La asesina de Gonzalo Longo
La imagen de la primera versión de "La Asesina de Gonzalo Longo" donde el Chalo Longo era ahorcado por una asesina; una imagen popular en Google
El protagonista de este relato es el rugbier ya retirado y devenido en entrenador Gonzalo Longo. Su nombre completo es Gonzalo Matías Longo Elía, apodado el “Chalo” con una altura de 1,93 m, 105 kgs de peso y un calzado talle 46, de gran trayectoria en el San Isidro Club (SIC), uno de los grandes equipos en las Ligas Superiores del Rugby Argentino.
Esto que vamos a relataros ocurrió cuando el Chalo Longo se trasladó a Bariloche, a participar en un evento de rugby como entranador. Cuenta la leyenda que al finalizar este evento, en el tercer tiempo, una chica rubia, muy bello, idéntica como una fotocopia exacta a la top model Valeria Mazza, se acercó al Chalo Longo. El rugbier no pudo evitar sorprenderse al ver a esta chica, muy bella, frente a él, creyó estar ante Valeria Mazza pero la Valeria Mazza de diez años atrás…
La chica se puso frente al Chalo y le dijo:
- ¿Me firmas un autógrafo Gonzalo?
El rugbier se sintió como hechizado ante la chica y le dijo:
- Hola nena, por supuesto que te firmaré un autógrafo, cien si me los pedís…
- No es necesario tanto, Gonzalo.
- Decime “Chalo” así me conocen todos. ¿Vos como te llamas?
- Mi nombre es Ravelia, Chalo. Ravelia, como Valeria al revés, pero todos me dicen la “Quesona”.
- “Quesona” que sobrenombre tan curioso y al mismo tiempo muy bueno. Me gusta “Quesona”.
- Dale Chalo, fírmame un autografo, con uno me conformó.
- Aca tenés – dijo el rugbier cumpliendo el deseo de la chica – si lo deseas, no te obligó, esta noche te espero en mi habitación, la 217. Después de las once, que tal?
- Ay Chalo, me haces caer en la tentación. No te prometo nada pero sí, trataré de estar ahí.
- ¿Me firmas un autógrafo Gonzalo?
El rugbier se sintió como hechizado ante la chica y le dijo:
- Hola nena, por supuesto que te firmaré un autógrafo, cien si me los pedís…
- No es necesario tanto, Gonzalo.
- Decime “Chalo” así me conocen todos. ¿Vos como te llamas?
- Mi nombre es Ravelia, Chalo. Ravelia, como Valeria al revés, pero todos me dicen la “Quesona”.
- “Quesona” que sobrenombre tan curioso y al mismo tiempo muy bueno. Me gusta “Quesona”.
- Dale Chalo, fírmame un autografo, con uno me conformó.
- Aca tenés – dijo el rugbier cumpliendo el deseo de la chica – si lo deseas, no te obligó, esta noche te espero en mi habitación, la 217. Después de las once, que tal?
- Ay Chalo, me haces caer en la tentación. No te prometo nada pero sí, trataré de estar ahí.
A las once de la noche, Ravelia, estaba ahí con el “Chalo” Longo en la habitación 217. Si la chica estaba irresistible a la tarde, a la noche era aún más bella y atractiva. El rugbier le preguntó:
- Che Quesona, sos igual a Valeria Mazza. Si no estuviera muerta, asesinada por el basquetbolista Carlos Delfino, diría que sos ella…
- Todos me lo dicen. Nací diez años después que ella. El 17 de febrero de 1982. Al parecer el sol, la luna, los planetas y las estrellas estaban alineados de la misma manera por eso soy igual a ella, si estuviese viva claro. La diferencia es que yo nací en Buenos Aires, ella en Rosario. Pero la expectación astral, el día y el horario eran idénticos.
- Sos hermosa – dijo el Chalo Longo – quiero tener sexo con vos cuanto antes Quesona.
- Lo sé – fue la respuesta de la Quesona – Tendremos sexo pero antes quiero oler tus zapatillas.
- ¿Oler mis zapatillas?
- Sí, esas que están ahí – Y la Quesona señaló un par de zapatillas que estaban en la habitación - ¿De qué tamaño son?
- 46 – contestó el rugbier – mira que apestan.
- Por eso las quiero oler.
- Ahora entiendo porque sos “la Quesona”.
El Chalo Longo le dio las zapatillas a la Quesona, que las olió con satisfacción y placer. Realmente apestaban.
- Ahora quiero oler tus Quesos.
- Ja, ja, ¿Mis pies? Con gusto los olerán, apestan Quesona, ja ja, aunque me bañe una y otra vez siempre huelen a Queso…
- Y eso que no sos Quesón…
- No… no soy Quesón… ese privilegio lo tiene mi amigo y compañero “Nacho” Fernández Lobbe… que le vamos a hacer.
- Al no ser Quesón, sos lo que yo llamó un “Quesudo”.
- Pues seré Quesudo entonces, ja, ja.
Así fue como el Chalo Longo puso sus pies encima de la cara de la Quesona, que los olió, besó, lamió y chupó una y otra vez. El rugbier estaba sorprendido, luego pidió hacer lo mismo con los pies de ella.
- Vaya, vaya – dijo el Chalo Longo – creí que tus pies olerían a Queso, no a un Queso duro como los que olemos los hombres, pero sí algún suave fromage, pero huelen a perfume francés.
- Por supuesto, las mujeres no olemos a Queso. Lamentablemente, son los hombres los que huelen a Queso.
Luego tuvieron sexo. Fue una noche de intenso placer que el “Chalo” Longo jamás imaginó. En su intensa carrera de rugby sus encuentros con chicas del tercer tiempo eran comunes. Y muchas le habían hecho sentir placer de una enorme intensidad. Pero nunca como aquella noche. Tanto fue el placer que dormido se quedó y al despertar, ya eran las diez de la mañana, se vió solo en la habitación. La Quesona había desaparecido.
Se vistió y bajó a desayunar con cierta prisa, pues a las diez y media cerraban el desayuno en el Hotel. Longo pensaba pasar un par de días en el lugar. Al salir en la recepción del hotel, el conserje, un sujeto idéntico a Carlos Tevez (¿Otro dopelganger?), también llamado “Carlitos”, le dijo:
- Señor Longo han dejado este paquete para usted.
Longo se sorprendió y tomó el paquete que era bastante pesado. Iba a salir pero el paquete regresó a la habitación. Deseaba abrirlo. Y para su sorpresa era un enorme Queso Emmental, con voluminosos agujeros, y un cartel que decía:
“Este es un regalo de la Quesona, si querés tener una tarde de placer te espero a las tres y media, en la fábrica de los Chocolates Neues Deutschland, quiero verte con este mismo Queso en las manos, no te lo comas”.
El Chalo Longo cumplió el deseo de la Quesona y a las tres y media de la tarde estaba allí, en el estacionamiento de la Fábrica. Era domingo, con un frío muy intenso y la posibilidad de una nevada se cernía sobre el cielo, nadie había en la fábrica. Longo permanecía esperando muy abrigado con guantes negros y un gorro que le cubría la cabeza, mientras sostenía el Queso con sus manos.
De repente, frente a él, como surgida de la nada, estaba la Quesona, también muy abrigada, y con guantes negros en sus manos.
- Aca estoy Quesona, te estaba esperando.
- Hola Quesudo, hacía mucho que me esperabas?
- No… dos o tres minutos…
- Muy bien Quesudo, igual lo mismo da, porque ahora tendrás la eternidad para disfrutar…
Al Chalo Longo le sorprendió aquella respuesta, más con la frialdad con que le contestó la Quesona, y la sorpresa se convirtió en terror cuando la chica sacó de sus pertenencias un arma muy potente y larga, la Itaca 37 “Stakeout” y apuntó hacia el rugbier.
- ¿Qué significa esto? – atinó a decir el Chalo Longo siempre con el Queso en sus manos.
- Soy la Quesona Asesina. Siento infórmate, Gonzalo Matías Longo Elía, que eres mi próxima víctima, un integrante más de una larga lista de Hombres Quesudos como vos. No asesinó a cualquier hombre, solo Quesudos y patones como vos, Gonzalo matías Longo Elía.
Y la Quesona Asesina sin piedad ni contemplación alguna disparó sin parar sobre Gonzalo Longo, que cayó muerto de los disparos, a la vez que el Queso que sostenía en sus manos, quedó justo encima sobre su cadáver.
La asesina finalizó con satisfacción y placer su tarea. Se acercó al cadáver lo contempló, y en voz alta dijo:
- Gonzalo Matías Longo Elía. #Queso.
La asesina tomó entonces las zapatillas talle 46 de Gonzalo Matías Longo Elía para agregarla a su vasta colección.
Y la Quesona se fue del lugar, pensando en quien serían sus próximas víctimas.
a Longo habría que asesinarlo con una ametralladora
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