Carlos Delfino y La Venganza de la Rumana



VIENE DEL CAPÍTULO 5 "CARLOS FERNANDEZ LOBBE"
Aterrorizada por el karma sangriento que parecía atravesar su familia, luego de que su madre y sus dos hermanas fueron asesinadas, en distintos años y hechos criminales, Valeria abandonó la ciudad de Buenos Aires, y se instaló en Santa Fe. Pensaba que la tranquilidad provinciana de la capital santafesina era un lugar para estar alejada de todo, sin necesidad de abandonar el país. Santa Fe no daba para poner una boutique, pero sí para un negocio de indumentaria deportiva. 
Mediados del año 2000. La ciudad estaba conmocionada por dos asesinatos, el de una profesora de la Escuela Secundaria Brigadier General Estanislao Lopez y de la presidente del Centro de Estudiantes. A Valeria este último asesinato le provocó cierta conmoción a nivel personal: la presidenta del Centro de Estúdiantes se llamaba Valeria. Igual que ella. Le habían cortado la garganta. Le habían tirado un Queso.



A pesar de las dificultades económicas existentes en aquel entonces (ya gobernaba De la Rua y el 2001 se acercaba), a Valeria le iba muy bien con aquella tienda deportiva. Un día excepcional en ventas, tanto que la propia Valeria estaba asombrada por semejante cantidad, parecía el Día del Padre, de la Madre o Navidad, no había ningún tipo de ofertas, pero era un boom, el negocio permaneció abierto más de lo habitual. Lo más curioso de aquella inusual jornada fue la presencia de una anciana, que le dijo a Valeria, con acento rumano:
- Se lo que hicieron en el verano del 88. Lo pagaran con la Sangre y el Queso. Je, je.
Valeria no entendió nada, o no quiso entender nada, lo cierto es que aquella anciana, fue la mejor clienta de la jornada. Los empleados se habían ido. Valeria, la dueña del local, ya iba a bajar las persianas. Pero antes de hacerlo, entró un cliente al local. El último cliente del día.
Era un hombre, joven, muy joven, quizás no tenía aún dieciocho años, era todavía un purrete de la secundaria, de quinto año, muy alto, con dos enormes pies, dos metros de altura y dos pies gigantes, muy grandes, dos lanchas. 
- Hola – dijo el muchacho – soy Carlos, Carlos Delfino, juego al básquet, menos mal que el negocio aun estaba abierto. ¿Ya estaban por cerrar, no?
- Ya cerramos – dijo Valeria.
- Busco zapatillas para mí. Calzo cincuenta y uno.
- Ya cerramos. Te esperamos mañana a las nueve de la mañana.
- No puede ser. Mañana ya es tarde. A las siete de la mañana nos vamos para Buenos Aires y de ahí a Brasil, a jugar el Torneo Panamericano de Basquet. Me dieron zapatillas talle cincuenta. Me quedaron chicas. Soy muy patón, por algo me dicen el Lancha, Carlos, Carlitos el Lancha Delfino.


- Bueno – dijo Valeria como dudando – la verdad que me sorprendes. Pero creo que tengo lo que buscas. Hay un solo juego. Unas zapatillas talle cincuenta y uno. Creí que nos la iba a vender. 
- Damelas. Te pago lo que sea – dijo Carlos – después la Federación me cubrirá los gastos.
Valeria, asombrada ante la insolita situación, agarró el par de zapatillas y se lo dio a Carlos. Eran como dos lanchas. El basquetbolista quedo descalzo, y Valeria casi se desmaya ante el olor a Queso que despedían los pies de Delfino.
- ¿Huelen fuerte no? – dijo Carlos Delfino, al notar que la dueña del local quedó asombrada mientras olía los pies de Carlos.
Carlos se probo las zapatillas. Le quedaban perfectas.
- Me las llevo – dijo Carlos pero noto que Valeria estaba como sobresaltada - ¿Pasa algo?
- Tus pies. Son dos Quesos. Huelen como Queso.



- Soy un Quesón – dijo Carlos – dale, vení, no tengas miedo, olé mis pies, te van a  gustar.
Movida por un extraño impulso, Valeria se acercó a Carlos, y se puso debajo de los pies, tendida sobre el piso, el basquetbolista le puso los pies encima, la dueña del local empezó a chuparlos, lamerlos, besarlos, olerlos. Disfrutó mucho eso, parecía como entregada al basquetbolista, tanto, que le dijo:
- Cogeme Carlos.
Y Carlos la cogió, para disfrute y goce de Valeria, que la pasó muy bien. Sintió que sentía que no podía haber algo mejor…
- No te voy a cobrar las zapatillas. Llevatelas gratis. Son tuyas.
- Gracias – dijo Carlos – pero hay algo más.
- ¿Algo más?



La mujer no vio que el basquetbolista se ponía los guantes, y de una mochila, sacó una katana, sí, una katana, la blandió y ¡zas! le cortó el cuello a Valeria. El filo de la katana era de tal magnitud que no hubo más cortes ni heridas, con una basto. Valeria cayó muerta con el cuello ensangrentado. De la misma mochila donde sacó la katana, Carlos sacó un Queso, un gran Queso Gruyere.
- Queso – dijo Carlos Delfino mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de su víctima.
El basquetbolista abandonó la escena del crimen, y horas después partio al Torneo Panamericano de Brasil 2000, donde Argentina fue Campeón y Carlos Delfino, la figura, con una descollante actuación en la final.
Dicen que una anciana visitó la escena del crimen aquella madrugada, contempló el cadaver de su la mujer asesinada, y dijo en voz alta:
- Las hijas de Ana Perez ya pagaron, ahora pagaran las de Constance Bonacieux.



Comentarios

  1. bien Carlitos Delfino entra a una tienda pide zapatillas y termina comiéndose a una mina a la que después mata con una katana y le tira un queso la sinopsis del cuento está buena la saga me gustó a esperar mas asesinatos

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  2. muy buena la saga: me gustó lo de los crímenes retros de cada Quesón enlazados con la rumana muy buena idea a esperar los Quesos que vienen

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  3. de tanto leer estos cuentos juro que me gustaría oler las zapatillas de Carlos Delfino a ver que se siente

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  4. ninguna duda que Carlos Delfino es el Quesón favorito de Solrac Sajt

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  5. La Niña de Embajadores21 de agosto de 2019, 2:19 p.m.

    si tuviera que elegir al Quesón que me asesinaría no lo dudo: Carlos Delfino

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  6. Me gudta saga. Espero que haya mas relatos antes de cerrar el año. Falta entregar el queso de oro. Podria ser para Eisler o para Carla Conte.

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