La Asesina de Matías Camisani, Adolfo Cambiaso y Martín Naidich


LA SAGA DE CARLA ROMANINI, LA QUESONA ASESINA (05/17)
LA ASESINA DE MATÍAS CAMISANI, ADOLFO CAMBIASO Y MARTÍN NAIDICH

Imagen de un asesinato: la rubia y bella Carla Romanini, la Quesona Asesina, degollando al polista Adolfo Cambiasso, a quien le tiró un Queso


LA ASESINA DE MATÍAS CAMISANI

En la misma cama donde Carlos Ignacio Fernández Lobbe había asesinado a Dolores Barreiro se encontraba aquella noche Matías Camisani. El modelo estaba totalmente entregado a la bebida y a las drogas después de aquel sangriento asesinato, y raras veces se encontraba en estado de lucidez. Aquella noche en particular no había consumido drogas pero sí dos botellas enteras de whisky escocés, de la mejor destilería de los Highlands de Scotland, y estaba acostado, totalmente borracho. Reiteramos, acostado en la misma cama donde su mujer había sido asesinada por el Quesón Rugbier, Carlos Ignacio Fernández Lobbe.



De repente, ante él, vio la figura de una mujer, una mujer joven, rubia, radiante, no se parecía en lo más mínimo a Dolores Barreiro, para nada, pero el estado de ebriedad de Matías era tal que no diferenciaba nada ni nadie, solo veía una mujer, y para el, era esa mujer…
- ¡Dolores! – exclamó Camisani - ¡Has vuelto del más alla para volver a tener sexo conmigo!
- No soy Dolores Barreiro – dijo la chica – soy Carla Romanini, pero sí, si crees que soy Dolores, dígamos que ella me dijo que venga a tener sexo con vos esta noche.
- ¡Sos Dolores, el alma de Dolores se encarnó una noche en tu cuerpo, Carla! ¡Sos Dolores! ¡Tengamos sexo!



Carla Romanini, la joven y bella modelo, se tiró encima de Matías Camisani, y este empezó a chuparle los pies, a besarle la concha, se hicieron cosquillas en todo el cuerpo, tras chuparle la pija, en una intensa fellatio, ella lo obligó a ponerse de espaldas, y le empezó a darle latigazos.
- ¡Así me gusta! – dijo Matías - ¡Quiero sufrir, como lo hacía con Dolores!
Carla Romanini lo dio vuelta a Camisani en la cama y ahí sí tuvieron sexo en forma intensa… 
- Gracias Carla por ser como Dolores – dijo Matías – ha sido una noche de sexo como las de antes.
- De nada, Matías, pero en esta cama una mujer ha sido asesinada por un hombre, hay que completar el circulo, y ahora un hombre debe ser asesinado por una mujer.
- ¿Y quien será ese hombre y quien será esa mujer? – preguntó con cierta inocencia Matías Camisani.
- Carla Romanini será la asesina y Matías Camisani, la víctima.
- ¡Nooooooooooooooooooooooooooo! – gritó de terror el modelo.



Carla se tiró encima de el, dándole un brutal cuchillazo en el pecho, que lo podría haber partido en dos, el corte fue de una magnitud impresionante, a continuación, le dio una gran cantidad de puñaladas, una tras otra, en forma salvaje, la sangre corrió por todos lados.
- En esta cama un asesino le tiró un Queso a una asesinada, ahora hay que completar el círculo y una asesina debe tirarle un Queso a un asesinado – dijo Carla, ante el apuñalado y ensangrentado cadáver de Matías Camisani.


- Queso – dijo Carla Romanini y tiró el Queso sobre el cadáver de Matías Camisani.
De esta manera, aquella cama, una cama muy especial por cierto, se convirtió en la primera cama donde un Quesón quesoneó a una mina y donde una Quesona quesoneó a un chabón…


LA ASESINA DE ADOLFO CAMBIASSO


Parecía ser un día cualquiera en el campo “La Martina”, en Cañuelas (Provincia de Buenos Aires). El polista Adolfo Cambiaso se fue a dormir la siesta, sin embargo, no pudo hacerlo: los caballos comenzaron a relinchar y los relinchos eran muy fuertes. A “Adolfito” le llamó mucho la atención, no era común que los animales estuvieran tan nerviosos. Al principio trató de restarle importancia al tema, y mando a los peones a que trataran de calmar a los caballos.
-         No sabemos que ocurre señor Cambiaso – dijo uno de los peones – los animales están muy nerviosos, como si algo o alguien los perturbara.
-         ¿Algo o alguien? – preguntó intrigado Cambiaso.
-         Mire señor Cambiaso – dijo otro de los peones – yo creo que puede ser la “luz mala”.
-         ¿La “luz mala”?
-         Sí, señor Cambiaso, la “luz mala”. Yo sé por que están nerviosos los caballos.
-         Dígame Gumersindo.
-         Le digo señor Cambiaso – dijo Gumersindo, el peón – lo que ocurre es que hay el espíritu de una dama en los boxes, nosotros los humanos no lo vemos, pero los caballos sí. La han visto, por eso están nerviosos.
-         ¿El espíritu de una dama?


Cambiaso tembló mientras decía eso y quedó como paralizado. Los peones se miraron uno al otro como diciendo “¿Qué le pasa a este chabón?” pero se quedaron callados.
- Bueno, muchachos, pueden irse si quieren, yo me ocupo del asunto – dijo Cambiaso.
Los peones obedecieron a su patrón, que se dirigió entonces rumbo a los boxes. La tarde caía y la luz del sol se iba yendo, un nuevo atardecer caía sobre Cañuelas.
- Es ella – dijo Adolfo Cambiaso – no tengo dudas, es ella, ha vuelto. María esta aquí. Quiere hacerme una visita desde el más alla.
El polista estaba convencido que el espíritu de la dama, como dijo el peón, era el de su mujer, María Vazquez, asesinada y quesoneada por el rugbier Carlos Ignacio Fernández Lobbe, bastante tiempo atrás. Cambiaso no dudaba: era el espíritu de su mujer, que según creía, estaba allí en los boxes donde descansaban los caballos.
Cambiaso entró a los boxes y los caballos relinchaban, de lejos, le pareció ver la figura de una mujer joven, con una apariencia similar al de María Vazquez, la tarde en que fue asesinada durante el Torneo de Polo.
- ¡Es ella! – dijo exultante Cambiaso mientras avanzaba, con el corazón repiqueteando el doble de lo habitual ante la emoción que tenía.
Adolfo se fue acercando a aquella mujer, cuyo rostro era imposible de ver, pues tenía una especie de capa y capucha, como la de los monjes, el polista se mezcló con la paja destinada a los caballos, y tropezó mientras cruzaba.
- ¡La pucha que lo tiró! – dijo Cambiaso.
Mientras se levantaba, vio que sobre la paja había una enorme horma de Queso, de colosal tamaño.
- ¡Un Queso! ¡A María la asesinaron y le tiraron un Queso!
- Sí. ¡Un Queso! – dijo la mujer - Queso. 
- Queso – repitió Adolfo Cambiaso.



El polista llegó por fin ante la mujer, que ahora estaba ante el.
- ¡Sos vos María! ¡Has vuelto! – dijo Cambiaso.
- No se quien crees que soy. Solo te digo que soy Carla Romanini – dijo la mujer, en efecto, era Carla Romanini, la rubio modelo.
- No, vos no sos Carla, vos sos María Vazquez, mi mujer. Has vuelto, te tiraron un Queso, pero volviste.
- No me tiraron ningún Queso, al menos todavía… soy yo quien tira los Quesos a los tipos como vos, ja, ja, no soy solo una simple modelo, una rubia tarada como muchos creen, o quizás sí lo sea, o sea mucho más que eso, por eso vine a tirarte un Queso.
- Hagámoslo de vuelta, María, como antes, como en los 90, cuando estaba el Doctor Carlos Saúl.
- Ya te dije que no soy María. Soy Carla Romanini, la Quesona Asesina.
- Vos sos mi esposa, sí vos sos ella, hagámoslo otra vez.
- No soy ella – dijo Carla – pero sí, sí, crees que soy María Vazquez, lo soy. Hagámoslo de una vez.


Los dos se zambulleron en la paja, ella estiró sus piernas sobre el rostro de Adolfo, que empezó a chuparle los pies, el polista después la agarró de la concha, le chupó la vagina primero, las tetas después, y ahí en medio de la paja, la penetró con gran intensidad y pasión, enceguecido, Adolfo Cambiaso estaba convencido de estar teniendo sexo con María Vazquez, su esposa.
Al finalizar aquella relación sexual, el polista quedó ahí, en medio de la paja, exultante de goce y satisfacción, sintiendo una felicidad que nadie puede explicar con palabras.
- María, lo hicimos otra vez, qué feliz que estoy, sí mi vida terminará en este momento sería un momento de felicidad, ojala todo terminé acá, ya no vale la pena seguir viviendo, nada será mejor que esto – dijo Adolfo Cambiaso.
- Es que así será, Adolfo – dijo Carla Romanini.
Exhaltado como estaba, el polista no advirtió que Carla tomó un cuchillo muy largo y filoso, con sus guantes negros, y se fue acercando sigilosamente hacia él, rodeó el cuello con el cuchillo y….
- ¡Aaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj! – fue el grito de dolor de Adolfo Cambiaso, mientras Carla le cortaba el cuello.



Así lo degolló, una herida profunda en el cuello de derecha a izquierda, y una segunda de izquierda a derecha. Mientras el cuello se desangraba, el cadáver de Cambiaso quedó tumbado en medio de la paja.
- Queso - dijo Carla Romanini mientras agarraba el Queso y lo tiraba sobre el cadáver de Adolfo Cambiaso .
- Adolfo Cambiaso – la asesina dijo en voz alta el nombre de su víctima, mientras se alejaba de la escena del crimen.


La asesina se fue tan misteriosamente como había llegado. Dicen que de lejos vio a los peones y que en algún momento sintió la tentación de apuñalarlos, pero les perdonó la vida…
- No vale la pena. Son dos pobres tipos – dijo Carla – la condena de esa gente es seguir viviendo en la miseria y la pobreza. Yo asesinó a tipos como Adolfo Cambiaso o Matías Camisani, quesudos de esa naturaleza, ja, ja.
Una fuerte risotada resonó en todo Cañuelas, mientras la asesina se iba de la escena del crimen.


LA ASESINA DE MARTÍN NAIDICH



El nadador Martín Naidich se encontraba entrenando en la pileta olímpica de un importante club de la ciudad de Buenos Aires, aquella tarde entrenaba más de lo habitual.
- ¿Te quedas un rato más, Martín? – le dijo otro de los nadadores, Santiago Grassi.
- Sí, hoy tengo ganas, una especie de homenaje a Fede, pobre, hoy es el aniversario del día en que lo asesinaron.
- Uy, es verdad, pobre chabón, dicen que una mina lo cosió a puñaladas.
- Y le tiró un Queso. Sí, fue horrible – dijo Martín Naidich.
- Bueno, me voy, Martin.
- Mira la mina esa, que buena que esta – le dijo Martín a Santiago, mientras este ya abandonaba la pileta.
- Que minita tan buena – dijo Santiago – bueno Martín, me voy, chau, nos vemos.
- Chau, Santi, nos vemos.



Martín nadó un poco más, en estilo mariposa, libre, espaldas y pecho, como si estuviera en los Juegos Olímpicos, pero mientras salía del agua, y veía a su alrededor, notó dos cosas: primero, era el único nadador que permanecía en la pileta, segundo, esa minita, esa mina tan buena, que tan bella y atractiva le parecía, cada vez estaba más cerca de el. De repente, al terminar de nadar en estilo pecho, Martín sintió que algo caía encima suyo, logró esquivarlo, y para su sorpresa, vio, que lo que flotaba en el agua era…
¡Un Queso!
Y vio que la minita estaba al lado de el, en el agua..
- ¿Quién sos? ¿Qué haces aca? Te voy a denunciar por acoso – le dijo Martín Naidich a la “minita” - ¡Me tiraste el Queso!.
- Soy Carla, Carla Romanini, ja, ja – le dijo Carla a Martín – Sí, es cierto, fui yo, quien te tiró el Queso..
- ¿Qué haces aca? Con ese Queso pueden comer familias enteras.
- Puede ser. Vine a nadar. No competiré en los Juegos Olímpicos como vos, ni en los Panamericanos, pero tengo el mismo derecho que vos a usar al pileta, ja, ja.



Carla, en ese momento, estiró sus piernas, y puso sus pies sobre el rostro de Martín.
- No me tengas miedo – dijo Carla – se que a tu amigo lo asesinaron y le tiraron un Queso, y yo te tiré un Queso, pero yo solo quiere divertirme un rato.
- Ja, ja, ja – río Martín – yo creo que el murió a manos de esa mujer porque no supo jugar bien, le tocó perder y perdió. Pero yo sí, se jugar muy bien, je, je.
- Leí que te suspendieron de las competencias por sustancias prohibidas – le dijo Carla a Martín.
- Sí, fue en Budapest.
- Budapest. Una de las ciudades preferidas de Lady Dumitrescu.
- ¿Lady Dumitrescu?
- Ja, ja, ja – río Carla – dale no tengas miedo, chúpame los pies. 
Carla agarró el Queso que estaba flotando y se lo tiró otra vez a Martín Naidich.
- Juguemos, o te voy a ahogar con el Queso, estamos en el agua, ja, ja – le dijo Carla.



El nadador quedó callado, y bastante asustado ante Carla, pero movido por un impulso irrefrenable, se acercó a la chica, y sin mayores inconvenientes, la agarró, y la penetró por la vagina. El sexo fue muy intenso, los dos lo disfrutaron mucho, la piscina se movió como si fuera un maremoto.
- La has hecho muy bien Martín, muy bien – dijo Carla – deberían inventar la natación sexual.
- Jugué muy bien. ¿No te parece?
- Espero que no haya habido ningún doping ahora.
- No lo hubo ahora ni lo hubo antes.
- Eso no se lo cree nadie, como tampoco nadie podría creer que soy una asesina, pero sí soy una asesina, y vos sos mi próxima víctima, Martín Naidich. Correrás la misma suerte que tu amigo, Federico Grabich.
- ¡Nooooooooooooooooooo! – gritó aterrorizado Martín Naidich.



Pero ya era tarde, Carla le dio un brutal cuchillazo a Martín, clavándole el cuchillo en el estomago hasta el mango, la sangre se esparció por todas partes. Le dejó el cuchillo clavado y con otro cuchillo le asestó una puñalada similar, pero en el cuello, atravesándolo, el mango quedó clavado del lado derecho, mientras la punta salía por el izquierdo. No hicieron faltas más heridas, el cadáver de Martín Naidich quedó flotando en la piscina, mientra la sangre se esparcía por todas partes.
- Queso - dijo Carla Romanini mientras agarraba el Queso y lo tiraba sobre el cadáver de Martín Naidich.
- Martín Naidich – la asesina dijo en voz alta el nombre de su víctima, mientras se alejaba de la escena del crimen.




La asesina se fue tan misteriosamente como había llegado. Dicen que de lejos vio a un viejo, muy anciano, que era el sereno de la pileta, y que tenía que cerrar el lugar. Carla sintió la tentación de asesinarlo, de liquidarlo lanzándole un puñal, pero al acercarse al viejo, sintió compasión por el anciano, le hizo recordar a su abuelo, y guardó el puñal.
- No vale la pena. Es un pobre viejo – pensó Carla – la condena de esa gente es seguir viviendo en la miseria y la pobreza. Yo asesinó a tipos como Martín Naidich, Adolfo Cambiaso o Matías Camisani, quesudos de esa naturaleza, ja, ja.
Carla, la asesina, se cruzó con el anciano, y tanto le recordaba a su abuelo, que no pudo impedir saludarlo.
- Buenas noches – le dijo Carla.
- Buenas noches señorita Romanini…
- Gracias señor…
- Nicolae Dumitrescu. Ese es mi nombre – dijo el anciano, con acentro centroeuropeo – o al menos, así era conocido en mi Rumania natal, je, je.
Una fuerte risotada resonó en la piscina, mientras la asesina se iba de la escena del crimen. Gran conmoción se produjo al día siguiente cuando descubrieron el cadáver de Martín Naidich flotando en la piscina, con un Queso en medio del agua.
- Hace unos años le llegó el Queso a Federico Grabich, ahora a Martín Naidich le tiraron un Queso. ¿Seré acaso yo la próxima víctima? ¿Me tiraran un Queso? – se preguntó, aterrorizado, el nadador Santiago Grassi.


Comentarios

  1. siempre letal la Romanini, la mejor asesina, sin dudas

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  2. SI HAY UN VOLUNTARIO PARA SER QUESONEADO POR CARLA ROMANINI, ACA HAY UNO

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  3. el nadador es como que se entrega resignado a la asesina, porque ya debería haber estado advertido por Federico Grabich, igual, gran relato, me gusto

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  4. Creo que empata con Carla Conte en la condición de quesona. Las otras Carlas y las dos Ravelias se van a tener que esperar si quieren conseguir la Mención de Honor.
    Liquidó a un nadador en su medio, todo un mérito.
    ¿Hay más Dumitrescu?

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  5. lindo chabón, esta para partirlo como un Queso en serio

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  6. una nueva versión de "La Asesina de Federico Grabich" con Carla Romanini no vendría mal

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  7. no estaría mal que en etapa "deconstructiva" ahora se diga que Ravelia Zamas se llama en realidad Carla Mazza y que adoptó el apodo de Ravelia por su parecido con la top model, no estaría mal

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  8. y que teer cuidado con las mujeres que uno conoce por ahí, porque pueden tener muy malas intenciones. y más si son feministas. Un relato escalofriante, en que creo entrever al Conde Drácula

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  9. terminar siendo asesinado por Carla Romanini es mejor que morir de cualquier enfermedad, ojala venga por mí con su quesito

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