Cinco Relatos Quesones bajo el signo de lA #QUESO
CINCO RELATOS QUESONES BAJO EL SIGNO DE LA IA #QUESO
Crimen Quesón de la Selva
El Consultorio del Doctor Carlos Quesón
Carlitos, un Quesón condenado en el Espacio
La Leyenda de Carla, la Quesona Asesina del Bosque
Carlos, el Basquetbolista Quesón y Asesino (aka Basquet Sangriento o Basquet Quesón)
#QUESO
CRIMEN QUESÓN DE LA SELVA
En la espesura de la jungla, donde la humedad se aferraba a la piel y la lluvia caía sin descanso, se desarrollaba una historia de sacrificio, tradición y QUESO.
Carlos, el príncipe heredero de la tribu de los Carlos Carlos, era un guerrero imponente, con una melena que le llegaba hasta la cintura, un cuerpo musculoso que reflejaba la fuerza de su linaje y unos enormes y olorosos pies talle 52.
Su misión: asesinar a Ariadna, una de las vestales, descendiente de las Dunelyan y arrojarle un QUESO en un solemne sacrificio, previamente ella debía oler los enormes pies de Carlos y perder la virginidad.
Ariadna, una joven de ojos azules y una mirada inocente, era la última de su estirpe, la guardiana de un secreto ancestral. Su muerte era un ritual necesario para mantener el equilibrio entre la tribu y los espíritus de la jungla.
Carlos, con su espada de gran tamaño, se acercaba a Ariadna, quien, con un rostro lleno de terror, contemplaba su destino. La lluvia caía a su alrededor, creando un ambiente de misterio y fatalidad. Carlos, con un gesto de pesar, empuñaba su espada, preparándose para cumplir con su deber.
"Te he estado buscando, Ariadna," dijo Carlos, su voz ronca como el trueno. "Tu tribu ha pagado por los crímenes de las Duneyan."
Ariadna, con los ojos llenos de miedo, suplicó por su vida. "Por favor, Carlos, no me hagas daño. No tengo nada que ver con las acciones de mi tribu, además las Duneyan siempre buscamos la paz y la felicidad del pueblo, nunca la guerra ni la violencia."
Carlos se rió, una risa cruel que resonó en el bosque. "No hay escapatoria para ti, Ariadna. Tu sangre manchará la tierra. El Queso lo purificará todo"
En ese instante, una figura se interpuso entre Carlos y Ariadna. Era un viejo sabio, conocido con el nombre de Dumdalf, una mezcla de Dumbledore y Gandalf, pero en versión tropical, el líder espiritual de la tribu, quien, con voz grave, le decía a Carlos: "El sacrificio no es necesario. Ariadna es la elegida para salvar a nuestra tribu."
“Sí, es necesario que ella huela tus pies, Carlos” dijo el anciano “y que pierda la virginidad”.
Carlos, sorprendido, bajó su espada, mientras Ariadna, con lágrimas en sus ojos, agradecía la intervención del sabio.
Pero ni bien bajó la espada, Carlos puso sus enormes, gigantescos y olorosos pies sobre el rostro de la vestal, esta sintió asco al principio al oler aquel aroma a Queso tan fuerte e intenso, pero los fue oliendo, lamiendo, besando y chupando con tanta intensidad, que terminó encantada por los pies de Carlos, y los chupaba, olía, lamía y besaba una y otra vez…
Finalmente, ella le ofreció su vagina como un acto de sacrificio, y Carlos la penetró de tal forma que la hizo feliz de un modo imposible de describir con palabras, estamos en la selva, o sea que fue de un modo salvaje y animal.
Dundalf había contemplado aquella escena de fetichismo de pies y sexo como un estoico, en total silencio, pero no sin goce ni satisfacción, aunque resistió el deseo de una autosatisfacción sexual como su juramento religioso lo indicaba, el viejo sabio rompió el silencio y dijo: "Pero hay una profecía. Si no se sacrifica a Ariadna, la tribu de los Carlos Carlos será invadida y exterminada por los Matías Martín."
Y agregó como quien emite una sentencia “Asesinala Carlos, y tirale un Queso, Quesoneala, la vestal debe ser Quesoneada”.
Carlos, recibió con cierta alegría aquella sentencia, y se dio cuenta de sus deseos de asesinar a la vestal. La profecía era clara, y la seguridad de su tribu dependía de su acción. Con un suspiro, Carlos levantó su espada, con la mirada fija en Ariadna, quien comprendió su destino inevitable.
En un acto de sacrificio, Carlos asestó un golpe certero, dejando caer a Ariadna al suelo. El golpe fue certero y brutal, la herida le atravesó el corazón a Ariadna, pero Carlos efectuó un segundo golpe, que le dio una cortante herida de arriba abajo en todo el cuerpo, una tercera, de izquierda a derecha, una cuarta, en el cuello, una quinta, en el estómago, y una sexta, en el pecho, la sangre de Ariadna fluía por todos lados.
La lluvia se intensificó, como si la propia naturaleza llorara la muerte de la vestal. Carlos, con la espada aún en la mano, tomó un gran QUESO de la cercana mesa de ofrendas y lo tiró sobre el cuerpo de Ariadna.
“Queso” dijo Carlos al tirar el Queso y contemplar el cadáver de su víctima quesoneada.
El sacrificio había sido realizado. La tribu de los Carlos Carlos estaba a salvo, al menos por ahora. Los Matías Martín estarían seguirían siendo una tribu amiga.
La historia de Carlos, Ariadna y el QUESO se convirtió en una leyenda, un recordatorio de la importancia de la tradición y el sacrificio para la supervivencia de una tribu.
EL CONSULTORIO DEL DOCTOR CARLOS QUESÓN
Mariela Martínez era una joven como cualquier otra, que saco un turno médico para hacerse una chequeo de rutina, nada grave ni urgente, pero siempre necesario. Tras ver la cartilla médica, vio que el único turno disponible era con el Doctor Carlos Quesón, recién recibido en el arte de las ciencias médicas.
“Martínez, Mariela” se escuchó la voz del médico al llamar a la paciente, la mujer entró al consultorio y se encontró con un hombre joven, guapo, apuesto, con pies muy grandes y olorosos, algo que le llamó mucho la atención, pero lo que más le llamó la atención fue la presencia de unos enormes hormas de Queso Gruyere en el consultorio.
“Ja, ja, ja” río Carlos “es un regalo de mis compañeros de la facultad, hoy es mi primer día en esta clínica, y mi apellido es Quesón, me regalaron esos Quesos, que más que Quesos, son Quesones o Quesotes, ja, ja, siendo Carlos Quesón no podía ser de otra manera, ja, ja”.
Mariela sonrió por cortesía y le indicó al médico que deseaba hacerse un chequeo general por simple rutina, Carlos entonces empezó a hacer una serie de recetas médicas, indicando los distintos estudios.
“Por favor Mariela, vamos a hacer una revisión general” indico Carlos “acuéstese en la camilla”.
La paciente obedeció, para su sorpresa, Carlos (que calzaba como 49) se sacó los zapatos, las medias, y quedó descalzo, y en forma inmediata, puso sus enormes y olorosos pies sobre el rostro de Mariela…
“¡Socorro!” gritó Mariela “¡Usted quiere abusar de mí! ¡Es un psicopata! ¡Un violador!”
“No grite, nadie la escuchará” le dijo Carlos “huela mis pies y después opine, a ver si le gusta, si le gusta, seguimos a fondo, si no le gusta, me denuncia, ja, ja”
El olor a Queso de los pies de Carlos era impresionante, intenso y asqueroso, al principio Mariela sintió asco, pero le empezó a gustar, y empezó a olerlos, lamerlos, besarlos y chuparlos, del asco paso al goce y a la satisfacción, le gustaba, le encantaba, y exclamó: “¡Vayamos al fondo, Carlos!”
Carlos la penetró con suavidad y educación, a Mariela le encantó como la pija del médico iba metiéndose en su vagina, luego de haberla chupado con gran énfasis, estaba contenta, eufórica y alegre. Sintió haber alcanzado la felicidad plena.
“Gracias Carlos, por hacerme tan feliz” le dijo Mariela al médico, y la pacienta quedó en la camilla, en un estado de éxtasis, casi como semi drogada.
Permaneció así unos minutos, Carlos logro reponerse y se colocó los guantes negros, agarró un enorme cuchillo, y se acercó a Mariela…
“Te asesinaré Mariela, ir al fondo, era fase 1 jugar con los pies, fase 2 tener sexo, fase 3 asesinarte y fase 4 tirarte un Queso, estamos en la fase 3, estimada paciente…”
“¡Noooooooooooooooooo!” gritó de terror Mariela, pero ya era tarde, con total frialdad y decisión Carlos le clavó el cuchillo en el pecho, la herida fue brutal, pero no fue la única cuchillada, hubo seis o siete más, que dejaron inerte y totalmente ensangrentado el cuerpo de la víctima, Carlos la asesinó de un modo magistral.
“Pasemos a la fase 4” dijo Carlos y agarró el Queso, y lo tiró encima del cadáver de su víctima diciendo en voz alta la palabra “Queso”.
Con total tranquilidad, agarró unas gigantescas bolsas de residuos, y envolvió ahí el cadáver de su víctima, luego lo deposito en un quirófano sucio, oscuro y abandonado que había al lado del consultorio, al cual se accedía desde una puerta interna.
Ya limpio y aseado, el Doctor Carlos Quesón llamó a la siguiente paciente “Jiménez, Jimena”.
Jimena Jiménez entro al consultorio y ya sabemos lo que paso, olió los pies de Carlos, tuvo sexo, fue apuñalada y le tiraron un Queso, luego su cadáver envuelto quedo en el quirófano…
Y así pasaron tres pacientes más “Lorences, Lorena”, “Pérez, Paula” y “Castro, Carina” los nombres de las siguientes víctimas de Carlos, quizás su potencia sexual fue disminuyendo, no lo sabemos, aunque quizás como comía Queso, con cada Queso que Carlos comía renovaba la potencia sexual como si cargara un celular…
El Doctor Carlos Quesón podría haber quedado en los anales de las grandes crónicas médicas por haberse recibido en tiempo récord, pero el quería figurar en las grandes crónicas policiales, y vaya sí lo hizo, siendo recordado como el cruel y sanguinario médico asesino.
Dicen que el mismo se entregó a la policía diciendo “Arrésteme Sargento, y póngame cadenas, si soy un delincuente que me perdone Dios”, y aunque era un cruel asesino, gracias a la legislación progresista y garantista imperante, lo declararon inimputable, y salió como si nada… pero esa es otra historia… y así todos los años se mudaba de país y repetía los asesinatos, la eterna leyenda del Doctor Carlos Quesón.
CARLITOS, UN QUESÓN CONDENADO EN EL ESPACIO
Siglo XVIII, año 2275, La nave espacial “Enterprise IV” atravesaba el espacio en la cadena de asteroides, pasaba cerca de Ceres, mientras se dirigía a las Lunas de Jupiter…
En la nave viajaba Carlos, un joven muchacho de raza afro, al que todos llamaban “Carlitos”, y era un asesino serial de renombre, en las colonias marcianas humanas, había cometido dos docenas de crímenes, todas sus víctimas eran jóvenes rubias, estudiantes de las universidades marcianas, a todas las había apuñalado y les había tirado un Queso.
Debido a los Quesos que tiraba se gano el merecido mote de “el Quesón”.
Carlos (o Carlitos) había sido condenado a permanecer arrestado de por vida en la luna Amaltea de Júpiter, de forma irregular, y donde se había instalado una mini base terrestre, una celda, donde debería pagar por sus crímenes en total soledad y aislamiento, unos droides le proveían sus alimentos y medicinas.
El asesino debía viajar totalmente dormido de Marte a Amaltea, mientras la científica garantista y progresista Raimunda Raimundez monitoreaba en forma presencial el viaje. Raimundez era famosa en las colonias marcianas por haber promovido la tesis de que la sociedad creaba a los asesinos y por lo tanto, estos eran inocentes, con eso recibió el título Honoris Causa y se graduo en Derecho Científico.
Raimundez, con su atuendo de científica futurista y su mirada llena de compasión, observaba a Carlos mientras dormía. No podía creer que este joven, aparentemente normal, fuera capaz de cometer tantos crímenes. Ella creía que la sociedad era la responsable de sus actos, que la violencia era un producto de la desigualdad y la injusticia.
De repente, la nave espacial comenzó a temblar. Las alarmas sonaron por toda la nave. Raimundez se levantó de su asiento y corrió hacia la sala de control. Vio que un asteroide se acercaba a la nave, a una velocidad increíble.
"¡Tenemos que hacer algo!" gritó Raimundez. "¡Tenemos que cambiar el rumbo de la nave!"
El asteroide impactó contra la nave, provocando una explosión que sacudió toda la estructura. Raimundez, con un grito de terror, se aferró a su asiento.
La nave espacial se sacudió, despertando a Carlos de su sueño. Desorientado, se levantó y vio a Raimunda Raimundez, la científica, frente a él.
"Carlos," dijo Raimundez con voz suave, "parece que hemos tenido un pequeño inconveniente. Pero no te preocupes, estamos a salvo."
Carlos la miró con una sonrisa fría. "No estoy seguro de que estés a salvo, Raimundez, soy un asesino, no lo olvides, y es la sociedad la que me creo así."
Se levantó de su asiento, y con un movimiento rápido, sacó un cuchillo de su bolsillo.
"Te he estado esperando, Raimundez," dijo Carlos, con una voz gélida. "Te he estado esperando desde que me condenaron a esta prisión. Me has condenado a una vida de soledad y aislamiento, pero yo no te voy a dejar escapar."
Raimundez retrocedió, con los ojos llenos de terror. "Carlos, por favor, no me hagas daño. Yo solo estaba cumpliendo con mi deber, yo quiero tu perdón."
Carlos se rió, una risa cruel que resonó en la nave. "Tu deber, Raimundez, era proteger a la sociedad de mí. Pero yo soy más fuerte que la sociedad. Y ahora voy a hacer lo que quiero."
Carlos se acercó a Raimundez, con el cuchillo en la mano. La mujer esperaba que la apuñalara, pero el se sacó las botas, los calcetines y puso sus pies gigantescos y olorosos sobre el rostro de la científica.
El olor a Queso de los pies era terrible, pero a la científica parecía gustarle, y empezó a olerlos, lamerlos, besarlos y chuparlos, y luego le chupó la pija a Carlitos, para finalmente ser penetrada por el joven asesino. El sexo fue de un modo espacial, la nave estaba sin rumbo, entre los asteroides, pero lograba pasar por uno y otro, mientras Carlitos se la metía bien adentro a la científica.
“Mis tesis eran ciertas, Carlitos” dijo la científica “Cambiaste crimen y asesinato por sexo y amor, gracias por hacerme tan feliz, esto ha sido fabuloso”.
“Más fabuloso será asesinarte, estimada Raimunda” dijo Carlos que tomó otra vez el cuchillo…
Ella intentó defenderse, pero Carlos era demasiado rápido. La apuñaló en el pecho, y ella cayó al suelo, con un grito de dolor.
Carlos tomó el Queso Gruyere que había estado escondido en la bodega de la nave y lo arrojó sobre el cuerpo de Raimundez.
"Queso," dijo Carlos, con una voz fría y vacía. "Queso..."
Luego, se dirigió a la sala de control y activó el sistema de escape.
"Iapeto," dijo Carlos, con una sonrisa maligna. "Iapeto..."
La nave espacial se dirigió hacia Iapeto, una de las lunas de Saturno. Carlos, el asesino, había escapado de la prisión, pero no había escapado de su destino. Su viaje a Amaltea, la luna de Júpiter, había terminado en tragedia. Pero su viaje a Iapeto, luna de Saturno, el planeta de los anillos, era un éxito, y ahí permanecía quesoneando si la oportunidad se lo ofrecía.
Epoca medieval, la época de los caballeros, princesas, hadas, magos y dragones, tiempos donde se la realidad se mezcla con la ficción y se convierte en leyenda, y muchas llegaron como cuentos a nuestros días…
Dicen que en un reino, Agustín, un joven caballero, se aprestaba a realizar un viaje para iniciar una misión comercial a un país vecino, ya en la jurisdicción de la nación extranjer, Agustín con su caballo se dirigía rumbo a un bosque…
“Tenga cuidado en atravesar ese bosque, muchacho” le dijo un campesino “Dicen que ahí esta Carla, la cruel, perversa y sanguinaria Quesona Asesina, de quien se dice que asesinó a más de cien hombres y les tiró un Queso, ha sido condenada al patíbulo pero esta prófuga de la justicia, algunos la vieron ahí pero no han vivido para contarlo, ella los asesinó y les tiró un Queso”
“Ja, ja, ja” se burló Agustín “¿Y sí no vivieron para contarlo como se entero usted?” el campesino no supo que contestar y Agustín emitió una nueva risotada “Ja, ja, puras leyendas, no existe ninguna Quesona Asesina, no hay ninguna Carla en el bosque, y menos una que pueda derrotar al gran Agustín”.
Agustín se internó en el bosque, sin prestar atención a las advertencias del campesino. El bosque era oscuro y misterioso, con árboles altos y espesos que bloqueaban la luz del sol. Agustín cabalgaba con confianza, seguro de que no había nada que temer.
De pronto, escuchó un ruido extraño. Se detuvo y miró a su alrededor, pero no vio nada. Continuó su camino, pero el ruido se hizo más fuerte. Agustín se sintió incómodo, pero no quería mostrar miedo.
De repente, una figura apareció frente a él. Era una mujer rubia bella, vestida de negro, guantes negros, con una espada en la mano. Sus ojos eran fríos y penetrantes.
“Agustín,” dijo la mujer con una voz gélida. “No debiste haber venido aquí.”
Agustín se sintió aterrorizado. Reconoció a la mujer de las historias que había escuchado. Era Carla, la Quesona Asesina.
“¿Quién eres tú?” preguntó Agustín balbuceando, tratando de mantener la calma.
“Soy Carla,” dijo la mujer. “Y soy la Quesona Asesina.”
Carla levantó su espada, y Agustín supo que no tenía ninguna posibilidad de escapar.
“No, por favor,” suplicó Agustín. “No me hagas daño.”
Carla se rió, una risa cruel que resonó en el bosque. “No hay escapatoria para ti, Agustín. Tu sangre manchará la tierra, y el Queso será tu último regalo.”
Carla se abalanzó sobre Agustín, con una velocidad asombrosa. La espada se abatió sobre él, lo apuñaló por la espalda, atravesándosela totalmente, y Agustín cayó al suelo, sin vida.
Carla se quedó mirando el cuerpo de Agustín, con una expresión de satisfacción. Luego, tomó el Queso Gruyere que había estado apoyado en un árbol y lo arrojó sobre el cuerpo de Agustín.
“Queso,” dijo Carla, con una voz fría y vacía. “Agustín Quesoneado”
El Queso rodó por el suelo, dejando un rastro de queso y sangre. Carla se alejó del cuerpo de Agustín, desapareciendo en la espesura del bosque.
La noticia de la muerte de Agustín, el valiente caballero, llegó al reino como un golpe de trueno. Su cuerpo fue encontrado en el bosque, sin vida, y con un Queso Gruyere sobre él. La escena era macabra, un testimonio del horror que había vivido el caballero.
Matías, hermano de Agustín, recibió la noticia con un dolor profundo. La furia lo invadió, y juró venganza por la muerte de su hermano.
"La Quesona Asesina pagará por esto," dijo Matías, con la voz llena de rabia. "No descansaré hasta que la encuentre y la haga pagar por lo que ha hecho."
El reino se conmocionó. La leyenda de la Quesona Asesina, antes considerada un cuento para asustar a los niños, se convirtió en una realidad aterradora. El miedo se apoderó de la gente, y las calles se vaciaron.
El rey, preocupado por la seguridad de su reino, ordenó una investigación. Los mejores detectives del reino se pusieron a trabajar para encontrar a la Quesona Asesina y llevarla ante la justicia.
Pero la Quesona Asesina era una figura escurridiza. Nadie sabía dónde se escondía, y sus crímenes parecían ser aleatorios y sin sentido. La gente del reino se desesperaba, y el miedo se extendía como una plaga.
Matías, decidido a encontrar a la Quesona Asesina, reunió a un grupo de caballeros leales y se adentró en el bosque donde había sido encontrado el cuerpo de su hermano. Buscó pistas, pero no encontró nada.
"Ella es demasiado inteligente," dijo Matías, con la voz llena de frustración. "No dejará ningún rastro."
Matías y sus caballeros continuaron su búsqueda, pero la Quesona Asesina seguía siendo un fantasma. El reino estaba aterrorizado, y la leyenda de la Quesona Asesina se extendía por todo el mundo.
Matías, entonces, decidió ir a buscarla y a enfrentarla por sí solo, sin ayuda de nadie, se internó en el bosque…
Un claro en el bosque, bañado por la luz del sol que se filtra entre las hojas. El aire estaba cargado de humedad y el sonido de los pájaros acompañaba la escena. La paz del lugar se rompió con la llegada de Matías, un hombre de rostro marcado por el dolor, con una mirada fría que reflejaba la furia que lo consumía.
"¡Carla! ¡Vos sos la asesina de mi hermano!" Su voz era como un rugido, resonando en el silencio del bosque.
Carla, una mujer imponente con una sonrisa gélida y su rubia belleza, giró lentamente, su katana brillando bajo la luz del sol.
"¿Ah, sí? ¿Y qué piensas hacer al respecto, Matías?" Su voz es suave, pero sus palabras son como cuchillos.
"¡Pagarás por lo que le hiciste!"
Matías apretaba los puños, la ira lo invadía.
Carla reía con desdén. "No seas ridículo. Yo solo cumplo órdenes. Tu querido hermano, como vos, estaba en el lado equivocado, serás asesinado y quesoneado como el, querido Matías."
"¡No te atrevas a hablar así de él! ¿Lado equivocado? ¡Somos los paladines de la justicia, y vos una cruel asesina, la que esta en el lado equivocado sos vos, Carla, maldita asesina, maldita Quesona"
La furia de Matías aumentaba mientras contemplaba a la asesina de su hermano.
Carla se acercó a Matías, blandiendo su katana aún en alto. "¿Y qué harás? ¿Me atacarás con tus puños?"
Matías sacó un cuchillo de su cinturón, luego con un movimiento rápido sacó otra katana. "Esto te hará recordar su nombre."
"Me encantaría ver que lo intentes” dijo Carla sonriendo.
La tensión se palpaba en el aire.
Matías, con dos katanas y un cuchillo en las dos manos, se enfrenta a Carla, la Quesona Asesina, que solo tenía una katana.
El combate a muerte estaba a punto de comenzar.
El claro del bosque se convirtió en un campo de batalla.
Las hojas secas crujían bajo los pies de Matías y Carla, mientras sus katanas se cruzaban en un baile mortal.
El sonido del acero chocando resonó en el silencio del bosque.
Matías, con una furia contenida, atacó con movimientos rápidos y precisos. Carla, con una sonrisa gélida, lo esquivo con elegancia y responde con movimientos ágiles y letales.
"No eres tan malo, niño," jadeó Carla, sin dejar de luchar.
"¡Silencio!" Matías, con la voz entrecortada, continuando su ataque. "¡Pagarás por lo que le hiciste a mi hermano, asesina, Maldita Carla, Maldita Quesona!"
Matías logró conectar un golpe en el brazo de Carla, haciéndola retroceder.
La sangre brota de la herida, pero Carla no muestra dolor.
"¿Crees que puedes vencerme?" Su mirada es fría, llena de desprecio.
"¡Sí! ¡Y lo haré!" Matías se lanza al ataque, con determinación.
La lucha se intensificó, cada movimiento era rápido y preciso. Las katanas brillaban bajo la luz del sol, creando un espectáculo de violencia y muerte.
Matías, con un movimiento ágil, logra desviar el ataque de Carla y la deja desarmada. Su katana cae al suelo, mientras Matías la mira con furia.
"Se acabó," dice Matías, con la voz ronca.
Matías dejó caer el cuchillo al piso y dejo una de las katanas clavada en el piso, ambas armas bien lejos del alcance de Carla, la batalla parecía estar a punto de terminar.
Matías, con su katana en alto, parece tener la victoria asegurada. Se aprestaba a dar el golpe final, la venganza del asesinato de su hermano estaba por consumarse. Pero en ese momento, se freno, como si viera al espíritu de su hermano, ensangrentado y quesoneado, frente a el…
Pero Carla, con una sonrisa traicionera, se agacha y agarró su katana del suelo.
"¿De verdad pensaste que eso era suficiente?" dijo Carla con una sonrisa burlona y desafiante.
Antes de que Matías pudiera reaccionar, Carla lanzó un ataque rápido y traicionero. El joven cometió el error de quedar paralizado apenas unos breves segundos y Carla no perdonó…
Carla puso la katana sobre su pecho y se la clavó…
“Aaaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjjj” balbuceó Matías al ser herido de muerte “Caaaaarrrlaaaaaaaa” decía, exclamando el nombre de su asesina mientras era atravesado por la katana.
La katana atraviesa el pecho de Matías, quien qued+o paralizado por la sorpresa y el dolor, cayendo herido de muerte, agonizante.
"¿Pero por qué...?" Matías, atónito, sentía cómo la vida se le escapa de su cuerpo.
Carla retira la katana con un movimiento certero, dejando caer a Matías al suelo.
"Quesoneado como tu hermano," dijo Carla con desprecio.
Con un gesto dramático, levanta un gigantesco Queso Gruyère, que parecía haber aparecido de la nada. Seguramente estaba escondido en algún árbol del bosque. Carla lo tiró sobre Matías, quien apenas puede reaccionar.
“Queso” dijo Carla “Matías Quesoneado”
El Queso cayó con un estruendo, aplastando la tierra a su alrededor.
Carla se río mientras mira a Matías, agonizante, asesinado, quesoneado, que se encuentra en el suelo, derrotado.
"Así es como se juega en este mundo, querido Matías" dice Carla, con una risa burlona.
El bosque se queda en silencio. La sangre de Matías tiñe la tierra, mientras el Queso Gruyère, símbolo de la burla de Carla, se alza como un recordatorio de la crueldad del destino.
La Quesona Asesina se alejó, dejando atrás el cuerpo de Matías y el Queso que lo aplastó. Su risa, llena de maldad y satisfacción, se escucha a lo lejos, mientras el bosque se queda en silencio, testigo mudo de la tragedia.
La leyenda de Carla, la Quesona Asesina, se extendió por todo el reino como una plaga.
Los hombres, al escuchar su nombre, sentían un escalofrío recorrer sus espaldas.
Su imagen, una mujer vestida de negro, con una katana o una espada, y un Queso en la mano y una sonrisa gélida, se grabó en sus mentes, convirtiéndose en una pesadilla recurrente.
El bosque donde Carla acechaba se convirtió en un lugar de terror. Los viajeros, al acercarse a sus límites, se llenaban de miedo, sus corazones latían con fuerza, y sus pasos se volvían lentos y vacilantes. Las historias de sus víctimas, hombres asesinados sin piedad y cubiertos de queso, se contaban en voz baja, con un tono de miedo y respeto a la vez.
La presencia de Carla en el bosque era como una sombra que se extendía sobre el reino. Los hombres, al escuchar el ruido de las hojas crujiendo bajo sus pies, se llenaban de miedo, pensando que era Carla la que se acercaba.
La imagen de la katana brillando bajo la luz del sol, el sonido del acero chocando contra el acero, la risa burlona de Carla, todo esto se convertía en una pesadilla que les perseguía día y noche.
La Quesona Asesina se convirtió en un símbolo del terror, un recordatorio de que la muerte podía llegar en cualquier momento, en cualquier lugar. Los hombres, al pensar en Carla, se llenaban de miedo, y su valentía se desvanecía.
Ningún hombre se atrevía a atravesarlo, por miedo a ser víctima de Carla, ¿Habría nacido el hombre capaz de desafiarla? Un enigma que el Queso quizás alguna vez responderá…
CARLOS, EL BASQUETBOLISTA QUESÓN Y ASESINO (AKA BASQUET SANGRIENTO O BASQUET QUESÓN)
En los últimos meses, la opinión pública se vio conmocionada por una docena de asesinatos, todos ocurridos en diferentes ciudades del interior, las víctimas eran chicas jóvenes de 25 años aproximadamente, y todas fueron brutalmente asesinadas, acuchilladas y/o degolladas, pero lo más extraño de todo fue que los cadáveres de cada una de ellas aparecían con un enorme Queso Gruyer encima, los Quesos sobresalían por sus múltiples y voluminosos agujeros.
Debido a ello, la prensa comenzó a denominar al asesino como “el Quesón”, y el propio criminal, desde su anonimato, adoptó con entusiasmo ese apodo, y envíaba mensajes anónimos, que decían “QUESO” a la policía y a los medios de comunicación.
La reacción de la Policía y el Ministerio del Interior ante el caso del "Quesón" era una mezcla de confusión, preocupación y presión por resolver el caso.
Estaban ante un desafío constante, ya lidiaban con la presión social, la incertidumbre y el miedo generado por el caso del "Quesón". La investigación se convertiría en una carrera contrarreloj para detener al asesino antes de que pudiera cometer más crímenes.
La policía, encabezada por el tenaz inspector Martínez, estaba tras la pista de El Quesón. El perfil psicológico apuntaba a alguien con una fascinación morbosa por el queso y una necesidad de control. Las víctimas, todas mujeres jóvenes, habían sido elegidas al azar, sin un patrón aparente. Pero Martínez intuía que había una conexión, un hilo invisible que unía a las víctimas y al asesino.
En medio de esa situación, la ciudad de San Carlos, continuaba con su tranquila y anodina vida cotidiana, solo alterada aquel fin de semana por el ansiado debut del equipo local en la Liga de Basquet ante Lorenzo Juniors, el equipo sensación de las competencias basquetbolísticas de los últimos años.
La estrella de Lorenzo Juniors era Carlos, el gigante del equipo, conocido por dos cosas: su increíble altura y sus pies, muy grandes, de talle cincuenta y cinco, y con un olor tan peculiar que podía despejar una cancha entera.
Las chicas del pueblo fueron a saludar a los basquetbolistas visitantes, una de ellas, Micaela, le pidió un autografo a Carlos, el basquetbolista sonrío y le dijo al oído:
“Después del partido nos podemos ver, la podemos pasar muy bien, si vivís sola podemos ir a tu casa”.
Micaela quedó en silencio, pero vivía sola, y sin decirle nada a sus amigas, reprimiéndose la alegría que sentía ante la oferta de Carlos, quedó en silencio y contestó un tímido “Sí, vivo en la Calle de Carlos Delfino número 67”.
“Una hora después del partido estoy ahí, nos vamos a divertir mucho”
El partido fue un claro triunfo de Lorenzo Juniors con una espectacular actuación de Carlos, figura estelar, con diez triples y veinte dobles, pese a la derrota, los seguidores del equipo local vivieron el evento como una fiesta y aplaudieron de pie a Carlos.
El basquetbolista, una hora después de terminado el partido, estaba en la casa de Micaela, todo limpio, o casi todo, excepto los pies, que olían a Queso de manera intensa y espectacular.
“¿No te lavaste los pies? ¡Son gigantescos!” dijo Micaela.
“Me los lavo, pero el olor es permanente, no puedo hacer nada, es por el tamaño, calzo cincuenta y cinco, soy el deportista activo más patón del mundo, y figuro entre los cinco más patones de la historia, ¿Querés probarlos por vos misma?” contestó Carlos.
El basquetbolista extendió sus pies sobre el rostro de Micaela, casi que todo el pie cubría todo el cuerpo de la chica, al principio esta sintió cierto asco, y casi se desmaya ante aquel olor, pero este actuó como una feromona y se convirtió en una suerte de elixir sexual.
Tras el asco inicial, Micaela empezó a oler, lamer, besar y chupar los gigantescos y olorosos pies de Carlos, mientras decía “¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos!” y así, tras un largo y extenso disfrute de los pies pasaron a una intensa fellatio y una relación sexual tan intensa, como dulce y encantadora.
Micaela quedó llena de gozo y felicidad, repitiendo como un mantra el nombre del basquetbolista…
“¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos! ¡Carlos!”
Distraída, Micaela no percato que Carla se ponía unos enormes guantes negros en sus manos, y tomaba un cuchillo tan grande que parecía una espada, mientras sacaba de un gran bolso, un Queso Gruyer, de gigantesco tamaño, que sobresalía por sus múltiples y voluminosos agujeros.
La fría luz fluorescente del baño reflejaba el brillo metálico del cuchillo en la mano de Carlos, enfundadas en guante negro. Micaela, con la espalda vuelta, tarareaba ahora una canción sin sospechar el horror que se acercaba.
El Queso Gruyer, sobre la mesa, era como una grotesca broma del destino, un testigo voluntario y activo de lo que iba a venir.
“Debo confesarte algo Micaela” dijo Carlos “Soy el Quesón”
“¿El Quesón?” dijo Micaela, sin saber bien a que se refería Carlos.
Luego se escuchó el grito ahogado de Micaela. El cuchillo de Carlos, rápido y preciso, abrió una profunda herida en su cuello.
El grito de Micaela se cortó de golpe, como un hilo que se rompe. Carlos, sin vacilar, clavó el cuchillo una segunda vez. Esta vez, la hoja encontró su objetivo en el pecho, penetrando entre las costillas, como un pájaro de acero que busca su nido en el corazón. La sangre brotó en un chorro espeso, tiñendo la blanca camisa de Micaela de un rojo intenso.
Un jadeo escapó de sus labios, un sonido de agonía que se desvaneció en un murmullo apenas audible. Carlos, con la mirada fría y distante, no se detuvo. Levantó el cuchillo, ahora manchado de sangre, y lo hundió con fuerza en el estómago de Micaela. La punta encontró un punto blando, abriéndose paso con facilidad a través de la carne y los órganos internos.
Un nuevo grito, esta vez un gemido gutural, salió de la boca de Micaela, un lamento de dolor que se mezcló con el sonido del cuchillo que se hundía una vez más. La sangre brotaba sin cesar, manchando el suelo de un rojo oscuro y viscoso.
La sangre brotó, tiñendo el blanco impoluto del azulejo de un rojo intenso, salpicando el Gruyère flotante como si fuera una lluvia macabra.
El Queso, irónicamente intacto, parecía observar la escena con una indiferencia monstruosa.
“Queso” dijo en voz alta el asesino.
Carlos se detuvo un instante, observando el cuerpo inerte de Lorena, su expresión impasible. En su mano, sostenía un enorme Queso Gruyer, su superficie cubierta de agujeros que parecían mirarle con curiosidad. Con un gesto casi ceremonial, levantó el queso hacia el cielo nocturno, como si estuviera invocando a una deidad oscura.
“Queso”
Luego, con un movimiento decidido, dejó caer el queso en un arco perfecto. El aire pareció detenerse mientras el queso descendía lentamente, su forma redondeada girando ligeramente en la brisa. Al impactar contra el suelo, un sonido sordo resonó, como un eco de su propia locura. El queso se deslizaba sobre el cuerpo de Lorena, cubriendo su piel con una capa grotesca, como un manto de sufrimiento y locura.
“Queso”
Carlos dio un paso atrás, observando su obra maestra con una mezcla de satisfacción y frialdad. La escena era inquietante: el contraste entre la inocencia de la víctima y la macabra ofrenda que ahora la envolvía. El Queso Gruyer, con sus múltiples agujeros, parecía absorber la luz de la luna, creando un halo siniestro alrededor del cuerpo. Carlos sonrió, sintiendo que había completado un ritual único, un sello personal en su oscuro legado.
“Queso”
Carlos, con la frialdad de un cirujano, limpió el cuchillo con un paño que había llevado consigo. Cada movimiento era meticuloso, casi ritual. La hoja brillaba a la luz tenue de la luna, pero no tardó en estar manchada de nuevo por la sangre de su última víctima. Mientras pasaba el paño, dejó una estela carmesí sobre la superficie, creando una pintura abstracta del horror que contrastaba con la tranquilidad de la noche. Era un arte que pocos comprenderían, pero que él consideraba una expresión de su propia locura.
Con el cuchillo ahora limpio, lo guardó en su funda, sintiendo una satisfacción oscura con cada clic del mecanismo. Su mirada se posó sobre el cuerpo de Micaela una última vez, antes de que el silencio lo envolviera en su abrazo. Su mente, sin embargo, ya estaba en otra parte, viajando hacia el futuro.
“¿Quién será la próxima?” pensaba Carlos mientras se alejaba de la escena del crimen, su corazón latiendo con una mezcla de adrenalina y anticipación. “¿Paula, tal vez, cuando visite la Ciudad de Los Carlos, en el próximo partido de La Liga?” Su mente se llenó de imágenes de la joven, de su risa despreocupada y su forma de hablar. Era una elección tentadora. La idea de acercarse a ella, de ganarse su confianza antes de desatar el caos, le provocaba un escalofrío de emoción.
Cada paso que daba lo alejaba de la escena de su crimen, pero también lo acercaba a la siguiente. La oscuridad de la noche lo envolvía, y las sombras parecían susurrarle secretos. Mientras caminaba, empezó a trazar mentalmente un plan, cada detalle cuidadosamente dibujado en su mente.
Pensó en cómo podría acercarse a Paula, en qué lugares frecuentaba, y en cómo podría convertir su aparente normalidad en un escenario para su próximo acto macabro. La emoción de la caza lo llenaba de energía; cada nuevo asesinato sería una obra maestra, un testamento a su genialidad retorcida.
Con una sonrisa en los labios, Carlos se adentró más en la noche, dejando atrás no solo el cuerpo de Micaela, sino también una parte de sí mismo, cada vez más atrapado en su propia oscuridad. Su mente giraba, entrelazando la locura y la creatividad, mientras la luna seguía brillando, ajena a su misión.
La investigación del Inspector Martínez se dio cuenta que los asesinatos del Quesón coincidían con los partidos de Lorenzo Juniors en diferentes ciudades, ¿Sería descubierto el asesino?
Esa es otra historia, por ahora, simplemente QUESO…
Que mal la censura, borraron algunos posts che? Bueno, no tan mini relatos, son unos buenos quesos, aunque no sean fan fictions, no dejan de ser quesones y quesonas, siempre nos llenas de quesos
ResponderBorrarLa historia de Carlos Quesón es verdadera? Ya hubo otra parecida en un post de hace unos años, yo creo que vos sos medico en la vida real y matas mujeres en serio, después de comerte un queso, ja, ja, ja
ResponderBorrarEs que tanto matar a Matías Candia alguna bronca iba a generar, igual vamos por mas quesos
ResponderBorrarEspero que tengas un backup, este tesoro no se puede perder, que no haya más censura, estos relatos son magnificos, es lo mas bizarro y divertido que existe, sobre este post, me gustan todos los cuentos, el mejor es el del negro, la ciencia ficción al servicio de los quesos, el del médico es bien gore, es como una película de los 70, el del sacrificio inicial quizás sea el origen de todos los quesones, en tiempos prehistóricos o salvajes, y el de Carla es excelente, siempre es una gran asesina, no hay sexo, pero muy bien lo de la lucha, si ese Matías acertaba quizás cambiaba el curso de la historia y los Matías ahora eran asesinos, gran post, un lujo, que eso no se termine
ResponderBorrarY la que so...
ResponderBorrarMe gusta esto, esta bien presentado los relatos y las imágenes son buenas, los cuentos están todos bien, salen de la común aunque por supuesto, siempre esperamos ver famosas pero bueno, yo note que el blog no estuvo por un rato un día, había habido una censura, que cosa che, habrá que tener cuidado, con lo que se dice, muy buenos los relatos, están todos bien, los Quesones de ficción son muy siniestros, y Carla es igual a Carla Romanini, ¿la perfecta asesina? Igual que el médico, y los Quesones llegan al espacio, diez puntos, sin censura ni hackeo
ResponderBorrarEs buena propuesta este post, espero que no le moleste a la gente y que no haya censura, las imágenes están re buenas, aunque las IA no son perfectas, y siempre tienen fallas, igual dibujan bien los quesos, y los quesones y quesonas, bien ahí, excelente Carla, que se refugio en el bosque, esa historia debe ser desarrollada, todas dan para continuar nuevas sagas, muy interesante
ResponderBorrarY matar a todo el mundo puede generar un costo, igual me gustan los quesos, los que censuran que vayan a ver a disney
ResponderBorrarColoridas las pictures, están buenas, los relatos son todos buenos, buenisimo el de la selva, el del médico es excelente, el negrito ese del espacio que queson, se parece a Carlos Torres, que jugaba en San Lorenzo, y el de la Quesona, soberbia como siempre, no cabe duda que es Carla Romanini
ResponderBorrarY VIEJO COMO EN TARINGA QUE TE BORRABAN QUE HAYA LIBERTAD EN SERIO, Y CARLOS MASLATON NUNCA VA A APARECER EN EL BLOG, ALGUNA MENCION
ResponderBorrarSiempre te las rebuscas para inventar algo, estas historias impersonales y extemporáneas, con Carlos y Carlas de ficción no esta mal, interesante, hacete un par más, el del espacio y la asesina del bosque merecen alguna secuela
ResponderBorrarSe podría haber hecho el de los basquetbolistas, total era poner como un Carlos masacraba a una mina con una katana o un cuchillo y tiraba un Queso, en el de la Quesona no hay sexo, directamente los asesina, no les da placer, esta Carla es peor que la otra, implacable y cruel, si te metes en ese bosque, chau
ResponderBorrarHicistes bien en poner un quesón que sea negro, asi no te acusan de racista, seguro fue un buen consejo de la IA, no se a quien le molestan estos relatos che, si hasta Delfino y Bossio los aprobaron, ja, ja, mas posts asi, en la otra galería, había una imagen de la antigua Roma, hacete un relato queson de la Roma antigua, creo que hay uno en “el karma de Ravelia”, un post de los mas viejos, donde incluso aparece una proto Dumitrescu, que después evoluciono en ese personaje tan entrañable, ausente en este post, lo del bosque de la quesona es muy bueno, yo creo que todos los Quesoneados pasaron por ahí, y el negrito parece un boludito y mira como amasijaba minas en Marte
ResponderBorrarEl bosque de la quesona es de lo mejor, como de fantasía heroica.
BorrarComo para una historieta.
¡Que mal! La Liga de la Pureza sigue fastidiendo, pretendiendo censurar. Me solidarizo con este blog, que ha presentado tan buenas fanfictions.
ResponderBorrarPor lo visto, hay gente que se toma las cosas demiasado en serio.
Es frustrante que no haya relatos nuevos en este mes.
Aunque estos minirelatos son una compesación.
Me gusta el primero, con la vestal Ariadna, destinada a ser sacrificada. Me dio la impresión de que el quesón no estaba tan decidido a sacrificar a la vestal.
El segundo tiene algo del género de terror, en ámbito hospitalario.
El tercero es muy original, con un ámbito futurista, en una nave espacial que viaja hacias los planetas exteriores del sistema solar. Parece haber algo de información previa para el relato.
Tiene algo curioso, ninguna científica ha sido quesoneada en los relatos títulados El Asesino de...Seguro es porque son promocionadas por la Fundación Dumitrescu. Y por estar en el bando contrario a los terraplanistas.
Me parece bien esa exclusión pero funcionó bien en el relato.
Y no podía faltar un relato de quesona, que se parece a Carla Romanini. Es compatible que haya estado a punto de ser vencida y asesinada. Es compatible con la quesona rubia. Pero ella venció, a último momento, convirtiéndose en una temida leyenda.
Espero leer relatos próximamente, sin que moleste la censura.
Estuve buscando los Quesoneados y se me hace que el agustin de Carla es Una referencia a Agustin Bernasconi, en cuanto a Matías, puede ser cualquiera, pero no es Candia ni Spano, si Almeyda, Cantoni, Fioretti o Solanas, alguno de esos le calza bien este personaje, y el queson del primer cuento, no estaría mal que fuese Carlos sanjuan, el gallego que le gusta hacer desnudos, propusieron a Carlos Machado como el médico queson, una buena elección, el negro debería ser un Charles Barkley juvenil
ResponderBorrar¿Hay censura contra los relatos de famosas internacionales?
ResponderBorrares el mismo post con alguna actualización del basquetbolista, esta muy bueno, pero extrañamos a las famosas, pero si hay censura, mejor andar con cuidado, se vienen más historias así?
ResponderBorrarparece otra etapa del blog, la IA se lleva todo, pero mientras haya queso estamos contentos
ResponderBorraryo apuesto por otro post, estan bien estas historias, es algo diferente, además ya no hay famosas buenas para quesonear salvo esos gatos que aparecen de vez en cuando como las de Independiente
ResponderBorrarEstán las famosas internacionales.
BorrarY algunas famosas de acá quedan. ¿Alguien se opone a El asesino de Cecilia Milone?
Además de retro víctimas como Susana Romero, Silvia Pérez.
lindos cuentos (ya los habíamos leído) pero en alguno podría haber estado Dumitrescu
ResponderBorrarOBRA DE ARTE DE LOS QUESOS
ResponderBorraruna buena presentación y hasta con podcast, muy bien, la nueva era de la IA quesona
ResponderBorrarque idea genial asociar el queso con los asesinatos
ResponderBorrarel queso, símbolo de muerte, violencia y crimen ja ja ja
Relatos quesones: la nueva generación
ResponderBorrarMe gustaría algún relato nuevo antes de que termine el año. O algunos cuando empiece 2025.
ResponderBorrarYa que estás con las IA sugiero El asesino de Alexa, la asistente virtual. Que se materialice en el mundo real para ser quesoneada. O sea implantada en un chip en una mujer anónima, con las mismas consecuencias.
Me gustarían más relatos de quesonas, como Carla Conte y Carla Romanini. Como algún relato de Carla Guggino.
Y por supuesto, la presencia de la amada Lady Dumitrescu.
Por un nuevo año sin censura y con ficciones.