La Asesina de Javier Ortega Desio y Matías Moroni
LA SAGA DE CARLA ROMANINI, LA QUESONA ASESINA
LA ASESINA DE JAVIER ORTEGA DESIO Y MATÍAS MORONI
Serian las cuatro de la mañana, aún era noche profunda. Carla Romanini, la joven, bella y rubia modelo, se levantó abruptamente de la cama. Vestida con un camisón blanco, Carla se puso un par de guantes negros en las manos. Con los guantes agarró una bandeja y se dirigió a la cocina. Abrió la puerta de la heladera y agarró una enorme horma de Queso Gruyere, que sobresalía por sus agujeros. Puso el Queso sobre la bandeja y lo llevó hasta la mesa.
Tras colocar la bandeja sobre la mesa, siempre con los guantes negros en sus manos, agarró un cuchillo, un enorme cuchillo, un gran cuchillo del modelo denominado corvo chileno, una reliquia adquirida en una feria de antigüedades. Carla levantó el cuchillo y lo clavó sobre el Queso, comenzó a apuñalar el Queso, como descontrolada, le dio cuchillazo tras cuchillazo al Queso mientras decía en voz alta, casi a gritos:
- Queso, Queso, Queso – así como una mantra.
Finalmente, Carla dio por finalizado el ritual. Tomó los cubos y trocitos en que se había visto reducido y desmembrado aquel Queso, y los metió en una bolsa, y esa bolsa la puso dentro de la heladera. Carla regresó a su cama, y completamente satisfecha por aquel ritual que había realizado, se quedó dormida plácidamente.
Al día siguiente, Carla debía concurrir a un partido de rugby, por razones profesionales, un partido de los Jaguares, en la cancha de Vélez Sarsfield. La modelo nada sabía de deportes, menos de rugby, pero tenía que ir y fue. Antes del partido, hubo un sentido homenaje a Matías Alemanno, rugbier desaparecido algún tiempo atrás, del que no se conocía rastro alguno.
Sobre la desaparición de Alemanno se habían tirado toda clase de hipótesis: desde que había huído en un plato volador hasta que había sido secuestrado y asesinado por una malvada asesina serial de hombres, una Quesona.
- Ja, ja, ja – reía para sus adentros Carla Romanini – no lo secuestré, pero sí lo asesiné, soy una asesina, soy una Quesona, una Quesona Asesina.
Carla no tenía, en principio, intención de cometer ningún asesinato en aquella jornada. Sin embargo, estando ahí, cumpliendo su rol de modelo profesional en medio del partido de rugby, su instinto criminal empezó a despertarse y no lo pudo frenar.
- Asesinaré a uno de estos rugbiers – pensó Carla – como ya hice con ese tal Matías Alemanno. Asesinaré a alguno. Lo tendré en la cama, y ahí le clavaré el cuchillo, el corvo chileno, lo asesinaré y le tiraré un Queso. Soy una Quesona.
Perfecto, la asesina había decidido cometer un nuevo crimen. Y cuando Carla Romanini decide cometer un nuevo asesinato no hay dudas que un hombre será asesinado y sobre su cadáver tirará un Queso. Donde ella pone el ojo, un chabón es amasijado, y chau le tira el Quesó. Pero… ¿Quién sería su víctima?
Los jugadores de rugby, los Jaguares, finalizado el partido, comenzaron a saludar a las modelos. Ninguno lo sabía, ni lo imaginaba, pero al saludar a las modelos una por una, los Jaguares estaban saludando a la asesina de un compañero suyo, de Matías Alemanno. Y aún peor, una de ellos estaba saludando a una chica que planeaba asesinarlo aquella misma noche.
Uno por uno, los Jaguares saludaban. Para las demás modelos era solo una actividad más en su rol del modelaje, pero para Carla constituía elegir a quien sería su próxima víctima. Cuando ella pasó Javier Ortega Desio, la asesina pensó que era un buen candidato.
- Si no surge nada mejor, este Javier Ortega Desio será mi próxima víctima.
Pero al pasar ante ella Matías Moroni, “Tute”, 1,85 metros de altura, 45 de calzado, la asesina sintió una especie de temblor en su cuerpo.
- Matías Moroni, Matías como Matías Alemanno, ja, ja, este será el Quesoneado.
La asesina ya había tomado la decisión. El Queso ya tenía destinatario.
- Le dicen Tute, que sobrenombre tan horrible.
La asesina siempre necesitaba odiar a sus víctimas, para tener más alevosía a la hora del crimen. Las modelos continuaron hablando muy alegremente con los rugbiers. Debía seducir a Moroni, llevarlo a su departamento para asesinarlo…. Se acercó entonces al rugbier con el objetivo de tener alguna charla. Se acercaba a el, cuando el paso de la modelo fue interrumpido por el otro rugbier, Javier Ortega Desio.
- Qué linda que sos. Sos realmente hermosa. Me gustaría sacarme una foto con vos, se que sos una modelo muy exitosa. – le dijo Ortega Desio, en una propuesta bien directa, a Carla, a la asesina.
- Perfecto, solo una foto, dale, ponele en tu Instagram.
La asesina cumplió el deseo de Ortega Desio y se sacó una foto, siguió avanzando a donde estaba Moroni, pero el otro rugbier ya no estaba.
- ¡Maldita sea! – pensó Carla – Por sacarme una foto con ese pelotudo, le perdí el rastro a mi verdadero objetivo, que es ese Matías Moroni.
Carla se puso realmente nerviosa, el evento ya finalizaba, y todos empezaban a irse, los rugbiers y las modelos. Carla salió muy fastidiada. Javier Ortega Desio se la cruzó mientras salían y le dijo:
- ¿Dónde vas? ¿Puedo ayudarte? Si queres te puedo alcanzar.
- No, gracias – dijo Carla – prefiero tomarme un Uber.
- ¿Un Uber?
Justo en ese momento apareció Matías Moroni. Como ignorando a Carla, que estaba ahí en un costado, Matías le dijo a Javier:
- ¿Me alcanzas hasta mi departamento de Puerto Madero? La Mini Van la tuve que llevar al taller.
- Dale, vení – le contestó Javier.
Carla quedó ahí parada, ¡Maldita sea! ¡Se le acababa de ir Matías Moroni! ¡No podía ser! ¡Y vivía en Permaneció como inmóvil. Los dos rugbiers la vieron, y Ortega Desio, le dijo entonces:
- Puedo llevarte Carla. ¿Carla es tu nombre? Dale vení. ¿O vas a esperar el Uber?
- No rechazaré tu ofrecimiento ahora – le dijo Carla.
Rato despues, los tres, Carla Romanini, Javier Ortega Desio y Matías Moroni iban juntos en el auto de lujo 0 km del rugbier. La asesina ya estaba con su víctima… ¿Pero como lograr que fuera a su departamento? Algo se le ocurriría.
Avanzaban rápido por la autopista desde la cancha de Vélez a Puerto Madero, la zona top y lujosa donde Carla Romanini tenía su departamento. Demasiado rápido. Carla intentaba algo, pero nada se le ocurría. Ya estaban en Puerto Madero, mientras avanzaban por sus cuadras. Ortega Desio le dijo a Matías:
- ¿Dónde esta tu edificio, Tute?
- Es ese – Matías señaló uno. Carla no lo podía creer: era el mismo edificio donde vivía ella. Permaneció callada.
- ¿Es tuyo ese departamento? – preguntó Ortega Desio.
- No. Lo tiene en alquiler Jerónimo De La Fuente. Mientras tanto me lo presta y ahí estoy viviendo estas semanas.
- Yo también vivo en ese edificio – dijo Carla – pero el departamento es mío.
- ¡Ja, ja, que casualidad! – río Matías Moroni – Yo estoy en el piso décimo séptimo.
- Yo en el último, el treinta, donde veo todo el Río, hasta la Costa del Uruguay. Podes visitarme, o yo te visito a vos, Matías – le dijo Carla.
- ¿La Costa del Uruguay? – le dijo Javier - ¿No podría subir al departamento para sacar fotos?
- ¿Fotos? Es de noche, no se ve la Costa del Uruguay ahora.
- Pero sí se ve la ciudad de Buenos Aires de noche. Necesito sacar fotos desde esa altura.
- Bueno dale vení, te invitó – dijo Carla, un poco de mala gana.
Así fue que el destino quiso que en un rato después, Javier Ortega Desio se encontraba en el departamento de Carla sacando fotos, en el piso treinta, mientras Matías Moroni, la víctima elegida por la asesina, estaba en el otro departamento, el del décimo séptimo piso. Ortega Desio muy entusiasmado sacó unas cuantas fotos. A Javier le llamó la atención un cuadro que estaba ahí, una especie de pizarra, tapada por una sabana.
- ¿Y esa pizarra? ¿Qué hay debajo de esa sabana?
- Nada – dijo Carla – seguí sacando fotos.
- Bueno, ya está – le dijo Javier a Carla – no quiero molestarte más, ya está.
- De ninguna manera ya está. Esto recién comienza – le dijo Carla.
Javier Ortega Desio se dio vuelta y para su sorpresa, Carla estaba ante el, desnuda, con el camisón en el piso, y un par de guantes negros como única prenda.
- No – dijo Javier – yo no quería esto, yo solo quería sacar fotos. No quiero problemas, despues me acusan de acoso y violación.
- No te hagas el pelotudo – le dijo Carla – dale, te estas insinuando desde hoy, vos quisiste esto, ahora disfrutalo. Dale tengamos sexo. Pero vestite de rugbier, no con esa ropa.
- No puedo resistir esto.
- Vestite de rugbier entonces.
Minutos después, Javier Ortega Desio estaba vestido de rugbier, y se tiró al piso, ahí empezó a chuparle las tetas a Carla, mientras ella le chupó primero los pies, despues la pija, se revolcaron en el piso, la fellatio fue intensa, el la penetró con pasión y energía. Los dos quedaron satisfechos y gozosos por aquella experiencia.
- Nunca pensé que iba a gozar tanto esto – dijo Ortega Desio.
El rugbier quedó tendido en el piso. No se dio cuenta que detrás de el, Carla avanzaba cuchillo en mano, con el corvo chileno, a paso firme pero lento y sigiloso.
- Qué bien la hemos pasado. ¿Estas ahí Carla?
- Aca estoy Javier.
El rugbier seguía dándole la espalda. De repente, sobre el, cayó un Queso, sí una gran horma de Queso.
- ¡Queso! – dijo Carla.
- Ja, ja, ja – río Javier - ¿Porqué me tiraste el Queso? ¡Este Queso hay que comerlo!
- ¡Jugaremos con el Queso!
Javier seguía dándole la espalda. Quedo con el Queso ahí, delante suyo. Iba a decir algo pero de repente sintió un brutal dolor en el cuello y solo pudo exclamar un grito de horror.
- ¡Aaaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjjj! – gritó el rugbier de horror.
Carla le estaba clavando el cuchillo en la nuca. Le atravesó el cuchillo en el cuello, se lo hundió hasta el mango. Era el corvo chileno, el cuchillo. La asesina lo sacó del cuello del rugbier y se lo volvió a clavar en la espalda. No fueron necesarias más heridas. Javier Ortega Desio fue así asesinado por Carla Romanini.
- Queso – dijo la asesina en voz alta.
El cadáver de Javier Ortega Desio quedó ahí tendido en el piso. La asesina tomó una bolsa de dormir y lo metió adentro, con el Queso incluído. El enorme bulto estaba ahí, en medio del salón, con las esplendidas vistas que desde allí se veían. La escena del crimen quedó limpia.
- ¡Riiiiinggggggg! – sonó el timbre, para sorpresa de Carla Romanini, que se sorprendió al escucharlo.
La asesina rápidamente limpió el cuchillo, se puso el camisón y fue a abrir la puerta.
- ¡Riiiiinggggggg! – sonó otra vez el timbre.
- ¡Ya voy! – dijo Carla.
La asesina abrió la puerta y ante ella estaba Matías Moroni, el otro rugbier, el que ella había elegido como víctima.
- ¡Oh! – pensó Carla - ¡El viene a mí! ¡Lo asesinaré!
- Hola – le dijo Matías Moroni a Carla – Vine a ver tu departamento. ¿Y Javier?
- Ya se fue. Dale pasa, pasa.
Matías entró a ver el departamento, Carla le mostró las vistas. El bulto con el cadáver y el Queso de Javier Ortega Desio permanecía ahí. A Matías le llamó la atención.
- ¿Y eso?
- Basura – le dijo Carla – solo basura. Quedo ahí, anoche tuvimos una fiesta, simplemente eso.
- Simplemente eso – repitió Matías Moroni.
En ese momento, Carla se sacó otra vez la ropa, el camisón, quedó en el piso, y los guantes negros eran otra vez su única prenda. Matías la miró con atención.
- Sos hermosa – fue lo único que dijo el rugbier.
- Soy hermosa y también seré tuya, si así lo deseas.
- Lo deseo.
- Soy tuya entonces.
Carla se tiró al piso, y le arrancó el calzoncillo a Matías, empezándole a chupar la pija, el le chupó las tetas, jugaron con los pies, se hicieron cosquillas, se los chuparon, más cosquillas en los pies, más chupadas, cosquillas en todo el cuerpo, después de las cosquillas, la penetración, disfrutaron, se movieron, gozaron, se trasladaron por todo el salón, al terminar, Matías quedó ahí en el piso, vio una pared.
Se dio vuelta. Carla había desaparecido. Matías se fue acercando a la pared, en la pared había una pizarra, envuelta en una sabana. El rugbier desprendió la sabana, y vio que ahí en una pizarra había fotos de ocho hombres, con sus nombres, leyó uno por uno…
“Matías Alemanno, rugbier”
“Matías Sotelo, modelo”
“Matías Paz, modelo”
“Matías Nani, futbolista”
“Fabrizio Silva, modelo”
“Marcos Delía, basquetbolista”
“Jonatan Arioli, modelo”
“Mariano Ontañón, modelo”
Matías observó aquel cuadro con horror… ¡Matías Alemanno, su compañero de rugby desaparecidos! ¡Y los demás, todos desaparecidos! ¡Nada se sabía de ellos!
Aterrorizado al ver ese cuadro, Matías no se dio cuenta que la asesina se acercaba a el, y no traía ahora un cuchillo, ni un revolver, tampoco una soga para estrangularlo, sino arcos y flechas, sí, como una arquera de la edad media.
- Ahora sabes la verdad sobre mí – dijo Carla – soy una asesina, una Quesona Asesina, como la Matacarlos, como Ravelia Zamas, como Ravelia la tatuada, como Carla Conte o Carla Rebecchi, a todos estos idiotas yo los asesiné, les tiré el Queso, a la mayoría los asesiné con cuchillo, salvo al basquetbolista al que estrangulé, , je, je, y a Sotelo, y al modelito Fabrizio, los despaché a balazos, vos serás mi décima víctima, el quinto Matías.
- Aca hay ocho – dijo Matías como perdido, sin saber que decir – Seré el noveno.
- El noveno fue Javier Ortega Desio, tu compañerito, lo asesiné hace un rato. Como a los demás, a todos esos. Todos recibieron su Queso. Y para vos tengo reservado esto, arco y flecha, morirás como se moría en la Edad Media.
- ¡Nooooooooooooooooooo! – gritó espantado Matías Moroni.
Pero ya era tarde. Carla le disparó las flechas y lo asesinó así, a flechazos. El primer flechazo impactó en el cuello, el segundo en el corazón, el tercero en el estomago, el cuarto en la frente, en medio de los ojos. En cada una de las flechas, había un pedazo, un trocito de Queso incrustado, esos pedacitos que ella misma había cortado en la madrugada, cuando tuvo ese trance, propia de una Quesona Asesina.
- Queso – dijo Carla Romanini mientras arrojaba el Queso sobre el cadáver de su víctima.
Llevó el cadáver de Matías Moroni y lo metió adentro de otra bolsa, con el Queso, ahora ya no tenía un bulto, tenía dos. Los dejo ahí. Se limpió y se fue a dormir.
Tras dormir sin problemas, sin ningún tipo de remordimiento por el doble asesinato que había cometido, Carla se despertó. Se había acostado tarde por lo que resultó lógico que la asesina durmiera hasta casi las tres de la tarde. Se levantó, y tras tomar un café con leche, sin ningún tipo de alimento, se aseó y se vistió. Dicen que se dio una fuerte baño en la bañera con la sangre de sus víctimas.
No faltaba tanto para que tuviera que concurrir a un nuevo evento. Carla se sentó ante la computadora, y busco algunas fotos de los dos jovenes a los que había asesinado horas antes.
“Javier Ortega Desio” agregó “Matías Moroni”. Tomó las fotos, armó la imagen, las imprimió, con papel fotográfico de la mejor calidad, y las pegó en aquella cartelera. A la cartelera le agregó otro cartel: “LaVíctimasDeCarlaRomanini #Queso #LosQuesoneadosPorCarla #Queso” y una foto tuya.
Se dio vuelta y vio que aún estaban ahí, los dos cadáveres quesoneados. El olor era nauseabundo. Pero Carla los arrastró y los metió en heladeras, al mismo tiempo con Queso rallado logró tapar el olor.
- Ya veré que hago con estos dos quesoneados – dijo Carla – quizás los convierta en Queso, ¡Ja, ja, ja, ja!
¿Quiénes serán los próximos hombres asesinados por Carla Romanini?
maravillosa esta asesina, me encanta
ResponderBorrarojala esta Quesona termine amasijando a todos los jaguares, esos chabones del rugby, siempre agrandados se merecen estos Quesos
ResponderBorrarQUE VENGA YA ESTA QUESONA... QUE ME CONVIERTA EN QUESO
ResponderBorrar¿entonces los convierte en Queso?
ResponderBorrarmuy sanguinaria y siniestra está asesina... por eso me encanta
ResponderBorrarla foto de la bañera es real? parece estar hecha para el blog
ResponderBorrarUn poco inexperta, no es coml otRAS carlas pero magnifica, letal.
ResponderBorrarAlgun anonimo, como tecnicos de telefonia, para castigar a una empres que no cumple
está mina está en un programa muy malo en Kuarzo, hay un par de chabones deberían ser asesinados cuanto antes x la Quesona
ResponderBorrarJuan Persico de Agapornis esta en ese programa "Con Amigos Así" x favor que sea asesinado por Carla Romanini está tipa es muy boluda x eso es una asesina muy peligrosa y sanguinaria
ResponderBorrarBuena idea.
BorrarAhora hay suficientes Carlas para masacrar a lo que queda de Agapornis. No vaya ser que aprovechen la repercusión de las muertes de las cantantes, para tener más éxito.
Este supuesto humorista que hizo del payaso Totito, un personaje detestable, merece ser recibido por esta Carla. Y un recibir un queso de la rubia, por su odiosa falta de talento.
ResponderBorrarY es más bajo que ella, así que Carla Romanini podrá tener la ventaja de ser más alta que un hombre destinado a ser su víctima.
https://es.wikipedia.org/wiki/Nazareno_M%C3%B3ttola
muy buena sugerencia ese Nazareno es detestable
Borrarla Quesona lo asesinaría con gusto se hace la boluda pero es muy sanguinaria
que arma usaría? lo podría asesinar pisoteandolo con los zapatos cuyos tacos serian como puñales
agrego que el fracaso de la selección de rugby en el Mundial puede deberse a esta asesina que tiro varios quesos entre los rugbiers
ResponderBorrarquizás ya recibió su Queso con tantos asesinatos uno ya se pierde pero sí aún no lo mataron el rugbier Tomas Lavanini es un buen candidato para ser quesoneado por Carla Romanini
ResponderBorrarestaría bueno que esta asesina logre asesinar a todos Los Pumas rugbiers eternos fracasados
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