La Asesina de Alejandro Gibelli, Alejandro Cupito, Juan Cicchetti, Federico Tumini, Ramiro Fumazoni, Leandro Penna y Santiago Phelan
Aunque nació con el nombre de Carlota Monzón, todos en el mundo del crimen la conocen como Ravelia, la Quesona, la temible, cruel, sanguinaria, implacable y feroz asesina serial de hombres, capaz de cometer los asesinatos más brutales, terribles, atroces y feroces. Demás esta decir que esta asesina se hizo famosa por ser casi idéntica a la top model Valeria Mazza, y por eso adoptó el seudónimo de “Ravelia Zamas”. Y también puede resultar repetitivo decir que la llaman “la Quesona” porque sobre el cadáver de todos los hombres que asesina tira un Queso.
Otra característica que presenta Ravelia es que es fetichista de los pies de una manera obsesiva y enfermiza. Recordamos que como trofeo, Ravelia suele llevarse los zapatos y/o zapatillas y (a veces también ojotas) de sus víctimas para su colección. Y por último, que muchos la llaman “la asesina del deporte argentino” porque gran cantidad de sus víctimas son deportistas.
Sus asesinatos se cuentan por decenas, muchas decenas, e incluye los asesinatos de figuras consagradas del deporte pero también del modelaje, aunque estos asesinatos quizás sean menos conocidos. En este relato contaremos de manera sucinta algunos de esos crímenes, que en medio de tantos asesinatos, quesos y chabones amasijados han quedado un poco olvidados, o son pocos recordados por las Crónicas Quesonas, pero que han ocurrido. Obviamente estamos hablando de una asesina serial y por ende, sus hábitos y conductas suelen ser similares o repetidos. Estos asesinatos ocurrieron en medio de otros crímenes famosos, y la narración de los mismos no sigue una línea de tiempo ordenada, simplemente ocurrieron, y terminaron con Ravelia asesinando a un chabón y tirándole un Queso.
LA ASESINA DE ALEJANDRO GIBELLI Y ALEJANDRO CUPITO
El nombre Alejandro siempre fue especial para Ravelia. Quizás por Alejandro Gravier, el viudo de Valeria Mazza, asesinada por el basquetbolista Carlos Delfino. Ese viudo al que la propia Ravelia había asesinado a balazos. Mucho tiempo después, asesinaría a Alejandro Fantino, clavándole un cuchillo ninja en el pecho, y obviamente le tiraría un Queso. Una de las primeras víctimas de la Quesona había sido Alejandro Mancuso. Nada tenía Ravelia contra los Alejandros, pero evidentemente había asesinado a muchos hombres con ese nombre, y en su afán de asesinar, solo pensaba en seguir sumando víctimas a sus extensas listas de víctimas.
Bastante tiempo antes de asesinar a Alejandro Fantino, ocurrieron estos asesinatos.
Los modelos Alejandro Cupito y Alejandro Gibelli acababan de participar en una sesión de fotos para un producto publicitario. Aunque los dos eran muy profesionales, esa vez estaban bastante distraídos, les preguntaron porque, los dos dijeron que no pasaba nada, pero no era verdad, estaban distraídos porque antes de comenzar aquella sesión fotográfica habían visto, cada uno por su parte, a alguien igual a Valeria Mazza, y eso los perturbaba mucho.
La top model había sido decapitada y quesoneada, pero aquella mujer rubia, era idéntica, aunque según pensaba los dos Alejandros, más joven y también más bella. La sesión fotográfica finalizó y al salir de aquel estudio, Alejandro Gibelli nuevamente vio a la chica igual a Valeria, estaba frente a el.
- No puede ser. Vos sos Valeria Mazza, pero estas muertas, te asesinó el basquetbolista Carlos Delfino – dijo Alejandro, pensando estar hablando con un espectro o una alucinación.
- No soy una alucinación, soy muy real, y aunque mi documento diga que me llamo Carlota, vos me podes decir Ravelia, o simplemente la Quesona.
Alejandro quedó cautivado por aquella mujer, sintió un deseo sexual muy grande, algo poco habitual en el, tanto que no resistió, e invitó a la chica a subirse a su auto. Y dentro de aquel vehículo, ocurrió un sexo muy intenso, Ravelia le ofreció sus pies, perfumados con lociones francesas, para que Alejandro los oliera y jugara con ellos un buen rato, para despues tener un sexo apasionado, aunque fueron pocos minutos, a el le pareció una eternidad.
- Pasaron solo unos minutos – le dijo Alejandro a Ravelia – pero me pareció una eternidad.
- A la eternidad es a donde vas a ir ahora, Alejandro.
La asesina no terminaba de decir esto, cuando apuntó a Alejandro con un revolver con silenciador, enfundada en sus guantes negros, y sin que el modelo pudiera decir o reaccionar ante eso, disparó, fueron ocho balazos, muy certeros, acribillando así a Alejandro Gibelli. Asesinado Alejandro Gibeli, la asesina saco un gran Queso del bolso que llevaba, siempre con sus guantes negros.
- Alejandro Gibeli. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Alejandro Gibeli.
La asesina dejó la escena del crimen, aquel vehículo de alta gama, con la impunidad de siempre, y los zapatos de su víctima. Esta vez no se preguntaba quien sería su próxima víctima, porque ya sabía quien era: Alejandro Cupito, el modelo ya citado, de cierta fama y popularidad por sus apariciones en los programas de Susana Gimenez.
Ravelia dejó pasar una noche y en el atardecer del otro día, Alejandro Cupito llegaba a su departamento, cuando se sorprendió al ver ahí a la asesina, la chica idéntica a Valeria Mazza.
- Sos igual – dijo Alejandro – pero ella esta muerta. Asesinada, decapitada, quesoneada.
- Y yo estoy viva, y los que estamos vivos, podemos disfrutar de este atardecer con un buen sexo, como corresponde.
Alejandro la metió a Ravelia en su departamento y se ve que le gustaba hacer el papel de varón domado en el sexo, porque no opuso resistencia alguna a que Ravelia lo atara de pies y manos, que le diera latigazos, patadas con sus botas, y que le tirara dos botellas encima de whisky, además del Queso, que sacó de su bolso, y que se lo tiró encima varias veces, dos Quesos, uno lo cortó encima de Cupito en cientos de cubos, el otro quedó entero, también lo sometió a sus pies, lo hizo esclavo de sus pies y luego de todas esas torturas, una penetración de alto vuelo. Cupito quedó extenuado, pero muy feliz y eufórico.
- Nunca la pase también. No se si sos real o esto es todo un sueño – dijo Alejandro.
- Y nunca la pasaras tan bien de vuelta, porque soy una asesina, ayer asesiné a Alejandro Gibelli, a balazos, hoy asesinaré a Alejandro Cupito, a cuchillazos.
- ¡Noooooooooooooooo! – gritó Cupito, pero la asesina se tiró sobre el, que atado nada pudo hacer, solo recibir las setenta y cinco puñaladas que Ravelia le asestó.
- Alejandro Cupito. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso, el que había quedado entero, sobre el cadáver de Alejandro Cupito.
Y así finalizó aquel asesinato, el de Alejandro Cupito. La asesina se fue del lugar contenta y eufórica. Con el trofeo de los zapatos talle 45 de Alejandro Cupito por supuesto. A balazos y a cuchillazos, en dos días, había quesoneado a dos Alejandros.
LA ASESINA DE JUAN CICCHETTI
Modelo de Dotto Models, Juan Cicchetti, era un figura bastante conocida en los ámbitos del modelaje en aquellos días. Por eso resultó lógico que fuera una de las figuras destacadas de un desfile realizado en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Despues de aquel desfile, y en medio de una jornada de intenso frío, Cicchetti regresó al hotel donde se alojaba. No era tarde, pero como sabemos, en esas latitudes oscurece muy temprano en invierno.
Grande fue la sorpresa de Cicchetti al entrar a su habitación y ver un enorme Queso, con sus voluminosos agujeros, servido sobre una mesa.
- ¿Y este Queso? ¿De donde salió?
- Es un regalo mío, espero te guste – y la sorpresa fue mayor para Juan, al escuchar aquella voz, y ver que quien la decía era una rubia, joven y bella, igual a Valeria Mazza.
- ¡Vos sos Valeria Mazza! ¡Pero no puede ser! ¡Ella no esta aquí! ¡Y sos más joven!
(Nota de Carlos Quesón: quizás este asesinato ocurrió cuando Valeria Mazza aún no había sido asesinada por Carlos Delfino)
- Ja, ja, ja – río Ravelia, la Quesona – Si preguntas menos podes tener una noche de sexo en medio del frío y la oscuridad invernal de Ushuaia.
No hubo más palabras, Ravelia se desnudo en una especie de streap tease ante el modelo, y lo llevó a la cama, para allí someterlo a sus pies, y luego tener sexo. Juan lo disfrutó mucho, Ravelia no tanto, sintió cierta decepción, la había pasado mejor con otros chabones. Al finalizar, Juan quedó acostado en la cama, y Ravelia, con sus guantes negros, revisó su bolsa. Mientras hacía esto, Juan fue al baño.
Agarró el cuchillo y pensó “No vale la pena hoy, seré más práctica” y entonces agarró el revolver con silenciador. Al salir el modelo del baño, se encontró con Ravelia, apuntándolo con el revolver.
- ¿Qué significa esto? – atinó a decir Juan Cicchetti.
- Soy Ravelia, la Quesona Asesina de hombres, lo siento, Juan Cicchetti.
La asesina entonces disparó ocho balazos y así asesinó a Juan Cicchetti.
- Juan Cicchetti. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso, que estaba sobre la mesa, sobre el cadáver de Juan Cicchetti.
En pocas horas despues la asesina regresaba en avión a Buenos Aires desde la lejana Ushuaia, con la satisfacción de haber asesinado a otro chabón y de haber tirado un Queso más. En su equipaje, como trofeo, estaban los zapatos de su víctima, Juan Cicchetti.
LA ASESINA DE FEDERICO TUMINI Y RAMIRO FUMAZONI
Dos modelos. Federico Tumini y Ramiro Fumazoni. Asesinados con un mes de diferencia, uno del otro. Primero Tumini, después Fumazoni. Dos asesinatos muy similares, tanto que sería repetido y cansador describir uno y otro. En ambos casos, Ravelia, la Quesona, los sedujo despues de haber participado de un desfile de modelos, y con sus triquiñuelas habituales, logró que la llevaran a su cama. Los ató a sus camas, de pies y manos, tras darle mucho champagne.
Ofreció lo de siempre: un streap tease, latigazos, patadas, cortarles un Queso en cubos, obligar al chabón a comer esos cubos de Queso, bañarlos en champagne, simular estrangularlos, despues tener sexo, mucho sexo, hasta extenuarlos a Federico y a Ramiro, finalmente, los cuchillazos, 82 puñaladas, misma cantidad para Federico Tumini, y para Ramiro Fumazoni.
- Federico Tumini. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Federico Tumini
- Ramiro Fumazoni. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Ramiro Fumazoni.
Un asesinato ocurrió en abril, otro en mayo, no importa de que año. Lo que sí importa es que Ravelia, la Quesona, dejó su marca indeleble de Sexo, Sangre, Crimen y Queso. Y que por supuesto, los zapatos de ambos, Tumini y Fumazoni, estaban en la colección de Ravelia.
LA ASESINA DE LEANDRO PENNA
El modelo Leandro Penna fue otro de los objetivos de la Quesona Asesina. Las técnicas de seducción de Ravelia la Quesona no fueron diferentes que con los anteriores, seguro que después de algún desfile o producción fotográfica, quizás la filmación de alguna publicidad en la Piruli Filmes, logró que el modelo la llevara a su cama. Esta vez, sin embargo, no lo ató, aunque no por ello, el juego sexual de pies y penetración, sumado a algún streap tease, no faltaron, pero todo fue más, dígamos, fluido y natural, sin tanto goce por parte de ella, tampoco le cortó un Queso en cubos.
Al finalizar el sexo, Ravelia sintió un mareo, nunca le había pasado, tanto, que debió sentarse, el malestar era grande, justo en ese momento, cuando iba a sacar un cuchillo, el cuchillo, para apuñalar a Leandro. Tan mal se sintió que no se dio cuenta que el modelo se volvió a vestir, y se despidió de ella, abandonando aquel departamento.
El malestar pasó de repente, quizás una baja de presión momentánea, Ravelia se recuperó y ya estaba bien otra vez, pero Leandro ya no estaba allí, no lo podía asesinar.
- Maldita sea – dijo la Quesona - ¿Por qué me pasó esto?
Pasaron las horas, y los días, una semana después, el modelo Leandro Penna fue a comer con su novia y un par de amigas a un lujoso restaurante. Dicen que en un momento, Leandro dejo a las chicas para ir a buscar el auto. Y quedó solo en el estacionamiento, solo con su auto, o no tan solo…
De repente, ante el, estaba ella, Ravelia, la Quesona, apuntándolo con un revolver largo, casi un fusil, con silenciador. Leandro quedó paralizado al ver ante el a Ravelia.
- Tengo una cuenta pendiente con vos, Leandro Penna.
Ocho balazos siguieron a continuación, y por supuesto, el Queso.
- Leandro Penna. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Leandro Penna.
El cadáver de Leandro Penna quedó en el piso, con el Queso encima, Ravelia se agachó, le sacó los zapatos y se los llevó como trofeo para su colección. Ninguna víctima se le escapa a Ravelia, la Quesona.
LA ASESINA DE SANTIAGO PHELAN
Finalizamos esta crónica recordando que muchos conocen a Ravelia como la asesina del deporte argentino, y razones para ello no faltan. Seducir a un rugbier es algo muy fácil para Ravelia, lo había hecho con Ignacio Corleto, Lucas Ostiglia, Rolando Martín, lo haría con Patricio Albacete, Miguel Avramovic, ella era la asesina de Gonzalo Quesada, Gonzalo Longo y Gonzalo Tiesi, estranguló a Lucas Borges, y quizás nos olvidemos de algún nombre, ¿Por lo tanto porque no lo haría con Santiago Phelan? Sí, el Tati Phelan, otro rugbier integrante de los Pumas.
Dicen que no hay nada más fácil para la Quesona que llevar un rugbier a una cama. Santiago Phelan resultó una presa tan fácil que ni gracia tuvo aquella seducción. En la cama, lo de siempre, streap tease, latigazos, patadas, por parte de ella claro, cortar un Queso en cubos, claro, pero estaba frente a un rugbier, y los rugbiers son salvajes, por lo tanto ella también se dejó violar aquella noche, por decirlo de algún modo, por eso no lo había atado, dejó que el rugbier le chupara las tetas, la concha, también le diera golpes, y finalmente, “abusara” de ella en sentido figurado claro, porque los rugbiers son así. Después de todo eso, Phelan quedó extenuado.
- Sos mortal en la cama, Quesona – le dijo Santiago – mortal, me mataste, nena.
- Claro que soy mortal y te mate, Santiago – dijo la Quesona, y en ese mismo instante, se tiró sobre el, cuchillo en mano, y le asestó setenta y cinco puñaladas.
- Santiago Phelan. Queso – dijo la asesina mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Santiago Phelan.
Un rato despues, las zapatillas de rugbier talle 47 de Santiago Phelan estaban en la colección de Ravelia, en el mismo lugar de la vitrina, donde estaban las zapatillas de Gonzalo Quesada, Ignacio Corleto, Lucas Ostiglia, Rolando Martín, Gonzalo Longo, Gonzalo Tiesi, todos asesinados por ella. Tiempo despues también estarían las de Miguel Avramovic y Patricio Albacete. Y seguro me olvidó algún nombre, son tantos los rugbiers asesinados por la Quesona.
Y así concluye esa nueva crónica sobre Ravelia, la Quesona Asesina de Hombres. ¿Qué otros deportistas y modelos habrán sido sus víctimas?
gran crónica, que gran asesina, la maestra de las Quesonas, no se cansa de amasijar chabones
ResponderBorrarRavelia es bella, sofisticada, irresistible y letal. Toda una interesante y peligrosa combinación. Podría decirse que es una femme fatale. Ella es capaz de otorgar el último deseo, a quien puede apreciar el encontrarse con ella, a un nivel que parece irreal.
ResponderBorrarTiene mucho sentido que las Carlas letales la admiren.
El cronista ha dado mucho a los lectores.
Pero me permito sugerir alguna nueva misión en conjunto con su hija, la Ravelia tatuada. Tal vez alguna con alguna de sus admiradoras, alguna Carla.
Y podría haber, si le parece al cronista, el equivalente Ravelia de Daniela Cardone, una versión anterior a los tatuajes masivos. Que podría llamarse Carla Nadiedone.
Y una compilación de 10 relatos destacados de quesonas, es algo que podría ser.
como le gusta asesinar deportistas y modelos, los mato a todos, a todos les tiro un Queso, Ravelia ama, señora y maestra de las asesinas
ResponderBorrarya que mato a varios Alejandros que no se olvide de Marley
ResponderBorrarNo lo veo como asesinable, no tiene rasgos antipáticos ni es deportistas. Es alguien que ha sabido utilizar su condición torpe y tontoide.
BorrarY en caso de ser asesinado le correspondería a Carla Bonfante, la locutora de El muro infernal.
la Quesona te da sexo y placer, pero siempre termina con un Queso, prefiero no ser asesinado por ello
ResponderBorraren medio de tantos sandes y delfinos, mas algunos bossios y calvos, un placer leer los cuentos de ravelia, una gran asesina, sin duda
ResponderBorrar¿Para cuando La asesina de Javier Milei? Podría ser Carla Rebecchi para que le aplaste ese jopo ridículo con el palo de hockey. O tal vez Carla Rebello, de C5N. No estaría mal incorporar Carla más.
ResponderBorrarUn retroqueso para Adriana Aguirre entre los 80 y 90, en una mejor etapa, cuando era una deseable vedette.
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