La Asesina de Miguel Avramovic
Ravelia, la Quesona Asesina, la temible, cruel, sanguinaria e implacable asesina de hombres, recibió una madrugada un mensaje anónimo que decía: "No te olvides del rugbier Miguel Avramovic, alias el Ruso, flebologo de profesión, Ejerciendo ahora de Medico, Con ese Subnombre y Con Ese Cuerpo que se Gasta, seria una excelente víctima para una asesina como vos". La Quesona nunca supo quien envío ese mensaje, y lo que sí supo, es que decidió que Miguel Avramovic, el rugbier, el Ruso, el flebólogo, a quien le gustaba hacer desnudos por internet sería su próxima víctima.
- Miguel Boris Avramovic se llama este tipo - pensó la Quesona Asesina - lo asesinaré y le tiraré un Queso. Como me gusta asesinar rugbiers.
Ocurrió entonces que Miguel Avramovic recibió un mensaje, era una imagen donde una mujer con el rostro de Valeria Mazza lo decapitaba: en realidad una imagen del famoso cuadro de Judith y Holofernes, de Caravaggio, basado en un relato bíblico. Solo que en el rostro de la heroína israelita estaba el de Valeria Mazza, y el de Holofernes, el malvado enemigo, el suyo.
- ¡Ja, ja, ja,! - se río Miguel Avramovic - que divertido una mina me corta la cabeza, ja, ja, me la cogería de lo lindo, ja, ja.
El Ruso contestó aquel mensaje de la Quesona, le dijo lo siguiente: "pensar que la asesina existe!! y es un travesti de la Avenida Champagnat de Mar Del Plata!! que hace fiestitas con carolina Rosales (Caperucita Roja) que mas que sacarle los zapatos, a este maricón de mierda le gusta que se los metan por el culo!! que no lo mataron pero le dejaron el cuello caido, otra que miedo a la oscuridad!!"
La Quesona no entendió nada, pero le dio más ganas de asesinarlo aún, no le gustó que dijeran que era un travesti.
Llegó a la camioneta que estaba estacionada en el Parking, abrió las puertas e ingresó a la misma como cualquier otro día. Se estaba incorporando en el asiento delantero, cuando notó que una figura femenina, una chica alta y rubia, emergía de los asientos traseros.
Miguel se dio vuelta, y llegó a ver a alguien igual a Valeria Mazza, pero no vio nada más, la chica le inyectó una jeringa en el cuello. El rugbier se desvaneció de inmediato y se sumergió en un sueño intenso y profundo.
Cuando reaccionó, un par de horas después, el rugbier estaba atado de pies y manos a una silla, sobre una cama, no podía moverse. No sabía donde estaba, era un cuarto oscuro y húmedo, como de una fábrica abandonada.
Avramovic observó que frente a el había una mesa con un gigantesco Queso Gruyere, y al lado de la mesa había una chica, de cabellos largos y rubios, con un elegante vestido de color negro, y con sus manos, enfundadas en un par de guantes negros de cuero, la chica sostenía una enorme, larga y filosa espada. Igual a Valeria Mazza.
- ¡Debo estar muerto! - exclamó - ¡Valeria Mazza fue asesinada por Carlos Delfino!
- No estás muerto aún, pero pronto conocéras el paraíso, ja, ja.
El rugbier se aterrorizó al ver a la chica frente a él con una espada en mano, y más con semejante espada, era realmente gigantesca, y solo atinó a balbucear:
- ¿Quién sos? ¿Qué querés?
- Mi nombre es Ravelia Zamas – fue la respuesta de la chica – soy la Quesona, la Quesona Asesina, o como quieras llamarme, me gusta asesinar tipos como vos. Quesudos. Vos sos un Quesudo. Y yo soy una asesina de Quesudos.
- ¿Estas loca? ¿Porqué? ¡Socorro! ¡Ayúdenme! ¡Una loca quiere matarme! – empezó a gritar desesperado el rugbier.
- Podes gritar lo que quieras, pero no va a venir nadie. No te va a escuchar nadie, pero te voy a dar una chance de sobrevivir, una prueba de supervivencia, aunque será muy difícil que la puedas superar.
La asesina sacó entonces una pluma, a la vez que empezó a acercarse al rugbier, y con la pluma, empezó a hacerle cosquillas en los pies.
- Esta es la prueba, Miguel – dijo la asesina – ver si resistís las cosquillas en los pies.
El rugbier no podía soportar las cosquillas, trataba de moverse de un lado a otro, se ría todo el tiempo, era una tortura realmente insoportable para cualquiera.
Mientras le hacía cosquillas en los pies, la asesina acercaba su nariz a los pies del rugbier, los olía y entonces le dijo a Avramovic:
- Tenés olor a Queso, pero no es el Queso que me gusta a mí, no tengo otra alternativa que asesinarte. Aunque todavía hay una chance para toda tu vida... mucho olor a Queso.
La asesina entonces puso sus pies, muy grandes para ser mujer, pues calzaba cuarenta y dos, y los colocó sobre el rostro del rugbier, le dijo entonces:
- Chupamelos, olelos, besalos y lamelos.
Avramovic comenzó entonces a chupar, lamer, besar y oler los pies de la mujer. Cuando terminó, el rugbier quedó paralizado por el miedo y el terror, sin embargo, tenía unas enormes ganas de coger, de cogerla, de tener sexo con ella.
- Conocerás el paraíso ahora, estimado Ruso.
La chica se tiró encima del rugbier y este la cogió, el rugbier cogía muy bien, muy bien, el gozo y el placer que sintieron es imposible de describir con palabras. Aún atado como estaba, el Ruso era una máquina sexual, la Quesona lo disfrutó con gran satisfacción.
- Esta es la prueba, Miguel – dijo la asesina – ver si resistís las cosquillas en los pies.
El rugbier no podía soportar las cosquillas, trataba de moverse de un lado a otro, se ría todo el tiempo, era una tortura realmente insoportable para cualquiera.
Mientras le hacía cosquillas en los pies, la asesina acercaba su nariz a los pies del rugbier, los olía y entonces le dijo a Avramovic:
- Tenés olor a Queso, pero no es el Queso que me gusta a mí, no tengo otra alternativa que asesinarte. Aunque todavía hay una chance para toda tu vida... mucho olor a Queso.
La asesina entonces puso sus pies, muy grandes para ser mujer, pues calzaba cuarenta y dos, y los colocó sobre el rostro del rugbier, le dijo entonces:
- Chupamelos, olelos, besalos y lamelos.
Avramovic comenzó entonces a chupar, lamer, besar y oler los pies de la mujer. Cuando terminó, el rugbier quedó paralizado por el miedo y el terror, sin embargo, tenía unas enormes ganas de coger, de cogerla, de tener sexo con ella.
- Conocerás el paraíso ahora, estimado Ruso.
La chica se tiró encima del rugbier y este la cogió, el rugbier cogía muy bien, muy bien, el gozo y el placer que sintieron es imposible de describir con palabras. Aún atado como estaba, el Ruso era una máquina sexual, la Quesona lo disfrutó con gran satisfacción.
- Tenías razón Quesona - dijo Miguel - conocí el paraíso, que placer que tuvimos, que cogida, fue sensacional.
- Estaba convencida que me ibas a dar algo así, Miguel, no me equivoqué. Llegó la hora, Miguel.
- Estaba convencida que me ibas a dar algo así, Miguel, no me equivoqué. Llegó la hora, Miguel.
La asesina tomó la espada y se acercó hacia su víctima. Dio una vuelta alrededor de la cama y se puso detrás de Avramovic, la asesina entonces tomó con fuerza la espada, lo puso sobre la garganta del rugbier, y le cortó el cuello, la herida fue lo suficiente profunda, no hizo falta nada más.
La sangre chorreo por todos lados, y salió tanto por la garganta como por la boca del rugbier degollado. La asesina volvió a tomar con fuerza la espada y le cortó la cabeza.
Cuando terminó, con la misma espada con que había decapitado al rugbier, la asesina cortó el Queso en dos. Agarró la cabeza del rugbier, y la puso sobre la horma gigantesca de Queso, a la vez tiró la otra mitad del Queso sobre el cadáver mutilado de su víctima.
- Miguel Avramovic. #Queso.
La asesina no tardó en abandonar el lugar pronunciando en voz alta el nombre del hombre al que había asesinado, a la vez que se llevaba como trofeo las zapatillas talle 47 de su víctima.
Un nuevo asesinato, con Queso y Sexo, se sumó al historial de la asesina.
La sangre chorreo por todos lados, y salió tanto por la garganta como por la boca del rugbier degollado. La asesina volvió a tomar con fuerza la espada y le cortó la cabeza.
Cuando terminó, con la misma espada con que había decapitado al rugbier, la asesina cortó el Queso en dos. Agarró la cabeza del rugbier, y la puso sobre la horma gigantesca de Queso, a la vez tiró la otra mitad del Queso sobre el cadáver mutilado de su víctima.
- Miguel Avramovic. #Queso.
La asesina no tardó en abandonar el lugar pronunciando en voz alta el nombre del hombre al que había asesinado, a la vez que se llevaba como trofeo las zapatillas talle 47 de su víctima.
Un nuevo asesinato, con Queso y Sexo, se sumó al historial de la asesina.
triste destino el del flebologo...
ResponderBorrarMe hizo sangrar los ojitos el cuento este….
ResponderBorrarotro rugbier que merecía el Queso, te falto la foto de la asesina con la cabeza de "el Ruso" Avramovic
ResponderBorrar"Cuando terminó, con la misma espada con que había decapitado al rugbier, la asesina cortó el Queso en dos. Agarró la cabeza del rugbier, y la puso sobre la horma gigantesca de Queso"
ResponderBorrarhace la foto por favor!!!!
Bien la inclusión de la pintura de Artemisia.
ResponderBorrarQuien con mucho gusto, haría pinturas de las ejecuciones de Ravelia.