Dos grandes Quesos de Carlos Matías Sandes
Hace algunos años atrás, cuando el basquetbolista Carlos Matías Sandes jugaba en San Lorenzo ocurrió esto que voy a contaros a continuación. La Liga Nacional de Basquet entró en un receso por unos partidos de la selección. Sandes, que tenía ambiciones de ser convocado, quedó afuera.
- Qué injusticia Mati – le dijo Maru Sandes (1), su esposa – merecías la convocatoria.
- No importa. Por un lado mejor, Maru – contestó el basquetbolista – es la gran oportunidad que estaba esperando, así pasamos un fin de semana para nosotros, en un complejo hotelero de Bariloche, tengo unos vouchers que me los dieron hace rato, los usamos ahora.
- Que bueno – dijo Maru – espero que sea un buen lugar para ir con los chicos.
- ¡Noooo! – exclamó Carlos Matías - ¡Los cachorros, no! Un fin de semana exclusivo para nosotros, los chicos que se queden con tus viejos.
- Pobres viejos, no van a poder con los tres, van a hacer mil diabluras.
- Tengo una idea, Maru. Que los chicos vayan con tus viejos pero al mismo tiempo convocamos a una niñera, así van a estar re cuidados.
- ¿Qué niñera?
- Oana, esa anciana rumana que ya los cuido algunas veces.
- Oh, es verdad, me había olvidado de esa señora, tan amable y simpática, sí, esa señora es una excelente cuidadora de niños.
Así ocurrieron las cosas y el jueves por la mañana, Carlos Matías y Maru Sandes viajaron en avión en Bariloche. El vuelo se desarrolló sin problemas y a la tarde ya estaban instalados en el Hotel Adolfo, un complejo hotelero de alto vuelo, ubicado en las montañas. Carlos Matías y Maru se trasladaron con una combi al centro y allí el basquetbolista compró unos cuantos Quesos, todos de un tamaño muy grandes, esos Quesos repletos de agujeros, del tipo Emmenthal.
- ¿Te vas a comer todos esos Quesos, Mati? ¡Ja, ja, ja!
- Me encanta el Queso, Maru, los Quesos me dan estímulo sexual. Estos días son para vos, Maru. Te lo mereces.
Eran tantos Quesos que no los pudieron llevar consigo sino que un delivery los alcanzó al hotel. Al regresar al hotel, Carlos Matías y Maru observaron a una mujer, vestida de modo muy elegante, repleta de joyas. El basquetbolista y su esposa la miraron durante un rato.
- Es Victoria Onetto, la actriz – le comentó Maru a Carlos Matías – mira que estrafalaria.
- ¿En que película o programa trabaja? Ya sabes que yo para recordar programas soy un Queso.
- Más que un Queso, un Quesón, ja, ja. La recuerdo en “Peligrosa Obsesión” con Pablo Echarri y Mariano Martínez.
- Es verdad, ahí es asesinada por Carlos Belloso, interesante eso de que sea asesinada por un Carlos, como yo.
- ¿Ahora te acordas que te llamas Carlos? ¡Ja, ja!
- Siempre soy un Carlos, que vos me digas por mi segundo nombre es otro tema, mira la gente del hotel, todo el tiempo me dice “Sandes, Carlos”, es mi nombre y así estoy anotado.
Carlos Matías y Maru se subieron al ascensor, iban a subir pero justo en ese momento, Victoria Onetto gritó:
- ¡Esperen! ¡Voy a subir! ¡Por favor!
Sandes paró el ascensor mientras Onetto se subió al elevador.
- Gracias – dijo la actriz y miró fijamente al basquetbolista, asombrada de ver a un auténtico gigante ante sí - ¡Qué alto que sos, pibe! ¡Y qué patas que tenes! ¡Calzas como sesenta!
- Miro dos metros y dos centímetros, no calzo sesenta, pero estoy cerca, un 52 de aca, un 16 de la talle americana. Juego al básquet, señora Onetto.
- Sos muy guapo – le dijo Onetto a Sandes, ignorando a Maru – Como me gustaría tener algo con vos – y Onetto le tomó la pera al basquetbolista y le acarició la cara - ¿Cómo te llamas?
- Carlos – respondió Carlos Matías Sandes.
- Carlos. Nombre de macho. Me encanta. En una película me asesinaba Carlos Belloso, ja, ja. Mi asesino se llama así.
- Señora – dijo Maru, muy incómoda – soy su esposa, por favor, tenga respeto.
- Discúlpame nena, tu marido es tan alto y patón, que no te ví. Tomalo como una gracia, no te enojes.
Pero Maru quedó muy enojada. Se bajaron del ascensor y todos fueron a sus habitaciones. La de Onetto estaba al lado de la que ocupaban los Sandes. Antes de meterse a su habitación, Onetto miró otra vez a Carlos Matías y le guiñó un ojo. El basquetbolista quedó muy incomodado.
- Pasa una buena noche, Carlos – le dijo Onetto – cualquier cosa, yo estoy aca.
- ¡Señora! ¡No esa irrespetuosa! – Maru le dio una cachetada a Onetto.
- ¡Ay, no sea violenta, señora! – contestó Onetto – no tiene sentido del humor. Bye, bye, que tengan una buena noche.
Maru estaba furiosa mientras entró a la habitación con su esposo, este le dijo:
- Tranquilízate, Maru, tranquilízate, la vamos a pasar muy bien ahora, y te vas a olvidar de todo. No pasa nada con esa tipa, ¿Acaso no confías en mí?
- Tenes razón, Mati, tenes razón, ¡Qué boluda que soy!
- Quiero que seas mi esclava sexual.
- Lo seré.
Tras esa cifra comenzó el juego sexual. Carlos quedó desnudo, con un bóxer, medias y guantes negros como únicas prendas. Puso sus pies enormes y olorosos sobre una mesa ratona, Maru le fue sacando las medias de a poco, y como una esclava sexual, se arrodillo al piso, mientras el basquetbolista estaba sentado, arrodillada al piso, casi arrastrada, empezó a olerle, chuparle, besarle y lamerle los pies, una y otra vez, le encantaba hacer eso, después de eso, el acercó uno de los Quesos y lo puso sobre la mesa, agarró un cuchillo, en realidad un machete, capaz de partir un árbol en dos, y cortó el Queso, en muchísimos trozos, Maru le fue dando los trozos de Queso en la boca, uno a uno, puesta sobre su rodilla, fue algo muy excitante para ambos.
Tras devorar todo el Queso, no quedo nada, empezaron a hacerse cosquillas, el le chupó las tetas y la concha, ella le chupó la pija, se tiraron en la cama, el puso otra vez sus pies encima del rostro de su esposa, ella los volvió a chupar, oler, besar y lamer, y tras eso, le tiró el Queso, sí, Carlos Matías le tiró un Queso a Maru, y agarró el machete, no el que usó para cortar el Queso, otro de utilería, como los del cine, y simuló asesinar a su esposa, ella disfrutó mucho todo aquello, tras lo cual, cogieron, una cogida sensacional. Maru no quedó como las demás, hecha una piltrafa, todo lo contrario. Estaba tan feliz, que se olvidó del incidente con Onetto por la tarde, y estaba entera, feliz, radiante de alegría. Los dos durmieron tan plácidamente, tanto que al día siguiente casi no llegan al desayuno. Entraron cuando la sala casi cierra, Maru le sirvió a su esposo una bandeja repleta de Queso.
En ese momento pasó por ahí Victoria Onetto, que se acercó a Maru y le dijo al oído:
- Que fuerte esta un marido. Y como le gusta el Queso. Ya se comió una horma entera. Esta como un Queso. Riquisimo. Muy rico. Como me gustaría comérmelo.
Esta vez Maru la miró fijamente. No le dijo nada, no le dio un sopapo, por fin, tras un incomodo silencio entre las dos, le dijo:
- Tenes razón, es como un Queso, suculento y delicioso. A mí me encanta. Ya lo probé muchas veces.
Luego de una excursión en el Cerro Catedral que duró todo el día y donde la pasaron muy bien, los Sandes regresaron al hotel. Estaban en su habitación, antes de ir a cenar, cuando sonó la puerta. Maru fue a abrir. Era Victoria Onetto.
- Hola chicos – dijo la actriz, en pose provocativa y exuberante – les dejó este regalo, es para vos, Carlos – la actriz le hizo un guiño al basquetbolista mientras le daba el paquete a Maru y se fue.
- Es un plomo esta mina, Mati – dijo Maru.
- Abrí el paquete, Maru – dijo el basquetbolista.
Lo abrieron, era un par de zapatos gigantescos, como dos cajas, a Carlos Matías le hizo recordar un par que le habían hecho sus hermanas. “Quiero probar ese Queso” dejó Onetto en una tarjeta dedicatoria.
- Esta tipa ya se esta pasando, Mati – dijo Maru – hay que hacer algo. Esta provocando mucho.
- Yo se lo que tengo que hacer Maru – dijo Carlos Matías – quería descansar estos días, pero cuando uno es Basquetbolista, Quesón y Asesino, parece que nunca hay descanso.
Un rato después, Onetto escuchó que tocaban la puerta de su habitación. Preguntó quien era, y escuchó una respuesta con tonada mendocina que dijo “Carlos”. Onetto abrió la puerta, estaba en camisón, y vio frente a ella a Carlos Matías Sandes, portando un Queso, un enorme Queso en sus manos.
- Vas a probar este Queso, Victoria – le dijo Carlos.
- Veo que tu mujer te dejo venir.
- Pobrecita, tuve que asesinarla, pero me dejo venir.
- ¿Asesinarla?
- Sí, ¿No me crees? Vení a mi habitación.
Onetto siguió a Sandes y entró a la habitación del basquetbolista. Onetto abrió las sabanas y vio a Maru, ensangrentada, quieta, inmóvil, estaba muerta, con un Queso encima.
- Le dije que iba a ser tuyo, y que estaba dispuesta a todo – dijo Carlos Matías – entonces la asesiné, lo hice en defensa propia, me dijo que era de ella o de nadie, e intentó atacarme con este machete – el basquetbolista mostro un machete ensangrentado – forcejeamos, gané yo, con mis dos metros y mis pies talle cincuenta, con pisarla me alcanzó, no quería herirla, pero al agarrar el machete, la herí en forma involuntaria, y bueno, empezó a salir sangre por todos lados. No es la primera vez que asesinó a una mujer en defensa propia.
- Y bueno, ella se lo buscó – dijo Onetto.
- Voy a llamar a la policía – dijo Carlos Matías – le diré “Arréstame Sargento y póngame cadenas, si soy un delincuente que me perdone Dios”.
- No – dijo Onetto – no hay que llamar a nadie. Disfrutemos, despues vemos que hacemos con el cadáver de tu esposa. Mejor volvamos a mi cuarto.
Regresaron al cuarto de Onetto. El basquetbolista se sentó en una silla y puso sus pies sobre la mesa ratona, la actriz empezó a sacarle las medias, y comenzó la adoración de los pies, los olió, lamió, besó y chupó, una y otra vez, Onetto estaba como poseída, se desnudó ante el basquetbolista, empezó a hacerle una adoración similar a la de Maru, Carlos cortó el Queso con el machete, y ella se los dio uno por uno, así se comió un Queso entero, entero, el solo. Él le chupó las tetas y la concha, ella la pija, y tras eso, la actriz se zambulló en la cama, el le tiró el Queso, otro Queso, y tras eso, se zambullo en la cama, y cogieron en forma salvaje y furiosa, tanto, que tembló todo Bariloche. Onetto alcanzó un placer y un éxtasis nunca visto. Sentía que había alcanzado la felicidad plena, pero estaba hecha una piltrafa, parecía piel y huesos.
- Me hiciste muy feliz, Carlos, sos como un vampiro, me dejaste casi sin sangre, ja, ja, gracias por esto, fue algo súblime.
- Gracias, Victoria – dijo Carlos Matías – ahora vamos a alcanzar el cénit.
El basquetbolista se acercó a Victoria Onetto, machete en mano, y en forma muy rápida, tanto que no le dio tiempo a la actriz de reaccionar, le asestó un golpe brutal en el cuello, hubo un segundo golpe, y un tercero, casi le arranca la cabeza, pero prefirió no decapitarla, en cambio, sí le dio otros machetazos en el cuerpo, en el pecho, en la espalda, en los brazos, en las piernas, un asesinato salvaje y brutal.
- Queso – dijo Carlos Matías Sandes, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Victoria Onetto.
Sin hacerse mucho problema, el asesino abandonó la escena del crimen, con total impunidad, y regresó a su habitación. Maru permanecía acostada con el Queso encima, agarró a su esposa, le limpió las manchas de sangre, y luego de un rato, después de que se comió el Queso entero, el que le había tirado a Maru, su esposa retomó la conciencia.
- ¿Qué paso? – dijo Maru.
- Nada, te quedaste dormida, eso fue todo.
- ¿Y Onetto?
- Yo no molestará más, se fue, regreso a su planeta de alimañas, ja, ja.
- Que bueno. Juguemos a los pies Carlos.
- ¡Me dijistes Carlos! ¡Siempre me decís Matías!
- Es que cuando jugamos con el Queso, sos muy Carlos.
El haberse comido un segundo Queso entero le dio a Carlos Matías la potencia sexual que necesitaba y por eso le ofreció a su esposa otra noche repleta de sexo y placer, con juego de pies, chupadas de todo tipo, simulacro de asesinato y sexo intenso, más el hecho de que ella le hizo comer otro Queso entero.
- Nos quedamos sin Quesos – dijo Carlos Matías – mañana iremos a comprar.
Al día siguiente, Maru salió de su habitación y notó que dos empleadas que parecían oficiales nazis de las SS limpiaban la habitación de Onetto, hasta dejarla espléndida.
- ¿Se fue Onetto? – les preguntó Maru.
- Sí, era una persona muy odiosa – dijo la alemana – No volverá.
- Se la paso acosando a mi esposo, debería haberla denunciado.
- Ja, ja, ja – río la alemana.
Maru y Carlos Matías continuaron disfrutando aquel descanso, una segunda luna de miel, más que eso, una auténtica luna de Queso. Regresaron felices, sabiendo que la anciana rumana había cuidado tan bien de los chicos que estos no habían extrañado a sus padres. Y así termina nuestro cuento.
Nota de Carlos Quesón: Se preguntarán como Sandes simuló ante Onetto haber asesinado a Maru. Fue muy fácil. Mientras ella le adoraba los pies, el basquetbolista le dio a su esposa un potente narcótico que la durmió, con ello permaneció inmóvil, y puso sangre de ficción, que era simple pintura, sobre su mujer y sobre el machete, así de simple, nada complicado. Siempre simulaba asesinarla, aunque sobre ella, Carlos Matías Sandes ejerce un artículo del Código Quesón, el “derecho de protección a una mujer”.
Consiste en que un Quesón puede proteger la vida de una mujer, para que no pueda ser quesoneada por ningún otro Quesón, ni tampoco por el Quesón que pide ese derecho. Solo es una mujer a la vez, y bajo solemne juramento, que debe ser notificado a todos los Quesones. Esto puede revocarse, y cuando un Quesón renuncia al mismo (puede hacerlo), la mujer sí puede ser quesoneada, aunque el Quesón que tuvo el derecho de protección, no puede quesonearla hasta un año después de haber renunciado a ese derecho. Si un Quesón rompe con estos juramentos, es algo tan grave como asesinar a una mujer y no tirarle un Queso, o matar a un hombre, y se castiga con la muerte. De todas maneras, es un derecho que pocos Quesones han ejercido. Carlos Bossio y Carlos Fernández Lobbe, por ejemplo, nunca lo reclamaron. Sí, Carlos Matías Sandes, por su esposa, Maru, y también Carlos Delfino, aunque por su hermana, Flor Delfino, para que no sea quesoneada ningún Quesón. Carlos Eisler lo ejerció por su mujer, Giuliana Caramuto, pero renunció y la terminó asesinando un año y tres meses después de la renuncia. Algo parecido ocurrió con Carlos Kramer, que también protegió a su esposa, Paula Pestarino, pero finalmente renunció al derecho, y también un año y un día después, la asesinó de numerosas puñaladas. Por el momento, Carlos Matías Sandes sigue ejerciendo este derecho sobre Maru Sandes.
(1) En las redes sociales se presenta así misma como “Maru Sandes” pero su nombre verdadero es María Eugenia Ortega
2) LA ACTRIZ QUE HACÍA DE CARLA LUCERO
Una actriz es recordada principalmente por su papel de “Carla Lucero”, en la telenovela “Mujercitas” a mediados de los 90. Era una villana siniestra, una sanguinaria y cruel asesina, con decenas de crímenes cometidos a lo largo de la novela. El personaje tuvo tanto éxito que la actriz lo volvió a interpretar en la novela “Ricos y Famosos”.
Su personaje era de tal magnitud, que la actriz solía decir que la gente la insultaba por la calle y le recriminaba por los crímenes, fechorías, maldades y asesinatos de Carla Lucero, no pudiendo separar el concepto de que “personajes no son personas”.
En diciembre de 2015, cuando transcurre este relato, la actriz fue a pasar unos días de descanso a un lujoso hotel cercano a la ciudad de San Carlos de Bariloche.
Se estaba registrando en el hotel, estaba realizando el check in, cuando escuchó una voz femenina con acento tono alemán, detrás suyo, dijo:
- - Carla Lucero, esa cruel, sanguinaria e implacable asesina, una Quesona cuando ese término aún no existía.
La actriz se dio vuelta y vio detrás de ella, a una mujer rubia, que tenía todo el aspecto de ser una alemana, una nazi, de las SS, hasta parecía tener un uniforme similar al que vestían las nazis en las nefastas épocas del III Reich y de la Segunda Guerra Mundial.
- ¿Quién es usted? – preguntó con cierto fastidio la actriz.
- Mein Name ist Astrid Breitner – dijo la alemana, en alemán, como suena parecido al inglés “my name is”, la actriz entendió lo que dijo la alemana, que ahora empezó a hablar en español para ser entendida – como me gustaba ese personaje que hacías.
Astrid se acercó a la actriz y le tocó la cintura, y no solo eso, fue aún más, y extendió toda su caricia desde la cintura, hasta toquetearle los pechos, la actriz se sintió intimidada, y reaccionó con cierto furia, molesta, dándole un cachetazo delante de todos, mientras los empleados y pasajeros del hotel contemplaban la escena.
- ¡La voy a denunciar por acoso, Frau Breitner! ¡Por favor no me moleste!
La alemana se quedó callada, se masticó la humillación pública, y prefirió dirigirse a su habitación. La actriz estuvo a punto de irse pero finalmente dirigió a su habitación. Justo cuando tomaba el ascensor, llegó al hotel un equipo de Basquet, Gimnasia y Esgrima de Comodoro Rivadavia, también llamado Gimnasia Indalo en aquellos días, equipo de la Liga Nacional, y entre cuyos integrantes estaban Carlos Matías Sandes y Carlos Leonel Schattmann.
El olor a Queso que invadió el hotel, producto de la fragancia y aroma que emanaban de los pies de Sandes y Schattmann, era de tal magnitud, que todas las integrantes de un contingente de ancianas se desmayaron. Uno medía 2,02 metros y calzaba 52 (Sandes), el otro medía 1,94, y calzaba 49 (Schattmann).
Los demás integrantes del equipo, todos No-Carlos y por ende, muggles, también eran altos y patones, pero no tenían ninguna fragancia en particular. Estaban tan acostumbrados a los olores de los dos Carlos, que ya no lo olían.
Mientras tanto, la actriz entró a su habitación, acomodó el equipaje, se aseó un poco y pensaba dar un paseo por Bariloche, pero primero iba a dormir una siesta, y eso fue lo que hizo. Cuando despertó, se fijó la hora: eran las siete de la noche.
- ¡Maldita sea! ¡No debía acostarme a dormir! ¡Perdí toda la tarde! ¡Ya es muy tarde!
- Nunca es tarde cuando la dicha es buena – le contestó una voz alemana, dentro de la habitación.
- ¡Usted, otra vez! ¿Cómo hizo para entrar? – dijo la actriz, al ver frente a ella a la alemana, a Astrid Breitner.
- Como los alemanes invadimos Polonia, ahora yo entre a tu habitación, mein Dame.
- La voy a denunciar. Terminará presa.
- No creo, me has gustado, siempre quise tener sexo con Carla Lucero, no voy a perder la oportunidad, no te podrás escapar, y no terminaré presa, porque yo soy la directora de una cárcel de mujeres, liebes Mädchen, la Charlotte Corday, en la Provincia de Corrientes. Charlotte, Carla, serás mía.
- ¡Noooooooooooooooooo! – gritó la actriz.
- Estas en Bariloche, aquí vivió nuestro Führer, después de la guerra, ja, ja, no tienes escapatoria – dijo Astrid, mientras hacía un streap tease delante de la actriz.
A pesar de los gritos de la actriz, que nadie escuchó, nada ni nadie pudo impedir lo que vino después, una violación lésbica, Astrid, desnuda, se puso sobre la cama, y la sujetó con sus piernas, acercó sus pechos a los de la actriz, y se los frotó con fuerza, le chupo, acarició, frotó, lamió y besó los senos, las tetas, la concha, el culo, con golpes incluídos, todo con una furia, se notaba que la alemana tenía mucha experiencia en el tema, le mordió los senos, le mordió las tetas, y así todo, y cada tanto, alternaba las caricias con feroces golpes y patadas. Quizás la cosa no se prolongó por mucho tiempo, pero a la actriz todo aquello le pareció que duró siglos. Para torturarla aún más, durante todo el tiempo, sonó una música, con marchas nazis y discursos de Hitler, lo que le dio al lugar una atmosfera aún más siniestra.
- Du hast mich sehr glücklich gemacht, sehr glücklich, wir werden uns sicher wiedersehen, schönes Mädchen, jetzt werde ich im Casino spielen, ha ha ha – le dijo Astrid en su idioma natal, todo eso significa “Me has hecho muy feliz, muy feliz, seguramente volveremos a vernos, hermosa niña, ahora voy a jugar al casino, ja, ja, ja”.
Astrid se fue, pero antes de irse, envolvió a la actriz en una bandera nazi, y esta permaneció ahí, gimiendo, sollozando y llorando, finalmente se quedó dormida, sintiéndose derrotada y humillada. Finalmente, un nuevo día llegó, y la actriz, se miró al espejo y dijo:
- Debo ser como Carla Lucero, esa alemana me va a pagar este abuso. La mataré. No tengo alternativa.
Con nuevas fuerzas, la actriz bajó a desayunar, allí estaba el contingente de ancianas, que la reconoció y le hizo recordar el papel de Carla Lucero.
- Carla Lucero volverá, estimadas señoras.
- Era una gran asesina – dijo una de las ancianas, con acento rumano, y a la que sus compañeras del contingente llamaba “Dumitrescu” (la anciana lucía una camiseta de la selección rumana de fútbol, la de Georghe Hagi en USA 94) – pero a veces mataba mujeres, eso no estaba bien, por eso no era una Quesona, no tiraba Quesos, y mataba mujeres, un error imperdonable.
- Yo la verdad, nunca ví la novela, no se si asesinaba mujeres u hombres, o las dos cosas, ja, ja – dijo otra anciana, parecida a Leia, y a la que llamaban Stoichkov, y que precisamente lucía la camisera de la selección búlgara de futbol, la de Hristo Stoichkov, en USA 94.
Las ancianas se fueron pero dejaron pensativa a Carla Lucero y pensó: “debo obrar con cuidado, estas viejas me reconocieron, no debo asesinar a la alemana con mis manos, lamentablemente, deberé contratar a un asesino a sueldo, no tengo alternativa”.
Justo en ese momento en el lugar del desayuno, entró el equipo de básquet que ya hemos mencionado, y dos de sus integrantes, Carlos Sandes y Carlos Schattmann, se acercaron a una mesa donde había una enorme horma de Queso Emmenthal, la cortaron en dos mitades, y uno se sirvió una mitad, y el otro la otra. La actriz observó a los dos Carlos, asombrada, por partida doble, por el hecho de que estuvieran comiendo semejante Queso, que se lo devoraran en pocos minutos, y por el olor que emanaban de sus pies, tanto que por momentos casi se desmaya.
- Qué olor a Queso que tienen esos dos patones, es impresionante – murmuró la actriz.
- Se comenta mucho sobre ellos – dijo la rumana, Dumitrescu, que súbitamente apareció detrás de la actriz.
- ¿No se habían ido ustedes?
- Ahora nos iremos a recorrer el Bariloche Nazi, dicen que estuvo acá. Yo luché contra el nazismo en mi Rumania natal. Después a mi país lo invadieron los rusos. Y encima no clasificamos a un Mundial desde Francia 1998. Peor imposible, pero los eliminamos a ustedes en USA 94, ja, ja, ja, cuando al Diego le cortaron las piernas.
- ¿Cuántos años tiene? – dijo asombrada la actriz.
- Eso no importa niña.
Justo en ese momento, cuando ya se habían devorado el Queso entero, Sandes y Schattmann pusieron los pies descalzos sobre la mesa, y casi todo el salón se desmayo, ante el olor a Queso que tenían.
- Es impresionante, son como dos Quesos con forma de hombre – dijo la actriz.
- Es que lo son, niña, y lo que te voy a decir es un secreto, son asesinos, Quesones Asesinos, ellos asesinaron a Wanda Nara, recuerda ese crimen, la decapitaron, fue un asesinato muy famoso.
- Sí, claro, como olvidarlo, ¿estos son los asesinos de Wanda Nara?
- Sí, Carlos Matías Sandes y Carlos Leonel Schattmann, así se llaman – dijo la rumana, que justo en ese momento, se dio vuelta y se fue junto al contingente a recorrer el “Bariloche Nazi”.
La actriz se acercó entonces a la mesa donde estaban Sandes y Schattmann. Justo en ese momento, quedaron los tres solos en el salón, las ancianas se fueron a la excursión, lo demás basquetbolistas al entrenamiento, los empleados del hotel estaban en otra. No fue fácil acercarse, pues el olor a Queso era realmente apestante, la actriz casi se desmaya, pero llegó a estar frente a los basquetbolistas.
- ¡Qué olor a Queso que tienen, muchachos! – dijo la actrizadoptando el rol de Lucero.
- Es que somos Quesones, nena – dijo Schattmann.
- ¿Querés oler nuestros pies? – le dijo Sandes – dale aprovecha.
La actriz se sintió como atraída por un impulso que no pudo frenar, y se puso en la mesa, comenzando a oler, chupar, lamer y besar los pies de los dos basquetbolistas, primero el pie izquierdo de Carlos Matías Sandes, despues el derecho de Carlos Leonel Schattmann, despues el derecho de Sandes y por último el izquierdo de Schattmann. Se sintió como poseída, como envuelta en un éxtasis. Todo el sufrimiento que había sentido con la alemana, se convertía ahora en placer.
- ¿Qué nos querías decir? – le dijo Sandes a la actriz.
- Ay, ya casi lo había olvidado, como disfruté esto – dijo la actriz – alguien me dijo que ustedes asesinaron a Wanda Nara.
- ¿Nosotros los asesinos de Wanda Nara? – dijo Carlos Leonel Schattmann.
- ¿Porqué nos acusas de algo así? – dijo Carlos Matías Sandes.
- Es que estoy dispuesta a pagarles lo que sea por un asesinato, quiere que asesinen a una alemana, que ayer me sometió a una violación, debo vengarme, me humilló.
- ¿Alemana? ¿Violación? – dijo Schattmann.
- Sí, una violación lésbica – dijo la actriz.
- Yo creo que nosotros dos no necesitamos violarte – dijo Sandes – creo que despues de haber jugado con nuestros pies, seguramente querrás que te demos más placer.
- ¡Ay, sí! – dijo la actriz – solo algo así me va permitir superar lo que paso anoche.
- La alemana morirá, quédate tranquila – dijo Schattmann – nos encargaremos de eso, aunque nos deberás pagar una suma muy alta.
- Pagaré lo que sea – dijo la actriz – ahora quiero disfrutar con ustedes.
La actriz se desnudó ante Sandes y Schattmann, y ella mismo, como atraída por un impulso que no tenía fin, se ató a un palo que había en el salón, una lanza, y quedó allí, como si estuviera prisionera, Carlos Leonel Schattmann comenzó a acariciarle los pechos, mientras Carlos Matías Sandes le acariciaba el culo, con unas plumas, los dos Carlos le acariciaron el cuerpo entero, y despues de eso, Schattmann, la penetró por adelante, y Sandes lo hizo por atrás. La sensación de gozo y placer que sintió la actriz fue algo súblime, imposible de describir con palabras. Toda la humillación de la noche anterior, quedaba ahora en un segundo plano, ante el disfrute de esto.
- ¡Nunca fui tan feliz! – dijo la actriz - ¡Gracias Carlos Leonel! ¡Gracias Carlos Matías!
- ¿La orden de que tenemos que asesinar a la alemana sigue firme? – preguntó Sandes.
- Por supuesto, pero no quiero que la sometan al placer que me dieron a mí – dijo la actriz – quiero que la torturen.
- Decinos cuanto nos va a pagar – le dijo Schattmann.
- Quince mil dólares, más no puedo – dijo la actriz – y se los voy a dar en dos cuotas.
- Lo siento – dijo Carlos Matías Sandes – pero no nos sirve eso, la alemana nos paga el doble, en una sola cuota, y encima, nos promete una mensualidad muy onerosa de la Charlotte Corday y de la Fundación Dumitrescu.
- Negocios son negocios, nena, lo siento pero perdistes – dijo Carlos Leonel Schattmann.
- ¡Noooooooooooooooooo! – exclamó aterrorizada la actriz, al ver a los dos basquetbolistas, alrededor de ella, cada uno con un machete en la mano.
Ya era tarde para la actriz. Los asesinos habían tomado la decisión y ella sería su próxima víctima. Casi simultáneamente, Schattmann le clavo el machete por adelante, y Sandes por atrás. La profunda herida de Schattmann fue entre los dos pechos y de ahí le hizo un brutal tajo, de arriba hacia abajo, en todo el cuerpo. La herida de Sandes fue también muy profunda, prácticamente le destrózó la espalda, desde los hombros a la cintura, de un solo corte, un tajo más que profundo. Los dos asesinos retiraron el machete del cuerpo de la actriz y se lo volvieron a clavar. La segunda herida de Schattmann, fue en la vagina, una herida más que profunda y sanguinaria. La segunda herida de Sandes fue en el cuello, le cortó el cuello, de izquierda a derecha primero, y luego en la dirección contraria, aunque sin decapitarla. Una tercera herida, de parte de cada uno, para dejarle el machete clavado, en las tetas el de Schattmann, en el culo el de Sandes. Los dos asesinos, dieron así por finalizada la tarea, dejando el cadáver de la actriz empalado, mientras agarraba, cada uno, un Queso de la mesa.
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o – Queso - dijo Carlos Leonel Schattmann, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de la actriz.
- - Queso – dijo Carlos Matías Sandes, mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de la actriz.
Los dos asesinos se fueron de la escena del crimen totalmente satisfechos, sabían que habían cometido más que un asesinato, una obra maestra del terror, de los asesinatos, que superaba al asesinato de Wanda Nara, que habían cometido tiempo atrás. El cadáver empalado de la actriz quedó ahí, con los Quesos sobre ella misma, como clavados en flechas o lanzas.
Mientras los asesinos abandonaban la escena del crimen, se cruzaron con Astrid, la alemana, que les dijó:
- Perfecto. Así lo quería empalado, no decapitado.
- Tuve que frenarme un poco – reconoció Carlos Matías Sandes – me gusta decapitar, a Wanda Nara y a otras las decapité.
- Lo sé – dijo la alemana – pero así lo quería, ya tienen el dinero, y todo lo pactado.
- Es un placer servirla, Frau Breitner – dijo Schattmann – ahora les decimos que tenga cuidado de las ancianas, dicen ser enemigas del nazismo.
- Lo fueron, Carlos Leonel, lo fueron, ahora somos aliadas, pertenecemos a la misma estirpe, aunque hayamos tenido diferencias en el pasado, hoy nos debemos subir al mismo barco, si queremos sobrevivir. La causa hoy, es una sola.
Los dos asesinos se fueron satisfechos, y se volvieron a comer un Queso entero, porque son asesinos, pero asesinos Quesones, juntos ya habían asesinado a Wanda Nara, ahora a la actriz que hacía de Carla Lucero.
- No hay dos sin tres – dijo Carlos Matías.
- Sí, esta es una trilogía de asesinatos, antes de que cada uno siga su camino, cometiendo sus propios asesinatos, debemos asesinar a otra mina juntos, pero ¿Quién?
¿Quién? ¿Quién habrá sido esa víctima?
Recordemos que este asesinato ocurrió en diciembre de 2015, ¿A quien habrán asesiando despues para completar la trilogía? ¿Alguna Carla que no llegó a ser Quesona, antes de que existiera cierto pacto que se comenta por ahí? ¿Alguna cantora o cantante nacional o extranjera? ¿Alguna modelo nacional o extranjera? Misterio, pero sí, sabemos que ese tercer asesinato existió, y alguna vez, tarde o temprano, lo relataremos.
BONUS TRACK: FOTOS DE LOS QUESONES
MOSTRANDO SUS QUESOS
CUENNTAZO LA MARU YA ESTA PARA EL OSCAR
ResponderBorrarbrilante la narración, la participación activa aunque inocente de Maru le da un toque especial a los cuentos de Sandes, asesino por el que Carlos Quesón parece tener cierta predilección en los últimos tiempos, y al que lo inspira en forma especial; Onetto merecía este Queso y adhiero a la teoría del Fauno sobre que los Quesones atraen a sus víctimas por el olor de sus pies, los convierte en algo irresistible. Muy bueno eso del derecho de los Quesones. Un buen artilugio, aunque creo que ya algo habían esbozado. Ese hotel de Bariloche, un lugar donde se cometen asesinatos sin parar. ¿Será que Bariloche se llama San Carlos de Bariloche? Brillante Carlos Matías Sandes, la potencia sexual que tiene
ResponderBorrarcomo atrae Sandes a las famosas, caen rendidas a sus pies y después las amasija violentamente, diez puntos
ResponderBorrarregalada la mina, yo tambien estaba para quesonearla
ResponderBorrarun buen cuento, me gusto, lo que me llama la atención es ¿Maru es tan inocente que no sospecha nada? ¿A Onetto no le importo nada el supuesto asesinato de la mujer de Sandes? La nombran, sin nombrarla, a Dumitrescu, como una gran niñera, se ve que este interesada en cuidar a toda la familia Sandes, es una historia diferente porque Sandes, además de ser un gran asesino, es también un modelo de esposo
ResponderBorrarun nuevo clásico de los Relatos Quesones, sin duda
ResponderBorrarme encantan las imágenes, Onetto no es tan linda como otras, pero esta para cogersela ya mismo, las fotos de los pies de Sandes, un golazo, buen relato
ResponderBorrarvoy a empezar a comer queso en cantidades a ver si con eso tengo el rendimiento sexual de Sandes, aunque como no me llamo Carlos ni tengo pies grandes, seguro va a ser un fracaso
ResponderBorrarMaru Sandes es una interesante incorporación a estos relatos, sus intervenciones son una interesante variante al esquema usual. Es un interesante personaje, que da la sensación de que sabe más de lo que aparenta. Que finge ignorancia.
ResponderBorrarTiene potencial de ser una muggle, con opinión favorable de la Lady.
Es interesante Sandes, como protector de su esposa, cuidando a los hijos. Y la Lady como niñera.
Victoria Onetto parece que buscara se quesoneada. Lo que fuera descarada al entregarse a Sandes no sería tanto. Pero es notorio que no le importó la supuesta muerte de la esposa de Sandes. Incluso estaba dispuesta a ser una encubridora.
Sandes fue letal. Aunque se nota que entonces no había empezado con lo de cortar piernas.
Ya que se menciona a Carlos Kramer, la esposa debería volver como vampira.
ResponderBorrarEso solucionaría el problema legal de Kramer, que ya fue encarcelado en un psquiatrico, sin comprometer a Carlos Gonella.
Y podría ser una motivación para quesonear mujeres, sean o no famosas, para alimentar a su esposa. Algo que Lady Dumitrescu y sus pares ya no necesitan tanto.
Sería algo parecido a la serie Santa Clarita Diet
https://es.wikipedia.org/wiki/Santa_Clarita_Diet
Y como Para un Carlos no hay nada mejor que otro Carlos, los demás quesones podrían colaborar con víctimas.
Los hijos de Kramer no tendrían problemas en tener una madre vampira.
Hasta podría lugar a una serie, con famosas invitadas que sean quesoneadas.
Maru Sandes no es una "Quesona" porque no es una asesina, pero es la esposa del Quesón, o acaso se puede ser "Quesona" sin ser asesina? o es una rareza ser esposa de un Quesón por el hecho de que salvo Maru Sandes todas las demás terminan asesinadas?
ResponderBorrarMuy buen relato, el ingrediente de Maru Sandes es algo innovador, para que no se repitan tanto