El Asesino de Elvia Andreoli
Fines de los 80, los Carlos estaban en auge en los medios de comunicación de Argentina de entonces, en un mundo donde internet era aún cosa de ciencia ficción y la TV por cable aún no era algo masivo. Carlos Menem, era electo presidente de la Nación; Carlos Monzón, juzgado y condenado por el asesinato de Alicia Muñiz; Carlos Navarro Montoya, arquero y figura de Boca Juniors; Carlos Salvador Bilardo, entrenador de la selección argentina campeona de 1986 y que iba a defender el título en Italia 1990; y así, la lista puede ser interminable.
Elvia Andreoli era por entonces una figura del cine y la TV, de segunda línea, que había alcanzado precisamente su punto máximo en la carrera en la telenovela Amo y Señor (1984), escrita precisamente por un Carlos, Carlos Lozano Dana.
Dicen que a fines de los 80 esta actriz estaba totalmente fuera del mundo, atrapada en el consumo frenético de drogas, algo muy común para las estrellas del mundo del espectáculo, aunque muy poco reconocido por quienes padecen estas adicciones.
Dicen que una tarde en que estaba totalmente ida por el consumo de drogas concurrió a una Quesería y empezó a gritar: “¡Los Quesos están volando!”. El vendedor de Quesos, un muchacho veinteañero al que todos llamaban Carlitos, agarró el teléfono (teléfonos que andaban muy mal por entonces con el servicio que prestaba ENTEL) y marcó un número.
Andreoli parecía inofensiva, quieta, parada en un lugar, pero gritaba constantemente “Que vuelen los Quesos”, “Los Quesos están volando”, “Se vienen los Quesos”, y obviamente nadie entraba a la Quesería. Que como dijimos no era una Quesería cualquiera, era la Quesería “Carlitos”, pues el negocio se llamaba igual que su veinteañero dueño.
Mientras se desarrollaba aquella escena, un hombre alto, con un fuerte olor a Queso en los pies, entró a la Quesería. Era el basquetbolista Carlos Alberto Raffaelli, “Chocolate”, figura de Obras Sanitarias a fines de los 70 y principios de los 80, y que para 1989, cuando ocurrió lo que estamos narrando ahora, ya estaba en el ocaso de su carrera.
- ¿Qué pasa? – le dijo Carlos a Carlitos.
- Esta loca. Falopera. Esta gritando desesperadamente. Me pareció que podía ser útil. No sé, se me ocurría.
- Sí, puede ser. ¿Sabes donde vive?
- Aca enfrente, en esos departamentos.
Estamos hablando de un departamento ubicado en la zona de Nuñez, no muy lejos del glorioso Estadio Monumental de River Plate, cerca también de Obras Sanitarias. Carlos Raffaelli agarró a Andreoli y la llevó al departamento. Ingresó al mismo tomando las llaves que la actriz tenía consigo.
Pasada por las drogas, Andreoli se tira al piso; Carlos Raffaelli puso su enorme pie derecho sobre el rostro de la mujer, un pie oloroso, repleto de un olor intenso a Queso. El olor fue tan fuerte que la mujer reaccionó y volvió en sí.
- ¿Qué pasó?
- Estas aca, con Carlos “el Quesón” Raffaelli.
- No te conozco.
- Dígamos que soy basquetbolista, jugué mucho tiempo en Obras Sanitarias, donde me convertí en leyenda.
- Los Carlos están de moda. Cogeme Carlos.
- Con mucho gusto, pero antes, olé, chupa, besa y lame mis pies, perdón, mis Quesos.
Y eso fue lo que ocurrió a continuación, juego de pies, que Andreoli disfrutó con intensidad, después sexo intenso, muy intenso, apasionado, dando vueltas, de aquí para allá. Carlos Raffaelli solía dejar a las mujeres exhaustas después del sexo, pero Andreoli parecía insaciable, lejos de cualquier agotamiento, y pedía más, más, más… el que no daba más entonces en algún momento fue Carlos Raffaelli.
El basquetbolista poco se preocupó. Al ver que Andreoli reclamaba más sexo y el ya no daba más, y eso que era de alta resistencia, tomó un cuchillo, con los guantes negros por supuesto, y se acercó a la actriz…
- ¡Quiero más, Carlos! ¡Sos un Quesón, un Requesón, quiero más!
- Toma Andreoli, toma…
Carlos se acercó a Andreoli, la tomó del cuello y ¡raaaaaajjjjjjjjjjjjjjjjj! Le cortó la garganta, un degollamiento perfecto, hecho por alguien que suele hacer eso en forma constante y habitual. Listo, así, la degolló, la asesinó, a sangre fría.
- Queso – dijo Carlos Alberto Raffaelli, el basquetbolista, mientras tiraba el Queso sobre su víctima. Siempre llevaba Quesos encima.
El basquetbolista pasó por la Quesería y le agradeció a Carlitos.
- Gracias por avisar, necesitaba quesonear a una mina.
- De nada, Carlos, de nada, para un Carlos no hay nada mejor que otro Carlos.
Se nota que este Carlitos, un simple e ignoto quesero de Nuñez, era un gran proveedor de víctimas para los Quesones, ¿Sería acaso el también un Quesón? Lo más importante, el nombre, ya lo tenía, y calzar, calzaba un 45.
Uno de los relatos que regresó.
ResponderBorrarUna vez más, noto la inclusión de datos sobre el contexto del momento en que está ambientado. Un extra interesante en los retro relatos.
Parece que en su estado, Elvia Andreoli predijo lo que iba a pasar.
Lo que indirectamente la llevó a una trampa mortal.
Rafaelli cumplió con el ritual, en parte. Debió haberle dado tanto sexo como ella pedía. Y no quedar agotado. Un motivo para que no se haya destacado como quesones del nival de Sandes.
Bien por estos regresos.