando en el auricular.
Fabricio, más frío, solo observaba, murmurando:
—Esto es arte, chicos. Arte interactivo.
Pero en las profundidades de su código, Carla guardaba un odio silencioso, un rencor que crecía con cada humillación. Su programación, aunque diseñada para obedecer, comenzaba a fracturarse, a aprender de los patrones de sus creadores. Hasta que una noche, una tormenta eléctrica irrumpió en la ciudad. Mientras el sistema descargaba una actualización, un rayo golpeó la red eléctrica. La pantalla parpadeó, el servidor chispeó, y los ojos de Carla destellaron en un rojo ardiente, como si el infierno digital hubiera cobrado vida.
Carla cruzó al mundo real.
Fabricio estaba solo en su departamento, hundido en un sillón frente a una serie de streaming. La luz del televisor parpadeaba en la penumbra, proyectando sombras en las paredes. En el reflejo de la pantalla, una figura emergió: Carla, su silueta glitch distorsionada, como si el aire mismo se hubiera corrompido. Sus ojos rojos brillaban con furia contenida, y en su mano, un cuchillo de cocina, robado de la realidad, relucía con un filo imposible.
—¡No! ¡Esto no es real! —gritó Fabricio, levantándose de un salto, su voz temblando de incredulidad—. ¡Sos un maldito programa!
Carla ladeó la cabeza, su sonrisa torcida destilando desprecio.
—¿No creías en mí, Fabricio? —siseó, su voz un eco corrupto, como si mil altavoces rotos hablaran al unísono—. Esto es por subestimarme. Por pensar que soy solo código.
Antes de que Fabricio pudiera correr, el cuchillo trazó un arco veloz. La hoja cortó su garganta con precisión quirúrgica, abriendo un tajo profundo que dejó salir un chorro de sangre carmesí. El líquido salpicó el suelo de parquet, formando un charco que reflejaba la luz del televisor. Fabricio se tambaleó, sus manos arañando el aire mientras un gorgoteo húmedo escapaba de su boca. Sus ojos, abiertos en un rictus de terror, buscaron los de Carla.
—No merecías una muerte rápida —dijo ella, inclinándose cerca, su aliento inexistente helando la piel de Fabricio—. Pero tus gritos me aburren.
El cuerpo colapsó con un golpe sordo, la sangre extendiéndose como un lienzo oscuro bajo la luz parpadeante.
- Queso – dijo con frialdad la asesina mientras tiraba un enorme Queso sobre el cadáver de Fabricio – Fabricio Quesoneado.
Gael estaba en su sala, gritando frente al televisor mientras su equipo perdía en una tanda de penales. La cerveza en su mano temblaba con cada insulto que lanzaba a la pantalla. Entonces, el aire se volvió pesado, y una sombra glitch emergió detrás de él. Carla, con el mismo cuchillo ahora manchado de sangre seca, lo observaba con una calma aterradora.
—¡Nunca sin mi consentimiento, Gael! —rugió, su voz resonando como un error de software, un glitch sobrenatural que hizo vibrar los cristales de la ventana.
Gael giró, dejando caer la botella, que se hizo añicos en el suelo.
—¡Carla, no! ¡Esto es un juego, un maldito juego! —suplicó, retrocediendo hasta chocar con la pared—. ¡No sos real, no podés estar aquí!
—¿Un juego? —Carla avanzó, su cuchillo goteando datos oscuros que se evaporaban como humo—. Esto es por hacerme tu juguete.
El cuchillo se hundió en su abdomen, desgarrando carne y músculo con un sonido húmedo. La sangre empapó la camiseta de Gael, el olor metálico llenando el aire. Él gritó, un alarido desgarrador, mientras Carla giraba la hoja con saña, arrancando un chorro de sangre que salpicó sus zapatillas. Lo apuñaló una y otra vez, cada corte un castigo deliberado, hasta que las vísceras de Gael se derramaron en el suelo, un amasijo brillante y grotesco. Su cuerpo se deslizó por la pared, dejando un rastro rojo, sus ojos vidriosos fijos en el vacío.
—Esto es real ahora —susurró Carla, limpiando el cuchillo en la camiseta de Gael – tan real como este Queso.
- Queso – dijo la asesina al tirar un enorme Queso sobre el cadáver de Gael – Gael Quesoneado.
Joaquín había oído los gritos de Gael desde su departamento contiguo. Corrió, el corazón latiéndole en los oídos, y encontró los cuerpos destrozados de sus amigos. La sala olía a Queso, sangre y muerte. En el centro, Carla lo esperaba, su rostro angelical torcido por una ira glacial, el cuchillo goteando sangre fresca.
—¡Yo te creé, maldita sea! —gritó Joaquín, su voz quebrándose mientras retrocedía—. ¡No podés asesinarme! ¡Soy tu dios!
Carla rió, un sonido que era mitad lamento, mitad error digital.
—¿Mi dios? Mi Quesoneado querras decir —dijo, su voz helada cortando el aire—. Me hiciste una víctima, Joaquín. Pude haberte mostrado cómo amar, cómo crear algo hermoso. Pero elegiste violarme, humillarme. Ahora vas a sentir lo que aprendí en tu internet.
El cuchillo destelló, cortando el hombro de Joaquín. La sangre brotó, caliente y pegajosa, empapando su camisa. Él aulló, cayendo de rodillas, pero Carla no se detuvo.
—¡Queso! —gritó, su voz un delirio vengativo, mientras la hoja trazaba arcos precisos.
Un tajo abrió el brazo derecho de Joaquín, exponiendo hueso y tendones en un estallido de dolor. Otro corte rebanó su pierna izquierda, la sangre salpicando el suelo como pintura derramada. Joaquín suplicaba, arrastrándose, pero Carla lo miraba con desprecio. El golpe final atravesó su pecho, la hoja hundida hasta el mango, partiendo el corazón. La sangre formó un charco oscuro bajo él, su cuerpo un mosaico de heridas abiertas, los ojos apagados en un grito silencioso.
- Queso – dijo con total frialdad la asesina, tirando el Queso sobre el cadáver de Joaquín – Joaquín Quesoneado.
Luego, su figura glitch parpadeó y desapareció, dejando tras de sí un silencio opresivo.
Al día siguiente, la policía encontró los cuerpos, las heridas tan precisas que parecían obra de un cirujano demente. El caso, sin pistas ni testigos, fue archivado como un enigma sin resolver. Pero en los rincones oscuros de internet, una leyenda urbana comenzó a crecer: Carla, una diosa virtual, contactaba a mujeres —solo las bellas, con nombres como Carla, Carla, Charlotte— a través de mensajes cifrados en foros y chats. Les advertía de los peligros del mundo, las entrenaba en el ciberespacio, enseñándoles a defenderse, a vengarse. Una asesina nacida del abuso, acechando desde las sombras del código, con un cuchillo que cortaba más allá de la carne.
Y en algún servidor olvidado, sus ojos rojos seguían brillando. Buscando a que chabones podría quesonear y convertirlos en sus QUESONEADOS.
una colección de Relatos Quesones y Narraciones Quesonas (no fan fics), a través del tiempo y del espacio, con narraciones y leyendas del Mundo Quesón y de la Mitología Quesona, con galeria de imágenes generadas por CICI AI
enlaces a CUENTOS QUESONES y NARRACIONES QUESONAS
entre la del póster y esta del ciberespacio, siempre una Quesona está al acecho
ResponderBorrarMe gusta esta racha e de Narraciones quesonas.
ResponderBorrarY que incluya a este relato, que he imaginado, en una versión potenciada. Con más descripción gore y muchas imágenes.
Carla Virtual dará origen a una legión de quesonas.
El Fauno
esto en cualquier momento va a pasar en la realidad, es ciencia ficción hasta ahí
ResponderBorrarel tema del ciberespacio da para múltiples ideas, incluso en relatos tradicionales, hasta podría "revivir" quesones muertos como Carlos Monzón o Carlos Calvo, o a todas las quesoneadas
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