El Asesino de Sylvie Meis
El modelo español Carlos Gómez se encontraba viajando en el tren Thalys de París a Amsterdam, para participar en la capital neerlandesa de un festival de Quesos. Sí, de Quesos. La elección no podía ser mejor, justo, el, fanático de los Quesos, y admirador de los Quesos de los Países Bajos. El viaje era al mediodía, Carlos no tenía sueño y por eso aprovecho para ver el celular.
Googleó su nombre. Obviamente, Carlos Gómez, era un nombre demasiado común y vulgar, seguramente existían millones de Carlos Gómez en España e Hispanoamérica, por eso puso “Carlos Gómez modelo” y salió esto…
“Es de esos hombres que seducen, que hacen un guiño a esos galanes de la Dolce Vita y que pasean su elegante porte entre las páginas de importantes editoriales de moda. Su piel morena, su pelo negro, sus profundos ojos miel y su 1,87 cm de estatura no sólo enamoran a la cámara sino a la pasarela. Un cuerpo diez que se erige como la mejor tarjeta de presentación de un guapo tinerfeño que, en menos de un año, ha logrado dar el salto internacional en un sector tan competitivo como el del modelaje. Sus rasgos latinos, pero dulcificados con ese pausado acento de los canarios, han sido los perfectos aliados de Carlos Gómez Díaz, un joven de 23 años y natural de Tegueste, sobre el que firmas como Massini, Calvin Klein o Dolce&Gabbana ya han puesto sus ojos”.
- Perfecto, muy buena descripción de mí hacen estos chavales – pensó Carlos – lástima que no agregaron que además de modelo, soy también un Quesón, ja, ja, un asesino serial de mujeres, con una treintena de mujeres asesinadas, ¿Treintena digo? ¡Qué treintena, ya son más de cincuenta!
El tren llegó a su destino, y tras pasar por la estación Amsterdam Central, y el Hotel Cruyff, el modelo se dirigió al lugar donde se hacía el Festival de Quesos, en tren, claro, el lugar estaba cerca del Estadio de Ajax, en las afueras de la capital. Mientras viajaba en aquel tren de cercanías, Carlos pasó por un circo.
- Circo eran los de antes, cuando había animales, estos proteccionistas están destruyendo todo. Igual, lo que a mi más me gustaba eran los lanzadores de cuchillos, bonito espectáculo.
El modelo llegó entonces al Festival, y por supuesto, disfrutó de unos buenos Quesos holandeses, perdón neerlandeses (1), y desfiló tal como estaba previsto. Al hacerlo, lo hizo junto a una estrella local, Sylvie Meis, actriz, modelo y presentadora neerlandesa, también conocida como Sylvie van der Vaart.
Tuvieron muy buena química Carlos y Sylvie durante aquel evento, y por eso, no fue curioso que finalizado el mismo, ambos compartieran una copa de champagne.
- Ik heb een appartement hier in Amsterdam waar we een geweldige tijd kunnen hebben – dio Sylvie en su idioma.
- No entiendo nada – le dijo Carlos.
- Dice que tiene un departamento donde la pueden pasar muy bien – le aclaró el traductor, el señor Johan Van Hanegem, que vestía la típica casaca naranja de su país.
- Muy bien, vamos para allá, entonces – dijo Carlos.
Y así fue, aunque uno no entendía el idioma del otro, sí tanto Carlos como Sylvie entendían el idioma universal del sexo. Ella, como gentileza y símbolo de su país, le regaló tres Quesos neerlandeses, el Maasdam, el Gouda y el Edam, el le regaló una camiseta española, una réplica de la que uso Iniesta en la final del Mundial 2010 (justo España le ganó a los Países Bajos) y una postal de las Islas Canarias. Despues la fiesta, ella chupó, lamió, besó y olió los pies de Carlos, Queso puro, el chupó, lamió, besó y olio las tetas de ella, cogieron de lo lindo, haciendo honor a la Naranja Mecánica, y podemos decir que otra vez España le ganó a los Países Bajos, porque mientras el lucía como una potente máquina sexual, ella quedó hecha una piltrafa.
- Ik geef niet meer – dijo que en neerlandés significa “no doy más”.
Carlos vio que había una rueda, como las que usaban los lanzacuchillos en los circos, aprovechando que la neerlandesa no daba más, la puso ahí, sobre la rueda.
- Jugaremos a los lanzacuchillos como en los circos de antaño, no la mierda de ahora – le dijo Carlos.
- Wat zeg je, ik begrijp er niks van? (No entiendo nada) – dijo Sylvie.
Carlos entonces sacó de su mochila, seis puñales, y tiró uno sobre Syvlie, se lo clavó en la teta derecha, tiró el segundo, clavándoselo sobre la teta izquierda, un tercero, se lo clavó en el estomago, un cuarto, en el pecho, el quinto, en el cuello, y el sexto, en medio de los ojos. Una obra de arte perfecta, digna de Rembrandt, dado que en los Países Bajos, estamos. Le tiró los Quesos que ella misma le regaló.
- Queso – dijo Carlos Gómez mientras tiraba aquellos Quesos.
Cometido el asesinato, el asesino regresó al Hotel, y al día siguiente, antes de volver a España, vía aérea, pasó por la zona roja de aquella ciudad, y tiró un par de Quesos más. Una dama llamada Sherezade, de religión musulmana, nacida en los Países Bajos, pero de padres iraníes, digamos la versión musulmana de Lady Dumitrescu, se encargó de que todo siguiera normal y que nadie se enterara de nada, al fin y al cabo, esto es Amsterdam, la ciudad donde los Quesos abundan.
(1) El gobierno de los Países Bajos pidió que ya no se lo llame más Holanda, que Holanda es solo una provincia, que son los alrededores de Amsterdam y poco más, que el nombre correcto del país es Países Bajos, o sea Nederland, en su lengua original, o sea que el gentilicio es neerlandés o neerlandesa.
Se puede imaginar a un representante del gobierno, un funcionario, al lado del cadáver de Sylvie, diciendo:
ResponderBorrar-Y recuerden, admiradores, de los quesones. No nos llamen Holanda, que es una provincia. Nuestro país es Nederland.
Muy efectivo lo de los lanzacuchillos. Tiene su morbo. Es mejor que las armas de fuego, que tiene algo de vulgar. Salvo por Carlos Reich.
los Países Bajos son una nación ideal para esta clase de crímenes donde abundan los Quesos
ResponderBorrarestos Quesones españoles y europeos que se la pasan recorriendo Europa y asesinando mujeres en todos lados, nadie los persigue, como es eso posible? tan grande es la protección de la reptiliana?
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