El joven basquetbolista Máximo Fjellerup, jugador de San Lorenzo, con su 1,98 metros de altura y su calzado n° 48, salía del entrenamiento de su club.
Ravelia Zamas, la Quesona, la cruel, sanguinaria e implacable asesina serial de hombres se encontraba merodeando en el lugar. Tenía ganas de asesinar a un basquetbolista y como una depredadora se encontraba de cacería buscando alguna nueva víctima.
Vio pasar a una media docena de basquetbolistas, ninguno le interesó a pesar de que eran patones, hasta que observó a Máximo Fjellerup.
- Qué lindo este chabón. Un gran quesudo sin duda. Lo quesonearé – pensó Ravelia – Tiene cara de Carlos. Hubiera sido un gran Quesón. Qué lastima. Lo quesonearé.
Ravelia se acercó al basquetbolista. Este quedo impresionado al ver a la rubia acercándose a el. Imaginemos. Ravelia era igual a Valeria Mazza pero cuando esta tenía 22 o 23 años.
- Hola. ¿Sos Máximo Fjellerup, no? Leí que iba a jugar en la NBA.
- Por ahora estoy en San Lorenzo… y vos nena, ¿Quién sos?
- Ravelia, la Quesona.
- ¿La Quesona? Un sobrenombre muy gracioso.
- ¿Muy gracioso? Te voy a tirar un Queso, Fjellerup.
- ¿Tirar un Queso? ¡Ja, ja! ¡Qué gracioso!
A la Quesona nada le agradó todo esto… lo único que logró Fjellerup fue aumentar el deseo de Ravelia de asesinarlo. De hecho, la asesina debió contenerse y le dijo al basquetbolista:
- Queso. Te tiraré un Queso, Fjellerup. Lo haré con satisfacción.
- Perfecto – dijo el basquetbolista – ¿Aca lo vas a hacer?
- Decime donde.
- Vení a mi departamento. Vamos juntos. Ahora. Te llevo.
La asesina revisó su bolso. Tenía un Queso, un puñal, un revolver con silenciador, una bolsa y una soga.
- Perfecto – pensó la asesina – con esto basta.
No tardaron en llegar al departamento. Fjellerup le dijo a Ravelia:
- Bueno, tírame el Queso. A ver.
- Aca va – la asesina sacó del bolso el Queso y lo tiró encima del basquetbolista. Este se cayó al piso al recibir el impacto del Queso.
- Vaya, era verdad. Me tiraste un Queso.
- Por supuesto. Ahora aca tenes mis pies.
Aprovechando que Fjellerup se hallaba en el piso como consecuencia del Queso que le había tirado, Ravelia puso sus pies encima del basquetbolista. A Fjellerup le gustó, y empezó a jugar con los pies de la asesina, que olían a perfume francés, chupándolos, oliéndolos, besándolos y lamiéndolos.
- Vaya, vaya, muy buenos tus pies – le dijo Máximo.
- Ahora quiero ver los tuyos.
- Calzo 49.
- Te sacaré las medias y las zapatillas.
Ravelia sacó las medias y las zapatillas de Fjellerup, y al quedar descalzo, ella empezó a oler, chupar, lamer y besar los pies del basquetbolista.
Se sintió desilusionada. No olían fuerte, sino muy suave. Bah, en realidad no tenían olor a nada.
- Una razón más para asesinarlo – pensó Ravelia.
Fjellerup le dijo entonces a Ravelia:
- Te voy a coger, si queres, claro. No soy un abusador.
- Lo sé. Cogeremos.
Cogieron, el disfrutó mucho, ella no tantó, se sintió desilusionada por Fjellerup. Entonces al terminar, con sus guantes negros, agarró el Queso.
- ¿Me vas a tirar de nuevo el Queso?
- Por supuesto. Pero esta vez no fallaré.
La asesina tiró el Queso, que cayó encima de la cara del basquetbolista, este quedó inmóvil. Ravelia creyó que estaba muerto, que lo había asesinado con el golpe del Queso y dijo en voz alta:
- Lo asesiné con el Queso, un crimen perfecto…
Pero Ravelia se acercó y se dio cuenta que Máximo aún respiraba, que solo estaba inconsciente. Entonces la asesina lo ató a una silla de pies y manos, Fjellerup volvió a estar consciente y trató de desatarse, pero no lo logró.
- ¿Qué vas a hacer loca?
- Te asesinaré, Fjellerup.
Ravelia entonces le coloco una bolsa en la cabeza y con una soga comenzó a apretarle el cuello, estrangulándolo y asfixiándolo a la vez. El basquetbolista, maniatado, nada pudo hacer. La asesina finalmente lo asesinó y cuando terminó volvió a agarrar el Queso y dijo en voz alta:
- Máximo Fjellerup. #Queso.
La asesina entonces agarró las zapatillas número 49 de su víctima y se las llevó como trofeo. La asesina estaba muy satisfecha, un nuevo crimen había cometido. Como Andrés Nocioni, Nicolás Brussino y Patricio Garino, otro basquetbolista había sido estrangulado, y Ravelia, la Quesona Asesina, era la estranguladora.
Ravelia se miró al espejo y dijo:
- Soy la estranguladora de basquetbolistas. Ahora voy por Luis Scola. No será fácil. Un dedo suyo es igual a mi mano. Pero no importa. Aunque calce 52, lo asesinaré, y lo asesinaré estrangulándolo, ja, ja…